Sunday, December 14, 2008

La Vida de Carlo Ponzi creador de la Primera Pirámide

www.mises.org – Artículo Diario por Adam Young Publicado el 12/19/2001

Según dice la leyenda, el esquema que haría de Carlo Ponzi un nombre familiar ocurrió cuando Carlo era joven. Carlo se sentaba en las escalas del frente de su casa en Boston a observar a sus vecinos cuando regresaban a sus hogares después un día de trabajo. Fue durante una de estas sesiones de soñar despierto cuando de golpe concibió su plan. Como podría preverse, la primera víctima de lo que se conoce como el Esquema Ponzi, fue Tony, un amigo de Carlo. Carlo hizo una sugestiva oferta: si Tony le prestaba $20, Carlo le devolvería $30 en noventa días. "Nos encontraremos en este mismo sitio en 90 días y le pagaré un 50 por ciento adicional sobre su dinero".

Si tan sólo Tony hubiera rehuido la propuesta de Carlo. Pero no lo hizo. Y al día siguiente, tampoco lo hizo Giuseppe otro amigo de Carlo. Así pues, noventa días más tarde, fiel a su palabra, Carlo se reunió con Tony y le entregó sus $30 dólares. Tal vez como la mayoría de nosotros, Tony con una amplia sonrisa le dijo a Carlo, "!Qué diablos, guarde todo mi dinero y me da otro 50 por ciento de interés en noventa días!". Y así nació el Esquema Ponzi. Giuseppe, el codicioso de la segunda generación, subvencionó a Tony de la primera generación.

Antes que el joven Carlo Ponzi fuera pionero de este artilugio financiero, ya había llevado una vida interesante, y con antecedentes penales, para quien se tomase la molestia de comprobarlo. Carlo que había inmigrado de Italia a la edad de 17 años, pronto encontró una actividad alternativa a lavar vajillas y atender mesas: ayudar a sus compañeros inmigrantes italianos a enviar dinero a su país de origen. Sin embargo, cuando se descubrió que Carlo se embolsaba una generosa porción de los fondos, fue condenado a tres años de prisión.

Quizás haremos aquí una observación para ilustrar como el gobierno al encarcelar los criminales simplemente los educa más en el crimen, en lugar de que éstos aprendan la lección con su encarcelamiento, Carlo, una vez puesto en libertad, comenzó a desplegar sus capacidades empresariales en el contrabando de inmigrantes italianos a los EE.UU. desde Canadá. Capturado de nuevo, fue a la cárcel por otros tres años. Habiendo decidido corregir su rumbo, Carlo se trasladó a Boston y encontró un trabajo como empleado por $16 a la semana. Poco después conoció y se casó con Rosa Guecco, quien estuvo dispuesta a tomar como cónyuge al dos veces perdedor, ya que Rose tenía fe en que su Carlo pronto tendría un empleo en el rango de los $25 a la semana.

Por aquella época terminaba en Europa la "guerra para poner fin a todas las guerras", y el auge de los rugientes años veinte acaba de empezar. Los salarios estaban aumentando y las malas inversiones se perfilaban hacia el futuro, conduciendo a una locura colectiva de inversión especulativa. Carlo sabía que no le gustaba trabajar para ganarse la vida; viendo a sus vecinos ir y venir a casa día tras día de trabajo mientras él permanecía sentado al frente de su casa de Boston cada vez más convencido de que lo que necesitaba era un buen esquema para salir adelante. Después de pensar y pensar, como bien sabemos, Carlo salió con todo un esquema.
Con el éxito que experimentó con Tony y Giuseppe, Carlo fundó Securities Exchange Co en el número 27 de la Calle School, en Boston, un día después de la Navidad de 1919. Anunciando un 50 por ciento de retorno por depósitos a un plazo de noventa días, el dinero de inversionistas grandes y pequeños empezó a llover.

Con todo este dinero en la colada, Carlo tuvo que imaginar una explicación plausible sobre cómo podría pagar un 50 por ciento de interés en noventa días cuando no había un negocio en el mundo que pagara tanto. Pero el ingenio de Carlo para las estafas apareció de nuevo. Dijo a sus inversionistas que tenía una red de agentes en Europa, que compraban monedas europeas depreciadas, convertía la moneda en cupones postales internacionales, que luego eran canjeadas a valor nominal en los Estados Unidos en dólares americanos. Carlo alegaba que todos los grandes lo estaban haciendo - los Rockefeller, JP Morgan, Jr, todo el mundo. Pero San Carlo en lugar de enriquecerse compartía la riqueza y ayudaba a la gente del común (al mismo tiempo, contribuía a sí mismo por supuesto). Era algo muy parecido a redistribución del dinero.

Cada día, decenas de miles de dólares eran depositados en las arcas de Carlo. Fuera del edificio, habían colas multitudinarias a la espera de invertir. Y cada día, Carlo llegaba al trabajo en su limosina con chofer. La clave del esquema siguió trabajando su magia, ya que la recepción de depósitos era un enjambre de actividad, y la de retiros estaba prácticamente desierta. Como los depósitos crecían y crecían, Carlo incluso abrió sucursales, un total de treinta y cinco. También utilizó parte de los depósitos para comprar dos empresas reales, Hanover Trust Co y JP Poole Co. Carlo incluso dedicó algún tiempo de su apretada agenda para comprarle una mansión a Rosa.

No pasó mucho tiempo, sin embargo, para que las señales de Carlo atrajeran la atención de personas equivocadas. En unos pocos meses, se había transformado de un simple empleado en un verdadero mago financiero, y juntamente con Rosa nadaban en el lujo, y para todo aquel que quería la devolución de su dinero, de inmediato recibía su depósito más los correspondientes intereses - sin hacer preguntas. El éxito de Carlo invitaba al escrutinio. Las autoridades postales de los EE.UU. informaron al gobierno federal que la explicación que daba Carlo sobre la forma como la Securities Exchange Co. llevaba a cabo sus "inversiones" no podía dar resultado.

Sin embargo, como el gobierno federal opera bajo su propio concepto de tiempo, no fue sino hasta meses más tarde que los federales llevaron a cabo una auditoría oficial a la operación de Carlo. Y mientras la noticia de la auditoría salía a la calle, el tufillo de inseguridad comenzó a trabajar su magia, se produjo un pánico entre la clientela de Securities Exchange Co. Pero parecía como si Carlo tuviese un inagotable suministro de dinero en efectivo: todos los inversionistas que hacían cola para retirar sus depósitos recibían cada uno su dinero en efectivo más el 50 por ciento de interés.

Y mientras avanzaba la auditoría, los auditores quedaban perplejos. La empresa mantenía un minucioso registro de todos los depósitos y retiros. Nadie estaba siendo engañado, y no se había transgredido ninguna ley. La única cosa que no podían encontrar era la forma en que la empresa hacía sus fantásticas utilidades. Cuando se le preguntaba, Carlo respondía indignado que se trataba de un secreto empresarial.

Los federales respondieron colocando una orden de intervención a la empresa, prohibiendo la aceptación de más depósitos, mientras duraba el procedimiento de investigación. Carlo, vislumbrando el inminente desastre, contrató al muy respetado William McMaster para que manejara las relaciones públicas hasta que estallara el resultado de la investigación. La decisión no fue tan buena para nuestro amigo Carlo. Poco después de ser contratado, McMaster emitió una declaración a la prensa diciendo que la Securities Exchange Co. nunca había - ni siquiera una vez - llevado a cabo una transacción financiera internacional.

Una vez más, los inversores se volcaron con pánico sobre la empresa de Carlo, y una vez más, Carlo parecía capear la tormenta, e incluso se servía café y galletas a los clientes mientras esperaban. Pero finalmente la investigación y sus resultados tomaron su curso, y más y más inversionistas se presentaron a retirar su dinero, hasta que finalmente este se agotó. El 9 de agosto de 1920, el banco de Carlo emitió una declaración manifestando que ya no podía honrar los pagarés de la empresa Securities Exchange Co. Dos días más tarde, el prontuario de Carlo con sus antecedentes penales fue puesto a disposición del público.

Ahora el pánico se apoderó de los inversionistas que se habían contenido de reclamar sus ahorros, y Carlo temió por su vida. Pidió y recibió protección policial. Y uno por uno, sus bienes fueron confiscados. En primer lugar salieron la mansión de Rosa y sus tres automóviles de lujo. Luego sus empresas Hanover Trust Co. y JP Poole Co. Mientras la investigación avanzaba, los investigadores descubrieron que Carlo había contado hasta con 40.000 inversionistas, y en total llegó a tener cerca de US $15 millones - y esto en una época en que un “perro caliente” costaba una moneda de níquel de 5 centavos.

El 21 de octubre de 1920, Carlo, ahora sin dinero, fue condenado a cinco años de prisión por malversación de fondos. Al ser liberado en 1924 enfrentó nuevos cargos, y fue encarcelado de nuevo, esta vez durante nueve años.

Libre de nuevo en 1934, Carlo fue deportado a Italia, donde, como tabla de salvación, rápidamente ofreció sus servicios a Mussolini. Una vez contratado, Carlo disipó toda confianza al pretender ser algún tipo de mago financiero y pronto fue despedido por Il Duce. Carlo pasó luego por una compañía aérea italiana y fue enviado a Río de Janeiro. Pero no tuvo tiempo de asumir sus nuevas funciones, cuando la compañía abruptamente quebró.

Varado en Río, Carlo Ponzi llegaría al final de sus días, sin dinero, casi ciego, y parcialmente paralizado. Murió en una sala de caridad en Brasil en 1949.

Como todos sabemos, sin embargo, este no sería el final del Esquema Ponzi. El espíritu de Carlo Ponzi, o tal vez su fantasma, continua viviendo bajo la tutela, no propiamente del mercado, sino del estado. Ponzi, a pesar de que su gran reputación como un mago financiero quedó hecha girones, otros personas han venido a reclamar su capa. En lugar de caer en la oscuridad, el esquema criminal de este chico pobre de Italia fue institucionalizado como un sistema de engaño y privilegio y, de algún modo ampliado a un gran fraude, en tamaño y alcance, – mediante ingeniosos y elaborados argumentos, para no hablar de sus décadas de duración - a los cuales Carlo Ponzi seguramente no se hubiera atrevido a imaginar.
La Ley de Seguridad Social fue creada ostensiblemente como un fondo para pagar pensiones, pero se desdobló como un impuesto oculto para financiar un fondo de reserva del Tesoro con el propósito de encubrir el aumento de los recaudos y el mayor gasto público. Los "contribuyentes" a la Seguridad Social no reciben los beneficios del dinero que ingresó al "fondo" en el pasado. Por el contrario, al igual que en un Esquema Ponzi, se pagan con cargo a los fondos de los actuales contribuyentes, y estos a su vez se pagarán con cargo a las contribuciones que haga la generación que les sigue. En otras palabras, su propósito es una redistribución de ingresos, no una inversión tendiente a la producción de nueva riqueza.

Huelga decir que la tentación de consumir hoy lo que se debe recibir mañana es irresistible para los políticos. El dinero de los impuestos siempre es gastado inmediatamente. Los engaños esenciales que yacen detrás de la Seguridad Social son, por supuesto, aún más evidentes hoy en día. Los llamados excedentes presupuestarios de los años 90 de Clinton existen únicamente como un juego de contabilidad en el que los excedentes de ingresos generados por impuestos del Seguro Social se depositaron a nombre del Tesoro de los EE.UU. y se incluyeron como parte del fondo general de ingresos fiscales. A cambio, se emiten entonces pagarés del Tesoro al terriblemente mal llamado Fondo Fiduciario de Seguridad Social. Los pagarés no son entonces considerados como pasivos dentro de la deuda federal y tampoco se contabilizan en el presupuesto oficial de los EE.UU.

Un gran observador de FDR fue John T. Flynn, quien describió el diseño truculento de la Seguridad Social.

El plan era hacer el impuesto a los pagos de la nómina lo suficientemente grande como para pagar los beneficios, además, bastante más grande para crear un fondo, llamado de reserva, por $47,000,000,000 en el término de 40 años. Se le dio el nombre fraudulento de Fondo de Reserva para la Vejez. La Junta de Seguridad debía recaudar los impuestos cada año, utilizar una pequeña parte en el pago de las pensiones y trasladar el resto al "Fondo". Es decir, que prestaba los impuestos recaudados a la Tesorería y la Tesorería los podría gastar entonces en cualquier propósito que tuviera en mente. Al final de un período de 40 años, se le dijo a Roosevelt, este dinero podría utilizarse para pagar la deuda nacional.

Esto ocurrió sesenta y cinco años atrás y, por supuesto, el engaño de la Seguridad Social permitió la acumulación de una deuda cada vez mayor, en lugar de disminuirla, además de la creación de un enorme fondo "fuera de presupuesto" para uso non sancto.

El hecho de que el esquema de Carlo duró menos de un año - y fue expuesto por su propio director de relaciones públicas – mientras que el Esquema Ponzi del Gobierno ha durado a través de tiempos buenos y malos, por más de medio siglo, sólo sugiere que, si bien el brillo de Carlo Ponzi radica en la creación de ingeniosas estafas, tal vez debería haber aplicado su talento como político, donde podría haber desplumado legalmente sus víctimas.

TRADUCIDO POR RODRIGO DÍAZ

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