Saturday, December 11, 2010

La Sociedad “Propiedad y Libertad” – Reflexiones después de cinco años

9 de junio de 2010

Por Hans-Herman Hoppe

Cuando por primera contemplé la idea de esta Sociedad, hace más de 10 años y en esa época era aún una sociedad sin nombre, sólo había tenido experiencia directa con otras dos sociedades de las cuales aprender.

Mi primera experiencia fue con la Sociedad Mont Pelerin, la cual había fundado Friedrich Hayek en 1947.

Durante la década de 1990, asistí tres veces, como orador invitado, a las reuniones de la Sociedad Mont Pelerin en las ciudades de Cannes, Ciudad del Cabo y Barcelona. Cada vez, con documentos atacando la democracia y el igualitarismo, defendiendo las monarquías vs democracias, eviscerando la idea liberal clásica del estado mínimo como contradictorio en sí mismo, y propagando un orden natural anarco-capitalista sin estado, mi aparición era considerada como algo escandaloso: demasiado irreverente, demasiado conflictivo, y también demasiado sensacional.

Fuera cual fuera la función que la Sociedad Mont Pelerin pudiera haber tenido en el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, en el momento de mi encuentro con ella, no la sentí especialmente de mi gusto.

Por cierto, conocí muchas personas brillantes e interesantes. Pero, en esencia, las reuniones de la Sociedad Mont Pelerin fueron giras de empleados del Think Tank del “mercado libre” y del “gobierno limitado” y empleados de la Fundación, varios de sus profesores afiliados y protegidos, y los principales donantes financieros de todo esto, sobre todo de los EE.UU., y más específicamente, de Washington DC. Durante mucho tiempo la Fundación Heritage, fue el principal Think Tank del Partido Republicano y cómplice intelectual de la política del Estado de Bienestar y de Guerra de cada administración del gobierno republicano, desde Reagan hasta Bush Jr, y de manera característica, el Presidente de la Fundación, Ed Feulner, quien además fuera ex-presidente de la Sociedad Mont Pelerin y, más significativamente, su tesorero por largo tiempo.

Desde el principio hubo escepticismo sobre la Sociedad Mont Pelerin. Ludwig von Mises, maestro y amigo de Hayek, expresó dudas graves sobre su plan, simplemente al ver la lista de los invitados iniciales de Hayek: ¿cómo una sociedad llena de intervencionistas de estado, certificados, podría promover el objetivo de una comunidad libre y próspera?

A pesar de sus reservas iniciales, sin embargo, Mises se convirtió en miembro fundador de la Sociedad Mont Pelerin. Sin embargo, su predicción resultó correcta. En un hecho famosamente conocido, en una reunión en la etapa inicial de la Sociedad Mont Pelerin, Mises se retiró del recinto denunciando a oradores y panelistas como a una caterva de socialistas.

En esencia, ésta también fue mi primera impresión cuando entré en contacto con la Sociedad Mont Pelerin y esta impresión se ha confirmado desde entonces. La Sociedad Mont Pelerin era una sociedad en la que todo social-demócrata de derecha podía sentirse como en casa. Cierto, de vez en cuando unas pocas aves extrañas eran invitadas a hablar, pero las reuniones estaban dominadas, y el rango del discurso aceptable era definido, por intervencionistas de estado certificados: directores de Fundaciones o Think Tanks capitalizados por, o conectados con el gobierno, por burócratas en la nómina del banco central, por entusiastas del papel-dinero, y por un surtido internacional de “edúcratas” y “cienciócratas” dentro y fuera del gobierno. Nunca se han discutido, en los sagrados recintos de la Sociedad Mont Pelerin el imperialismo de los EE.UU. ni los crímenes de guerra de Bush, por ejemplo, ni los crímenes financieros cometidos por el Banco de la Reserva Federal -y , por supuesto no ha habido discusión alguna sobre cualquier asunto racial sensible.

De nada de todo esto se puede culpar a Hayek, ni que decir. Había perdido cada vez más el control de la Sociedad Mont Pelerin ya mucho antes de su muerte en 1992.

Pero también: Hayek tuvo mucho que ver con la evolución de la Sociedad Mont Pelerin. Porque, como Mises podía haber sabido en ese entonces, y como finalmente se pudo observar, en 1960 con la publicación de la Constitución de la Libertad, Hayek mismo demostró ser un probado intervencionista. En la tercera parte de este famoso libro, Hayek había presentado un plan para una sociedad “libre” tan plagada de diseños intervencionistas que cualquier socialdemócrata moderado – de la variedad escandinava y alemana – fácilmente podía haber suscrito. Cuando, con motivo del cumpleaños número 80 de Hayek en 1979, el Social Demócrata, y entonces Canciller de Alemania Occidental, Helmut Schmidt, envió a Hayek una nota de felicitación proclamando que “todos somos Hayekianos ahora”, no se trataba de una frase vacía. Era cierto, y Schmidt hablaba en serio.

Me di cuenta, entonces, de lo siguiente: El desarrollo deplorable – juzgado desde el punto de vista del libertario clásico – de la Sociedad Mont Pelerin no fue un accidente. Más bien, fue la consecuencia necesaria de una falla teórica fundamental cometida no solamente por Hayek, sino, en última instancia, también por Mises, con su idea de un Estado mínimo.

Esta falla no se limitó a afligir a la Sociedad Mont Pelerin. Afectaba todo el Think Tank industrial del gobierno limitado que había surgido como su heredero desde la década de 1960 en todo el mundo occidental, dominado por los EE.UU., y por lo que la Sociedad Mont Pelerin había asumido la función de “Internacional”.

La meta de “gobierno limitado” o “constitucional“, que Friedrich Hayek, Milton Friedman, James Buchanan y otros grandes de la Sociedad Mont Pelerin habían tratado de promover y que cada Think-Tank del mercado libre de hoy proclama como su objetivo, es una meta imposible, tanto como lo es la meta imposible de intentar la cuadratura del círculo. En primer lugar, no se puede establecer un monopolio territorial de ley y orden y luego esperar que este monopolio no haga uso del poderoso privilegio de legislar a su favor. Del mismo modo: no se puede establecer un monopolio territorial de producción de papel moneda y esperar que el monopolio no utilice su poder de imprimir siempre más y más dinero.

Limitar el poder del Estado, una vez que se le ha concedido un monopolio territorial de legislación, es una meta imposible, auto-contradictoria. Creer que es posible limitar el poder del gobierno- en forma distinta a someterlo a la competencia, es decir, a no permitir ningún tipo de privilegios monopolísticos que surjan, en primer lugar – es asumir que la naturaleza del hombre cambia como resultado del establecimiento de un gobierno (muy parecido a la milagrosa transformación del Hombre que los socialistas creen que sucederá con la llegada del socialismo).

Esto es todo: un gobierno limitado, es una meta ilusoria. Creer que sea posible es creer en milagros.

La estrategia de Hayek y de la Sociedad Mont Pelerin, tenía entonces que fracasar. En lugar de ayudar a reformar – a liberalizar – el Estado (occidental), como era su intención (o su pretensión?), la Sociedad Mont Pelerin y el Think Tank industrial internacional del “gobierno limitado” se convertirían en parte integrante de un sistema estatal de bienestar y de guerra en continua expansión.

Los indicios de este veredicto abundan: La ubicación típica de los Think Tanks dentro o cerca de la capital, prominentemente Washington, DC., ya que su destinatario principal era el gobierno central. Reaccionan a las medidas y a los anuncios del gobierno y proponen y formulan propuestas al mismo gobierno. La mayoría de los contactos de los think-tankers fuera de su propia institución son políticos, burócratas del gobierno, grupos de presión, y una variedad de empleados y auxiliares. Junto con los periodistas relacionados, estos también asisten regularmente a sus conferencias de prensa, sesiones, recepciones y cocteles. Hay un constante intercambio de personal entre Think Tanks y gobiernos. Y los líderes de la industria del gobierno limitado son, con frecuencia, por sí mismos, miembros prominentes de la élite del poder y de la clase dominante.

La más indicativo de todo: Durante décadas, la ideología del gobierno limitado ha sido una industria en crecimiento. Sus gastos anuales en ejecución actualmente llegan a los cientos de millones de dólares, y en total probablemente se han gastado miles de millones de dólares. Al mismo tiempo, los gastos del gobierno, nunca, en ninguna parte, ni una sola vez siquiera, han caído, sino que siempre, y sin interrupción, han aumentado en forma cada vez más vertiginosa.

Y, sin embargo, este evidente fracaso de la industria del gobierno limitado al no entregar el bien prometido, no es castigado, sino que, contra toda lógica, es recompensado con fondos cada vez más amplios. Cuanto más fallan los Think Tanks, más dinero reciben.

El Estado y el Think Tank de la industria del gobierno limitado viven por lo tanto, en perfecta armonía, el uno con el otro. Crecen juntos, al unísono.

Para los defensores del gobierno limitado, como Hayek y toda la industria del Think Tank del mercado libre, esto es una vergüenza. Tienen que explicarlo de alguna manera, o se trata de un accidente o de una coincidencia. Y simplemente lo explican con el argumento de que sin la financiación y la operación continua de ellos, el asunto sería aún peor.

Así excusada, entonces, la industria continúa como antes, sin alterarse por ningún hecho o acontecimiento pasado o futuro.

Pero los embarazosos hechos no son accidentes o coincidencias y podrían haberse previsto de forma sistemática, si solamente uno hubiera comprendido mejor la naturaleza del Estado, y no creyera en milagros.

Como monopolio territorial de legislación y de impresión de dinero, el Estado tiene una tendencia natural a crecer: a utilizar sus leyes “fiat” y su dinero “fiat” para hacerse a un creciente control de la sociedad y de las instituciones sociales. Con sus leyes “fiat”, el Estado tiene el poder especial de amenazar y castigar o incentivar y premiar a quien quiera que le venga en gana. Y con su dinero “fiat”, puede comprar apoyo, sobornar y corromper con mayor facilidad que cualquier otro.

Ciertamente, una institución tan extraordinaria como ésta contará con los medios a su alcance, legales y financieros, para hacer frente al desafío planteado por la industria del gobierno limitado. Históricamente, el Estado ha afrontado con éxito oponentes mucho más formidables – como la religión organizada, por ejemplo!

A diferencia de la Iglesia o las iglesias, sin embargo, la industria del gobierno limitado está ubicada o concentrada convenientemente cerca, o en el centro, del poder del Estado, y la única razón de ser de la industria es la de hablar con, y tener acceso, al Estado. Eso es lo que sus donantes financieros normalmente esperan.

Sin embargo para el Estado, así ha sido mucho más fácil, entonces, señalar y efectivamente controlar esta industria. El Estado sólo tuvo que desplegar su propia burocracia para que estuviera a cargo de las relaciones con el “mercado libre” y atraer a las ONGs del “gobierno limitado” con conferencias, invitaciones, patrocinios, subvenciones, dinero y perspectivas de empleo. Sin tener que recurrir a amenazas, estas medidas por sí solas fueron suficientes para garantizar acatamiento por parte de la industria del Think Tank del mercado libre y de sus intelectuales asociados. La demanda del mercado de servicios intelectuales es baja e inconsistente y, por tanto los intelectuales se pueden comprar a bajo precio!

Por otra parte, a través de su cooperación con la industria de mercado libre, el Estado podría aumentar su propia legitimidad y respetabilidad intelectual como una institución “económicamente progresista“, abriendo así aún más espacio de crecimiento para el Estado.

En esencia, como con todas las llamadas ONG [organizaciones no gubernamentales], el Estado logró transformar la industria del gobierno limitado justo en un vehículo más para su propio engrandecimiento.

Lo que aprendí de mi experiencia con la Sociedad Mont Pelerin, entonces, fue que había que elegir una estrategia completamente diferente si se quería limitar el poder del Estado. Para los socialistas o los social-demócratas, es perfectamente racional hablar y buscar acceso al Estado y tratar de “marchar a través de sus instituciones “, ya que la Izquierda quiere aumentar el poder del Estado. Es decir, la Izquierda quiere lo que el Estado esta dispuesto a hacer de todos modos, en virtud de su carácter de monopolio territorial de ley y orden.

Pero la misma estrategia es ineficaz o incluso contraproducente si se quiere reducir el poder del Estado – independientemente de si uno quiere reducirlo totalmente y establecer un orden natural sin estado, o sólo reducirlo, rápida o drásticamente, hasta lograr el statu quo de una época “gloriosa” o “dorada” anterior.

En cualquier caso, este objetivo sólo puede alcanzarse si, en vez de hablar y solicitar acceso al Estado, abiertamente lo ignoramos, lo evitamos y lo repudiamos; y sus agentes y propagandistas son explícitamente excluidos de nuestros procedimientos. Hablar al Estado, incluyendo a sus agentes y propagandistas, es dar legitimidad y fuerza al Estado mismo. El ignorarlo, evitarlo y repudiarlo ostentosamente, y excluir a sus agentes y propagandistas como indeseables, es restarle autoridad al Estado y debilitar su legitimidad.

En agudo contraste con la Sociedad Mont Pelerin y su múltiple descendencia, que quiso reformar y liberalizar desde adentro el sistema estatal de bienestar y de guerra siguiendo una estrategia de cambio “inmanente” al sistema, como dirían los marxistas – y la cual falló precisamente por esta razón y fue, en cambio cooptada por el Estado como parte del establecimiento político, en mi imaginada sociedad, la Sociedad “Propiedad y Libertad” iba a perseguir una estrategia que “trascendiera” el sistema.

Es decir, trataría de reformar, y en última instancia, revolucionar, desde afuera, el cada vez más invasivo sistema del Estado de bienestar y guerra, a través de una contracultura anti-estatista que podría atraer a un número cada vez mayor de desertores – intelectuales, laicos educados e incluso al tan citado “hombre de la calle” – alejándolos de la cultura dominante e instituciones del Estado. La Sociedad Propiedad y Libertad iría a ser la punta de lanza internacional, el avant-garde, de dicha contracultura intelectual.

Como eje de esta contracultura estaba el concepto de la perversidad de la institución del Estado: Un monopolio territorial de ley y orden que puede hacer y cambiar las leyes a su favor no protege ni puede, sin hacer milagros, proteger la vida y bienes de sus subordinados (clientes), en cambio para ellos es, y será siempre, un peligro permanente – el más seguro camino a la servidumbre y a la tiranía.

Basado en esta idea, entonces, la Sociedad "Propiedad y Libertad" tenía que tener un doble objetivo.

Por un lado, positivamente, tenía que explicar y aclarar las exigencias y requerimientos jurídicos, económicos, cognitivos y culturales y las características de un orden natural libre, sin participación del estado.

Por otro lado, negativamente, se quería desenmascarar al Estado y mostrarlo como lo que realmente es: una institución manejada por grupos de asesinos, saqueadores y ladrones, rodeado de ávidos verdugos, propagandistas, aduladores, malhechores, mentirosos, payasos, charlatanes, majaderos e idiotas útiles – una institución que ensucia y mancha todo lo que toca.

A efecto de divulgar la verdad completa debo añadir lo siguiente: Ante la insistencia de mi amigo Jesús Huerta de Soto, – quien había sido reclutado a una edad temprana, por Hayek, personalmente, – con cierta reluctancia, solicité ser miembro de la Sociedad Mont Pelerin en cierto momento, a mediados de la década de 1990. Además de Huerta de Soto, había apoyado mi membresía el difunto Arthur Seldon, quien era entonces Presidente Honorario de la Sociedad Mont Pelerin. Sin embargo, fuí rechazado y, tengo que admitir que, merecidamente, porque simplemente no encajaba en tal sociedad.

De fuentes confiables me han dicho que fue, particularmente, Leonard Liggio, un antiguo amigo de Murray Rothbard, quien al haberse dado cuenta de ello se opuso vigorosamente a mi membresía; apoyado por Christian Watrin, del contingente de líderes y activistas alemanes de la Sociedad Mont Pelerin. Ambos, Liggio y Watrin, más tarde se convertirían en presidentes de la Sociedad Mont Pelerin.

Mi segunda experiencia con sociedades intelectuales fue con el Club John Randolph [CJR], que había sido fundado en 1989 por el libertario Murray Rothbard y el conservador Thomas Fleming.

Desde el principio, esta sociedad fue mucho más de mi gusto. Durante un tiempo, jugué un papel preponderante en el Club John Randolph. Pero también desempeñé un papel importante en su ruptura, que se produjo poco después de la muerte de Rothbard en 1995, y que esencialmente resultó en la salida del ala rothbardiana de la sociedad.

Sin embargo, mi recuerdo de los primeros años del John Randolph Club es de grata evocación. Así, no es de extrañar que un buen número de mis viejos compañeros del Club John Randolph también hayan aparecido aquí en Bodrum, en las reuniones de la Sociedad "Propiedad y Libertad": Peter Brimelow, Tom DiLorenzo, Paul Gottfried, Walter Block, Justin Raimondo, Yuri Maltsev, David Gordon. Además, debo mencionar a mi amigo Joe Sobran, quien habría querido aparecer en nuestra reunión inaugural, pero no pudo asistir debido a problemas de salud.

En contraste con la internacional Sociedad Mont Pelerin, el Club John Randolph fue una Sociedad americana. Esto no significa sinembargo que el CJR fuera más provinciano. Por el contrario. No sólo tenía numerosos miembros “extranjeros” el CJR, sino también, mientras que la Sociedad Mont Pelerin estaba dominada por economistas profesionales, el Club John Randolph representaba un espectro mucho más amplio, interdisciplinario y trans-disciplinario, de intereses y esfuerzos intelectuales.

En promedio, el número de miembros del Club John Randolph con conocimiento de idiomas extranjeros era bastante mayor de lo encontrado en el círculo de la Sociedad Mont Pelerin. En sus hábitos y maneras, la Sociedad Mont Pelerin era multi-cultural, igualitaria y no discriminatoria, si bien era altamente restrictiva e intolerante con respecto a la variedad admisible de temas y tabúes intelectuales. En marcado contraste, el CJR era decididamente una sociedad burguesa, anti-igualitaria y discriminatoria, pero al mismo tiempo una sociedad mucho más abierta y tolerante intelectualmente, sin ningún tipo de tabú.

Además, mientras que las reuniones de la Sociedad Mont Pelerin eran grandes e impersonales – podrían superar los 500 participantes – en las reuniones del Club John Randolph rara vez había más de 150 asistentes y eran reuniones pequeñas e íntimas.

Me gustaban de todos estos aspectos del Club John Randolph. (No me importaban tanto las sedes de las reuniones: por lo general algún hotel de negocios en las afueras de una gran ciudad. En este sentido, las reuniones de la Sociedad Mont Pelerin tenían claramente más que ofrecer, aunque a un precio muy elevado.)

Pero, como he indicado, no todo estaba bien con el Club John Randolph, y mi encuentro con él también me enseñaron unas cuantas lecciones sobre aquello que no se debe imitar.

La desintegración del Club John Randolph, poco después de la muerte de Rothbard, había sido provocada en parte por razones personales. Tom Fleming, el sobreviviente principal del Club, era, para decirlo diplomáticamente, un hombre difícil, como pueden dar testimonio todos los que han tratado con él. Además, hubo disputas dentro de la organización. Las reuniones del Club John Randolph se organizaban anualmente alternativamente por el Centro de Estudios Libertarios, que representaba a Murray Rothbard y sus hombres, y por el Instituto Rockford, que representaba a Thomas Fleming y los suyos. Este acuerdo había quizás inevitablemente conducido a varios cargos de gorreo. En última instancia, sin embargo, la ruptura tuvo razones más fundamentales.

El John Randolph Club fue una coalición de dos grupos distintos de intelectuales. Por un lado había un grupo anarco-capitalista de austro-libertarios, encabezados por Rothbard, en su mayoría economistas, pero también filósofos, juristas, historiadores y sociólogos (en su mayoría mentes del tipo analítico-teórico). Yo era miembro de este grupo. Por otro lado había un grupo de escritores relacionados con la conservadora Revista mensual Crónicas: Una Revista de la Cultura Estadounidense y su editor, Tom Fleming. Paul Gottfried era un miembro de ese grupo. El grupo conservador no tenía ningún economista de nota y, en general revelaban un tipo más empírico de mente. Aparte de los historiadores y sociólogos, incluía también en particular, hombres de letras: filólogos, escritores literarios y críticos culturales.

Por el lado libertario, la cooperación con los conservadores fue motivada por la idea de que mientras el libertarismo puede ser lógicamente compatible con muchas culturas, sociológicamente requiere una cultura de núcleo burgués conservador. La decisión de formar una alianza intelectual con los conservadores suponía para los libertarios una doble ruptura con el “Libertarianismo del Establecimiento”, representado, por ejemplo, por el Instituto CATO del “mercado libre“, de Washington DC.

Este Libertarianismo del Establecimiento no sólo estaba teóricamente en un error, por su compromiso con el objetivo imposible de un gobierno limitado (y gobierno centralizado, además): también estaba sociológicamente errado, con su mensaje cultural “cosmopolita” anti-burgués, sin duda adolescente: de multiculturalismo e igualitarismo, de “no respeto a ninguna autoridad”, de “y vivir y dejar vivir”, de hedonismo y de libertinaje.

Los austro-libertarios anti-establecimiento trataron de aprender más del lado conservador acerca de los requisitos culturales de una comunidad libre y próspera. Y en general así lo hicieron y aprendieron la lección. Al menos, creo que yo lo hice.

Por el lado conservador de la alianza, la cooperación con los anarco-capitalistas Austríacos significó una ruptura total con el llamado movimiento neoconservador, que había llegado a dominar el conservadurismo organizado en los EE.UU. y el cual estaba representado, por ejemplo, por Think Tanks tales como el American Enterprise Institute y la Fundación Heritage en Washington DC. Los paleo-conservadores, como llegaron a ser conocidos, se opusieron a la meta neo-conservadora de un Estado de bienestar y de guerra cada vez más centralizado y “eficiente económicamente”- como incompatible con el núcleo de los valores conservadores tradicionales de propiedad privada, de familia y hogares familiares, y de comunidades locales y su protección. Había algunos puntos de la discordia entre los paleo-conservadores y los libertarios: sobre cuestiones de aborto e inmigración y sobre la definición y la necesidad del gobierno. Sin embargo, estas diferencias podrían acomodarse al acordar que su resolución no se debía intentar a nivel de Estado central o incluso de alguna institución supra-nacional tal como la ONU, sino siempre al menor nivel de organización social: a nivel de familias y comunidades locales.

Para los paleo-conservadores, la secesión de un Estado central no era un tabú, y para los austro-libertarios la secesión tenía la condición de ser un derecho natural de los seres humanos (mientras que los libertarios del Establecimiento normalmente lo tratan como un tema tabú), por lo cual la cooperación era posible. Por otra parte, la cooperación con los austro-libertarios iría a proporcionar a los conservadores la posibilidad de aprender economía sana (la de la escuela austríaca), que reconocían como un déficit y una debilidad en su armadura intelectual, especialmente frente a sus oponentes los neo-conservadores. Sin embargo, con algunas excepciones notables el grupo conservador no estuvo a la altura de estas expectativas.

Esta fue, pues, la razón última de la ruptura de la alianza libertaria-conservadora lograda con el Club John Randolph: que mientras los libertarios estuvieron dispuestos a aprender su lección cultural los conservadores no quisieron aprender la suya de economía.

Este veredicto, y la consiguiente lección, no fueron claros de inmediato, por supuesto. Fue tomando forma sólo en el curso de los acontecimientos. En el caso del Club John Randolph, el evento tuvo un nombre. Fue Patrick Buchanan, personalidad de la televisión, comentarista, columnista, autor de libros best-sellers, incluyendo trabajos serios sobre la historia revisionista, un hombre muy carismático, ingenioso y con gran encanto personal, pero también un hombre con una larga y profunda implicación en la política del Partido Republicano, primero como escritor de discursos de Nixon y luego como Director de Comunicaciones de la Casa Blanca en tiempos de Ronald Reagan.

Pat Buchanan no participó directamente en el Club John Randolph, pero tenía vínculos personales con varios de sus principales miembros (en ambos lados del Club, pero especialmente dentro del grupo de Crónicas, que incluía algunos de sus asesores más cercanos) y él era considerado parte prominente del movimiento contra-cultural representado por el Club John Randolph.

En 1992, Buchanan desafió al entonces presidente George Bush por la nominación republicana a la presidencia. (Él lo haría de nuevo en 1996, desafiando el senador Bob Dole para la nominación republicana, y en 2000 se postularía como candidato presidencial por el Partido de la Reforma.) El reto de Buchanan fue impresionante al principio, casi sacando a Bush en las primarias de Nueva Hampshire, y en un principio causó gran entusiasmo en los círculos del Club John Randolph. Sin embargo, en el curso de la campaña de Buchanan, y en reacción a ella, estalló la discordia abierta entre los dos campos del Club John Randolph en cuanto a la estrategia “correcta”.

Buchanan siguió una campaña populista con su “America Primero”. Quería dirigirse y atraer al llamado “Estadounidense Medio”, quien se sentía traicionado y desamparado por las élites políticas de ambos partidos. Tras el colapso del comunismo y el fin de la guerra fría, Buchanan quería traer todas las tropas estadounidenses de vuelta a casa, disolver la OTAN, dejar las Naciones Unidas, y llevar a cabo una política exterior no-intervencionista (que sus enemigos-neo conservadores le refregaban como “aislacionista”). Quería cortar todos los vínculos económicos con Israel en particular, y criticaba abiertamente la influencia “anti-estadounidense” del lobby judío-americano organizado, algo que requería considerable coraje en la América contemporánea.

Quería eliminar toda “acción afirmativa “, las leyes de no-discriminación y de cuotas que había impregnado todos los aspectos de la vida americana, y que eran leyes esencialmente anti-blanco y especialmente leyes anti-blanco-masculino. En particular, prometió poner fin a la política no-discriminatoria de inmigración que había dado lugar a la inmigración masiva de personas del tercer mundo de clase baja y la correspondiente integración forzada o, eufemísticamente, “multiculturalismo.” Además, él quería terminar con toda “la podredumbre cultural” que sale de Washington DC cerrando el Ministerio de Educación y una multitud de otras agencias federales de adoctrinamiento.

Pero en lugar de enfatizar esas inquietudes culturales “derechistas” ampliamente populares, Buchanan, en el curso de su campaña, discutía, cada vez más, otros asuntos y preocupaciones económicas, sin importar que su conocimiento sobre la economía fuera más bien escaso.

Concentrándose en la que era su peor faceta, entonces, cada vez más abogaba por un programa económico “izquierdista” de nacionalismo económico y social. Abogaba por aranceles para proteger industrias “esenciales” de América y salvar empleos en los Estados Unidos de la “desleal” competencia extranjera, y proponía “proteger” al estadounidenses medio salvaguardando e incluso ampliando los programas existentes del Estado-Benefactor como las leyes de salario mínimo, el seguro de desempleo, el Seguro Social, Medicaid y Medicare.

Cuando expliqué, en un discurso ante el Club, que el programa de derecha-cultural y de izquierda-económica de Buchanan era teóricamente inconsistente y que su estrategia consecuentemente tenía que fallar en alcanzar la meta propuesta, que nadie podía traer de regreso a América a la cordura cultural y al fortalecimiento de familias y comunidades y al mismo tiempo, mantener los pilares institucionales que eran la causa central del malestar cultural, que los aranceles proteccionistas no podían lograr que los estadounidenses fuesen más prósperos, sino menos, y que un programa de nacionalismo económico tenía que alienar a la indispensable burguesía intelectual y cultural mientras atraía al (para nosotros y para nuestros propósitos) “inútil” proletariado, casi llegó a un éclat. El grupo conservador se levantó en armas a consecuencia de esta crítica a uno de sus héroes.

Tenía la esperanza de que, pese a los sentimientos de amistad o de lealtad personal, después de algún tiempo de reflexión la razón prevalecería, sobre todo después de que había quedado claro por los acontecimientos subsiguientes que la estrategia de Buchanan también había fracasado numéricamente en las urnas. Yo creía que los conservadores del Club John Randolph, tarde o temprano vendrían a darse cuenta de que mi crítica a Buchanan era una crítica “inmanente”, es decir, que no había criticado, ni que yo mismo me había distanciado, del objetivo del Club John Randolph, y presumiblemente tampoco del de Buchanan, de una contrarrevolución cultural conservadora, sino que, sobre la base de elementales razones económicas, yo había encontrado simplemente que los medios – la estrategia – escogidos por Buchanan para lograr este objetivo eran inadecuados e ineficaces. Pero no pasó nada. No hubo ningún intento de refutar mis argumentos. Tampoco hubo ninguna señal de que uno estaba dispuesto a expresar cierta distancia intelectual con Buchanan y su programa.

De esta experiencia aprendí una lección doble. En primer lugar, se reforzó la lección que ya había aprendido en mi encuentro con la Sociedad Mont Pelerin: No pongas tu confianza en los políticos y no te dejes distraer por la política. Buchanan, a pesar de sus muchas y atractivas cualidades personales, era todavía, de corazón, un político que creía en el gobierno, sobre todo como medio para propiciar el cambio social. En segundo lugar y, más en general, sin embargo, he aprendido que es imposible tener una asociación intelectual duradera con gentes que, o bien, no están dispuestas o, son incapaces de captar los principios de la economía. La Economía – la lógica de la acción – es la reina de las ciencias sociales. No es de manera alguna suficiente para comprender la realidad social, pero es necesaria e indispensable. Sin un conocimiento sólido de los principios económicos, por ejemplo al nivel de Henry Hazlitt en Economía en Una Lección, uno se ve obligado a cometer errores graves de explicación e interpretación histórica.

Así, llegué a la conclusión de que la Sociedad "Propiedad y Libertad" no sólo tenía que excluir a todos los políticos, y agentes y propagandistas del gobierno como objetos de burla y desprecio, como a emperadores sin ropa y blanco de todas las bromas, en lugar de objetos de admiración y de emulación, sino que también tenía que excluir a todos los ignorantes en economía.

Cuando el Club John Randolph se disolvió, esto no significó que las ideas que habían inspirado su creación se hubieran extinguido o que ya no encontraran una audiencia. De hecho, en los EE.UU., había crecido un Think Tank dedicado a las mismas ideas e ideales. El Ludwig von Mises Institute, fundado en 1982 por Lew Rockwell, con Murray Rothbard como su cabeza académica, había comenzado como cualquier otro Think Tank del gobierno limitado, a pesar de que Rothbard y todos los demás socios principales del Instituto Mises eran anarco-capitalistas austríacos. Sin embargo, a mediados de la década de 1990-y me enorgullece haber desempeñado un papel importante en este desarrollo-Lew Rockwell había transformado el instituto, significativamente localizado lejos de Washington DC, en la provinciana Auburn, en Alabama, en el primer y único Think Tank del mercado libre que había renunciado abiertamente, por imposible, al objetivo de un gobierno limitado y salía en cambio, como defensor imperturbable del anarco-capitalismo, desviándose por lo tanto de la interpretación estrecha, “literal” de su nombre y, sin embargo manteniéndose fiel a su espíritu en la búsqueda del método riguroso, praxeológico misesiano, hasta sus últimas consecuencias. Este movimiento fue financieramente costoso al principio, pero bajo la brillante e inteligente dirección de Rockwell eventualmente se convirtió en un enorme éxito, al sobrepasar a sus rivales, mucho más ricos, – los Libertarios del Gobierno Limitado - tales como los del Instituto CATO, en términos de alcance e influencia. Por otra parte, además del Mises Institute, que se centraba más estrechamente en los asuntos económicos, y a raíz de la decepcionante experiencia con el Club John Randolph y su ruptura, Lew Rockwell había creado, en 1999, una página web anti-estado, anti- guerra, pro-mercado,- http://www.lewrockwell.com/ – la cual agregó una dimensión interdisciplinaria, cultural, a la empresa austro-libertaria y resultó ser aún más popular, preparando el terreno intelectual para el actual movimiento de Ron Paul.

La Sociedad "Propiedad y Libertad", por supuesto, no tenía que competir con el Instituto Mises o con LewRockwell.com. Ni tampoco que fuera un Think Tank, ni un canal más de publicación. Más bien, era para complementar sus esfuerzos, y los de otros, al adicionar otro componente importante para el desarrollo de una contracultura intelectual anti-estatista. Lo que había desaparecido con la desintegración del Club John Randolph original fue una Sociedad intelectual dedicada a la causa. Sin embargo, todo movimiento intelectual requiere una red de amistades personales, de amigos y compañeros de armas para tener éxito, y para que este tipo de red se establezca y crezca, se necesita un lugar de encuentro permanente, una sociedad. La Sociedad "Propiedad y Libertad" se supone que es dicha sociedad.

Quise crear un lugar donde personajes de todo el mundo con ideas afines pudieran reunirse periódicamente para estímulo mutuo y disfrute de un radicalismo intelectual sin censura y sin rival. La sociedad se supone que es internacional e interdisciplinaria, burguesa, sólo por invitación, exclusiva y elitista: para unos pocos “elegidos”, que puedan ver a través de la cortina de humo levantada por nuestras clases dirigentes de delincuentes, estafadores, charlatanes y payasos.

Después de nuestro primer encuentro, hace 5 años, aquí mismo, en el Princesa Karia, mi plan llegó a ser más específico todavía. Inspirado por el encanto del lugar y su hermoso jardín, decidí adoptar el modelo “salón” para las reuniones de la Sociedad "Propiedad y Libertad". El diccionario define “salón” como “un encuentro de intelectuales, de élites sociales, políticas y culturales bajo el techo de una anfitriona de inspiración, en parte para divertirse entre sí y en parte para refinar el gusto y aumentar los conocimientos mediante la conversación”. Saque la palabra “política” de esta definición - y ahí tiene lo que he tratado de lograr durante los últimos años, junto con Guelcin, mi esposa y colega misesiana, sin cuyo apoyo nada de esto sería posible: ser anfitriona y dar acogida a un salón anual grande y extenso, y convertirlo, con la ayuda de ustedes, en el más atractivo e ilustre salón que pueda existir.

Espero – y de hecho estoy seguro – que ésta, nuestra quinta reunión, marcará un paso más hacia tal fin.

Hans-Hermann Hoppe, Economista de la Escuela Austriaca y filósofo libertario/anarco-capitalista, es Profesor Emérito de Economía en la Universidad de Las Vegas, Miembro Distinguido en el Ludwig von Mises Institute, Fundador y Presidente de la Sociedad "Propiedad y Libertad", y ex-editor de la Revista de Estudios Libertarios.


TRADUCCIÓN DE RODRIGO DÍAZ

Comentario de Mario Vargas Llosa sobre Venezuela

Mario Vargas Llosa afirmó hoy que el mundo debe sentirse “alarmado” por los retrocesos en la libertad de expresión en países como Cuba, Venezuela o Bolivia y advirtió de que este derecho estará “siempre amenazado” desde  “todas las formas de poder”

El Nobel de Literatura hizo estas reflexiones tras recibir el Premio a la Defensa de la Libertad de Expresión y de los Valores Humanos de manos del vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, en un acto celebrado en el Real Teatro de las Cortes de San Fernando (Cádiz, sur de España).

La entrega de este premio, el tercero que concede en sus 64 años de historia la Asamblea Internacional de Radiodifusión, coincidió con la celebración del doscientos aniversario de la aprobación del IX Decreto de Libertad de Imprenta, que las Cortes Extraordinarias de la Isla de León redactaron y promulgaron el 10 de noviembre de 1810 en este mismo escenario.

Una coincidencia que, según Vargas Llosa, multiplica la “gran significación” del este premio, con el que se lleva, según comentó, el “tremendo mandato” de continuar con la lucha por la libertad de expresión, una lucha en la que “sólo se pueden ganar batallas, no la guerra”.

El escritor recordó que el mundo ha vivido en los últimos años “indudables progresos” en el respeto a la libertad de expresión, pero insistió en su preocupación por los “retrocesos” que se experimentan en este terreno en algunos países latinoamericanos.

Vargas Llosa se refirió especialmente a Cuba, donde desde “hace 50 años” este derecho no es respetado y no hay “indicio alguno”, insistió, de que la situación vaya a cambiar, y a Venezuela, donde hay “ataques feroces” contra medios de comunicación y periodistas que resisten “el apagón definitivo” pese a las intimidaciones.

“Es fundamental que denunciemos los atropellos a los periodistas venezolanos independientes”, subrayó el escritor, que continuó alertando de que en otros países hispanos con gobiernos “nacidos de elecciones legítimas” también la libertad de expresión está sufriendo retrocesos.

Bolivia, Ecuador, Argentina, y “más recientemente” Brasil, son los países que citó, junto a Colombia y México, donde “la industria criminal del narcotráfico” ha atentado contra periodistas que han ejercido su libertad de expresión, un principio “básico” sin el que no puede existir la Democracia.

Y es que para Vargas Llosa las amenazas a la libertad de expresión no vienen sólo del ámbito político o económico porque “siempre habrá peligros emboscados detrás de los poderes”.

“No debemos ser tolerantes ni complacientes”, subrayó, para destacar que los escritores “estamos obligados a situarnos a la vanguardia de la defensa de la libertad de expresión” y, en este sentido, se comprometió a hacer “todo cuanto esté” a su “alcance” para no defraudar en esta tarea.

El vicepresidente del Gobierno español definió a Vargas Llosa como “el escritor de la libertad” y apuntó que al escribir “hace nuestro mundo más habitable, más humano y mucho más libre”, mientras que el presidente de la Asociación Internacional de Radiodifusión, Luis Pardo Saenz, destacó que este premio reconoce la “coherencia y valentía” que ha caracterizado su trayectoria.

Esta es la tercera vez que esta entidad que agrupa a más de 17.000 emisoras de radio y televisión de Europa y América entrega este premio, que en su primera edición recogió el Rey Juan Carlos I y en la segunda el Papa Juan Pablo II.

(Madrid , 30 de Octubre del 2010)

Comentario de Mario Vargas Llosa sobre Argentina

Vargas Llosa analizó a la Argentina.

Fuente:Cedoc

El escritor y ganador del Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, participó a comienzos de 2009 de un encuentro de líderes liberales en Caracas, Venezuela. Allí fue entrevistado por los periodistas. El escritor peruano no se guardó nada y realizó un análisis crítico de la situación en Argentina.

Consideró que le parecía "un país indescifrable" que pasó de ser próspero a "caótico y empobrecido". Además, criticó duramente al peronismo, movimiento que llamó "el error". Por último, guardó un momento dedicado al matrimonio presidencial: "¿Cómo puede estar una pareja como los Kirchner gobernando ese país?", se preguntó.

De próspero a pobre. "Siempre entro en la confusión cada vez que me preguntan por Argentina. Para mi Argentina es indescifrable. Un país que era democrático cuando tres cuartas partes no lo eran. Un país que era próspero, una de las sociedades más prósperas del mundo cuando América Latina era un continente de hambrientos, de atrasados. El primer país que acaba con el analfabetismo en el mundo no es Estados Unidos, no es Francia, es Argentina. Crea un sistema educativo que es un ejemplo para el mundo, que es un instrumento extraordinario de creación de igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos", analizó.

Vargas Llosa se preguntó luego cómo sucedió que este "país de vanguardia es el país subdesarrollado, caótico, empobrecido que es. ¿Qué pasó? ¿Alguien los invadió? ¿Estuvieron enfrascados en alguna guerra terrible? No, los argentinos eligieron a lo largo de medio siglo las peores opciones y siguieron eligiéndolas a pesar de todas las experiencias. Y ese es el peronismo. El peronismo es elegir el error, perseverar en el error, entecarse en el error a pesar de las catástrofes tras las catástrofes que ha sido la historia argentina moderna. Entonces, ¿cómo se entiende? Un país de gente culta, absolutamente privilegiado, una pequeña minoría de habitantes en un enorme país que es un continente dotado de todos los recursos naturales del mundo, ¿por qué no son el primer país de la tierra? ¿Por qué no tienen los mismos niveles de vida que Suiza?", se preguntó.

Al momento de encontrar una respuesta, el peruano señaló: "Porque los argentinos no han querido. Han querido ser pobres, vivir bajo dictaduras, han querido vivir dentro del mercantilismo más espantoso. Hay una responsabilidad del pueblo argentino en lo que ha ocurrido. Es lo que tendría que reconocer Argentina. Nadie les hizo lo que tienen. Lo hicieron ellos, lo construyeron ellos. A mí me espanta lo que ha ocurrido en Argentina. Porque yo me acuerdo la primera vez que fui a Argentina me quedé maravillado con el nivel de cultura que tenía la Argentina, era un país de clase media, practicamente no había pobres en el sentido latinoamericano de la pobreza".

Luego de esas palabras, Vargas Llosa no ocultó su enojo contra el matrimonio K al preguntarse "¿cómo puede estar una pareja como los Kirchner gobernando ese país? Que degradación: política, intelectual ¿Cómo es posible? Por eso para mí es un galimatías indescifrable".

Monday, December 06, 2010

Bogotá Colonial y de finales del siglo XIX

Para ver un extraordinario video sobre la Bogotá de principios del Siglo XX haz click aquí:  Centenario Bogotá 1910

Friday, December 03, 2010

El hombre que supo escuchar

Tomado de RevistaArcadia.com

Humberto Moreno ha estado a la cabeza de las compañías discográficas más importantes de Colombia.

Música - La nueva música colombiana vive un momento estelar. Pero detrás de todos los fenómenos artísticos siempre hay alguien que tomó el riesgo de creer en los grupos, grabar su música y lanzarlos al mercado; que nos sacó del tedio de la música comercial y nos puso a bailar al ritmo de otros sonidos. Helo aquí.

Por: Luis Daniel Vega
 

No es una coincidencia que la oficina de Humberto Moreno se caracterice por la austeridad. No estaba de trasteo, ni había señas de una remodelación reciente. Es simplemente así, discreta y apacible como ese hombre silencioso que responde con amabilidad correos y que, cara a cara, se abstrae de su celular para atender la visita de un periodista impertinente.

No hay afiches, tampoco esas odiosas placas con discos de oro, ni diplomas con títulos universitarios. Se destaca la ausencia de fotos con personajes importantes pero sí es posible ver por allí, ordenados con afecto y respeto, los demos de artistas incipientes que a diario le hacen llegar sus maquetas.

En un ambiente donde la vanidad está a la orden del día, el caso de Moreno es una excepción. Aunque sea difícil de creer, este hombre que durante cuarenta años ha estado detrás de algunas de las compañías discográficas más importantes de Colombia y cuya intuición ha marcado tendencias y estilos de la música popular local, no contesta con libretos premeditados, mira a los ojos, charla con generosidad y cuenta con familiaridad su historia, una de tantas, atrapada en los surcos de los discos.

Y este tipo, ¿quién es?

Para muchos de los que andamos pescando información acerca de la música colombiana, Humberto Moreno es un coloso. Para otros, es un perfecto desconocido, dado que muy cauteloso ha permanecido en la retaguardia de algunos de los fenómenos más trascendentales de nuestra música: editó gran parte de la raspa en los setenta; se involucró con hitos de la música bailable como Los Hispanos y Los Graduados; tuvo la osadía de grabar por primera vez a Jorge Velosa y los Carrangueros; sacó del olvido a Totó La Momposina, a Petrona y a Sofronín Martínez; cuando nadie daba un peso por el jazz en Colombia entre 1994 y 2000, editó cinco discos de Antonio Arnedo; tuvo la delicadeza de reimprimir el disco con el que los Gaiteros de San Jacinto ganaron el Grammy en 2008 y, actualmente, se ha dado la pela por nuevos sonidos como La Cumbiamba eNeYe, Mojarra Eléctrica, Toño Barrio, Banda La República y Puerto Candelaria.

Revisar su carrera es ver pasar frente a los ojos gran parte de la historia musical reciente de un país desmemoriado.

La escala musical

En los sesenta media humanidad andaba enloquecida por el rock; solo para algunos el asunto no fue la simple banda sonora de la vida: era la vida misma la que se rompía en mil pedazos en el momento en que Bill Haley o Elvis Presley tronaban roncos, como por un tubo, tanto en las emisoras de onda corta como en los traganíqueles de los cafés que pululaban en Bello, la pequeña ciudad antioqueña donde el futuro productor nacería en 1942.

Cuando mira para atrás, parece que todo lo que le ha pasado hubiese salido de la chistera de un mago. Pero no fue de repente. No heredó ningún emporio discográfico y en su familia no existió tradición musical alguna, salvo su padrino quien lo persuadió para cantar en el coro de la iglesia.

Tocado por el rock y la música tropical colombiana, Humberto Moreno, con tan solo 20 años, no quedó embelesado con el baile y junto a un viejo amigo de infancia, decidió abrir una tienda de discos.

En 1962, año de apertura del local, Bello albergaba un poco más de 95.000 habitantes, coyuntura demográfica aprovechada con ingenio por los jóvenes promotores. “Nos fue muy bien pues era la única que existía”, dice con risa al recordar La Escala Musical, un pequeño e incómodo local que regentaron durante dos años hasta el día que se la vendieron a Jaime Rincón, el mismísimo compositor de “La cuchilla”.

Apostada en las escaleras de un edificio que nunca se terminó de construir (de allí su nombre), en La Escala Musical aprendieron del negocio. Atendieron, escogieron los repertorios y promocionaron los artistas en las heladerías, además de enviar esporádicos informes de prensa que comenzó a publicar el periódico El Colombiano.

Sin tener idea de los terrenos que estaban pisando, presenciarían el surgimiento de grupos como los Teen Agers, los Falcons, los Golden Boys, los Be Bops, los Bobby Soxers y los Black Stars, entre muchos otros que darían origen a la raspa, estilo desdeñado por intelectuales y puristas, quienes vieron con malos ojos el hecho de que a grupos citadinos de rock se les diera por tocar música tropical.

De promotor a gerente: Codiscos y Discos F.M

La radio fue el siguiente paso y fue el lugar idóneo donde pudo asimilar secretos y estrategias del enrevesado universo de la industria discográfica. En Medellín, Radio Ritmos y Radio Armonía le cedieron sendos espacios, también presentó el programa “Juventud aquí estamos” (que llegó a tener 36.000 afiliados), viajó a Manizales para hacerse cargo en la Transmisora Caldas de la versión manizalita del famoso “Club del Clan”, y en Todelar fue, además del narrador de la legendaria radionovela “La ley contra el hampa”, conductor del programa “Discos Mundo”.

Si bien fue uno de los periodistas musicales más renombrados de su tiempo, ingresó a Codiscos donde empezó de cero en el papel de promotor.

En una escalada meteórica de doce años, Moreno pasó de convencer a los programadores de las emisoras a vicepresidente Artístico de esa empresa por donde pasaron leyendas de la talla de Fausto, Jimmy Salcedo, Pablus Gallinazo y Alfredo Gutiérrez a quien Humberto le guarda un respeto particular: “Innovador, versátil, creativo y único. Es el mejor exponente del artista integral que se ha proyectado desde el pasado hasta estos días”.

Así, como con Alfredo Gutiérrez, la perspicacia del productor ha sido tan afilada que por encima del simple propósito comercial, siempre ha existido en él un ánimo estético muy depurado y de buen gusto que lo ha hecho tomar riesgos como sucedió a finales de los setenta cuando fundó Discos F.M.

Como gerente de esta discográfica, Moreno se atrevió a editar a Jorge Velosa y los Carrangueros, la Orquesta Filármónica de Bogotá y Macumbia de Francisco Zumaqué, tres momentos estelares de la música colombiana del siglo XX y un acto de ?desobediencia ejemplar si tenemos en cuenta que por esa época Discos F.M se la jugaba toda por Los Bukis y maquinaba el andamiaje mediático de Menudo.

La peripecia final: MTM

Después de Discos F.M. Humberto Moreno se preparó para montar una empresa que le permitiera hacer unos discos poco usuales, dirigidos a un público más especializado, pero no por eso aburridos y crípticos.

En 1991 MTM inició labores; pero no sería sino hasta 1993 cuando de nuevo la astucia de Moreno se pondría del lado del talento local reeditando “La candela viva” de Totó La Momposina y produciendo a la banda local EX 3 con su éxito “Mi verdad”.

“Lo innovador siempre ha tenido obstáculos”, dice con la tranquilidad de haber confrontado los paradigmas mercantilistas de una industria colombiana más bien mediocre. De esta manera se ha dado el lujo de ofrecer extravagancias como “Chapinero Gaitanista” (de Eduardo Arias y Karl Troller), rock de avanzada con Catedral, la bellísima colección “Cien años de vallenato”, la voz de Liliana Montes y, recientemente, una espectacular reedición de la extinta banda bogotana Hora Local.

Casualidad o no, en los 19 años de actividad con MTM Humberto Moreno ha perfilado de alguna manera novedosas formas de asumir la música colombiana y en eso también ha sido visionario al marcar con el rótulo “Nueva Música Colombiana” (NMC) una serie de seis compilaciones donde el rock, el jazz, la música andina, la salsa y la electrónica evidencian lo que él considera es el mejor momento que vive la música colombiana en su historia.

Coda

A pesar del tiempo, su memoria es minuciosa, pero se le escapan algunos nombres y llama a algún viejo amigo para que le recuerde cuál fue el primer disco que compró. Parece que fue uno de los Teen Agers o uno de Elvis Presley; la verdad, no está muy seguro. Por lo pronto, mientras no piensa en ellos, en esos discos que son su vida, prefiere otras aventuras: retorna a la inocencia y relee con pasión a Verne y a Salgari.

Wednesday, December 01, 2010

A view of Professor Fekete by Hugo Salinas Price, President, Mexican Civic Association Pro Silver, A.C., Mexico City, Mexico

I first met Antal Fekete at a meeting of the “Committee for Monetary Research and Education”, CMRE, whose general secretary then was, and still is, the indefatigable Elizabeth E. Currier, well-known and loved by all who are interested in monetary and financial affairs.

The week-end meeting of CMRE in 1976 was at Arden House, the huge mansion built by Wall Street magnate and politician Averell A. Harriman, overlooking the Hudson river.

Antal was then tall, dark and handsome and I was immediately captivated, not only by his remarkably clear understanding of the problems of money and finance, but by his perception of important flaws in the economic thinking of Ludwig von Mises. This was something surprising to me; up to that time, I had never heard a valid criticism of von Mises’s work. My position was: “until such time as I hear a valid criticism of von Mises’s work, I regard his work as the last word in economics.”

Much to my surprise, Antal dissected von Mises’s theory of interest – commonly understood as the difference in value between an apple today and an apple one year from now – and demonstrated the logical error implied in the comparison. I think that he has elaborated a theory of interest that is superior in logical structure to that of von Mises – a very important achievement, indeed.

Antal’s thinking is dynamic, through his focus on arbitrage – each of us does arbitrage every time we perform an economic action; it is an omnipresent phenomenon. His other seminal focus is on the marginal actor in the determination of asked and bid prices, the discount rate, the floor and ceiling to interest rates, doing this arbitrage.

Antal has also pointed out that bond speculation was non-existent when all bonds were payable in gold. Bond speculation has been the source of enormous concentration of power in the hands of speculators, and he has identified the mechanism which has made that possible. A lot of newsprint bears witness to the damage that speculation in bonds is causing. Fekete tell us that “a man-made risk is not a valid matter for speculation; only speculation on risks caused by Nature is valid.”

Antal opened my eyes to the truth about the much-disparaged Real Bills Doctrine of Adam Smith, which even von Mises rejected. This has further discomfited those who insist on idolizing von Mises. I knew von Mises personally and I have no doubt that he would have generously welcomed the refreshing ideas of Antal E. Fekete, a Hungarian by birth. Von Mises, a Viennese Austrian, was not a vain man; he was a kind man who would never have disparaged or rejected a thinker who was at least his equal.

Another point on which Antal differs from von Mises, is in the latter’s consideration of a redeemable bank note as a present good. Antal is surely correct in considering that only the gold coin, for which the bank note can be exchanged, is a present good. “Indubitably!”, I say.

His first essay published as a Monograph in the CMRE series, “Borrowing Short and Lending Long” was a masterpiece. It gave me my first impulse and inspiration to think of silver as the best possible money for popular use by the Mexican nation. Reading over this essay today, it is the best primer for understanding the financial fragility now reigning in the world, a condition that has yet to run its inevitable course.

When we met, Antal E. Fekete was hardly known. Today, he is read around the world, as he fully deserves to be. I am proud to call this man my friend. His thinking is as fresh and profound as ever; his erudition is classic, hard to be found in economic circles today.

Hugo Salinas Price
October 4, 2007

Wednesday, November 24, 2010

Cómo y por qué el estado destruye la sociedad

Por Frank Chodorov. (Publicado el 22 de noviembre de 2010)
El artículo original se encuentra aquí http://mises.org/daily/4835
Traducido del Inglés al Español por EUribe

[Tomado de The Rise and Fall of Society]

No le corresponde a un diagnosticador prescribir un remedio y sería charlatanería por su parte cuando tenga recelos respecto de su valor curativo. Puede ser que la lucha entre Sociedad y Estado sea inevitable: puede estar en la naturaleza de las cosas que la lucha continúe hasta que la destrucción mutua allane el terreno para la aparición de una nueva Sociedad, a la que se asocie un nuevo establishment político para dar lugar a un nuevo destino.

Quizá la malignidad sea propia del hombre. Sería absurdo sugerir que los machos cuadrúpedos, acuciados por la urgencia reproductiva, tendrían que conocer mejor a las hembras en lugar de dedicarse a batallas mortales por su posesión y es posible que la lucha histórica entre la organización social y la organización política signifique lo mismo.

El apoyo a esta conclusión se encuentra en el terreno que hemos cubierto.

Empezando por el hombre (¿dónde si no podemos empezar?), le encontramos impelido por un impulso interno a mejorar sus circunstancias y ampliar su horizonte: una capacidad autogeneradora de deseos le lleva de una gratificación a otra. Cada gratificación representa un gasto de trabajo que, como produce un sentimiento de cansancio, encuentra desagradable. Su inclinación es evitar el trabajo tanto como sea posible, pero sin sacrificar su mejoramiento.

Ejerce presión sobre este modus operandi natural un don humano peculiar: la facultad de razonar. (Es esta facultad la que sugiere una posible solución del conflicto Sociedad-Estado, que explicaremos más adelante). Su razón le dice que el negocio de multiplicar satisfacciones se alcanza mejor en cooperación con sus congéneres.

Así aparece la Sociedad y sus técnicas: especialización e intercambio, acumulaciones de capital, competencia. La Sociedad es un dispositivo de ahorro de trabajo, inventado instintivamente; no es un acuerdo institucional más de lo que lo es la familia, sino que igual que la familia germina en el composición del hombre.

El método del mercado produce más por menos trabajo que la autosuficiencia individual, aunque el precio que siempre demanda es el trabajo. No hay manera de evitarlo. Aún así, es un precio que se paga con reticencias y de este conflicto interno entre costes y deseos aparece el drama del hombre organizado.

La imposibilidad de obtener algo de la nada, el summum bonum, no destierra la esperanza o intimida la imaginación y en su esfuerzo por alcanzar el sueño, el hombre recurre frecuentemente a la depredación: la transferencia de la posesión y el disfrute de las satisfacciones del productor al no productor. Como los hombres trabajan sólo para satisfacer sus deseos, su transferencia induce un sentimiento de dolor y en respuesta a ese sentimiento el productor establece un mecanismo protectivo.

Bajo condiciones primitivas, confía en su propio poder de resistencia al robo, en su fortaleza personal más las armas que tiene a su disposición. Ése es su Gobierno. Como esta ocupación protectora interfiere con su interés principal de producir satisfacciones y es frecuentemente ineficaz, está bastante dispuesto a encargársela a un especialista cuando el tamaño y opulencia de la Sociedad reclama un servicio así. El Gobierno ofrece el servicio social especializado de salvaguardar el mercado.

La característica distintiva de este servicio es que disfruta de un monopolio de la coerción. Ésta es la condición necesaria para que funcione el negocio: cualquier división de la autoridad acabaría con el propósito para el que se establece el Gobierno.

Aún así, se mantiene el hecho de que el Gobierno es una organización humana, compuesta de hombres que son exactamente como los hombres a los que sirve. Esto es, ellos también buscan satisfacer sus deseos con el mínimo de esfuerzo y también son insaciables en sus apetitos. Además de los deseos comunes que poseen todos los hombres, el personal del Gobierno adquieren uno propio de su ocupación: la adulación que reciben porque sólo ellos ejercitan la coerción. Son gente aparte.

Los honores que deriven del ejercicio del poder hacen aparecer una pasión por éste, particularmente en hombres cuyas capacidades no serían advertidas en el mercado y es fuerte la tentación de expandir el área de poder; la función negativa de protección es demasiado limitada para hombres con ambición. Así que la tendencia en el mundo del funcionariado es asumir una capacidad para funciones positivas, para invadir el mercado, para asumir regular, controlar, gestionar y manipular sus técnicas.

A decir verdad, no hace nada parecido, pues las técnicas operan por sí mismas y todo lo que puede lograr el poder político con sus intervenciones es controlar el comportamiento humano: consigue el cumplimiento por la amenaza del castigo físico. Ése es de hecho todo el ser y el fin del poder político. Aún así, tal es el carácter del humano que admira y a veces adora al congénere que domina su voluntad y es tal este adquirido sentido de superioridad que es el principal beneficio del funcionariado.

La transición del Gobierno negativo al Estado positivo viene marcada por el uso del poder político para fines predatorios. En su búsqueda de poder, el funcionariado tiene en consideración la ineluctable pasión del algo por nada y procede a obtener el apoyo de segmentos de la Sociedad inclinados a emplumar sus nidos sin recoger plumas.

Es un acuerdo de quid pro quo, por el que el poder de compulsión se cede a individuos o grupos favorecidos a cambio de su aceptación de la adquisición de poder. El Estado vende privilegios, lo que no es sino una ventaja económica obtenida por unos a expensas de otros.

En tiempos más antiguos, el grupo privilegiado era una clase terrateniente, que proporcionaba apoyo militar para el poder político, o un grupo mercantilista, que contribuí a las arcas imperiales a partir de sus beneficios generados por monopolios políticos; con la llegada del sufragio popular, al hacer el ascenso político dependiente de un favor más amplio, tuvo que extenderse el negocio del soborno y así se produjo la subvención de granjeros, inquilinos, mayores, usuarios de electricidad y así sucesivamente. Sus intereses creados en el Estado les hacen dóciles para sus fines.

Es esta participación en la depredación lo que caracteriza al Estado. Sin el apoyo de grupos privilegiados, el Estado se desmoronaría. Sin el Estado, los grupos privilegiados desaparecerían. El contrato se basa en la ley de la parsimonia.

El instrumento que pone al Estado en posición negociadora con sus favoritos son los impuestos. Al principio, cuando la simple comunidad establece el Gobierno, se admite que sus operaciones puedan no ser productivas y por tanto tengan que ser apoyadas por el mercado. Deben pagarse los servicios.

Pero la manera de pagar por el servicio del Gobierno genera un problema: los impuestos son cargas obligatorias, no pagos voluntarios y su recaudación se confía a la misma gente que vive de ellos; el poder coactivo que se les otorga se emplea para recaudar sus propios salarios.

Es comprensible que esta función se aplique con vigor. Aún así, allí donde el poder político está bajo la supervisión constante de la Sociedad, la urgencia por aumentar los impuestos para agrandar el poder político puede estar bajo control. Pero esta restricción pierde fuerza a medida que la Sociedad crece en tamaño y complejidad de sus intereses: la preocupación de sus miembros por las empresas productivas diluye su interés en los asuntos públicos, que tienden a convertirse en asunto privado de los funcionarios.

Se produce la centralización del poder político, que es simplemente su separación de las restricciones de las sanciones sociales, y los tipos impositivos crecen al mismo tiempo. El establishment político (la corte de Luis XIV o la igualmente improductiva burocracia del moderno estado “de bienestar”) adquiere así autosuficiencia: tiene los medios para pagar sus nóminas por fuerza e invertir en empresas para acumular poder.

Siempre hay razones buenas y suficientes para más y más impuestos. El templo de Salomón, las vías de Roma, la protección de las “industrias nacientes”, la disposición militar, la regulación de la moral, la mejora del “bienestar general”, todas piden su parte en el mercado y el producto final de cada parte es un aumento en el poder del Estado.

Algunas de las apropiaciones se filtran a algunos miembros de la sociedad, satisfaciendo así el deseo de algo por nada, al menos temporalmente, y así estimulan una disposición a tolerar la institución y a eliminar el entendimiento de su carácter depredatorio. Hasta que el Estado no alcanza su objetivo final, el absolutismo, su respuesta a las quejas sobre impuestos es que “el otro” paga todo lo recaudado y eso parece satisfacer.

Pasando rápido por la biografía de las instituciones políticas, la práctica de comprar el apoyo de los grupos privilegiados y subvencionados cambia cuando el Estado se hace autosuficiente, es decir, cuando el mercado esta completamente bajo su dominio. Entonces el Estado se convierte en la única clase privilegiada. La costumbre y la necesidad reducen a la Sociedad a una condición servil a la burocracia y la policía, los componentes del Estado.

Esta condición se conoce actualmente como totalitarismo, pero en realidad no es sino conquista, la conquista de la Sociedad por el Estado. Así que, sea o no el Estado originado en la conquista, como sostenían algunos historiadores, el resultado final de las instituciones políticas no controladas es el mismo: la Sociedad se esclaviza.

Esto no es el final. El tamaño del Estado crece con la depredación, el tamaño de la Sociedad se encoge en proporción. Para una explicación de esta antítesis, volvemos a la composición del hombre. Descubrimos que sólo trabaja para satisfacer sus deseos, de los que tiene una plétora, y que el resultado de sus esfuerzos está en proporción a su ingesta de satisfacciones.

Si esta inversión de trabajo no genera beneficios o si la experiencia le dice que no puede esperarse ninguno, su interés por el trabajo decae. Es decir, la producción disminuye por la cantidad de expropiación que debe soportar: si la expropiación es demasiado severa y la evasión se hace imposible, de forma que aprende a aceptarla como una forma de vida y olvida lo que realmente es, su producción tiende al mínimo de la mera existencia.

Pero como el Estado prospera a partir de lo que expropia, la disminución general de la producción a la que induce su avaricia anuncia su propia condena. Su fuente de ingresos se seca. Así, al derribar a la Sociedad, se derriba a sí mismo. Su desmoronamiento final normalmente lo ocasiona una guerra desastrosa, pero precediendo a ese acontecimiento hay una historia de aumentar gravámenes descorazonadores en el mercado, generando una disminución de las aspiraciones, esperanzas y autoestima en sus víctimas.

Cuando hablamos de la desaparición de una civilización, no queremos decir que se haya extinguido un pueblo. Todo holocausto deja supervivientes. Lo que implica la caída de una civilización es la desaparición de la memoria de una acumulación de conocimiento y de valores que en un tiempo obtuvo un pueblo.

Las artes y ciencias prevalentes, la religión y los modales, las formas de vivir yd e ganarse la vida se han olvidado. Han sido arrumbadas no por una pila de polvo sino por una falta general de interés en las satisfacciones marginales, en las cosas que los hombres tratan de lograr cuando se gana la lucha por la existencia. Podemos arreglárnoslas sin cuchillos y tenedores cuando obtener comida es bastante problema y el primer objetivo del vestido es ofrecer calor, no adorno.

Por el contrario, cuando se acumulan los productos primarios, el ser humano empieza a soñar con nuevos mundos a conquistar, incluido el mundo de la mente: cultura, ideas, valores. Las conquistas acumuladas se convierten en indicios de una civilización. La pérdida de una civilización es el reverso de ese proceso de acumulación cultural. Es la renuncia, por razones de necesidad, a aquellas satisfacciones que no son esenciales para la existencia. Es un proceso de olvidar a través de las fuerza de la circunstancia: es la abstinencia impuesta por el entorno.

A veces la voluntad de la naturaleza impone la abstinencia por un tiempo, pero la historia muestra que el hombre es bastante capaz de superar esos obstáculos a sus ambiciones. El obstáculo que no parece se capaz de superar es su inclinación a la rapiña, que da lugar a la institución del Estado; es esta institución la que en definitiva induce a un clima de utilidad o falta de interés en esforzarse y así destruye la civilización que alimenta. O como muestra la historia: toda civilización que declinó o se perdió llevaba a la espalda un Estado todopoderoso.

El colapso de un Estad significa un debilitamiento de los instrumentos de coacción por medio de los cuales la propiedad de los frutos del trabajo propio se transfieren a gobernantes improductivos o sus cómplices. A partir de entonces, tal vez durante siglos, la libertad prevalece, los hombres aprenden de nuevo a soñar y esperar y la consecución de cada sueño mediante trabajo anima a otras fantasías y genera más esfuerzo; así la riqueza se multiplica, el conocimiento se acumula, los modales toman forma y los valores inmateriales adquieren importancia en la jerarquía humana. Ha nacido una nueva civilización.

Aunque se recupere por accidente algo de la civilización perdida, lo que se ha enterrado tiene que volverse a aprender: la nueva civilización no crece a partir de su predecesora, sino que deriva de los esfuerzos de los vivos. En todo caso, la historia nos dice que en cuanto empieza una civilización se asocia a ella una institución política que se alimenta de ella y acaba devorándola. Y el estribillo empieza de nuevo.


Frank Chodorov fue un defensor del libre mercado, el individualismo y la paz. Empezó apoyando a Henry George y editó la revista georgista The Freeman antes de fundar su propio periódico, que fue el influyente Human Events. Después fundó otra versión de The Freeman para la Foundation for Economic Education y dio clases en la Freedom School en Colorado.

Monday, November 22, 2010

Los Estados Unidos y el socialismo en América Latina

por Hans F. Sennholz
Artículo publicado originalmente en CEES, N. 40, Abril 1962 .


Tomado de http://www.biblioteca.cees.org.gt/

Muchos «liberales», norteamericanos creen de buena fe que las reformas sociales constituyen la mejor defensa contra el avance mundial del comunismo.

Para ayudar a los países pobres o sub-desarrollados, muchos de ellos recomiendan la adopción de reformas agrarias, impositivas y todo tipo de programas de tipo social. Se dice que éstas reformas contribuirán a distribuir la riqueza nacional en una forma más equitativa y a aumentar la producción económica para llenar las necesidades del pueblo.

La política de los Estados Unidos hacia los países de Latinoamérica, parece fundarse en las mismas ideas. A principios de mayo, cuando el Presidente Kennedy anunció la concesión de nuevos subsidios y créditos a Bolivia, hizo un elogio de las reformas económicas adoptadas por el gobierno de dicho país. «Vuestra gran Revolución», escribió al Presidente de Bolivia, «ha abierto una ruta para que los demás países la sigan».

Es interesante recordar que el gobierno socialista de Bolivia hace 9 años confiscó minas, tierras y propiedad privada en general. El entonces Ministro del Trabajo y ahora Vice-Presidente, Juan Lechín, alardeó que la reforma agraria de Bolivia se realizó en forma más radical aún que la que llevó a cabo la China Roja. El Gobierno llegó inclusive a encarcelar o expulsar a miles de terratenientes y capitalistas.

Pero esta llamada «Revolución», en lugar de producir abundancia, sólo ha traído miseria y hambre a Bolivia; la producción minera que antes constituía el pilar de la economía de Bolivia, se ha derrumbado estrepitosamente. El país está en bancarrota, el pueblo empobrecido y a tal punto fanatizado, que puede admitir fácilmente la forma más descarada de comunismo.

El Presidente Kennedy en un reciente mensaje a la Conferencia Interamericana en Punta del Este, claramente reiteró su posición «liberal».

Hablando acerca del plan de «auto-capacitación» de los países latinoamericanos dijo: «Para una Nación en vías de desarrollo, ello significa una cuidadosa planificación nacional, el establecimiento de metas, prioridades y programas de largo alcance… ello significa el pleno reconocimiento del derecho que tienen todas las gentes a participar en nuestro proceso Porque dentro de la vida democrática, no hay lugar para aquellas instituciones que beneficien a los pocos y nieguen las necesidades de los muchos, aún cuando la eliminación de ellas pudiera exigir cambios difíciles y de gran trascendencia como la Reforma Agraria, la Reforma Impositiva y un énfasis en la resolución de los problemas de la educación, salubridad y vivienda».

Estamos totalmente de acuerdo con el Presidente Kennedy en que los países pobres necesitan urgentemente de ciertas reformas sociales y económicas. Pero el problema radica en saber elegir cuáles reformas han de aplicarse. Algunas mejoran las condiciones económicas y promueven el avance de las instituciones democráticas, en tanto que otras abaten la producción, la iniciativa, la moralidad y por ello no provocarán otra cosa sino el incremento del comunismo.

Las reformas benéficas alientan la libertad individual y son salvaguarda de la propiedad privada. Dejan en entera libertad el desarrollo e inventiva de los hombres y protegen a todo productor hábil e industrioso, del odio y envidia de los incapaces y de aquellos grupos que se coaligan para obtener beneficios por la vía política.

América Central y Sudamérica necesitan, desde luego, liberarse de los numerosos controles burocráticos, de los carteles y monopolios oficiales.

Los pueblos de Latinoamérica que actualmente sufren serias presiones inflacionarias, necesitan una política de estabilidad monetaria y de integridad fiscal que promuevan el ahorro individual, la industrialización y la confianza en general. Necesitan también, adoptar urgentemente las mismas políticas que hicieron de los Estados Unidos el país libre y próspero que es ahora.

Las reformas dañinas consisten en la intervención gubernamental que hostiliza la libertad e iniciativa individuales y que no hacen sino despojar a los productores del fruto de su trabajo y distribuir sus ingresos y propiedades a través de subsidios y regalos. Dichas reformas no hacen sino preparar el camino para el advenimiento del socialismo, que no es otro que el antecedente del comunismo.

Nadie puede negar que la adopción de planes económicos gubernamentales constituye la característica esencial del socialismo. No son más que un substituto socialista del libre mercado, o sea aquél en que la gente está en libertad para perseguir sus propias metas o fines. Los planes oficiales despojan al pueblo de la libertad de elección individual y establecen en su lugar, un control político sobre la economía.

El término «Planificación Nacional», significa la planeación política por parte de planificadores e inspectores, quienes actúan de acuerdo con sus propias ideas sobre lo que es justo, adecuado y políticamente aceptable. Significa, también, la organización de grupos de presión política con la finalidad de quitarles su riqueza a los productores y distribuirla entre los favoritos del Estado. En esas circunstancias, dicha política destruye la producción, la iniciativa y la moralidad.

Las demandas de reforma agraria e impositiva provienen del arsenal ideológico del socialismo. La confiscación de los altos ingresos y la expropiación de tierras, destruyen los fundamentos de una sociedad libre, de la propiedad privada y de la productividad individual e impiden la formación de capital, su acumulación la investigación tecnológica y el desarrollo en general. Son causas del estancamiento económico y de la pobreza y contribuyen al desarrollo de la mentalidad estatista, que es la condición mental propia del comunismo.

Es trágico, desde luego, que el Gobierno de los Estados Unidos, esté ejerciendo su gran influencia, hacia el logro de reformas dañinas para Latinoamérica. Con nuestros dispendiosos programas de ayuda extranjera, estamos financiando un sinnúmero de esquemas y experimentos socialistas. Los gobiernos que reciben nuestra ayuda, deben cumplir con nuestras condiciones de elevar los ingresos y los impuestos y de dividir las grandes posesiones agrícolas, distribuyendo los despojos entre el populacho. Estamos recomendando los déficits presupuestarios y la expansión crediticia como condiciones para el desarrollo económico, y cuando un Gobierno ha dilapidado sus ingresos y se enfrenta al problema de una devaluación monetaria, el Gobierno de los Estados Unidos viene en su ayuda a través de ayuda extranjera facilitándole reservas de oro y divisas.

Desgraciadamente, quienes gastan la ayuda económica que los Estados Unidos otorgan, ignoran que nuestra propia moneda está muy debilitada, que nos amenaza una devaluación y una suspensión de nuestros pagos al extranjero en oro.

Los pueblos desposeídos de Latinoamérica necesitan de impuestos más bajos, de una sana política monetaria y de más iniciativa y capital privado, no obstante que el criterio de las autoridades norteamericanas, su ejemplo y consejos prediquen exactamente lo contrario.

Ellos no necesitan de ninguna «Alianza para el Progreso», sino de una alianza para la libertad, que es la condición indispensable para el progreso.

«La economía de mercado social no implica la libertad de los empresarios para eliminar la competencia por medio de convenios del tipo de los carteles; por el contrario, implica la obligación de granjearse el favor del consumidor por aquello que rinda y realice en competencia con el concurrente. No es el Estado el que debe decidir quién ha de vencer en el mercado, ni tampoco una organización de empresas como son los carteles, sino exclusivamente el consumidor, la calidad y el precio determinan la clase y orientación de la producción, y sólo conforme a estos criterios se verifica la selección en el terreno de la economía privada». (Ludwig Erhard: «Bienestar para Todos»).

Thursday, November 18, 2010

La Fábula de la Bolsa de Valores

 Una vez llegó al pueblo un señor, bien vestido, se instaló en el único hotel que había, y puso un aviso en el único periódico local que decía que estaba dispuesto a comprar cada mono que le trajeran por $10.

Los campesinos, que sabían que el bosque estaba lleno de monos, salieron corriendo a cazar monos.

El hombre compró, como había prometido en el aviso, los cientos de monos que le trajeron a $10 cada uno sin chistar.

Pero, como ya quedaban muy pocos monos en el bosque, y era difícil cazarlos, los campesinos perdieron interés, entonces el hombre ofreció $20 por cada mono, y los campesinos corrieron otra vez al bosque.

Nuevamente, fueron mermando los monos, y el hombre elevó la oferta a $25 y los campesinos volvieron al bosque, cazando los pocos monos que quedaban, hasta que ya era casi imposible encontrar uno.

Llegado a este punto, el hombre ofreció $50 por cada mono, pero, como tenía negocios que atender en la ciudad, dejó a su ayudante cargo del negocio de la compra de monos.

Una vez que viajó el hombre a la ciudad, su ayudante se dirigió a los campesinos diciéndoles: fíjense en esta jaula llena de monos que mi jefe compró para su colección. Yo les ofrezco venderles a ustedes los monos por $35, y cuando el Jefe regrese de la ciudad, se los venden por $50 cada uno.

Los campesinos juntaron todos sus ahorros y compraron los miles de monos que había en la gran jaula, y esperaron el regreso del Jefe.

Desde ese día, no volvieron a ver ni al ayudante ni al jefe. Lo único que vieron fue la jaula llena de monos que compraron con sus ahorros de toda la vida.

Ahora tienen ustedes una noción bien clara de cómo funciona el MERCADO DE LA BOLSA DE VALORES!!!!.

Mucha suerte en las Inversiones...........



Autor anónimo

Wednesday, November 03, 2010

Historia de la "Property and Freedom Society"

La Property and Freedom Society (PFS), creada por el renombrado filósofo libertario y economista austriaco Hans-Hermann Hoppe, fue establecida en mayo del 2006 en el Hotel Karia Princess en Bodrum, Turquía.

La idea de fundar una organización para promover el “Austro-libertarismo”, la filosofía económica y social caracterizada de la manera más prominente durante el siglo 20 por el economista austriaco Ludwig von Mises y su estudiante estadounidense Murray N. Rothbard, y atado a los economistas franceses decimonónicos Frederick Bastiat y Gustave de Molinari, fue presentada por Hans-Hermann Hoppe en agosto del 2005 durante una pequeña reunión informal en el Summer University del Mises Institute en Auburn, Alabama. Los que estuvieron presente en la reunión, Thomas DiLorenzo, Guido Hulsmann y Ralph Raico, le dieron la bienvenida al proyecto, y Guelcin Imre ofreció ser el anfitrión de la reunión inaugural de la sociedad en Bodrum, Turquía. Poco después, Walter Block, Joseph Salerno, y Stephan Kinsella se unieron al proyecto.


FUNDAMENTOS de la Property and Freedom Society

Declaración inaugural de la reunión en Bodrum, Turquía, mayo 2006

La Property and Freedom Society se manifiesta por un radicalismo intelectual sin compromisos: en defensa de la propiedad privada justamente adquirida, la libertad de contratos, la libertad de asociación, que lógicamente implica el derecho de no asociarse con (o discriminar contra) cualquiera, en los asuntos personales, así como un libre comercio sin condiciones. Condena el imperialismo y el militarismo y a quienes los fomentan, y lucha por la paz. Rechaza el positivismo, el relativismo y el igualitarismo en cualquiera de sus formas, ya sea de resultados o de oportunidad, y tiene un manifiesto distanciamiento de los políticos y la política. Como tal, busca evitar cualquier asociación con las políticas y propuestas de los intervencionistas, que Ludwig von Mises identificó en 1946 como el error fatal, en el plan de muchos antecedentes y contemporáneos intentos de los intelectuales, alarmados por la creciente ola de socialismo y totalitarismo, que se encuentra en el movimiento ideológico antisocialista. Mises escribió: “Lo que no comprendieron estos asustados intelectuales era que todas esas medidas de interferencia gubernamental en los asuntos que ellos defienden son abortivas… No hay tercera vía. O los consumidores son soberanos, o lo es el Gobierno”.

Como libertarios culturalmente conservadores, estamos convencidos de que el proceso de descivilización ha alcanzado un punto de crisis y que es nuestro deber moral e intelectual llevar a cabo un serio esfuerzo de reconstruir una sociedad libre, próspera y moral. Es nuestra profunda creencia que una aproximación desde el radicalismo políticamente intransigente es, en el largo plazo, el camino más seguro para nuestro querido objetivo de un régimen totalmente libre de trabas a la libertad individual y a la propiedad privada. En esa búsqueda de un nuevo comienzo joven y radical, nos dirigimos a esas viejas y olvidadas palabras de Friedrich A. Hayek: “Debemos tomar la construcción de una sociedad libre de nuevo como una aventura intelectual, un acto de coraje. Lo que nos falta es una utopía liberal, un programa que no parezca ni una mera defensa de las cosas como están ni una forma diluida de socialismo, sino un verdadero radicalismo liberal que no excuse las susceptibilidades de los poderosos… que no es practicado demasiado concienzudamente y que no se conforma con lo que aparece hoy como políticamente imposible. Necesitamos líderes intelectuales que estén preparados para resistir las lisonjas del poder y la influencia, y que estén dispuestos a trabajar por un ideal, por muy escasas que sean las perspectivas de su pronta realización. Han de ser hombres que estén dispuestos a aferrarse a los principios y a luchar por su plena realización, aunque fuere remota… A no ser que seamos capaces de hacer de los fundamentos filosóficos de una sociedad libre de nuevo un asunto intelectual vivo, y su puesta en práctica una tarea que rete la imaginación y el genio de nuestras mentes más despiertas, las perspectivas para la libertad serán muy oscuras. Pero si podemos recuperar esa fe en el poder de las ideas que fue la característica del mejor liberalismo, la batalla no está perdida”.

Traducción de José Carlos Rodriguez y Manuel Lora

Thursday, October 21, 2010

Auge y Caída de la Ciudad

Mises Diario: Miercoles 23 de Noviembre de 2005

por Hans-Hermann Hoppe

Casi todos los entornos urbanos en el mundo están plagados de conflictos entre grupos, tanto es así que los comentaristas políticos pueden hablar de votos y candidatos, generalmente en términos de composición demográfica e impacto del voto. No es sólo en Baghad donde la gente lucha por las palancas del poder. Más bien, cada elección enciende el “voto religioso", el "voto negro", el “voto de los negocios”, el “voto de la mujer”, etc. Este es un triste comentario sobre la ciudad moderna, fundada en la Edad Media como un lugar de paz y de comercio y la cual vino a ser el fundamento mismo de la civilización.

¿Por qué existen estos conflictos y porqué la ciudad - el centro cultural de la civilización, caracterizada por la paz y la prosperidad - los atrae? Los marxistas dicen que ese conflicto urbano tiene sus raíces en la guerra entre el capital y el trabajo, los racistas dicen que su raíz se encuentra en la explotación de una raza por otra, y las feministas lo ven como el resultado de la lucha perpetua por el sexo. La religión evidentemente juega su papel también, tal como lo demuestra el caso de Irak.

Y, sin embargo ninguno de estos factores habla de la causa fundamental del conflicto urbano. Como respuesta ofrezco esta reflexión, tomada de mi libro Democracia: El Dios que falló: es el Estado, y ninguna otra institución o fuerza social, la entidad que convierte la pacífica civilización urbana en una zona de guerra:

Ludwig von Mises explicaba la evolución de la sociedad - de la cooperación humana bajo la división del trabajo - como el resultado combinado de dos factores. Estos factores son, en primer lugar, las diferencias existentes entre los hombres (trabajo) y las desigualdades en la distribución geográfica de los factores de producción brindados por la naturaleza (tierra), y en segundo lugar, el reconocimiento del hecho de que la labor efectuada bajo la división del trabajo es más productiva que el trabajo realizado en aislamiento autosuficiente. Escribe:

Siempre y cuando la labor bajo la división del trabajo sea más productiva que el trabajo aislado, y siempre y cuando el hombre sea capaz de darse cuenta de este hecho, la acción humana por si misma tiende hacia la cooperación y la asociación, el hombre se convierte en un ser social, no al sacrificar su propios intereses en aras de una mítica Moloch, la sociedad, sino al perseguir el mejoramiento de su propio bienestar. La experiencia enseña que esta condición - la mayor productividad lograda bajo la división del trabajo - está presente porque su causa - la desigualdad innata de los hombres y la desigualdad en la distribución geográfica de los factores naturales de producción - es real. Por lo tanto estamos en condiciones de comprender el curso de la evolución social. [1]
Es importante destacar varios puntos interesantes a fin de lograr un entendimiento apropiado de esta idea fundamental de Mises sobre la naturaleza de la sociedad - puntos que también nos ayudarán a llegar a algunas conclusiones preliminares sobre los roles del sexo y la raza en la evolución social.

En primer lugar, es importante reconocer que las desigualdades con respecto al trabajo o la tierra son una condición necesaria pero de ninguna manera una condición suficiente para el surgimiento de la cooperación humana. Si todos los seres humanos fueran idénticos y todo el mundo estuviera equipado con idénticos recursos naturales, todo el mundo produciría la misma calidad y cantidad de bienes, y por tanto la idea de intercambio y cooperación nunca entraría en la mente de alguien.

Sin embargo, la existencia de desigualdades no es suficiente para lograr la cooperación. También hay diferencias en el reino animal - en particular la diferencia de sexo (género) entre los miembros de la misma especie animal, así como la diferencia entre las distintas especies y subespecies (razas), pero no hay tal cosa como la cooperación entre los animales .

Sin duda, están las abejas y las hormigas que se conocen como "sociedades de animales". Sin embargo, forman sociedades sólo en sentido metafórico [2]. La cooperación entre las abejas y las hormigas se efectúa exclusivamente por factores biológicos - por instintos innatos. No pueden no cooperar como lo hacen, y sin ciertos cambios fundamentales en su estructura biológica, la división del trabajo entre ellos no está en peligro de romperse. En claro contraste, la cooperación entre los seres humanos es el resultado de acciones individuales con propósito, dirigidas concientemente a la consecución de sus fines personales. Como resultado, la división del trabajo entre los hombres está constantemente amenazada con la posibilidad de desintegración.

En el reino animal, entonces, de la diferencia entre los sexos sólo puede decirse que es un factor de atracción - para la reproducción y la proliferación -, mientras que podemos referirnos a las diferencias entre especies y subespecies como un factor de repulsión, de separación, o aún de fatal antagonismo, de evasión, de lucha y aniquilación.

Por otra parte, en el reino animal no tiene sentido describir el comportamiento resultante de la atracción sexual como consensual (el amor) o sin consentimiento (violación), ni tampoco tiene sentido hablar de la relación entre miembros de diferentes especies o subespecies como uno de hostilidad y odio o de delincuente y víctima. En el reino animal sólo existe la interacción, que no es ni comportamiento cooperativo (social) ni comportamiento criminal (antisocial). Como dice Mises:

Hay interacción - influencia recíproca - entre todas las partes del universo: entre el lobo y la oveja que devora; entre el germen y el hombre que mata, entre la piedra que cae y aquello sobre lo que cae. La sociedad por el contrario, implica siempre hombres que actúan en cooperación con otros hombres a fin de permitir a todos los participantes alcanzar sus propios fines [3].
Si la cooperación humana ha de evolucionar, además de las desigualdades en tierra y mano de obra, debe cumplirse con un segundo requisito. Los hombres - al menos dos de ellos - deben ser capaces de reconocer la mayor productividad de una división del trabajo basada en el reconocimiento mutuo de la propiedad privada (del control exclusivo de cada uno sobre su propio cuerpo y sus posesiones físicas) al compararla con la obtenida, o bien con el aislamiento auto-suficiente, o bien con la agresión, depredación, y dominación.

Es decir, debe haber un mínimo de inteligencia o racionalidad, y los hombres - al menos dos de ellos - debe tener la suficiente fuerza moral para entender este concepto y estar dispuestos a renunciar a la gratificación inmediata por una aún mayor satisfacción en el futuro. Sino fuera por la inteligencia y la voluntad consciente, escribe Mises, los hombres hubieran permanecido por siempre como enemigos mortales entre sí, rivales irreconciliables en sus esfuerzos por asegurar una parte de la escasa oferta de medios de sustento que ofrece la naturaleza. Cada hombre se habría visto obligado a ver a todos los demás hombres como enemigos; el ansia por la satisfacción de sus apetitos le habría llevado a un conflicto implacable con todos sus vecinos. Bajo tal estado de cosas no se hubieran podido desarrollar sentimientos de compasión, solidaridad o simpatía [4].

Hay miembros de la especie humana que son capaces de entender el concepto, pero que carecen de la fuerza moral para actuar en consecuencia. Tales personas bien pueden ser, bestias inofensivas que viven aparte, separadas de la sociedad humana, o simplemente son delincuentes. Hay personas que a sabiendas actúan equivocadamente y que además de tener que ser domesticadas, o incluso físicamente derrotadas, deben ser castigadas en proporción a la gravedad de su crimen para hacerles comprender la naturaleza de sus malas acciones y es de esperarse que con ello aprendan una lección para el futuro. La cooperación humana (la sociedad) puede prevalecer y avanzar siempre y cuando el hombre sea capaz de dominar, domesticar, apropiar, y cultivar su entorno físico y animalístico, y siempre que consiga reprimir el delito, reduciéndolo a una rareza, por medio de auto-defensa, protección de la propiedad, y castigo [5].

Una vez se cumplen estos requisitos, sin embargo, y mientras el hombre, motivado por el conocimiento de la mayor productividad física de la división del trabajo basada en la propiedad privada, se dedica a intercambios mutuamente beneficiosos, las fuerzas "naturales" de atracción que surgen de las diferencias entre los sexos y las fuerzas "naturales" de repulsión o enemistad derivadas de las diferencias entre, e incluso dentro de, las razas, puede ser transformadas en verdaderas relaciones "sociales". La atracción sexual, de cópula, puede transformarse en relaciones consensuales, en lazos de unión mutua, en hogares, familias, amor y afecto [6]. (Lo demuestra la enorme productividad del hogar familiar que, como ninguna otra institución, ha demostrado ser más duradera o capaz de producir tales emociones). Y la repulsión inter e intra-racial puede transformarse de sentimientos de enemistad u hostilidad a preferencia por la cooperación (comercial) entre sí.

La cooperación humana - la división del trabajo - sobre la base de la integración familia-hogar y en hogares separados, en pueblos, tribus, naciones, razas, etc., donde las naturales atracciones y repulsiones biológicas del hombre, a favor y en contra, del uno y del otro, se transforman en un sistema de reconocimiento mutuo de asignación de espacio geográfico (de aproximación física e integración o de separación y segregación, y de contacto directo o indirecto, intercambio y comercio), conduce a mejores niveles de vida, a una población creciente, a la extensificación e intensificación de la división del trabajo, y a crecientes diversidad y diferenciación [6].

Como resultado de este desarrollo y de un aumento cada vez más rápido de mercancías y deseos que pueden ser adquiridos y satisfechos sólo de manera indirecta, surgirán los comerciantes profesionales, los mercaderes y los centros de comercio. Los comerciantes y las ciudades funcionan como mediadores de los intercambios indirectos entre familias separadas territorialmente y asociaciones comunales y se convierten así en el lugar y foco sociológico y geográfico de asociación inter-tribal o interracial.

Será dentro de la clase de los comerciantes en la cual son relativamente más comunes los matrimonios mixtos entre razas, etnias o tribus, y como la mayoría de las personas, de ambos grupos de referencia, por lo general desaprueban este tipo de alianzas, son los miembros más ricos de la clase comerciante quienes pueden permitirse tales extravagancias. Sin embargo, incluso miembros de las familias más ricas de los comerciantes serán muy circunspectos en tales menesteres. Con el fin de no poner en peligro su propia posición como comerciante, se debe tener mucho cuidado para que todo matrimonio mixto sea un matrimonio entre "iguales" [7].

En consecuencia, será en las grandes ciudades como centros de intercambio y comercio internacional, donde una variedad de parejas y sus descendientes residen habitualmente, donde los miembros de diferentes etnias, tribus, razas, incluso si no se casan, todavía entran regularmente en contacto personal directo entre sí (de hecho, que lo hagan así es requerido para que, al regresar a casa, los respectivos miembros de tribu, no tengan que tratar directamente con extraños más o menos desagradables), y donde surgirá el más elaborado, y altamente desarrollado, sistema de integración y segregación, física y funcional [8]. También será en las grandes ciudades donde, como reflejo subjetivo de este complejo sistema de asignación funcional de espacios, los ciudadanos desarrollarán las más refinadas formas de conducta profesional y personal, de etiqueta, y de estilo. Es la ciudad la que engendra civismo y vida civilizada.

Para mantener la ley y el orden dentro de una ciudad grande, con su intrincado patrón de integración y separación, físico y funcional, hará su aparición una gran variedad de jurisdicciones, jueces, árbitros y agentes del orden, además de agencias de auto-defensa y protección privada. Habrá en la ciudad lo que uno podría llamar gobernabilidad, pero no habrá ningún gobierno (estado) [9].

Para que un gobierno surja es necesario que uno de esos jueces o árbitros consiga establecerse a sí mismo como un monopolio. Es decir, debe ser capaz de insistir en que ningún ciudadano puede elegir a otro sino a él, como juez o árbitro de última instancia, y debe suprimir con éxito la aparición de cualquier otro juez o árbitro que trate de asumir el mismo papel (en competencia contra él).

Más interesante que la cuestión de que es un gobierno, sin embargo, son las siguientes preguntas: ¿Cómo es posible que un juez pueda adquirir el monopolio del poder, dado que otros jueces se opondrán naturalmente, a cualquier tentativa en ese sentido; y que específicamente hace que sea posible, y que implica, establecer un monopolio de ley y orden en una ciudad grande, es decir, sobre un territorio poblado por una mezcla de etnias, tribus y razas?

En primer lugar, casi por definición se deduce que con el establecimiento de un gobierno en la ciudad aumentarán las tensiones inter-raciales, tribales, étnicas y de clanes familiares debido a que el monopolio, sea quien sea, debe ser de uno u otro origen étnico, por lo que ser el monopolista será considerado por los ciudadanos de otras etnias como un retroceso insultante, es decir, como un acto de discriminación arbitraria contra las personas de otra raza, tribu o clan. Se perturbará entonces el delicado equilibrio de interracial, interétnico, y de cooperación pacífica inter-familiar, logrado mediante el intrincado sistema de integración y separación espacial y funcional.

En segundo lugar, esta idea conduce directamente a la respuesta de cómo un juez único, pueda en alguna forma ganarles a todos los demás. En resumen, para vencer la resistencia de los jueces en competencia, un aspirante al monopolio debe asegurarse el apoyo adicional de la opinión pública. En un entorno étnicamente mixto esto significa normalmente jugarse "la carta racial". El candidato al monopolio debe elevar la conciencia racial, tribal o de clan entre los ciudadanos de su propia raza, tribu, clan, etc., y prometer, a cambio de su apoyo, el ser más que imparcial como juez en los asuntos relacionados con la propia raza, tribu o clan (exactamente lo que los ciudadanos de otras etnias temen, es decir, el ser tratados con menor imparcialidad) [10].

En esta etapa de esta reconstrucción sociológica hagamos, sin más explicaciones, rápidamente introduzcamos unos pocos pasos adicionales necesarios para llegar a un escenario contemporáneo realista en cuanto a raza, sexo, sociedad y del Estado. Naturalmente, un monopolista tratará de mantener su posición e incluso convertirla en un título hereditario (es decir, convertirse en un rey). Sin embargo, lograr esto dentro de una ciudad mixta étnica o tribalmente es una tarea mucho más difícil que dentro de una comunidad rural homogénea.

En cambio, en las grandes ciudades los gobiernos son mucho más propensos a adoptar la forma de una república democrática - con "entrada abierta" a la posición de gobernante supremo, a la competencia entre partidos políticos y a las elecciones populares [11]. En el curso del proceso de centralización política [12] - la expansión territorial de un gobierno a expensas de otro - este modelo de gobierno de ciudad grande se convertirá en esencia, en su forma única: la de un Estado democrático, en ejercicio de un monopolio jurisdiccional sobre un territorio con población, étnica o racialmente, diversa.

Si bien el monopolio judicial de los gobiernos hoy en día normalmente se extiende mucho más allá de una sola ciudad y en algunos casos a lo largo de casi todo un continente, las consecuencias para las relaciones entre razas y sexos y la aproximación y la segregación territoriales de un gobierno (monopolio) todavía se pueden observar mejor en las grandes ciudades, por su progresivo deterioro de centros de civilización, a centros de degeneración y decadencia.

Con un gobierno central que se extiende por ciudades y campos, se crean países, paisanos (de la propia tierra) y extranjeros. Esto no tiene efecto inmediato en el campo, donde no hay extranjeros (miembros de etnias, razas, etc., diferentes). Pero en los grandes centros comerciales, donde hay poblaciones mixtas, la distinción jurídica entre paisano y extranjero (más bien que entre dueños de propiedad privada de etnias o razas disímiles), casi invariablemente conducen a una cierta forma de exclusión forzada y a una reducción del nivel de cooperación interétnica.

Por otra parte, con un Estado central en su lugar, la segregación y la separación físicas entre ciudad y campo se reducirán sistemáticamente. Con el fin de ejercer el monopolio judicial, el gobierno central debe ser capaz de acceder a la propiedad privada de todos los paisanos, y para ello debe tomar el control de todos los caminos existentes e incluso ampliar el actual sistema de carreteras. Diferentes familias y pueblos son así puestos en contacto más estrecho de lo que hubiera sido de desear, y la distancia y separación físicas entre ciudad y campo se verá sensiblemente disminuida. Por lo tanto, internamente, se promoverá una integración forzada.

Naturalmente, esta tendencia hacia la integración forzada será más pronunciada en las ciudades debido a la monopolización de vías y calles. Esta tendencia se verá estimulada cuando, como es típico, el gobierno tiene su sede en una ciudad. Un gobierno elegido popularmente no puede evitar usar su monopolio judicial para participar en políticas redistributivas a favor de su circunscripción racial o étnica, lo cual invariablemente atraerá aún más a miembros de su propia tribu, y con los cambios en el gobierno más miembros de más y diferentes tribus serán atraídos del campo a la ciudad capital para recibir empleo o dádivas del gobierno. Como resultado, no sólo la capital se vuelve relativamente "de gran tamaño" (mientras otras ciudades se encogen). Al mismo tiempo, debido a la monopolización de las calles "públicas" - todo el mundo podrá deambular por donde quiera - se estimulará toda forma de tensión y animosidad entre las minorías étnicas, tribales y raciales.

Además, si bien, los matrimonios entre diferentes razas, tribus y etnias fueron originalmente escasos y limitados a los estratos superiores de la clase mercantil, con la llegada de burócratas de varias tribus, etnias y razas a la ciudad capital, la frecuencia del matrimonio interétnico aumentará, y el enfoque de las relaciones sexuales inter-raciales - incluso sin matrimonio - cada vez más pasará de la clase alta de los comerciantes a las clases bajas - incluso a la clase más baja, la de los receptores de asistencia social. El apoyo del Gobierno al bienestar llevará naturalmente a un aumento en la tasa de natalidad de los beneficiarios de asistencia en comparación con la tasa de natalidad de otros miembros, particularmente, con los miembros de la clase alta de su tribu o raza.

Como resultado de este crecimiento desproporcionado de las clases más bajas y con un número cada vez mayor de descendientes de mezclas de etnias, tribus y razas, sobre todo en los estratos más bajos, va a cambiar también, poco a poco, el carácter democrático (popular) del gobierno. En lugar de la carta "racial" esencialmente como único instrumento político, la política se convertirá cada vez más en una "política de clases”. Los gobernantes pueden depender, pero no exclusivamente, de su atractivo y su apoyo tribales, étnicos o raciales, sino que cada vez más tratarán de encontrar apoyo cruzando líneas tribales o raciales, apelando al sentimiento universal de envidia e igualitarismo (ya no de tribu ni de raza específica), es decir, a la clase social (los intocables o los esclavos contra los amos, los trabajadores contra los capitalistas, los pobres contra los ricos, etc.) [13], [14].

La mezcla cada vez mayor de política de clases igualitarias con políticas tribales pre-existentes conduce a mayores, hostilidad y tensión, raciales y sociales, y aún a una mayor proliferación de la población de las clases más bajas.

Además de ciertos grupos étnicos o tribales compelidos a salir de las ciudades como consecuencia de las políticas tribales, cada vez más miembros de las clases altas de todos los grupos étnicos o tribales saldrán de la ciudad hacia los suburbios (sólo para ser seguidos - por medio del transporte público (del gobierno) - por las mismas personas de cuyas conductas habían tratado de escapar) [15]. Con la salida de la clase alta y de los comerciantes en grandes cantidades, sin embargo, se debilitarán unas de las últimas fuerzas civilizadoras, y lo que queda abandonado en las ciudades representa una selección cada vez más negativa de la población: los burócratas del gobierno que trabajan pero no viven allí, y los delincuentes, y los marginados de todas las tribus y razas que viven allí, pero que no trabajan, sino que sobreviven del Estado-Benefactor. (Piense solo en Washington, DC.)

Cuando uno pensaba que las cosas no podrían a ser peor, empeoran. Después que se han jugado las cartas de "raza" y "clase" y han hecho su trabajo devastador, el gobierno recurre a las cartas de sexo y género, y "la justicia racial" y "la justicia social" se complementan con la "justicia de género” [16]. El establecimiento de un gobierno - un monopolio judicial - no sólo implica que jurisdicciones anteriormente separadas sean integradas a la fuerza (como distritos segregados étnica o racialmente, por ejemplo); implica al mismo tiempo que jurisdicciones antes plenamente integradas (como los hogares y las familias) sean, a la fuerza, desgarradas y aún disueltas.

En vez de considerar asuntos intrafamiliares e intra-hogareñas (temas como el aborto, por ejemplo) como para ser juzgadas o arbitradas por nadie más que por el jefe del hogar o por los miembros de la familia, [17] una vez que un monopolio judicial se ha establecido, sus agentes - el gobierno - llegan a ser jueces y árbitros de última instancia, y naturalmente tratarán de expandir sus funciones, de todos los asuntos familiares. Para ganar el apoyo popular por su papel el gobierno (además de enfrentar una clase tribal, racial, o social contra otra) de igual manera promoverá la división dentro de la familia: entre los sexos - marido y mujer - y las generaciones - los padres y los niños [18]. Una vez más, esto será particularmente notable en las grandes ciudades.

Toda forma de asistencia social por parte del gobierno - la transferencia obligatoria de riqueza o de ingresos de los "que tienen" hacia quienes "nada tienen" reduce el valor de la membrecía personal en un sistema extendido de hogares familiares como sistema social de cooperación mutua y de ayuda y asistencia. El matrimonio pierde valor. Para los padres se reduce el valor y la importancia de una "buena" educación para sus propios hijos. En consecuencia, de los hijos hacia sus propios padres habrá menores, respeto y atención. Debido a la alta concentración de receptores de asistencia social, está ya bastante avanzada la desintegración de la familia en las grandes ciudades. Al apelar al género y a la generación (edad) como fuente de apoyo político y a la promoción y promulgación de legislación basada en el sexo (género) y en la familia, invariablemente se debilitan la autoridad de los jefes de hogar y la "natural" jerarquía inter-generacional dentro de las familias y disminuye el valor de la familia multi-generacional como unidad básica de la sociedad humana.

Ciertamente y debe quedar claro, en el momento en que la ley y la legislación gubernamental suplantan el derecho y la legislación de familia (incluidos los acuerdos intrafamiliares en relación con el matrimonio, la descendencia en familia comunal, la herencia, etc.), sólo se obtiene la erosión sistemática de los valores y de la importancia de la institución familiar. Porque ¿qué es una familia, si ni siquiera puede encontrar y mantener sus propios orden y legislación internos! Al mismo tiempo, y debe quedar claro también, aunque no ha sido suficientemente señalado, desde el punto de vista de los gobernantes, la capacidad de interferencia en los asuntos internos de familia tienen que considerarlo como el premio supremo y el pináculo de su propio poder.

Una cosa es explotar los resentimientos tribales o raciales o la envidia de clase en ventaja personal. Otra muy distinta es lograr utilizar las disputas que surjan dentro de las familias para romper todo el sistema, en general armonioso, de las familias autónomas,: para arrancar de raíz a los individuos de sus familias a fin de aislarlos y atomizarlos, lo cual aumenta el poder del estado sobre ellos. En consecuencia, a medida que se implementa la política de familia del gobierno, también se incrementan los divorcios, la soltería, la maternidad soltera y la ilegitimidad, los incidentes entre padres o entre cónyuges, la negligencia con, o el abuso de, los niños, y la variedad y frecuencia de estilos de vida "no tradicionales" [19].

Paralelo a este desarrollo habrá un aumento gradual pero constante de la delincuencia y de las conductas delictivas. Bajo los auspicios del monopolio, la ley (el derecho natural) siempre será transformada en legislación. Como resultado de un proceso interminable de redistribución de ingresos y de riqueza en nombre de la discriminación racial, social, y de la justicia de género, la idea misma de justicia como conjunto de principios universales e inmutables de conducta y cooperación, en última instancia, se irá erosionando y destruyendo. En lugar de ser concebido como algo preexistente (y por descubrir), el derecho es cada vez más una ley redactada por el gobierno (legislación).

En consecuencia, no sólo aumentará la inseguridad jurídica, sino que, en reacción, la tasa social de preferencia temporal se elevará (es decir, la gente en general estará más orientada al presente y a la planificación a un horizonte temporal cada vez más corto). También se promoverá el relativismo moral. Porque si no existe tal cosa como un derecho absoluto, se desprende que tampoco habrá un agravio o una injusticia absoluta. De hecho, lo que hoy es correcto puede ser una equivocación mañana, y viceversa.

Por consiguiente el aumento de las preferencias temporales combinado con el relativismo moral, constituye el caldo de cultivo perfecto para los delincuentes y los delitos - una tendencia especialmente evidente en las grandes ciudades. Es aquí donde la disolución de las familias está más avanzada, cuando existe la mayor concentración de receptores de asistencia social, donde ha llegado más lejos el proceso de pauperización genética, y donde son más virulentas las tensiones tribales y raciales como resultado de la integración forzada. Más bien que centros de civilización, las ciudades se han convertido en centros de desintegración social, corrupción, brutalidad y delincuencia [20].

Sin duda, la historia está, en última instancia, determinada por las ideas y las ideas pueden, al menos en principio, cambiar casi instantáneamente. Pero, para que las ideas cambien no es suficiente que la gente vea que algo está equivocado. Por lo menos un número importante de personas debe ser también lo suficientemente inteligente como para reconocer qué es lo que está mal. Es decir, se deben entender los principios básicos sobre los que se basa la sociedad, la cooperación humana: que son precisamente los principios que aquí se explican. Además la gente debe tener suficiente fuerza de voluntad para actuar de acuerdo con esta idea.

El estado - un monopolio judicial - debe ser reconocido como fuente de de-civilización: los estados no crean la ley y el orden, los destruyen. Las familias y los hogares deben ser reconocidos como fuente de la civilización. Es esencial que los jefes de familia y de hogar reafirmen su autoridad de última instancia, como jueces en todos los asuntos internos de la familia. Los hogares deben ser declarados territorio inviolable, extraterritorial, como las embajadas extranjeras. La libre asociación y la exclusión del territorio deben ser reconocidos, no como cosas malas, sino buenas, que facilitan la cooperación pacífica entre diferentes grupos étnicos y raciales. La protección social debe ser reconocida como un asunto exclusivamente de las familias, y la caridad voluntaria y el Estado Benefactor no son más que la subvención, o el subsidio, a la irresponsabilidad.



Hans-Hermann Hoppe (Hoppe@Mises.com ) es profesor de economía en la Universidad de Nevada, Las Vegas.

Este ensayo se basa en un capítulo de Democracy: The God that Failed (La democracia: El Dios que Falló).

1 Ludwig von Mises, Human Action: A Treatise on Economics, Edición Académica (Auburn, Ala: Ludwig von Mises Institute, 1998), p.160.9

2 Véase sobre esto Jonathan Bennett, Rationality: An Essay Toward an Analysis (Londres: Routledge and Kegan Paul, 1964).

3 Mises, Human Action, p. 169.

4 Ibid., p. 144.

5 Rara vez ha hecho Mises más énfasis sobre la importancia de la cognición y la racionalidad, que en el surgimiento y mantenimiento de la sociedad. Explica que uno

puede admitir que en el hombre primitivo fueran innatas la propensión a matar y a destruir, así como también la disposición a la crueldad. También podemos suponer que bajo las condiciones de las edades más tempranas de la antigüedad la inclinación a la agresión y al asesinato fueran favorables a la preservación de la vida. El hombre fue alguna vez una bestia brutal. Pero no hay que olvidar que era un animal débil físicamente; no hubiera estado a la altura de las grandes bestias de presa si no hubiera estado equipado con un arma peculiar, la razón. Por el hecho de que el hombre sea un ser razonable, y que por lo tanto no cede sin inhibiciones a sus impulsos, sino que organiza su conducta de acuerdo a una razonada deliberación, debe ser calificado como natural desde el punto de vista zoológico. Conducta racional significa que el hombre, ante el hecho de que no puede satisfacer todos sus impulsos, deseos y apetitos, renuncia a la satisfacción de aquellos que considere menos urgentes. Con el fin de no poner en peligro el funcionamiento de la cooperación social, el hombre se ve obligado a abstenerse de satisfacer aquellos deseos cuya satisfacción impediría el establecimiento de las instituciones de la sociedad. No cabe duda de que tal renuncia es dolorosa. Sin embargo, el hombre ha hecho su elección. Ha renunciado a la satisfacción de ciertos deseos incompatibles con la vida social y ha dado prioridad a la satisfacción de los deseos que puede realizar sólo, o en una forma más abundante, dentro de un sistema de división del trabajo. Esta decisión no es irrevocable ni definitiva. La elección de los padres no afecta la libertad de elegir de los hijos. Ellos pueden revertir la resolución. Todos los días pueden proceder a la transvaloración de los valores y preferir la barbarie a la civilización, o, como dicen algunos autores, el alma al intelecto, los mitos a la razón, y la violencia a la paz. Pero deben elegir. Es imposible tener cosas incompatibles entre sí. (Human Action, pp. 171-72)
Ver sobre esto también Joseph T. Salerno, "Ludwig von Mises as Social Rationalist," Review of Austrian Economics 4 (1990).

6."En el marco de la cooperación social", escribe Mises, entre los miembros de la sociedad pueden surgir sentimientos de simpatía y de amistad y del sentido de pertenencia común. Estos sentimientos son la fuente de las más deliciosas y las más sublimes experiencias del hombre. Ellas son el adorno más preciado de la vida; levantan la especie animal "hombre" a la altura de una real existencia humana. Sin embargo, no son, como algunos han afirmado, los agentes que han dado lugar a las relaciones sociales. Son los frutos de la cooperación social, se desarrollan sólo dentro de su marco; no precedieron el establecimiento de relaciones sociales ni son la semilla de la que provienen. (Ibíd., p.l44).

"La atracción sexual mutua entre hombre y mujer", Mises explica, más adelante,

es inherente a la naturaleza animal del hombre y es independiente de cualquier pensamiento y especulación. Es permitido llamarla original, vegetativa, instintiva, o misteriosa; - Sin embargo, ni la cohabitación, ni lo que lo precede o lo que le sigue, genera cooperación social ni modos sociales de vida. Los animales también se unen en el apareamiento, pero no han desarrollado relaciones sociales. La vida familiar no es meramente el producto de la relación sexual. No es, de manera alguna, natural ni necesario que padres e hijos vivan juntos en la forma en que lo hacen en la familia. La relación del apareamiento no necesariamente resulta en una organización familiar. La familia humana es el resultado de pensar, planificar y actuar. Es este hecho lo que la diferencia radicalmente de los grupos de animales que llamamos per analogiam familias animales. (Ibid. p. L67)
7 Véase Murray N. Rothbard, "Freedom, Inequality, Primitivism, and the Division of Labor," en idem, Egalitarianism as a Revolt Against Nature and Other Essays (Auburn, Ala: Instituto Ludwig von Mises, 2000).

8 Véase Wilhelm Mühlmann, Rassen, Ethnien, Kulturen. Moderne Ethnologie (Neuwied: Luchterhand, 1964), pp. 93 a 97. En general, aparte de los estratos superiores de la clase de los comerciantes, la mezcla racial o étnica pacífica suele restringirse a los miembros de la clase social alta, es decir, a los nobles y aristócratas. Por lo tanto, las familias menos étnica o racialmente puras son característicamente las principales dinastías reales.

9. Por ejemplo, Fernand Braudel ha dado la siguiente descripción del complejo patrón de separación espacial y de integración funcional y la correspondiente multiplicidad de jurisdicciones, separadas y en competencia, desarrolladas en los centros comerciales de la talla de Antioquía, durante el apogeo de la civilización islámica, entre los siglos VIII y XII: En el centro de la ciudad

estaba la Gran Mezquita, la del sermón semanal. Cerca estaba el bazar, es decir, el barrio de los comerciantes con sus calles y tiendas (el zoco) y su caravansares o almacenes, así como los baños públicos. Los artesanos se agrupaban concéntricamente, a partir de la Gran Mezquita: en primer lugar, los fabricantes y vendedores de perfumes e incienso, y luego las tiendas de venta de telas y alfombras, joyerías y tiendas de alimentos y, finalmente, los más humildes oficios: curtidores, zapateros, herreros, alfareros, talabarteros, tintoreros. Sus tiendas marcaban los bordes de la población. En principio, cada uno de estos oficios tenía su ubicación fija en todos los tiempos. Del mismo modo, el maghzen o cuartel del Príncipe, en principio, estaba situado en las afueras de la ciudad, lejos de motines o revueltas populares. Junto a ella, y bajo su protección, estaba el mellah o barrio judío. El mosaico se completa con una gran variedad de distritos residenciales, divididos por raza y religión: había cuarenta y cinco en Antioquía solamente. "La ciudad era un conglomerado de diferentes barrios, todos los cuales vivían bajo el temor de la masacre”. Así que los colonos occidentales, nunca, en ninguna parte prohijaron la segregación racial - así como tampoco en parte alguna la suprimieron. (Braudel, A History of Civilizations [Nueva York: Penguin Books, l995], p. 66).
10 Véase Otto Brunner, Sozialgeschichte Europas im Mittelalter (Gottingen: Vandenhoeck and Ruprecht, 1984), chap. 8; Henri Pirenne, Medieval Cities (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1969); Charles Tilly and Wim P. Blockmans, eds., Cities and the Rise of States in Europe, 1000 — 1800 (Boulder, Cob.: Westview Press, 1994); Boudewijn Bouckaert, "Between the Market and the State: The World of Medieval Cities," in Values and the Social Order , Vol.3, Voluntary versus Coercive Orders, Gerard Radnitzky, ed. (Aldershot, Reino Unido: Avebury, 1997). Por cierto, los tan denostados Guetos Judíos, que eran característicos de las ciudades europeas durante la Edad Media, no eran indicativos del reconocimiento de una situación de inferioridad jurídica de los Judíos o de discriminación contra los mismos. Por el contrario, el Gueto era un lugar donde los Judíos disfrutaban de completa autonomía y donde se aplicaba la ley rabínica. Véase sobre esto Guido Kisch, The Jews in Medieval Germany (Chicago: University of Chicago Press, 1942); also Erik Von Kuehrielt-Leddihn, "Hebrews and Christians," Rothbard - Rockwell Report 9, no. 4 (Abril, 1998).

11. Para un tratamiento sociológico de la primera etapa (pre-democrática) en el desarrollo de ciudades-estado, que se caracterizaban por un gobierno de patricios aristocráticos, fundado por las familias (clanes) y dividido según conflictos familiares, véase Max Weber, The City (New York: Free Press , 1958), cap. 3. Véase también la nota 16 infra.

12. Esta declaración relativa a la forma de gobierno en las grandes ciudades comerciales característicamente democrática - republicana - en lugar de monárquica - no debe ser malinterpretada como una simple propuesta empírico-histórica. De hecho, históricamente la formación de gobiernos es anterior al desarrollo de grandes centros comerciales. La mayoría de los gobiernos habían sido monárquicos o principescos, y cuando las grandes ciudades comerciales surgieron por primera vez, el poder de los reyes y príncipes típicamente también se extendió inicialmente a estas zonas urbanas recién desarrolladas. En su lugar, la afirmación anterior debería interpretarse como una proposición sociológica sobre la improbabilidad del origen endógeno del gobierno de reyes o príncipes sobre grandes centros comerciales con población étnicamente mixta, es decir, como una respuesta a una cuestión esencialmente hipotética y contra fáctica. Véase a este Max Weber, Soziologie, Analysen Weltgeschichtliche, Politik (Stuttgart: Kroener, 1964), pp. 41 a 42, quien señala que los reyes y nobles, aunque residían en las ciudades, no obstante, decididamente no eran reyes ni nobles de ciudad. Los centros de su poder descansaba fuera de las ciudades, en el campo, y el dominio que tenían sobre los grandes centros comerciales sólo era tenue. Por lo tanto, los primeros experimentos con formas de gobierno democráticas, republicanas, se produjeron característicamente en aquellas ciudades, que se habían desprendido, y ganado su independencia, de un entorno predominantemente monárquico y rural.

13 Sobre la competencia eliminativa y la tendencia inherente de los Estados hacia una centralización y hacia una expansión territorial - en última instancia, hasta el punto de la creación de un gobierno mundial - ver Democracy: The God That Failed, capítulos 5, 11 y 12.

14 Véase sobre esto Helmut Schoeck, Envy: A Theory of Social Behavior (New York: Harcourt, Brace and World, 1970); Rothbard, Egalitarianism as a Revolt Against Nature and Other Essays; y esp. "Freedom, Inequality Primitivism, and the Division of Labor," en ibid.

15 Para un tratamiento sociológico de esta segunda etapa - democrática o "plebeya" - en el desarrollo del gobierno de las ciudades, basado y dirigido por clases y "conflictos de clase" (en lugar de clanes y conflictos familiares, como durante la etapa de desarrollo anterior de gobiernos de patricios), véase Max Weber, The City, cap. 4. A diferencia de gobierno de la ciudad patricia, el gobierno plebeyo, Weber hace observación importante, se caracteriza por

un concepto cambiado de la naturaleza de la Ley. El comienzo de la legislación es paralelo a la abolición del gobierno de los patricios. La legislación adoptaba inicialmente la forma de estatutos carismáticos por los aesymnetes [gobernantes que poseían poder supremo por un tiempo limitado]. Pero pronto fue aceptada la nueva creación de leyes permanentes. De hecho la nueva legislación por la ecclesia llegó a ser tan habitual como para producir un estado de flujo continuo. Pronto una administración puramente secular de la justicia se aplicó a las leyes o, en Roma, a las instrucciones del magistrado. La creación de leyes llegó a tal estado de fluidez que con el tiempo en Atenas, la pregunta anualmente iba dirigida a las personas si las leyes debían mantenerse vigentes o modificarse. Así se llegó a la premisa aceptada que la ley se crea artificialmente y que debe basarse en la aprobación de aquellos a quienes sea aplicable. (pp.170 - 71)
Asimismo, en las ciudades-estado medievales de Europa, el establecimiento "del gobierno del popolo tuvo similares consecuencias. También, produjo ediciones enormes de leyes de la ciudad y la codificación del derecho consuetudinario y las normas de la corte (derecho procesal) que producen un excedente de estatutos de todo tipo y un exceso de funcionarios "(p. 172). De la mano con el concepto cambiado de ley viene una diferente conducta política.

La justicia política del popolo con su sistema de espionaje oficial, su preferencia por las denuncias anónimas, los procedimientos inquisitoriales acelerados contra los magnates, y la prueba simplificada por "notoriedad", era la contraparte democrática de los juicios del Consejo de los Diez [aristocrático - patricio] en Venecia. Objetivamente el sistema popolo fue identificado por: la exclusión de su cargo de todos los miembros de las familias con un estilo de vida caballeresca; obligando a los notables con compromisos de buena conducta; colocando bajo fianza a todos los miembros de la familia de notables, el establecimiento de un ley penal especial para los delitos políticos de los magnates, especialmente insultar el honor de un miembro de la población, la prohibición a un noble de adquirir una propiedad limítrofe con la de un miembro de la población sin el consentimiento de este último. Dado que las familias nobles podían ser expresamente aceptadas como parte de la población, [sin embargo], incluso las oficinas del popolo eran casi siempre ocupadas por nobles. (Págs. 160-61)
16 Véase sobre esta tendencia Edward Banfield, The Unheavenly City Revisited (Boston: Little, Brown, 1974).

17 Véase a este Murray N. Rothbard, "The Great Women's Lib Issue: Setting it Straight," en Egalitarianism as a Revolt Against Nature and Other Essays ; Michael Levin, Feminism and Liberty (New Brunswick, NJ: Transaction Publishers, 1987).

18 Véase Robert Nisbet, Prejudices: A Philosophical Dictionary (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1982), pp. 1-8, 110-17.

19 Véase a este Murray N. Rothbard, "Kid Lib", en Egalitarianism as a Revolt Against Nature and Other Essays.

20 Véase sobre esto Allan C. Carlson, "What Has Government Done to Our Families?" Essays in Political Economy (Auburn, Ala: Ludwig von Mises Institute, 1991); Bryce J. Christensen, "The Family vs. the State", Essays in Political Economy (Auburn, Ala: Ludwig von Mises Institute, 1992).

21 Véase sobre esto Edward C. Banfield, "Present-Orientedness and Crime," en Assessing the Criminal, Randy E. Barnett y John Hagel, eds. (Cambridge, Mass.: Ballinger, 1977); David Walters, "Crime in the Welfare State," en Criminal Justice?: The Legal System vs. Individual Responsibility, Robert J. Bidinotto, ed. (Irvington-on-Hudson, NY: Foundation for Economic Education, 1994); también James Q. Wilson, Thinking About Crime (New York: Vintage Books, 1985).

23 Véase sobre esto Seymour W. Itzkoff, The Decline of Intelligence in America (Westport, Conn.: Praeger, 1994); idem, The Road to Equality: Evolution and Social Reality (Westport, Conn.: Praeger, 1992).



TRADUCCIÓN DE RODRIGO DÍAZ