Wednesday, December 31, 2008

La Izquierda, la Derecha y el Estado

Instituto Mises - Artículo diario por Llewellyn H Rockwell, Jr - Publicado el 12/31/2008 12:00:00 AM

[Esta es la introducción a su libro La izquierda, la Derecha y el Estado]


En la cultura política americana, y también en la cultura política mundial, la preocupación es en qué sentido debe crecer el poder del Estado. La izquierda tiene su lista de sugerencias y la derecha también. Ambas representan una grave amenaza a la única posición política que es verdaderamente beneficiosa para el mundo y sus habitantes: la libertad.

¿Qué es el estado? Es un grupo que, desde dentro de la sociedad, reclama para sí el derecho exclusivo de gobernar a todos, en virtud de un conjunto especial de leyes, que permite hacer a los demás lo que está razonablemente prohibido hacer al resto de la población, a saber, agredir a las gentes y perseguir sus propiedades. ¿Por qué una sociedad permite que una banda de tal tipo disfrute legalmente de este indisputado privilegio? Es aquí donde entra en juego la ideología. La realidad es que se trata de una la máquina de saquear y de matar. Entonces, ¿por qué tanta gente se alegra con su desproporcionado crecimiento? Más aún, ¿por qué toleraramos su existencia?

La idea misma de Estado es tan inverosímil en si misma que el Estado debe esconderse tras un traje ideológico como medio de lograr el apoyo popular. Hemos tenido ancestros estatales que han usado uno o dos de tales trajes: que protegen de los enemigos y/o que fueron instituidos por los dioses. En mayor o menor medida, todos los estados modernos aún emplean estas razones, pero el Estado democrático en el mundo desarrollado es más complejo. Utiliza una amplia gama de razones ideológicas - escogidas entre la Izquierda y la Derecha - que reflejan las prioridades sociales y culturales en los nichos de los grupos, aun cuando muchas de estas razones sean contradictorias.

La Izquierda quiere el Estado para distribuir la riqueza, para lograr la igualdad, para controlar estrictamente las empresas, dar impulso a los trabajadores, proveer a los pobres y proteger el medio ambiente. Me ocupo de muchos de estos argumentos en este libro, referenciándolos a determinados temas que aparecen en las noticias. La Derecha, por otra parte, quiere el Estado para castigar malhechores, apoyar la familia, subvencionar formas de vida honrada, defendernos de enemigos extranjeros, dar coherencia a la cultura, e ir a la guerra para darnos un sentido de identidad nacional. También me ocupo de todas estas razones.

Entonces, ¿cómo se está resolviendo este conflicto de intereses? Intercambian favores legislativos y lo llaman democracia. La Izquierda y la Derecha están de acuerdo al permitir que cada uno siga su camino, siempre y cuando no haga nada que perjudique los intereses de uno u otro. El truco está en mantener el equilibrio. Quién está en el poder depende realmente de la dirección en que se esté legislando. Y he ahí lo que es el Estado moderno en pocas palabras.

Aunque tiene ancestros en regímenes tales como los de Lincoln y de Wilson, la génesis del estado moderno se encuentra en el período entre guerras, cuando la idea de una sociedad laissez-faire cayó en descrédito - como resultado de la errónea opinión de que el mercado libre nos traía la depresión económica. Así que tuvimos el New Deal, que fue un híbrido democrático entre el socialismo y el fascismo. El viejo liberalismo estaba casi extinguido.

Los Estados Unidos lucharon una guerra contra un estado totalitario, aliados con un estado totalitario, y el ganador fue el propio Leviatán. Nuestro Leviatán no siempre tiene un director ejecutivo que se pavonea en traje militar, pero goza de poderes que los antiguos césares habrían envidiado. El estado total de hoy es más suave y pulido de lo que fue en su infancia entre guerras, pero no por eso está menos en oposición a los ideales tratados en estas páginas.

¿Cuánto más habría avanzado el Estado si Mises y Rothbard, y muchos otros, no hubieran dedicado sus vidas al concepto de la libertad? Tenemos que convertirnos en los disidentes intelectuales de nuestro tiempo, y rechazar las solicitudes de estatismo que vienen de Izquierda y Derecha. Y tenemos que patrocinar un programa positivo de libertad, que sea tan radical, fresco, y verdadero, como nunca antes lo ha sido.

Llewellyn H Rockwell, Jr es presidente del Instituto Ludwig von Mises en Auburn, Alabama, editor de LewRockwell.com, y autor de La Izquierda, la Derecha y el Estado.

Tuesday, December 30, 2008

Ojalá

Sunday, December 14, 2008

La Vida de Carlo Ponzi creador de la Primera Pirámide

www.mises.org – Artículo Diario por Adam Young Publicado el 12/19/2001

Según dice la leyenda, el esquema que haría de Carlo Ponzi un nombre familiar ocurrió cuando Carlo era joven. Carlo se sentaba en las escalas del frente de su casa en Boston a observar a sus vecinos cuando regresaban a sus hogares después un día de trabajo. Fue durante una de estas sesiones de soñar despierto cuando de golpe concibió su plan. Como podría preverse, la primera víctima de lo que se conoce como el Esquema Ponzi, fue Tony, un amigo de Carlo. Carlo hizo una sugestiva oferta: si Tony le prestaba $20, Carlo le devolvería $30 en noventa días. "Nos encontraremos en este mismo sitio en 90 días y le pagaré un 50 por ciento adicional sobre su dinero".

Si tan sólo Tony hubiera rehuido la propuesta de Carlo. Pero no lo hizo. Y al día siguiente, tampoco lo hizo Giuseppe otro amigo de Carlo. Así pues, noventa días más tarde, fiel a su palabra, Carlo se reunió con Tony y le entregó sus $30 dólares. Tal vez como la mayoría de nosotros, Tony con una amplia sonrisa le dijo a Carlo, "!Qué diablos, guarde todo mi dinero y me da otro 50 por ciento de interés en noventa días!". Y así nació el Esquema Ponzi. Giuseppe, el codicioso de la segunda generación, subvencionó a Tony de la primera generación.

Antes que el joven Carlo Ponzi fuera pionero de este artilugio financiero, ya había llevado una vida interesante, y con antecedentes penales, para quien se tomase la molestia de comprobarlo. Carlo que había inmigrado de Italia a la edad de 17 años, pronto encontró una actividad alternativa a lavar vajillas y atender mesas: ayudar a sus compañeros inmigrantes italianos a enviar dinero a su país de origen. Sin embargo, cuando se descubrió que Carlo se embolsaba una generosa porción de los fondos, fue condenado a tres años de prisión.

Quizás haremos aquí una observación para ilustrar como el gobierno al encarcelar los criminales simplemente los educa más en el crimen, en lugar de que éstos aprendan la lección con su encarcelamiento, Carlo, una vez puesto en libertad, comenzó a desplegar sus capacidades empresariales en el contrabando de inmigrantes italianos a los EE.UU. desde Canadá. Capturado de nuevo, fue a la cárcel por otros tres años. Habiendo decidido corregir su rumbo, Carlo se trasladó a Boston y encontró un trabajo como empleado por $16 a la semana. Poco después conoció y se casó con Rosa Guecco, quien estuvo dispuesta a tomar como cónyuge al dos veces perdedor, ya que Rose tenía fe en que su Carlo pronto tendría un empleo en el rango de los $25 a la semana.

Por aquella época terminaba en Europa la "guerra para poner fin a todas las guerras", y el auge de los rugientes años veinte acaba de empezar. Los salarios estaban aumentando y las malas inversiones se perfilaban hacia el futuro, conduciendo a una locura colectiva de inversión especulativa. Carlo sabía que no le gustaba trabajar para ganarse la vida; viendo a sus vecinos ir y venir a casa día tras día de trabajo mientras él permanecía sentado al frente de su casa de Boston cada vez más convencido de que lo que necesitaba era un buen esquema para salir adelante. Después de pensar y pensar, como bien sabemos, Carlo salió con todo un esquema.
Con el éxito que experimentó con Tony y Giuseppe, Carlo fundó Securities Exchange Co en el número 27 de la Calle School, en Boston, un día después de la Navidad de 1919. Anunciando un 50 por ciento de retorno por depósitos a un plazo de noventa días, el dinero de inversionistas grandes y pequeños empezó a llover.

Con todo este dinero en la colada, Carlo tuvo que imaginar una explicación plausible sobre cómo podría pagar un 50 por ciento de interés en noventa días cuando no había un negocio en el mundo que pagara tanto. Pero el ingenio de Carlo para las estafas apareció de nuevo. Dijo a sus inversionistas que tenía una red de agentes en Europa, que compraban monedas europeas depreciadas, convertía la moneda en cupones postales internacionales, que luego eran canjeadas a valor nominal en los Estados Unidos en dólares americanos. Carlo alegaba que todos los grandes lo estaban haciendo - los Rockefeller, JP Morgan, Jr, todo el mundo. Pero San Carlo en lugar de enriquecerse compartía la riqueza y ayudaba a la gente del común (al mismo tiempo, contribuía a sí mismo por supuesto). Era algo muy parecido a redistribución del dinero.

Cada día, decenas de miles de dólares eran depositados en las arcas de Carlo. Fuera del edificio, habían colas multitudinarias a la espera de invertir. Y cada día, Carlo llegaba al trabajo en su limosina con chofer. La clave del esquema siguió trabajando su magia, ya que la recepción de depósitos era un enjambre de actividad, y la de retiros estaba prácticamente desierta. Como los depósitos crecían y crecían, Carlo incluso abrió sucursales, un total de treinta y cinco. También utilizó parte de los depósitos para comprar dos empresas reales, Hanover Trust Co y JP Poole Co. Carlo incluso dedicó algún tiempo de su apretada agenda para comprarle una mansión a Rosa.

No pasó mucho tiempo, sin embargo, para que las señales de Carlo atrajeran la atención de personas equivocadas. En unos pocos meses, se había transformado de un simple empleado en un verdadero mago financiero, y juntamente con Rosa nadaban en el lujo, y para todo aquel que quería la devolución de su dinero, de inmediato recibía su depósito más los correspondientes intereses - sin hacer preguntas. El éxito de Carlo invitaba al escrutinio. Las autoridades postales de los EE.UU. informaron al gobierno federal que la explicación que daba Carlo sobre la forma como la Securities Exchange Co. llevaba a cabo sus "inversiones" no podía dar resultado.

Sin embargo, como el gobierno federal opera bajo su propio concepto de tiempo, no fue sino hasta meses más tarde que los federales llevaron a cabo una auditoría oficial a la operación de Carlo. Y mientras la noticia de la auditoría salía a la calle, el tufillo de inseguridad comenzó a trabajar su magia, se produjo un pánico entre la clientela de Securities Exchange Co. Pero parecía como si Carlo tuviese un inagotable suministro de dinero en efectivo: todos los inversionistas que hacían cola para retirar sus depósitos recibían cada uno su dinero en efectivo más el 50 por ciento de interés.

Y mientras avanzaba la auditoría, los auditores quedaban perplejos. La empresa mantenía un minucioso registro de todos los depósitos y retiros. Nadie estaba siendo engañado, y no se había transgredido ninguna ley. La única cosa que no podían encontrar era la forma en que la empresa hacía sus fantásticas utilidades. Cuando se le preguntaba, Carlo respondía indignado que se trataba de un secreto empresarial.

Los federales respondieron colocando una orden de intervención a la empresa, prohibiendo la aceptación de más depósitos, mientras duraba el procedimiento de investigación. Carlo, vislumbrando el inminente desastre, contrató al muy respetado William McMaster para que manejara las relaciones públicas hasta que estallara el resultado de la investigación. La decisión no fue tan buena para nuestro amigo Carlo. Poco después de ser contratado, McMaster emitió una declaración a la prensa diciendo que la Securities Exchange Co. nunca había - ni siquiera una vez - llevado a cabo una transacción financiera internacional.

Una vez más, los inversores se volcaron con pánico sobre la empresa de Carlo, y una vez más, Carlo parecía capear la tormenta, e incluso se servía café y galletas a los clientes mientras esperaban. Pero finalmente la investigación y sus resultados tomaron su curso, y más y más inversionistas se presentaron a retirar su dinero, hasta que finalmente este se agotó. El 9 de agosto de 1920, el banco de Carlo emitió una declaración manifestando que ya no podía honrar los pagarés de la empresa Securities Exchange Co. Dos días más tarde, el prontuario de Carlo con sus antecedentes penales fue puesto a disposición del público.

Ahora el pánico se apoderó de los inversionistas que se habían contenido de reclamar sus ahorros, y Carlo temió por su vida. Pidió y recibió protección policial. Y uno por uno, sus bienes fueron confiscados. En primer lugar salieron la mansión de Rosa y sus tres automóviles de lujo. Luego sus empresas Hanover Trust Co. y JP Poole Co. Mientras la investigación avanzaba, los investigadores descubrieron que Carlo había contado hasta con 40.000 inversionistas, y en total llegó a tener cerca de US $15 millones - y esto en una época en que un “perro caliente” costaba una moneda de níquel de 5 centavos.

El 21 de octubre de 1920, Carlo, ahora sin dinero, fue condenado a cinco años de prisión por malversación de fondos. Al ser liberado en 1924 enfrentó nuevos cargos, y fue encarcelado de nuevo, esta vez durante nueve años.

Libre de nuevo en 1934, Carlo fue deportado a Italia, donde, como tabla de salvación, rápidamente ofreció sus servicios a Mussolini. Una vez contratado, Carlo disipó toda confianza al pretender ser algún tipo de mago financiero y pronto fue despedido por Il Duce. Carlo pasó luego por una compañía aérea italiana y fue enviado a Río de Janeiro. Pero no tuvo tiempo de asumir sus nuevas funciones, cuando la compañía abruptamente quebró.

Varado en Río, Carlo Ponzi llegaría al final de sus días, sin dinero, casi ciego, y parcialmente paralizado. Murió en una sala de caridad en Brasil en 1949.

Como todos sabemos, sin embargo, este no sería el final del Esquema Ponzi. El espíritu de Carlo Ponzi, o tal vez su fantasma, continua viviendo bajo la tutela, no propiamente del mercado, sino del estado. Ponzi, a pesar de que su gran reputación como un mago financiero quedó hecha girones, otros personas han venido a reclamar su capa. En lugar de caer en la oscuridad, el esquema criminal de este chico pobre de Italia fue institucionalizado como un sistema de engaño y privilegio y, de algún modo ampliado a un gran fraude, en tamaño y alcance, – mediante ingeniosos y elaborados argumentos, para no hablar de sus décadas de duración - a los cuales Carlo Ponzi seguramente no se hubiera atrevido a imaginar.
La Ley de Seguridad Social fue creada ostensiblemente como un fondo para pagar pensiones, pero se desdobló como un impuesto oculto para financiar un fondo de reserva del Tesoro con el propósito de encubrir el aumento de los recaudos y el mayor gasto público. Los "contribuyentes" a la Seguridad Social no reciben los beneficios del dinero que ingresó al "fondo" en el pasado. Por el contrario, al igual que en un Esquema Ponzi, se pagan con cargo a los fondos de los actuales contribuyentes, y estos a su vez se pagarán con cargo a las contribuciones que haga la generación que les sigue. En otras palabras, su propósito es una redistribución de ingresos, no una inversión tendiente a la producción de nueva riqueza.

Huelga decir que la tentación de consumir hoy lo que se debe recibir mañana es irresistible para los políticos. El dinero de los impuestos siempre es gastado inmediatamente. Los engaños esenciales que yacen detrás de la Seguridad Social son, por supuesto, aún más evidentes hoy en día. Los llamados excedentes presupuestarios de los años 90 de Clinton existen únicamente como un juego de contabilidad en el que los excedentes de ingresos generados por impuestos del Seguro Social se depositaron a nombre del Tesoro de los EE.UU. y se incluyeron como parte del fondo general de ingresos fiscales. A cambio, se emiten entonces pagarés del Tesoro al terriblemente mal llamado Fondo Fiduciario de Seguridad Social. Los pagarés no son entonces considerados como pasivos dentro de la deuda federal y tampoco se contabilizan en el presupuesto oficial de los EE.UU.

Un gran observador de FDR fue John T. Flynn, quien describió el diseño truculento de la Seguridad Social.

El plan era hacer el impuesto a los pagos de la nómina lo suficientemente grande como para pagar los beneficios, además, bastante más grande para crear un fondo, llamado de reserva, por $47,000,000,000 en el término de 40 años. Se le dio el nombre fraudulento de Fondo de Reserva para la Vejez. La Junta de Seguridad debía recaudar los impuestos cada año, utilizar una pequeña parte en el pago de las pensiones y trasladar el resto al "Fondo". Es decir, que prestaba los impuestos recaudados a la Tesorería y la Tesorería los podría gastar entonces en cualquier propósito que tuviera en mente. Al final de un período de 40 años, se le dijo a Roosevelt, este dinero podría utilizarse para pagar la deuda nacional.

Esto ocurrió sesenta y cinco años atrás y, por supuesto, el engaño de la Seguridad Social permitió la acumulación de una deuda cada vez mayor, en lugar de disminuirla, además de la creación de un enorme fondo "fuera de presupuesto" para uso non sancto.

El hecho de que el esquema de Carlo duró menos de un año - y fue expuesto por su propio director de relaciones públicas – mientras que el Esquema Ponzi del Gobierno ha durado a través de tiempos buenos y malos, por más de medio siglo, sólo sugiere que, si bien el brillo de Carlo Ponzi radica en la creación de ingeniosas estafas, tal vez debería haber aplicado su talento como político, donde podría haber desplumado legalmente sus víctimas.

TRADUCIDO POR RODRIGO DÍAZ

Saturday, December 06, 2008

Why are Muslims so powerless?

Contribución de mi amigo Leon Aristizabal

There are an estimated 1,476,233,470 Muslims on the face of the planet: one billion in Asia, 400 million in Africa, 44 million in Europe and six million in the Americas. Every fifth human being is a Muslim; for every single Hindu there are two Muslims, for every Buddhist there are two Muslims and for every Jew there are one hundred Muslims.
Ever wondered why Muslims are so powerless? Here is why:
There are 57 member-countries of the Organization of Islamic Conference (OIC), and all of them put together have around 500 universities; one university for every three million Muslims. The United States has 5,758 universities and India has 8,407. In 2004, Shanghai Jiao Tong University compiled an 'Academic Ranking of World Universities', and intriguingly, not one university from Muslim-majority states was in the top-500. As per data collected by the UNDP, literacy in the Christian world stands at nearly 90 per cent and 15 Christian-majority states have a literacy rate of 100 per cent. A Muslim-majority state, as a sharp contrast, has an average literacy rate of around 40 per cent and there is no Muslim-majority state with a literacy rate of 100 per cent.
Some 98 per cent of the 'literates' in the Christian world had completed primary school, while less than 50 percent of the 'literates' in the Muslim world did the same. Around 40 per cent of the 'literates' in the Christian world attended university while no more than two per cent of the 'literate s' in the Muslim world did the same. Muslim-majority countries have 230 scientists per one million Muslims. The US has 4,000 scientists per million and Japan has 5,000 per million. In the entire Arab world, the total number of full-time researchers is 35,000 and there are only 50 technicians per one million Arabs (in the Christian world there are up to 1,000 technicians per one million).
Furthermore, the Muslim world spends 0.2 per cent of its GDP on research and development, while the Christian world spends around five per cent of its GDP. Conclusion:
The Muslim world lacks the capacity to produce knowledge.
Daily newspapers per 1,000 people and number of book titles per million are two indicators of whether knowledge is being diffused in a society. In Pakistan, there are 23 daily newspapers per 1,000 Pakistanis while the same ratio in Singapore is 360. In the UK, the number of book titles per million stands at 2,000 while the same in Egypt is 20. Conclusion:
The Muslim world is failing to diffuse knowledge.
Exports of high technology products as a percentage of total exports are an important indicator of knowledge application. Pakistan's exports of high technology products as a percentage of total exports stands at one per cent.
The same for Saudi Arabia is 0.3 per cent; Kuwait, Morocco, and Algeria are all at 0.3 per cent while Singapore is at 58 per cent. Conclusion:
The Muslim world is failing to apply knowledge.
Why are Muslims powerless?
Because they aren't producing knowledge.
Why are Muslims powerless?
Because they aren't diffusing knowledge.
Why are Muslims powerless?
Because they aren't applying knowledge.
And, the future belongs to knowledge-based societies.
Interestingly, the combined annual GDP of 57 OIC-countries is under $2 trillion. America, just by herself, produces goods and services worth $12 trillion; China $8 trillion, Japan $3.8 trillion and Germany $2.4 trillion (purchasing power parity basis). Oil rich Saudi Arabia, UAE, Kuwait and Qatar collectively produce goods and services (mostly oil) worth $500 billion; Spain alone produces goods and services worth over $1 trillion, Catholic Poland $489 billion and Buddhist Thailand $545 billion. (Muslim GDP as a percentage of world GDP is fast declining).
So, why are Muslims so powerless?
Answer: Lack of education!
All they do is shout to Allah whole day and blame everyone else for their multiple failures..!....

Tuesday, December 02, 2008

Los siete déficits mortales - Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía

Traducción para www.sinpermiso.info: Ricardo Timón

Cuando el presidente George W. Bush asumió el cargo, el grueso de los descontentos con unas elecciones robadas se consolaron con esta idea: dado nuestro sistema de controles y equilibrios políticos, ¿cuánto dañó puede hacer? Ahora lo sabemos: mucho más de lo que podían imaginar los peores pesimistas. Desde la guerra de Irak hasta el colapso de los mercados crediticios, las pérdidas financieras apenas resultan concebibles. Y detrás esas pérdidas aún hay que contar las oportunidades perdidas, todavía mayores.Tomados de consuno los dineros despilfarrados en la guerra, los dineros despilfarrados en un esquema inmobiliario piramidal que empobreció a los más y enriqueció a unos pocos y los dineros que se esfumaron con la recesión, el hiato entre lo que podríamos haber producido y lo que realmente produjimos fácilmente rebasará el billón y medio de dólares. Piensen lo que habría podido hacerse con esa suma para proporcionar asistencia sanitaria a quienes carecen de seguro médico, para mejorar nuestro sistema educativo, para desarrollar tecnologías verdes… La lista es infinita.
Y el verdadero coste de las oportunidades perdidas es todavía mayor. Piensen en la guerra. Están, para empezar, los fondos directamente asignados a ella por el gobierno (unos 12 mil millones de dólares mensuales, y eso aceptando las estimaciones confundentes de la administración Bush). Pero es que son mucho mayores todavía, como ha documentado en su libro La guerra de los tres billones de dólares Linda Bilmes, de la Kennedy School, los costes indirectos: las remuneraciones que han dejado de ganar los heridos o los muertos o la actividad económica desplazada (de, pongamos por caso, gastar en hospitales norteamericanos a gastar en empresas nepalesas de seguridad). Esos factores sociales y macroeconómicos podrían llegar a montar más de 2 billones de dólares en el cómputo total de los costes de la guerra.
Pero hay un haz de luz en esos negros nubarrones. Si logramos zafarnos de la pesadumbre, si conseguimos pensar más cuidadosa y menos ideológicamente sobre la manera de robustecer nuestra economía y hacer de la nuestra una sociedad mejor, tal vez podamos adelantar algo en el planteamiento y solución de los enconados problemas que venimos arrastrando.
El déficit de valores.- Uno de los puntos fuertes de Norteamérica es su diversidad, y siempre ha habido una diversidad de puntos de vista incluso respecto de nuestros principios fundamentales (la presunción de inocencia, el mandato de habeas corpus, el imperio de la ley). Pero –o eso creíamos, al menos— quienes discrepaban de esos principios constituían una pequeña franja marginal, fácilmente ignorable. Ahora hemos aprendido que esa franja no es tan minúscula y que, entre sus miembros, se cuentan el actual presidente y los dirigentes de su partido. Y esa división en los valores no podía haber llegado en peor momento. Percatarse de que podríamos tener menos en común de lo que pensábamos puede dificultar la resolución de problemas que tenemos que encarar juntos.
El déficit climático.- Con ayuda de cómplices como ExxonMobil, Bush trató de persuadir a los norteamericanos de que el calentamiento global era una ficción. No lo es, y hasta la administración ha terminado por admitirlo. Pero no hicimos nada durante ocho años, y los EEUU contaminan más que nunca; un retraso que pagaremos carísimo.
El déficit de igualdad.- En el pasado, aun si los que estaban abajo recibían pocos, si alguno, de los beneficios de la expansión económica, la vida se percibía como un sorteo equitativo. Las historias de quienes se hacían a sí mismos eran parte de las señas de identidad norteamericanas. Pero la vieja promesa de Horatio Alger suena hoy falsa. La movilidad ascendente se ha hecho cada vez más difícil. Las crecientes divisiones de ingreso y de riqueza han sido reforzadas por una legislación fiscal que premia a los afortunados en la azarienta lotería de la globalización. Destruida aquella percepción, será todavía más difícil encontrar una causa común.
El déficit de responsabilidad.- Los reyezuelos del mundo financiero estadounidense justificaban sus astronómicas remuneraciones apelando a su pretendido ingenio para generar grandes beneficios, supuestamente derramados sobre el país entero. Ahora, los reyes andan desnudos. No supieron gestionar el riesgo; antes bien, sus acciones exacerbaron el riesgo. El capital no fue correctamente asignado; se malgastaron centenares de miles de millones, un nivel de ineficiencia mucho mayor que el que la gente se ha acostumbrado a atribuir al Estado. Sin embargo, los reyezuelos se largaron con centenares de millones de dólares de los contribuyentes, de los trabajadores, y el conjunto de la economía tuvo que pagar la cuenta.
El déficit comercial.- En el curso de la pasada década, el país ha venido tomando préstamos a gran escala en el extranjero: sólo en 2007, unos 739 mil millones de dólares. No es difícil descubrir por qué: con un gobierno incurriendo en enormes deudas y unos hogares norteamericanos sin apenas capacidad de ahorro, no había otro sitio donde pedir. Los EE.UU. han estado viviendo de dinero y de tiempo prestados, y ha llegado la hora del vencimiento. Acostumbrábamos a dar lecciones de buena política económica a los demás. Ahora los demás se parten de risa a nuestras espaldas, y de cuando en cuando, hasta nos dan lecciones.Hemos tenido que ir a mendigar a los fondos soberanos de riqueza (la riqueza excedente que otros gobiernos han acumulado y que pueden invertir fuera de sus fronteras). Retrocedemos ante la idea de que nuestro gobierno se haga con un banco, pero parecemos aceptar de grado la idea de que los gobiernos extranjeros puedan convertirse en accionistas de referencia de algunos de nuestros bancos más emblemáticos, instituciones cruciales para nuestra economía. (Tan cruciales, en efecto, que hemos dado un cheque en blanco a nuestro Tesoro para rescatarlas.)
El déficit fiscal.- Gracias, en parte, a un gasto militar desapoderado, en sólo ocho años nuestra deuda nacional se ha incrementado en dos tercios, pasando de 5,7 billones a más de 9,5 billones de dólares. Pero, por espectaculares que resulten, esos números subestiman por mucho las verdaderas dimensiones del problema. Aún tienen que presentarse a cobro muchas facturas de la Guerra de Irak, incluidas las que incorporan los costes de asistencia a los veteranos heridos, y esas facturas podrían representar unos 600 mil millones de dólares. El déficit federal de este año probablemente añadirá otro medio billón a la deuda nacional. Y todo eso, sin contar con los dineros desembolsados por la Seguridad Social y por Medicare para asistir a los baby boomers.
El déficit de inversión.- Las cuentas del Estado son distintas de las cuentas del sector privado. Una empresa que tome dinero prestado para realizar una buena inversión verá su balance contable mejorado, y sus ejecutivos serán aplaudidos. Pero en el sector público no hay balance contable, y por lo mismo, demasiada gente se centra miopemente en el déficit. En realidad, las inversiones públicas sabias proporcionan retornos mucho más elevados que la tasa de interés que el Estado paga por su deuda; a largo plazo, las inversiones ayudan a reducir los déficits. Recortar esas inversiones es proceder al modo del ahorrador de salvado y desperdiciador de harina, como pudo verse con los diques de Nueva Orleáns y con los puentes de Mineápolis.
Más allá de la simple incompetencia, hay dos posible hipótesis para explicar por qué los republicanos prestaron tan poca atención a la creciente debacle presupuestaria. La primera es, sencillamente, que confiaron en la teoría económica del lado de la oferta, en la creencia de que, de uno u otro modo, la economía crecería tanto con unos impuestos bajos, que los déficits serían efímeros. Esa idea se ha revelado como lo que es, una ilusión fantasiosa.
La segunda hipótesis es que, permitiendo un déficit cada vez más hinchado, Bush y sus aliados esperaban forzar una reducción del tamaño del Estado. Lo cierto es que la situación fiscal ha llegado a cobrar unas proporciones tan alarmantes, que muchos demócratas responsables están comenzando ahora a hacerles el juego a los republicanos empecinados en “asfixiar a la bestia pública”, y llaman a un drástico recorte del gasto público. Pero, preocupados como están los demócratas por parecer demasiado tibios en materia de seguridad –y por lo mismo, resueltos a considerar sacrosanto el presupuesto militar—, resulta harto difícil recortar gastos sin cercenar las inversiones más importantes para resolver la crisis.
La tarea más perentoria del nuevo presidente será restaurar el vigor de la economía. Dado el volumen de nuestra deuda nacional, es particularmente importante cumplir esa tarea de manera que se maximicen los resultados de cada dólar gastado, al tiempo que se ataca al menos uno de los déficits capitales. Los recortes fiscales funcionan –si funcionan— incrementando el consumo, pero el problema de Norteamérica es que padece un atracón de consumo; prolongar el atracón no hará sino posponer la solución de los problemas más profundos. A medida que los ingresos se desploman, los estados y los municipios tendrán que hacer frente a restricciones presupuestarias, y a menos que se haga algo, se verán obligados a recortar el gasto, lo que no hará sino ahondar en el declive. A nivel federal, necesitamos gastar más, no menos. Hay que reconfigurar la economía para adaptarse a las nuevas realidades (incluido el calentamiento global). Necesitaremos más trenes de alta velocidad y plantas energéticas más eficientes. Esos gastos estimulan la economía, al tiempo que sientan las bases para un crecimiento sostenible a largo plazo.
Sólo hay dos formas de financiar esas inversiones: aumentar los impuestos o recortar otros gastos. Los norteamericanos de ingresos altos pueden perfectamente permitirse pagar más impuestos, y muchos países europeos han triunfado, no a pesar de tener una fiscalidad elevada, sino precisamente por tenerla: es lo que les ha permitido invertir y competir en un mundo globalizado.
Huelga decir que habrá resistencia al aumento de impuestos, de manera que el foco de atención se moverá hacia los recortes. Pero nuestros gastos sociales son ya tan esqueléticos, que hay poco que ahorrar. En realidad, descollamos entre las naciones industrializadas avanzadas por lo inadecuado de nuestras protecciones sociales. Los problemas, por ejemplo, del sistema de asistencia sanitaria en los EE.UU. saltan a la vista: resolverlos no es sólo cuestión de mayor justicia social, sino también de mayor eficiencia económica. (Unos trabajadores más sanos son unos trabajadores más productivos.) Y eso deja sólo un área económica importante disponible para recortar gastos: la defensa. Nuestros gastos representan la mitad de los gastos militares mundiales, con un 42% de los dólares del contribuyente que se destinan, directa o indirectamente, a defensa. Incluso los gastos militares no bélicos se han disparado. Con tanto dinero gastado en armamento inútil contra enemigos que no existen hay mucho margen para incrementar la seguridad, al tiempo que se recortan los gastos en defensa.
La buena nueva en todo este horizonte de malas noticias económicas es que nos estamos viendo obligados a morigerar nuestro consumo material. Si lo hacemos de forma adecuada, eso ayudará a mitigar el calentamiento global, y acaso contribuirá también a despertar la consciencia de que un mayor nivel de vida también es más ocio, no sólo más bienes materiales.Las leyes de la naturaleza y las leyes económicas son implacables, y no perdonan. Podemos abusar de nuestro medio ambiente, pero sólo por un tiempo. Podemos gastar por encima de nuestros medios, pero sólo por un tiempo.
Podemos gorronear a cuenta de nuestras inversiones pasadas, pero sólo por un tiempo. Ni siquiera el país más rico del mundo puede ignorar las leyes de la naturaleza y las leyes económicas, si no es en daño propio.

Discurso del Presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy

- EXTRACTO -
SITUACIÓN FINANCIERA INTERNACIONAL

(Toulon, 25 de septiembre de 2008)

Señoras y Señores Ministros,
Señoras y Señores Parlamentarios,

Si he querido dirigirme esta tarde a los Franceses es porque la situación de nuestro país lo exige.
Soy consciente de mi responsabilidad en estas circunstancias excepcionales.
Una crisis de confianza sin precedente desestabiliza la economía mundial. Las grandes instituciones financieras están amenazadas, millones de pequeños ahorristas en el mundo que depositaron sus ahorros en la bolsa ven cómo su patrimonio se descompone día tras día, millones de jubilados que han cotizado en fondos de pensiones temen por su jubilación, millones de hogares modestos viven momentos difíciles por el alza de los precios.
Como en todo el mundo, los Franceses temen por sus ahorros, por su empleo y por su poder adquisitivo.
El miedo es sufrimiento.
El miedo impide emprender, el miedo impide implicarse.
Cuando se tiene miedo, no se tienen sueños; cuando se tiene miedo, uno no piensa en el futuro.
Hoy, el miedo es la principal amenaza para la economía.
Hay que vencer ese miedo. Es la labor más urgente. No se vencerá, no se restablecerá la confianza con mentiras, sino diciendo la verdad.
Los Franceses quieren la verdad y estoy convencido de que están dispuestos a escucharla. Si sienten que se les esconde algo, la duda crecerá. Si están convencidos de que no se les oculta nada, hallarán en ellos mismos la fuerza para superar la crisis.
Decir la verdad a los Franceses es decirles que la crisis no ha terminado, que sus consecuencias serán duraderas, que Francia está demasiado implicada en la economía mundial como para pensar siquiera un instante que pueda estar protegida contra los acontecimientos que, ni más ni menos, desequilibran el mundo. Decir la verdad a los Franceses es decirles que la crisis actual tendrá consecuencias en el crecimiento, en el desempleo, en el poder adquisitivo durante los próximos meses.
Decir la verdad a los Franceses es decir, en primer lugar, la verdad sobre la crisis financiera. Porque esta crisis, sin igual desde los años 30, marca el final de un mundo construido tras la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría. Ese mundo fue impulsado por un gran sueño de libertad y de prosperidad.
La generación que venció al comunismo había soñado con un mundo donde la democracia y el mercado resolverían todos los problemas de la humanidad. Había soñado con una mundialización feliz que acabaría con la pobreza y la guerra.
Este sueño ha empezado a hacerse realidad: las fronteras se han abierto, millones de hombres han escapado a la miseria, pero el sueño se ha quebrado con el resurgimiento de los fundamentalismos religiosos, los nacionalismos, las reivindicaciones identitarias, el terrorismo, los dumpings, las deslocalizaciones, las derivas de las finanzas globales, los riesgos ecológicos, el agotamiento anunciado de los recursos naturales, las revueltas del hambre.
En el fondo, con el final del capitalismo financiero –que había impuesto su lógica a toda la economía y que había fomentado su perversión– muere una determinada idea de la mundialización.
La idea de la omnipotencia del mercado que no debía ser alterado por ninguna regla, por ninguna intervención pública; esa idea de la omnipotencia del mercado era descabellada.
La idea de que los mercados siempre tienen razón es descabellada.
Durante varios decenios, se han creado las condiciones que sometían la industria a la lógica de la rentabilidad financiera a corto plazo.
Se han ocultado los riesgos crecientes que había que correr para obtener rendimientos cada vez más exorbitantes.Se han desarrollado sistemas de remuneración que incitaban a los operadores a correr cada vez más riesgos inconsiderados.
Se ha fingido creer que los riesgos desaparecían uniéndolos.
Se ha permitido que los bancos especulen en los mercados en vez de hacer su trabajo que consiste en invertir el ahorro en desarrollo económico y analizar el riesgo del crédito.
Se ha financiado al especulador y no al emprendedor.
No se han controlado las agencias de calificación y los fondos especulativos.
Se ha obligado a las empresas, a los bancos, a las aseguradoras a inscribir sus activos en las cuentas a precios del mercado que aumentan y se reducen en función de la especulación.
Se ha sometido a los bancos a reglas contables que no garantizan la gestión correcta de los riesgos y que, en caso de crisis, agravan la situación en vez de amortiguar el choque.
¡Es una locura y hoy pagamos por ello! Este sistema donde el responsable de un desastre puede partir con un paracaídas dorado, donde un corredor de bolsa puede hacer perder 5000 millones de euros a su banco sin que nadie se dé cuenta, donde se exige a las empresas rendimientos tres o cuatro veces más elevados que el crecimiento real de la economía, este sistema ha creado profundas desigualdades, ha desmoralizado a las clases medias y ha fomentado la especulación en los mercados inmobiliarios, de materias primeras y de productos agrícolas.
Pero este sistema –hay que decirlo porque es la verdad– no es la economía de mercado, no es el capitalismo.
La economía de mercado es el mercado regulado, el mercado al servicio del desarrollo, al servicio de la sociedad, al servicio de todos. No es la ley de la jungla, no son beneficios exorbitantes para unos y sacrificios para todos los demás. La economía de mercado es la competencia que reduce los precios, que elimina las rentas y que beneficia a todos los consumidores.
El capitalismo no es el corto plazo, es el largo plazo, la acumulación de capital, el crecimiento a largo plazo.
El capitalismo no es la primacía del especulador. Es la primacía del emprendedor, la recompensa del trabajo, del esfuerzo, de la iniciativa.
El capitalismo no es la disolución de la propiedad, la irresponsabilidad generalizada. El capitalismo es la propiedad privada, la responsabilidad individual, el compromiso personal, es una ética, una moral, instituciones.
De hecho, el capitalismo ha posibilitado el extraordinario auge de la civilización occidental desde hace siete siglos.
La crisis financiera que vivimos hoy, mis queridos compatriotas, no es la crisis del capitalismo. Es la crisis de un sistema que se ha alejado de los valores más fundamentales del capitalismo, que ha traicionado al espíritu del capitalismo.
Quiero decirlo a los Franceses: el anticapitalismo no ofrece ninguna solución a la crisis actual.
Reanudar con el colectivismo que tantos desastres provocó en el pasado sería un error histórico.
Pero no hacer nada, no cambiar nada, conformarse con cargar al contribuyente todas las pérdidas y fingir que no ha pasado nada también sería un error histórico.
Mis queridos compatriotas, podemos salir reforzados de esta crisis. Podemos salir y podemos salir reforzados, si aceptamos cambiar nuestro modo de pensamiento y nuestros comportamientos. Si hacemos el esfuerzo necesario para adaptarnos a las nuevas realidades que se imponen a nosotros. Si actuamos, en vez de padecer.
* * *
La crisis actual debe incitarnos a refundar el capitalismo en una ética del esfuerzo y del trabajo, a encontrar de nuevo un equilibrio entre la libertad necesaria y la regla, entra la responsabilidad colectiva y la responsabilidad individual.
Tenemos que alcanzar un nuevo equilibrio entre el Estado y el mercado, cuando en todo el mundo los poderes públicos se ven obligados a intervenir para salvar el sistema bancario del derrumbe.
Debe instaurarse una nueva relación entre la economía y la política mediante el desarrollo de nuevas reglamentaciones.
La autorregulación para resolver todos los problemas, se ha acabado.
El laissez-faire, se ha acabado.
El mercado que siempre tiene razón, se ha acabado.
Hay que aprender de la crisis para que no se reproduzca. Hemos estado al borde de la catástrofe, el mundo ha estado al borde de la catástrofe, no podemos correr el riesgo de empezar de nuevo.
Si queremos construir un sistema financiero viable, la moralización del capitalismo financiero es una prioridad.
* * *
No dudo en decir que los modos de remuneración de los dirigentes y de los operadores deben estar enmarcados. Ha habido demasiados abusos, demasiados escándalos.
O los profesionales se ponen de acuerdo sobre las prácticas aceptables o el Gobierno de la República resolverá el problema mediante la ley antes de fin del año.
Los dirigentes no deben tener el estatuto de mandatario social y beneficiar a la vez de las garantías de un contrato de trabajo. No deben recibir acciones gratuitas. Su remuneración debe fundarse en los resultados económicos reales de la empresas. No deben poder optar por un paracaídas dorado cuando han cometido faltas o han puesto a su empresa en dificultad. Y si los dirigentes están interesados por el resultado –es algo positivo– los demás asalariados de la empresa, en particular los más modestos, también deben estarlo, puesto que ellos también participan en la riqueza de la empresa. Si los dirigentes tienen stock options, los demás asalariados también deben tenerlas o beneficiar de un sistema de incentivos.
He aquí algunos principios sencillos basados en el sentido común y en la moral elemental en los que no cederé.
Los dirigentes perciben remuneraciones elevadas porque tienen grandes responsabilidades. Pero no se puede querer un buen salario y no asumir las responsabilidades. Ambas cosas van unidas.
Es aún más cierto en el campo de las finanzas. ¿Cómo admitir que tantos operadores financieros salgan ganado, cuando durante años se han enriquecido conduciendo a todo el sistema financiero a la situación actual?
Se han de buscar responsabilidades y los responsables de este naufragio deben, al menos, ser sancionados financieramente. La impunidad sería inmoral. No podemos conformarnos con hacer pagar a los accionistas, a los clientes, a los asalariados, a los contribuyentes y exonerar a los principales responsables.
¿Quién podría aceptar algo que sería, ni más ni menos, una gran injusticia?
Además, hay que reglamentar los bancos para regular el sistema, ya que los bancos son el núcleo del sistema.
Hay que dejar de imponer a los bancos reglas de prudencia que incitan primero a la creatividad contable y no a gestionar con rigor los riesgos. En el futuro, habrá que controlar mucho mejor la forma en la que desempeñan su oficio, el modo de evaluación y de gestión de los riesgos, la eficacia de los controles internos, etc.
Habrá que imponer a los bancos financiar el desarrollo económico y no la especulación.
La crisis que vivimos debe conducirnos a una reestructuración de gran amplitud de todo el sector bancario mundial. Teniendo en cuenta lo que acaba de ocurrir y la importancia de las implicaciones para el futuro de nuestra economía, es evidente que, en Francia, el Estado estará atento y desempeñará un papel activo.
Habrá que enfrentarse al problema de la complejidad de los productos de ahorro y de la opacidad de las transacciones para que cada uno pueda evaluar realmente los riesgos que corre.
Pero también habrá que plantearse preguntas polémicas como la de los paraísos fiscales, las condiciones en las que se realizan las ventas al descubierto que permiten especular vendiendo títulos que no se poseen o la cotización continua que permite comprar y vender en todo momento activos y que influye –como sabemos– en las aceleraciones del mercado y en la creación de burbujas especulativas.
Habrá que interrogarse sobre la obligación de contabilizar los activos al precio del mercado que tanto desestabilizan en caso de crisis.
Habrá que controlar a las agencias de calificación que –insisto en ello– han presentado fallas. De ahora en adelante, ninguna institución financiera, ningún fondo deben poder escapar al control de una autoridad de regulación.
Pero la reorganización del sistema financiero no sería completa, si a la par no se previera acabar con el desorden monetario.
La moneda está en el centro de la crisis financiera y de las distorsiones que afectan a los intercambios mundiales. Si no somos cuidadosos, el dumping monetario acabará por engendrar guerras comerciales extremadamente violentas y dará vía libre al peor proteccionismo. Ya que el productor francés puede obtener todos los beneficios de productividad que quiera o que pueda. Puede incluso competir con los salarios reducidos de los obreros chinos, pero no puede compensar la infravaloración de la moneda china. Nuestra industria aeronáutica puede ser muy eficaz, pero no puede luchar contra la ventaja competitiva que la infravaloración crónica del dólar da a los constructores estadounidenses.
Por tanto, reitero hasta qué punto me parece necesario que los Jefes de Estado y de Gobierno de los principales países concernidos se reúnan antes a fin de año para extraer las lecciones de la crisis financiera y coordinar sus esfuerzos para restablecer la confianza. He realizado esta propuesta de pleno acuerdo con la Canciller alemana, la Sra. Merkel, con quien me he entrevistado y con quien comparto las mismas preocupaciones a propósito de la crisis financiera y sobre las lecciones que vamos a tener que extraer.
Estoy convencido de que el mal es profundo y de que hay que renovar todo el sistema financiero y monetario mundial, como en Bretton Woods después de la II Guerra mundial. Así, podremos crear herramientas para una regulación mundial que la globalización y la mundialización de los intercambios hacen necesarias. No se puede seguir gestionando la economía del siglo XXI con los instrumentos económicos del siglo XX. Tampoco se puede concebir el mundo del mañana con las ideas de ayer.
Cuando los bancos centrales hacen todos los días la tesorería de los bancos y cuando el contribuyente estadounidense va a gastar un billón de dólares para evitar una quiebra generalizada, ¡me parece que la cuestión de la legitimidad de los poderes públicos para intervenir en el funcionamiento del sistema financiero ya no se plantea!
A veces, la autorregulación es insuficiente. A veces, el mercado se equivoca. A veces, la competencia es ineficaz o desleal. Entonces, el Estado tiene que intervenir, imponer reglas, invertir, tomar participaciones, a condición de que sepa retirarse cuando su intervención ya no sea necesaria.
No habría nada peor que un Estado preso de los dogmas, preso de una doctrina rígida como una religión. Imaginemos cómo estaría el mundo, si el Gobierno estadounidense no hubiese hecho nada frente a la crisis financiera, con el pretexto de respetar una supuesta ortodoxia en materia de competencia, de presupuesto o de moneda.
En estas circunstancias excepcionales en las que la necesidad de actuar se impone a todos, llamo a Europa a reflexionar sobre su capacidad para hacer frente a la urgencia, a concebir de nuevo sus reglas, sus principios, extrayendo lecciones de lo que ocurre en el mundo. Europa debe dotarse de los medios necesarios para actuar cuando la situación lo exige y no condenarse a padecer.
Si Europa quiere preservar sus intereses, si quiere poder intervenir en la reorganización de la economía mundial, debe iniciar una reflexión colectiva sobre su doctrina de la competencia –a mi juicio, la competencia es sólo un medio y no un fin en sí–, sobre su capacidad para movilizar recursos para preparar el futuro, sobre los instrumentos de su política económica, sobre los objetivos asignados a la política monetaria. Sé que es difícil porque Europa incluye 27 países, pero cuando el mundo cambia, Europa también debe cambiar. Debe ser capaz de transformar sus propios dogmas. No puede estar condenada a la variable de ajuste de las demás políticas, por no disponer de medios para actuar. Y quiero hacer una pregunta seria: si lo ocurrido en Estados unidos, hubiese ocurrido en Europa, ¿con qué rapidez, con qué fuerza, con qué determinación se habría enfrentado Europa, con las instituciones y los principios actuales, a la crisis? Para todos los europeos, es evidente que la mejor respuesta a la crisis debería ser europea. En mi condición de Presidente de la Unión, propondré iniciativas en este sentido en el próximo Consejo europeo del 15 de octubre.

Saturday, November 29, 2008

Llevemos la cuenta

La Reserva Federal y la Secretaría del Tesoro del Gobierno de los Estados Unidos han gastado desde Octubre Primero de 2008:

$800 millardos para apoyar la deuda del consumidor en soporte de las hipotecas
$100 millardos en Fannie Mae
$100 millardos en Freddie Mac
$150 millardos en el Paquete de Estímulo (a partir de Enero)
$ 8 millardos en Indymac
$ 29 millardos en Bear Stearns
$700 millardos en Wall Street (Bank of America; Merrill Lynch, City Group, JP Morgan, Washington Mutual, Wells Fargo, Wachovia, Morgan Stanley, Goldman Sachs...)
$143.8 millardos en AIG (y sigue creciendo)
$ 25 millardos en las 3 Grandes de Detroit
$138 millardos en Lehman Brothers (post quiebra) a través de JP Morgan
$ 50 millardos para fondos de mercados monetarios (money market funds)
$620 millardos para swaps de moneda corriente general (general currency swaps) de los bancos de la FED
Total : $2,863,800,000,000 (dos billones ochocientos sesenta y tres mil ochocientos millones)

NOTA: Un millardo = mil millones
Un billón = un millón de millones

Wednesday, November 26, 2008

Ponzi y la seguridad social

Por José Ignacio del Castillo - tomado de liberalismo.org

Las legislaciones mercantil y penal prohiben las ventas piramidales. La figura está tipificada como estafa. Hasta alguna conocida empresa que las practica, se encuentra incluida dentro de la lista de sectas destructivas elaborada por diversas organizaciones. En Albania, la banca piramidal llevó en los 90 al país al borde de la guerra civil y a cientos de miles de familias a perder todos sus ahorros.

Para quien no las conozca, haré un breve resumen de su funcionamiento. En el esquema ideado por Ponzi en su versión moderna, las personas situadas en la base, que ya han entregado su dinero y que, no pueden ascender en la pirámide hasta que encuentren compradores que ocupen su lugar y amplíen la base, financian a los que se encuentran en el vértice.

En España se puso de moda hace trece años una versión que se denominaba “la cadena de oro”. Según prometía, se podían ganar cinco millones de pesetas sin arriesgar un duro. Todo lo que había que hacer era comprar la última posición de la lista, ingresando 5.000 pesetas en la cuenta corriente de la persona que apareciese en primer lugar de la lista –que en ese momento abandonaba la lista cediendo su lugar al segundo- y pagar otras 5.000 al vendedor (en este caso la persona situada en el último lugar, que con dicha venta ascendía un puesto). El dinero se recuperaba vendiendo dos copias de la lista, es decir el último lugar, a dos nuevos compradores que debían hacer lo mismo (ingresar 5.000 pesetas en la cuenta del nuevo líder y pagar 5.000 pesetas al vendedor). Como se entraba en décima posición, llegar a liderar todas y cada una de las cadenas bifurcadas suponía poder ingresar dos elevado a diez por 5.000, es decir 5.120.000 pesetas.

La estafa es evidente: siempre hay una masa de vendedores que no encuentran comprador, que han pagado 10.000 pesetas por algo que no tiene ningún valor y que con su gasto soportan la ganancia de aquellos que lanzaron el sistema.

Pues bien, lo que justamente es considerado una estafa para todo el mundo, se vende como una gran “conquista social” cuando se realiza por el estado. Me estoy refiriendo por supuesto a la Seguridad Social y su “sistema de reparto”. El sistema de “solidaridad intergeneracional” no es más que un burdo timo siempre necesitado de nuevos y más abundantes pardillos sobre los que descansar. Cuando el número de españoles ya no es suficiente, se hace necesario importar “cotizantes” aun a riesgo de convertir España en los nuevos Balcanes.

Que se entienda bien: los que cotizan ahora no están ahorrando e invirtiendo en ninguna producción; no están adquiriendo capital ni comprando nada de valor. Son extorsionados con la vaga promesa de que cuando envejezcan encontrarán nuevas víctimas.

¡Ah! Se me olvidaba. Lo mismo cabe decir letra por letra del papel moneda respaldado con deuda pública. Ya nos extenderemos más en otra ocasión.

Sunday, November 23, 2008

Quienes son los dueños de los bancos de la Reserva Federal?

por Andy Gause
Escrito en Octubre de 2003

Los bancos de la Reserva Federal son consorcios privados controlados por 8 familias que tienen la mayoría de sus acciones: Los Rothschilds de Inglaterra y Alemania, Moses Seif de Italia, Los hermanos Lazard de Francia, los Warburg de Alemania, Kuhn-Loeb de Alemania, Goldman-Sachs de los Estados Unidos, los Hermanos Lehman de los Estados Unidos y los Rockefeller de los Estados Unidos. Sólo tres de esas familias son Americanas. Este pequeño grupo decide la suerte de millones de personas con sus políticas y maniobras financieras. El Barón Meyer Amschel Bauer Rothschild, nacido en 1744 y muerto en 1812, quien dijo, "Dadme control sobre la moneda de una nación y no me importa quien haga sus leyes".


Bancos de la Reserva Federal

Las 16 principales Bancos accionistas:

Rango Nombre Ciudad, Estado
1 Citigroup Inc. New York, NY
2 J.P. Morgan Chase & Co. New York, NY
3 Bank of America Corporation Charlotte, NC
4 Wachovia Corporation Charlotte, NC
5 Wells Fargo & Company San Francisco, CA
6 Bank One Corporation Chicago, IL
7 Taunus Corporation New York, NY
8 Fleetboston Financial Boston, MA
9 U.S. Bancorp Minneapolis, MN
10 ABN Amro North American Holding Co Chicago, IL
11 HSBC North America Inc. Buffalo, NY
12 Suntrust Banks, Inc. Atlanta, GA
13 National City Corporation Clevland, OH
14 The Bank of New York Co, Inc. New York, NY
15 Fifth Third Bancorp Cincinnati, OH
16 BB&T Corporation Winston-Salem, NC

Thursday, November 20, 2008

Producción Mundial de Inflación - Fondo Monetario Internacional

Por Henry Hazlitt

Tomado de The FREEMAN, Agosto 1971

La última crisis monetaria ilustra una vez más la poca solidez inherente al sistema del Fondo Monetario Internacional. Esto debería haber sido obvio cuando fue implantado por primera vez en Bretton Woods, N. H. en 1944. El sistema no sólo permite y fomenta sino casi obliga a la inflación mundial.
A continuación reproduzco un articulo que escribí en Newsweek del 3 de Octubre de 1949, durante otra de las grandes crisis monetarias. Hago esto para enfatizar el hecho de que la crisis actual pudo haberse previsto hace más de veinte años. No es sólo el resultado de errores en las recientes políticas económicas y monetarias de las naciones individualmente, sino una consecuencia inherente a las instituciones inflacionarias creadas en 1944 bajo la dirección de Lord Keynes de Inglaterra y Harry Dexter White de los Estados Unidos.
En un epílogo discuto las medidas necesarias para que salgamos de la presente crisis monetaria internacional y para evitar su repetición.
EL TERREMOTO MONETARIO INTERNACIONAL
[1]
Newsweek, 3 de Octubre, 1949
En una sola semana veinticinco naciones deliberadamente han recortado el valor de sus monedas. Nada comparable a esto ha sucedido antes en la historia del mundo.
Este terremoto monetario mundial conllevará muchas lecciones. Debería destruir para siempre la moderna supersticiosa fe en la sabiduría de los planificadores económicos gubernamentales y en los administradores monetarios. Este repentino y violento revés que estamos sufriendo prueba que los burócratas monetarios no entendían lo que estaban haciendo durante los cinco años anteriores. Desafortunadamente, lo sucedido está lejos de representar una buena base para suponer que entienden lo que están haciendo ahora.
Esta columna ha estado insistiendo por años sobre las dañinas consecuencias de sobre-valorar la moneda. El 18 de Diciembre de 1946 el Fondo Monetario Internacional afirmó que los déficits comerciales de los países europeos «no se verían reducidos, en forma apreciable, por cambios en la paridad de su moneda.. En Newsweek del 3 de Mayo de 1947, escribí: «Es precisamente porque sus monedas están ridículamente sobrevaloradas que las importaciones de estos países están más que estimuladas y sus industrias de exportación no pueden comenzar a funcionar». En la edición del 8 de Septiembre de 1947, así como en mi libro ¿Podrá el Dólar Salvar al Mundo?, Escribí: «Casi todas las monedas del mundo (con pocas excepciones como el Franco Suizo) están sobre-valoradas en términos de Dólar. Es precisamente esta sobrevaloración la que produce la llamada escasez de Dólares».
Aun así, hasta el 18 de Septiembre de 1949, los burócratas europeos persistían en que sus monedas no estaban sobrevaloradas, y aunque así fuera, esto no tendría nada que ver, o insignificantemente poco que ver, con sus déficits comerciales y la «escasez de Dólares», por lo que continuamente culpaban a los Estados Unidos. La tragedia fue que el Secretario de Estado Marshall, el Presidente y el Congreso, malentendiendo completamente la situación real, aceptaron esta teoría Europea y vertieron billones de dólares de los contribuyentes norteamericanos en las manos de los gobiernos europeos para financiar sus déficits comerciales que ellos mismos se estaban produciendo por su socialismo y controles cambiarios con monedas sobre-valuadas.
Con el tiempo, los administradores del Fondo Monetario aprendieron la mitad de la lección. Reconocieron que la mayoría de las monedas Europeas estaban sobre-valuadas. Reconocieron que esta sobre-valuación era el factor real causante de la llamada «escasez de Dólares» y del desbalance del intercambio internacional. Pero propusieron el remedio errado.
Ellos no pidieron sencillamente la abolición de los controles cambiarios. (Su propia organización desde su origen estaba ligada al mantenimiento de controles cambiarios). En vez de eso ellos propusieron que las valuaciones oficiales de moneda se hicieran «realísticamente»,. Pero la única valuación «realista» (mientras la moneda no tenga libre convertibilidad a una cantidad definida de peso en oro) es la valuación que el mercado libre le dé. La tasa de mercado libre es e único precio que mantiene la oferta y demanda en constante balance. Es la única tasa que permite la completa y libre convertibilidad entre los papeles moneda, todo el tiempo.
Sir Stafford Cripps, luchó hasta el final contra la idea que la tasa de la Libra Esterlina tuviera algo que ver con la cada vez más profunda crisis en Inglaterra. Tratando lo más posible de asemejarse y hablar como Dios, descartó esos temas con un desdén celestial. Pero a última hora experimentó un cambio intelectual que fue casi completamente aterrador. Nosotros, dijo, «debemos tratar de crear condiciones en las que el área esterlina no se vea imposibilitada para obtener los dólares que necesita. Este cambio en la tasa de intercambio es una de esas condiciones y la más importante.. Y siguiendo la teoría que lo que vale la pena hacer hay que hacerlo mejor, cortó la paridad de la Libra Esterlina, de la noche a la mañana de $ 4.03 a $ 2.80.
Existen fuertes razones (que el espacio no me permite enunciar en este momento), para concluir que la nueva paridad que él adoptó para la Libra Esterlina estaba muy por debajo de la paridad real que con el nivel de mercado libre se hubiera establecido el día que hizo el cambio. Lo que hizo, en otras palabras, no fue simplemente ajustar la Libra Esterlina a su valor de mercado el 18 de Septiembre sino una verdadera devaluación.
La primera consecuencia fue provocar una confusa devaluación competitiva de monedas, algo nunca visto en los años 30. La mayoría de las naciones ajustaron a nuevas tasas de cambio inferiores a lo que sus precios reales y costos indicaban. Estos países, por lo tanto, ahora tendrán que sufrir otra epidemia, la de supresión de inflación. Sus precios internos y sus costos de vida empezarán a subir. Los sindicatos entrarán en huelgas para mejorar salarios. Si el pasado (o si la declaración de Sir Stafford del 18 de Septiembre) sirviera de guía, el gobierno trataría de combatir esta situación con más controles internos de precios, racionamientos, aumento en los subsidios de productos alimenticios, presupuestos desbalanceados y fijación de salarios.
En este país, por el contrario, la tendencia será hacia tratar de bajar nuestro nivel de precios en alguna forma reduciendo el precio, expresado en dólares, de los bienes importados y forzando reducciones en el precio, también expresado en dólares, de los bienes exportados. Esto aumentará nuestros problemas precisamente en el momento que los sindicatos están presionando por aumentos de salarios en forma disimulada haciéndolo aparecer como un beneficio de seguro de pensión.
Será necesario re-examinar toda nuestra política económica exterior a la luz de los nuevos tipos de cambio. El plan Marshall de ayuda a los países europeos con moneda sobrevaluada era fútil; y el de ayuda a los países con moneda minus-valuada debiera ser innecesario. En efecto, puede que muy pronto seamos testigos de la reversión mundial de afluencia de oro. Por primera vez desde 1933 (sin contar los años de guerra 1944 y 1945), la afluencia de oro puede ser hacia afuera en vez de hacia nosotros.
Pero, haber eliminado las monedas sobre-valuadas aunque sea en la forma errónea, es, no obstante, un triunfo. La barrera principal que ha obstaculizado el intercambio mundial durante los últimos cinco años ha sido al fin derribada. Las principales excusas parar mantener esa red de controles y restricciones al intercambio han sido al fin destruidas. Si no fuera por los rumores sobre la explosión atómica en Rusia, el panorama hacia la libertad económica mundial sería, por lo menos, alentador.
El mejor comentario británico que he leído desde la devaluación, proviene del London Daily Express: «Dejemos que todos los países paguen lo que consideren que vale la Libra Esterlina... Pero los socialistas nunca permitirán liberar la Libra. Esto significaría el abandono de su sistema de controles... Si se libera el dinero, se libera a las personas..
EPILOGO 1971 [1]
Las predicciones hechas en este comentario de 1949 y que el ingreso de oro se revertiría, resultaron correctas. El déficit en nuestra balanza de pagos principió, en efecto, en 1950. Nuestra reserva de oro en 1949 de cerca de 25 billones estaba a su nivel más alto. Después, empezó a declinar. En 1957, cuando el déficit de nuestra balanza de pagos adquirió mayores proporciones, la declinación de nuestras reservas se aceleró.
Pero todo lo anterior no debería haber sido difícil de predecir porque adicionalmente a las revaluaciones mundiales de monedas en 1949, nuestras autoridades comenzaron a inflar nuestra propia moneda a una tasa altamente elevada. La «escasez» de dólares desapareció y fue rápidamente sustituida por «inundación de dólares». Lo que en otra forma hubiera sido una ligera tendencia hacia la disminución de nuestros precios fue distorsionado por una expansión en nuestra existencia de dinero. En Septiembre de 1947, dos años antes de la crisis de 1949, la existencia de dinero en los Estados Unidos (dinero en poder del público más depósitos bancarios) era $ 111.9 billones. En Septiembre de 1949, era sólo de $ 110 billones. Pero en Diciembre de 1950 había llegado a $115.2 billones. Las cifras al final de Mayo de 1971 eran de $225 billones.
Es importante recordar que el sistema monetario mundial no es de origen natural como el anterior patrón oro internacional, sino un plan arbitrario elaborado por un puñado de burócratas monetarios que ni siquiera estaban de acuerdo entre ellos mismos. Algunos de ellos querían papel moneda inconvertible, libre para fluctuar en los mercados cambiarios internacionales y «dirigidos» por los propios burócratas de cada país, solamente de acuerdo con «las necesidades de la economía doméstica». Otros querían «estabilidad cambiaria», que significaba valores fijos de cada moneda en relación a las otras. Pero ninguno de ellos quería una convertibilidad constante de su propia moneda, por cualquier persona, a presentación, a una cantidad fija de peso en oro. Esa había sido la naturaleza del patrón oro.
Así pues, se adoptó un compromiso. Únicamente el dólar americano sería convertible por oro contra demanda, a una paridad fija (un treinticincoavo de onza), pero sólo contra demanda de las bancas centrales y no de personas privadas. En realidad, a los ciudadanos privados se les prohibió pedir o inclusive tener oro. Las naciones restantes, con excepción de los Estados Unidos, deberían fijar una «paridad» de su unidad monetaria en términos de dólar y se obligaba a mantener esta paridad conviniendo en vender o comprar dólares hasta la suma que fuera necesaria para mantener su moneda en el mercado dentro de un margen del uno por ciento de la paridad fijada.
La carga de la responsabilidad De este modo se creó un sistema que aparentaba «estabilizar» todas las monedas ligándolas a través de cambios fijos; e indirectamente ligándolas a una proporción fija de oro a través del dólar. Este sistema aparentaba también tener la virtud de «economizar» oro. Si a esto no podría llamársele Patrón Oro, por lo menos podría llamársele Patrón de Cambio-Oro o Patrón de Cambio-Dólar.
Pero el sistema, precisamente porque «economiza reservas», permite una enorme expansión inflacionaria en la existencia de casi todas las monedas. Aun esta expansión podría haber tenido un limite definido si los administradores monetarios de los Estados Unidos hubieran constantemente reconocido las pesadas cargas y responsabilidades que sobre el Dólar impuso el sistema. Otros países podían caer en una espiral inflacionaria sin perjudicar más que a ellos mismos; pero el nuevo sistema asume que, por lo menos los administradores monetarios norteamericanos siempre deberían estar conscientes. Se deberían abstener de todo, hasta de la más moderada expansión para poder mantener la conversión del Dólar a oro constantemente.
Pero el sistema no era tal que mantuviera a los administradores en el ejercicio de su responsabilidad. Dentro del antiguo Patrón Oro, sí un país sobre-aumentaba sus créditos y su dinero y bajaba sus tasas de interés, inmediatamente comenzaba a perder su oro. Esto forzaba a subir nuevamente las tasas de interés y a contraer su dinero y su crédito. El «déficit en la balanza de pagos» era rápidamente, y casi en forma automática, corregido. El país deudor perdía lo que el país acreedor ganaba.
Sólo impriman otro billón
Pero, bajo el Patrón Cambio-Oro, el país deudor no pierde lo que el país acreedor gana. Si los Estados Unidos debe $1 billón a Alemania Occidental, simple y sencillamente les remite más de un billón en Dólares de papel. Los Estados Unidos no pierden nada, porque en efecto, o imprime un billón de Dólares o reemplaza los remitidos imprimiendo otro billón. El Banco Central Alemán entonces usa estos Dólares de papel, estos pagarés norteamericanos, como «reservas» contra las cuales puede emitir más Marcos.
Este sistema de «Patrón Cambio-Oro» comenzó a crecer en 1920 y 1921, pero el acuerdo de Bretton Woods de 1944 empeoró aún más las cosas. Dentro de este acuerdo, cada país se compromete a aceptar monedas de otros países a una paridad. Cuando los tenedores de Dólares los envían a Alemania, el Banco Central Alemán tiene que comprarlos sin importar la cantidad, a la par fijada para el Marco. En efecto, Alemania puede hacer esto imprimiendo más Marcos-papel para comprar más Dólares-papel. Esta transacción aumenta tanto las «reservas» como el medio circulante de Alemania.
Así pues, mientras nuestras autoridades monetarias argumentaban que la inflación norteamericana era por lo menos menor que algunas en Europa o en otras partes, se olvidaban de que por lo menos algunas de estas situaciones de inflación eran, en parte, resultado de nuestra propia inflación. Parte de los Dólares que imprimíamos no presionaban el aumento de nuestros precios porque salían fuera del territorio y presionaban el aumento de precios en otros países.
El sistema del Fondo Monetario Internacional, en resumen, ha sido parcialmente responsable de la inflación mundial en los últimos veinticinco años y de sus fatales y progresivas consecuencias políticas y económicas.
¿Qué se debe hacer ahora?
Mientras que las monedas mundiales continúen basadas en papel inconvertible, no tiene ningún objeto ajustar nuevamente las paridades. Lo que ahora se considera como valor «realista» de una moneda (en términos de otra) mañana ya no será real porque cada país llevará su inflación a diferente tasa.
El primer paso que hay que tomar es el que Alemania Occidental y algunos otros han tomado. Ningún país debería ya ser obligado a mantener la paridad de su moneda por medio del sistema de comprar o vender Dólares o cualquier otro papel moneda, a la par. El papel moneda debería poder «flotar» y su precio determinarse por la oferta y demanda del mercado. Esto tendería a mantener un «equilibrio» y el mercado, diariamente, indicaría qué monedas se están fortaleciendo y cuáles debilitando. El cambio diario en precios serviría como una alerta anticipada tanto para los habitantes del país como para sus administradores monetarios.
Los cambios flotantes serán, hasta cierto punto, desordenados e inciertos, pero lo serán menos, en un futuro, que las paridades estancadas apoyadas en compras y ventas secretas de los gobiernos. Los cambios flotantes, más que todo, probarán ser un sistema de transición. Es muy improbable que los hombres de negocios de las naciones principales toleren, por mucho tiempo, un papel moneda con valor fluctuante diariamente.
El segundo paso en la reforma monetaria debería ser que las bancas centrales de todos los países acordaran, por lo menos, no aumentar sus tenencias de papel-dólar, libras o cualquier otra moneda considerada como reserva.
Permitir a los ciudadanos la tenencia de oro
El próximo paso se aplica únicamente a los Estados Unidos. Parece no haber otra alternativa para nuestro gobierno que permitir francamente y de jure lo que ha estado sucediendo por los últimos tres años en forma inconsulta y de facto: Se debe anunciar abiertamente la no convertibilidad de dólares a oro al precio de $35.00 la onza. Se posee únicamente $1.00 en oro por cada 45.00 dólares-papel en circulación. Las obligaciones en dólares a los bancos centrales, únicamente, son más del doble de sus tenencias de oro. Si se permitiera verdaderamente la convertibilidad, en una semana se agotarían sus reservas totales de oro.
El gobierno debería anunciar, adicionalmente, que hasta nueva orden no compraría ni vendería oro.
Simultáneamente, no obstante, el gobierno debería suprimir todas las prohibiciones que existen de vender, poseer, comprar o celebrar contratos en oro. Esto significaría el re-establecimiento de un verdadero mercado libre de oro. Incidentalmente, debido a la desconfianza en las flotantes monedas de papel, los intercambios e inversiones internacionales se empezarían a expresar en términos de oro, con un peso específico de oro como unidad. El oro, aunque no sea monetizado por ningún gobierno, se volvería dinero internacional, si no el dinero internacional. En los mercados cambiarios del extranjero, el papel moneda se estaría cotizando en términos de oro. Aun en la ausencia de un convenio formal internacional, esto preparará el camino para el retorno de las monedas internacionales, país por país, al Patrón Oro.
Frenar gastos de gobierno que producen inflación
Todo esto atañe a la técnica. Lo que verdaderamente importa es la política, nacional y la política monetaria. Lo que es indispensable es parar la inflación tanto en los Estados Unidos como en cualquier otra parte. Los gastos gubernamentales deben cortarse; el presupuesto debe balancearse continuamente; a los administradores monetarios así como a los bancos privados se les debe quitar el poder que les permite constante y descuidadamente aumentar la cantidad de dinero.
Sólo absteniéndose de la inflación se puede conseguir que el Patrón Oro funcione; pero a su vez, el Patrón Oro provee la disciplina necesaria para facilitar la abstención de la inflación.
David Ricardo hace más de 160 años resumió esta relación recíproca: Aun cuando el papel moneda no tenga valor intrínseco, limitando su cantidad, su valor de cambio es igual al de una moneda de la misma denominación...
«La experiencia, no obstante, nos enseña que ni el estado ni los bancos han tenido alguna vez el poder irrestricto de emitir papel moneda sin haber abusado de dicho poder; en todos los estados, por lo tanto, la emisión de papel moneda debe estar sujeta a algún control, y ningún control es tan adecuado para este propósito como el hecho de sujetar a los creadores de papel moneda a la obligación de pagar sus notas en oro o en moneda de oro».
Tomado de FREEMAN, Agosto 1971
[1] [i] Traducido por CEES. Derechos de Autor Newsweek Inc. Octubre 3, 1949

[2] [ii] Agradecemos al autor el permiso para publicar este artículo

Tuesday, November 18, 2008

El fracaso del Estado "Social"

por el Profesor Jesús Huertas de Soto

El descalabro político, económico y social del socialismo en los países de la Europa del Este está afectando profundamente a aquellos teóricos occidentales que aún siguen empeñándose en defender y justificar el «socialismo intervencionista» que constituye la más íntima esencia y típica característica del denominado Estado social. Así, recientemente, Gregorio Peces-Barba ha publicado un artículo en la tercera página de ABC que, ante todo, nos pone de manifiesto en qué patética posición han llegado a situarse muchos intelectuales de Occidente que, como Peces-Barba, todavía quieren creer que el Estado intervencionista es capaz de mejorar el orden social.

Y, sin embargo, el análisis teórico más riguroso ha demostrado que tanto el «socialismo real» de las economías de tipo soviético como el socialismo intervencionista que se ha extendido en los países occidentales se basan en el mismo error intelectual y se encuentran, por tanto, a la larga, condenados al fracaso. Este error intelectual consiste simplemente, como de manera tan brillante y concisa ha puesto de manifiesto el premio Nobel F.A. Hayek en su último libro, titulado La Fatal Arrogancia, en la imposibilidad de que los responsables y funcionarios del Estado social puedan hacerse con el enorme volumen de información y conocimientos que constantemente crean, generan y utilizan de forma dispersa los millones de ciudadanos que han de sufrir sus órdenes y mandatos, tengan éstos o no forma de ley, y hayan sido o no elaborados más o menos «democráticamente». De manera que el intervencionista se encuentra siempre en una situación de «ignorancia inerradicable» frente a la sociedad civil.

Por ello le es imposible mejorar los procesos de coordinación y desarrollo de la sociedad mediante la sistemática extensión y profundización de esa «coacción institucional» que, en agudo contraste con la «idílica» imagen que se nos quiere presentar, constituye la más típica característica y manifestación de un Estado al que se le añade el calificativo de «social», con la finalidad de hacerlo al menos mínimamente atractivo, desorientando a los ciudadanos que cada día han de sufrirlo respecto al verdadero contenido y significado del mismo.

Las consecuencias de este error intelectual en el que se basa el ideal socialista se manifiestan en cuatro dimensiones: la económico-social y cultural, la jurídica, la ética y la política, las cuales, aunque se encuentran íntimamente relacionadas entre sí, es preciso analizar separadamente.

1. En el ámbito «económico-social y cultural», la obsesión reglamentista y recaudadora del Estado social dificulta, y en muchas ocasiones imposibilita, la generación de nuevas iniciativas y procesos, empresariales o no, que constituyen la savia más creativa y vivificadora que mantiene y permite el desarrollo del organismo social. De forma que el Estado social no sólo es incapaz de hacerse con la información que necesita para organizar coactiva y deliberadamente la sociedad, sino que además actúa como un pesado lastre «inhibidor» de la creación de nuevas ideas, proyectos y empresas por parte de los ciudadanos que constituyen la sociedad civil.

Se entiende ahora el hecho, tantas veces contrastado en la realidad, de que, a igualdad de circunstancias, el Estado social dificulta el desarrollo económico, generando siempre una sistemática escasez y pobreza relativa de ideas y recursos, precisamente en aquellas parcelas de la vida social en las que de forma más efectiva e intensa pretende intervenir.

Esto hace, además, que sea inevitable que los ciudadanos, en un comprensible y natural movimiento «defensivo», traten de desviar o evitar en sus circunstancias particulares los efectos para ellos más perjudiciales o drásticos de los mandatos coactivos del Estado, dando así lugar a la creación de una «economía sumergida o irregular», que si bien tiene un claro carácter superfluo y redundante, es una de las más típicas consecuencias del Estado social, y actúa positivamente como una verdadera «válvula de escape» frente a la coacción sistemática e institucional que le caracteriza.

2. En el ámbito «jurídico», el desarrollo del Estado social prostituye y vacía de contenido el concepto tradicional del Derecho, corrompe el funcionamiento de la justicia y desprestigia socialmente e incita a violar la Ley. En efecto, en el Estado social el Derecho tradicional, entendido como conjunto de normas de carácter general y abstracto aplicable por igual a todos, es sustituido por un confuso entramado de contradictorios reglamentos, órdenes y mandatos de tipo administrativo que cada vez constriñen y especifican más cuál ha de ser el comportamiento concreto de cada ciudadano. No es de extrañar, por tanto, que los ciudadanos vayan perdiendo el hábito de adaptación a normas generales y se vayan acostumbrando, por el contrario, a que todo les sea específicamente indicado y resuelto por el Estado.

Simultáneamente, y de forma paradójica, dado que eludir el mandato coactivo es, en muchas ocasiones, una exigencia impuesta por la propia necesidad de sobrevivir, el respeto social a la ley formal desaparece por completo y su incumplimiento pasa a ser considerado, desde el general punto de vista de la población, más como una loable manifestación del ingenio humano que se debe buscar y fomentar, que como una violación a un sistema de normas que puede perjudicar gravemente a la sociedad. A esta prostitución del concepto de ley inexorablemente le acompaña una paralela corrupción del concepto y de la aplicación de la justicia.

Esto es así porque en el Estado social el concepto tradicional de justicia es sustituido por un concepto espurio de justicia «social» según el cual, en vez de juzgarse comportamientos individuales aplicables por igual a todos dentro de un marco general de normas, la «justicia» se concibe como la estimación más o menos emotiva, primaria o pasional, del resultado de los procesos sociales, al margen de cuál haya sido el comportamiento de sus participes desde el punto de vista de las normas del Derecho tradicional.

Este fenómeno, junto con el alto grado de imperfección y caos de la maraña de órdenes y reglamentos en que se plasma la actividad legislativa del Estado social, hace que, con un poco de suerte y habilidad, casi cualquier pretensión puede llegar a impresionar favorablemente a un juzgador.

Surge así una generalizada inseguridad jurídica que, a su vez, crea un fortísimo incentivo para litigar y pleitear, todo lo cual disminuye aún más el grado de calidad de las decisiones judiciales, y así sucesivamente, en un proceso que, por desgracia, conocemos muy bien por la experiencia más próxima de nuestro propio país, y que amenaza con la desaparición de la justicia tradicional, o incluso de los propios jueces y magistrados, que, ante tanta confusión y carga de trabajo, corren el riesgo de convertirse en simples burócratas al servicio del poder político, encargados más de la misión de controlar el imposible cumplimiento del entramado de mandatos coactivos, que de la santa, abnegada y tantas veces incomprendida misión de aplicar a todos por igual la ley entendida en su sentido tradicional.

3. Las consecuencias que en el campo de la «ética» tiene el Estado social son también especialmente graves. En efecto, la imposición coactiva de determinados principios aparentemente más o menos «éticos» por parte del Estado social no sólo ahoga y acaba con los hábitos y prácticas individuales de preocupación por el prójimo y de caridad privada, sino que hace que la moral individual, a todos los niveles, se debilite e incluso desaparezca, siendo sustituida por un reflejo de ese típico misticismo organizativo propio del Estado que inevitablemente termina por influir también en el comportamiento individual de los ciudadanos.

Se hace prevalecer así, a nivel individual el típico voluntarismo socialista en cuanto a la consecución de los fines que se fijan y pretenden conseguir más como caprichos personales decididos «ad hoc» y alimentados en los propios deseos e instintos, que mediante la libre interacción humana sometida a normas y principios generales de carácter moral y legal. El resultado de este proceso de abandono de los principios tradicionales de la moral y de la ética individual (en el que, por cierto, han tenido mucho que ver diversos autores que, como Rousseau, son laudatoriamente citados por Peces-Barba en su artículo y que irresponsablemente califican los principios de ética individual como «represivas e inhibitorias tradiciones sociales») no es otro que el de eliminar las pautas de conducta que hicieron posible la evolución y el desarrollo de la civilización, arrojando indefectiblemente al hombre, falto de tan vitales guías y referencias sociales de actuación, a sus más atávicas y primitivas pasiones.

4. Finalmente, comentemos con brevedad la dimensión «política» del problema que plantea todo Estado social. Por un lado, los ciudadanos que sufren la coacción sistemática del Estado pronto descubren que tienen muchas más posibilidades de lograr sus fines si dedican su tiempo, esfuerzo e ingenio humano a tratar de presionar, influir y conseguir ventajas particulares y privilegios del Estado antes que a realizar actividades económicas verdaderamente productivas. La vida social, por tanto, se politiza en extremo, y el proceso espontáneo y armonioso que es propio de la sociedad civil pasa a ser sustituido por un proceso de constante lucha por el poder y en el que el conflicto y las desavenencias entre los distintos grupos sociales pasa a ser la nota más característica y dominante de la vida en sociedad.

En este contexto, los políticos convierten el objetivo de mantenerse en el poder en su máxima guía de actuación, a la que todo lo subordinan, dedicando la mayor parte de su tiempo a crear situaciones en las que ese poder que detentan pueda aumentarse, extenderse y verse justificado. Se explica así el abuso continuo de la propaganda política por parte del poder en la que siempre se intenta dar una versión idílica de los efectos de la intervención gubernamental, todo ello en compañía de los grupos de interés que salgan beneficiados en cada caso, así como con las organizaciones burocráticas, que siempre tienden a sobre-expansionarse y a crear la artificial necesidad de su existencia, exagerando los «beneficiosos» resultados de su intervención y ocultando sistemáticamente los perversos efectos de la misma. Estas intervenciones crean todo tipo de desajustes y conflictos sociales que los políticos siempre achacan a la «falta de colaboración y egoísmo de la ciudadanía». Los conflictos y desajustes se utilizan, a su vez, como un pretexto para justificar ulteriores dosis de intervención aún más profunda y dañina, y así sucesivamente, en un proceso de extensión «totalitaria» del poder político que todo lo pretende invadir.

El fracaso del Estado social se basa, por tanto, en la total ignorancia del intelectual socialista, que cree posible y conveniente recurrir a la violencia estatal para mejorar la sociedad, y ha sido evidenciado por el análisis teórico de economistas y sociólogos que, como Mises, Hayek y el también Premio Nobel Buchanan, han sido capaces de explicar a nivel teórico algo que la experiencia práctica de muchas naciones ya venía poniendo de manifiesto desde hace mucho tiempo. El daño que sobre el entramado de la convivencia ciudadana crea el Estado social es tan grave y profundo, y los mecanismos de su extensión tan sinuosos y corruptores, que no cabe duda de que el Estado social se ha convertido en el verdadero y más peligroso «opio del pueblo» de nuestro siglo. Por ello, la principal obligación moral de todo intelectual amante de la sociedad civil debe consistir en desenmascarar tal sistema, ayudando en todo lo posible a que sus conciudadanos inicien también en Occidente una histórica «perestroika» que, bien por vía evolutiva o revolucionaria, acabe con las grandes dosis de socialismo intervencionista que se han desarrollado en muchos de los llamados países de economía de mercado.

El Gobierno vs. el Estado

Por John Cobin, Ph.D. para The Times Examiner

19 de Enero, 2005

Albert Jay Nock (1870-1947), aunque relativamente desconocido el día de hoy, fue uno de los periodistas y filósofos políticos más destacados de su tiempo. Fundó lo que llegaría a ser The Freeman (vea. www.fee.org para más detalles) a principios de los 1920s – una de las publicaciones disponible más fuerte y consistente de periodismo de respaldo a la libertad y a los mercados libres. A. Tucker elogia la sofisticación y el genio de Nock en su tributo: “Albert Jay Nock, el Hombre Olvidado de la Derecha” (2002 – ver http://www.lewrockwell.com/tucker/tucker23.html). “La frase Hombre de Letras se concede aquí y allá con bastante indiferencia en estos días, pero A. J. Nock fue legítimo.
Nacido en Scranton, Pennsylvania, fue instruido en casa desde edad muy temprana en Griego y Latín, era increíblemente bien versado en todos los campos, un aristócrata natural en el mejor sentido del término. Combinaba un sentido cultural de la vieja escuela (desdeñaba la cultura popular) y un anarquismo político que miraba al Estado como el enemigo de todo lo que es civilizado, hermoso y verdadero. Y aplicó este principio de manera consistente en oposición a la beneficencia pública, las economías controladas por el gobierno, la fusión, y por sobre todo, la guerra”.

En sus Memorias de un Hombre Superfluo (1943), Nock escribe sobre la naturaleza anómala del gobierno: “Se supone que debíamos de respetar a nuestro gobierno y sus leyes, no obstante, por lo que dicen todos, aquellos que tenían la responsabilidad por la conducta del gobierno y la composición de sus leyes eran los peores canallas; de hecho, las condiciones de sus posiciones les impedían que las cosas fueran de otra manera.” Nock estaba totalmente desconcertado por la realidad del estado. Lo miraba como un gran mal en el mundo; trágicamente inevitable y, en un sentido bastante fatalista, la ruina manifiesta y lúgubre de todas las grandes civilizaciones. Preveía que el surgimiento del poder estatal gradualmente reduciría las grandes vías de Nueva Inglaterra hasta convertirlas en las vías desoladas y abandonas de la Antigua Inglaterra.

En su ensayo clásico Nuestro Enemigo, el Estado (1935), Nock desarrolla su tesis de que hay una gran diferencia entre el gobierno, el cual es establecido por los hombres para proteger el “poder social” y la cooperación pacífica y mutuamente benéfica, y el estado. El estado es la mutación siempre en crecimiento del gobierno que resulta en la molestia que favorece el corretaje, la venta de beneficios y la protección de negocios que ahora plagan a la sociedad moderna. Por un lado los hombres tienen derechos naturales que anteceden a la creación del gobierno, que han de ser protegidos por el poder colectivo del gobierno. Como lo dice Thomas Jefferson, “Sostenemos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres son creados iguales, y que se les confieren, de parte de su Creador, ciertos Derechos inalienables, y que entre éstos se hallan la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad. Que para asegurar estos derechos los Gobiernos son instituidos entre los Hombres, derivando sus justos poderes del consentimiento de los gobernados.” Por el otro lado, los estados son tumores cancerosos que se desarrollan saqueando los derechos inalienables. Los estados son parásitos y depredadores que reparten privilegios y trasvasan prosperidad a través de los impuestos y las regulaciones.

Nock dice, “Al principio de su panfleto llamado Sentido Común, [Thomas] Paine traza una distinción entre la sociedad y el gobierno. Mientras que la sociedad en cualquier estado es una bendición, él dice, ‘el gobierno, incluso en su mejor condición, no es sino un mal necesario; en su peor condición, un mal intolerable.’ En otro lugar habla del gobierno como ‘un medio convertido en necesario por la falta de habilidad de la virtud moral de gobernar el mundo.’” El gobierno podría originarse por el entendimiento y el acuerdo común de la sociedad dirigida a asegurar “la libertad y la seguridad.” Pero el poder del gobierno debiese ser limitado a estos dos elementos y nunca debiese degenerar en alguna “intervención positiva sobre el individuo, sino únicamente en una intervención negativa.” Para Nock, “toda la ocupación del gobierno” debiese ser la de proteger nuestros derechos inalienables y nada más.

Nock tiene razón. La visión de los Fundadores Americanos no podía haber sido más clara. Sin embargo, el desafiante estado se ha materializado – a pesar de las buenas intenciones de los Fundadores – originando “la conquista y la confiscación.” El orden anti social resultante del estado y sus administradores tendría que ser juzgado por la ética y la ley común como “algo que no se puede diferenciar de una clase criminal profesional.” Nock continúa: “Lejos de fomentar un desarrollo integral del poder social, invariablemente ha convertido, como lo dijo [James] Madison, cualquier contingencia en un recurso para agotar el poder social y agrandar el poder del Estado. Como ha señalado el Dr. Sigmund Freud, ni siquiera puede decirse que el Estado haya mostrado jamás alguna disposición para suprimir el crimen, sino solamente para salvaguardar su propio monopolio del crimen... con una implacable falta de escrúpulos. Tomando al Estado dondequiera que se encuentre, inquiriendo en su historia en cualquier punto, uno no ve la manera de diferenciar las actividades de sus fundadores, administradores y beneficiarios de aquellas actividades que corresponden a una clase criminal profesional”.

Si los amantes de la libertad adoptan una visión Nockiana del estado, no les queda más alternativa que reconocer que el ideal del gobierno visionado por los Fundadores ha sido cercenado. El estado mutante Americano se ha convertido – mucho más que cuando Nock escribió hace 70 años – en algo no muy diferente a una banda de matones. Si el derecho a la auto-defensa significa algo, y si los principios de Jefferson son aún válidos, la destrucción del estado Americano como actualmente se presenta, y su reemplazo con un gobierno congruente con la visión de los Fundadores, es algo justificado y un objetivo digno de aquellos que aman la libertad.

Friday, October 31, 2008

The Imaginary Economy?

Speaking at the Asia-Europe summit Chinese Premier Wen Jiabao recently said, “The biggest responsibility is to stabilise the financial order as soon as possible. We need to use all available tools to prevent the crisis from harming real economies.” The Premier's comment is hardly in isolation. Take, for example, an article recently published in the Times under the heading Banking crisis infects the real economy, or one from The Economist on Oct 9th titled The banking crisis overflows into the real economy. You will note the continued use of the phrase "real economy" in all of these articles - as though Wall Street and the banking sector could somehow be considered in isolation from that other place where people are born, work, eat, sleep and die.

I even met a student of economics and international relations (studying at the University of Vienna) who insisted that the entire banking crisis was ridiculous and that the whole problem was simply mass hysteria... a psychological problem. Her belief was that if everyone simply kept believing in the system that it would be fine. The problem was a lack of faith. Once again, I was surprised by the hidden implication that losses in the money markets were somehow unrelated to daily affairs - as though the bankers and stock brokers of the world were busying themselves by day playing an elaborate game of monopoly which bore no relation to the homes we live in or the food we eat.

However only those leading the meanest of subsistence lifestyles, completely divorced from any kind of trade, could be somehow immune to events of the markets. In the era of specialization we are all bound to the market. Firstly it is the place in which we sell our products and services (which are far too specific and specialized to be useful in such abundance to us as individuals) and secondly they are where we source all those things which we do not make ourselves - which for most of us is virtually everything.

And in the market place it invariably occurs that one individual might need the services of another, without having any services that the other person might want in exchange. The lawyer who wants a haircut, for example, can probably offer very little to the hairdresser in terms of legal advice, in exchange for the haircut. Instead the lawyer must find (and offer) the hair dresser something that the hairdresser does want. And even the hairdresser cannot necessarily offer the baker haircuts every day or every week in exchange for bread. Perhaps the baker is bald. So the hairdresser too needs something of value to offer the baker, the dentist and the plumber in exchange for their services (especially if all these later happen to be bald). Naturally people seek out products which are readily tradable to fulfill this purpose - a commodity which others will readily accept for their services - and this becomes money. Money is a readily tradeable commodity which emerges from the economy - a medium of exchange to help resolve the problem that all of the various business people above have - the double coincidence of wants.

However, although this function (a medium of exchange) is important and can hardly be overstated - perhaps money's most important role is much less obvious. For money, as Carl Menger pointed out, having emerged from the economy initially as a medium of exchange then starts to serve a very different purpose. Once money has emerged and one can readily trade goods for money and money for goods, it becomes possible to compare the prices that people pay for goods in the economy in terms of that common reference. Of course, people will pay different things for even the same goods. One person might pay $1.10 for a loaf of bread where another pays $1.20, but in sufficiently large markets where competition is present someone who happened to have a few hundred loaves of bread would probably be able to guage with a fair degree of accuracy how much he or she might be likely to sell that bread for based on the recent sales of similar products in the market. And so one might be able to estimate the potential monetary value of, for example, a few hundred loaves of bread or a box of beer or a house or a swimming pool.

The monetary value that we attribute to things (based on recent prices that they fetched in the market place) then makes it possible to compare the relative exchange values of different products and services in the economy and makes possible the otherwise impossible task of accounting. With a common unit of estimated value that can be attributed to each of the assets that a person holds, as well as a unit by which they might measure their revenues and expenses, it is possible to guage the profitability of one's activities. And when seen as an aggregate, the sum of the activities of all of the businesses in a particular region might be tallied to guage whether their activities have been profitable or not.

What exactly does profitable mean in this case though? Certainly, in the absence of inflation or deflation, someone running a profitable business will end up either with more money and/or controlling more capital at the end of the year than they had at the start. However, someone who toils to build up a business might well decide that, despite the fact that the business is making a "profit" from a purely monetary point of view, there is no sense in their continuing to invest time and effort in that business. Perhaps they have enough money already and would like to spend more time with their family and friends, and this is the reason that they decide to discontinue the activities of the business. In a purely Austrian sense of the word, the business in this case would not be profitable to the business owner since the cost of continuing business (less time spent with family and friends) outweighs the benefits (more money). So although money makes it possible to maintain accounts and guage the profitability of certain activities, there are most certainly many things that fall outside the realm of monetary calculation. Indeed, virtually anything that is not easily exchanged in the market place (such as time spent with one's family) will be difficult or impossible to place a monetary value on and thus impractical to include in one's accounts.

Of course, it is often said that everyone has their price and perhaps one could argue that the businessman above, for the right price, might be persuaded to continue the business. Perhaps if the business would turn a profit of at least $500,000 a year then he would be willing to sacrifice the extra time that he would have with his family in order to pay his son's way through a Havard law degree. So perhaps he could enter into the books an expense "Time not spent with family: ($500,000)". And perhaps for the business owner, this would be reasonable. If the business made more than $500,000 then he could say it was profitable (for him personally) and if it made less than $500,000 it was loss making (again, for him personall). Certainly the IRS would raise a few eyebrows at the accounting entry and he would be wise not to disclose this particular expense to a potential buyer of the company (who would see immediately that the business was worth much less to the present owner than they might otherwise have assumed, if they had seen a set of books that omitted this particular detail).

If we are to rule out the use of such creating accounting measures for the time then (which is not widespread in any case), the only thing that we can really say about profitable businesses in an economy is that the goods/services produced by these companies have a higher exchange value than that of the goods/services they consume. Companies that consume more than they produce are said to make a loss and companies that consume less than they produce are said to make a profit. Of course, the consumption and the production are expressed in monetary terms but that does not mean the companies are actually consuming money. What they consume is resources, such as steel, iron, health insurance, mathematical modelling services etc. And what they produce is no doubt some similar form of real, tangible good (maybe computers or apple pies).

When companies make a loss then, what goes missing from the economy is not money... indeed, if under our present banking system this happens from time to time this is entirely incidental and besides the point. More importantly for human concerns is the fact that the company consumed many more resources than it gave back to the economy. Those companies in our economy which make losses cost us (normally shareholders - but in the present day the government has taken it upon themselves to spread the pain far and wide, to be bourne by any productive citizen that they can get their paws on) and the cost is not merely monetary. The loss is not fictive or imaginary; it is not some wild hysteria or a lack of faith in the system - it is the loss of those real resources that the company consumed (steel, iron, health insurance and mathematical modelling services).

The creation of new money cannot fill the void that loss making companies (or banks) leave in their wake. Indeed, the losses that companies make are made on the basis of historical records and time, as we all know, only moves in one direction. There is no way, short of a time machine, to undo the losses that those companies make. The only thing that can be done is to try to prevent such companies from making losses again in the future, which is best achieved quite simply by dissolving the companies in question - freeing the resources that they consumed to be used by the remaining companies in the economy (which are profitable).