Wednesday, September 28, 2016

La Tragicomedia del último Profeta Judio

Eduardo Escobar                                         

Descendiente de rabinos, el fin del capitalismo fue la forma que adoptó en él la proyección del apocalipsis. Que sus discípulos siguen aguardando bobamente, con indeclinable esperanza.

Casi todos sus amigos, aun cuando debieron convertirse en adversarios, porque espantaba, reconocieron su inteligencia, mientras él creía que lo envidiaban. Quiso ser poeta. Escribió una novela a la manera de Sterne. Y cayó en la monomanía de deshilachar las relaciones económicas entre los seres humanos. Un padecimiento lo acompañó: los forúnculos. Y una pasión: el dinero que odiaba pero gastaba con gusto.
Leía, escribía, bebía, fumaba y holgazaneaba en los clubes de los intelectuales clandestinos. Y hacía hijos con irresponsabilidad asesina. Dos murieron temprano porque fue incapaz de cuidarlos ni siquiera con la ayuda del montepío. Le gustaban los chismes. Era injusto con quienes lo querían. Fue un nudo de rencores que desfogaba en panfletos. Como maestro pensó que sus alumnos eran estúpidos. Y lo son casi siempre hasta hoy.
Jamás tuvo un oficio remunerado. Vivió de colectas, de andar quejándose entre sus conocidos. Fue socio de periódicos que acababan en la quiebra. Y esperaba el fin del capitalismo en público y en secreto que su pariente Phillips el industrial de las bombillas le diera una mano. Descendiente de rabinos, el fin del capitalismo fue la forma que adoptó en él la proyección del apocalipsis. Que sus discípulos siguen aguardando bobamente, con indeclinable esperanza. El día cuando la sociedad mercantil se precipite en la confusión, que será solucionada con la abolición de la propiedad y el cumplimiento de la fraternidad universal. Su teoría copia la pesadilla de Juan de Patmos, que culmina en el advenimiento del reino de los cielos después del desastre que cancele la historia. También comparó la acumulación capitalista con el pecado original. Se entiende: rumió a fondo a Spinoza con los jóvenes teólogos alemanes. Aunque no sospechó que acabaría fundando una religión para distraídos, de mucho éxito como todas las tonterías y las canciones flojas.
Un ángel providencial llamado Engels lo salvó del hambre como a los profetas arcaicos un cuervo: el hijo de textileros achicaba la caja menor de su padre para mantenerlo. Mientras él les pagaba clases de piano a sus hijas, se permitía un secretario, mandaba a su mujer de vacaciones porque le parecía bien dada su condición, y le timbraba tarjetas de visita donde resaltaba su origen noble. Como cualquier burgués. Negado a enfrentar la vida ni siquiera agradecía bien los envíos del amigo. A juzgar por las cartas que se cruzaron este le aconsejó a veces que se empleara en una editorial, que diera clases, sabiendo que no tenía más remedio que aguantarlo. El parásito genial solo esperaba el acatamiento. Viviente entre nubes de humo, mugre y sillas de conde desvencijadas.
Su idea fija llenó la historia humana de infamias y de fracasos rampantes y nos concedió el dudoso don de algunos de los personajes más impresentables de la crónica del mundo, desde Lenin, Stalin, y Pol Pot hasta los lumpenguerrilleros que proliferaron en el siglo XX en todas partes enlodando su nombre. Pandillas de gánsteres sentimentales que creyeron hallar la clave del futuro en sus investigaciones monetarias. Pero no fue un mal tipo. Tampoco un filósofo. Y al final se extravió en la acción que es la forma segura de arruinar un ideal. Le dolería verse aún hoy al servicio de la mediocridad política, del desorden gratuito. Pero así les pasó a todos los profetas. Cristo justificó al papa Borgia y al padre Maciel.
Lo sacaban de quicio los marxistas. Yo no soy marxista, protestó. Mientras consideraba ir a vivir a los Estados Unidos de las siderúrgicas, los ferrocarriles, la electricidad, los buenos periódicos. Porque defendió la libertad de prensa y el progreso industrial que liberaría a los hombres del trabajo obligatorio y haría posible la globalización del mundo que deseaba. Se llamó Carlos Marx.

El Tiempo, Bogotá, 26 de septiembre de 2016

Friday, September 23, 2016

TRIBUNALES

La definición más sencilla de la palabra tribunal es: Un órgano público cuya finalidad es administrar justicia en un estado.


Con el tiempo el concepto de tribunal adquirió tintes siniestros en varios países y en eso fueron determinantes los tribunales del Santo Oficio, en los cuales la administración de justicia se tornó un espectáculo cruel y degradante, donde los acusados eran sometidos al escarnio público, las confesiones se arrancaban con torturas y las ejecuciones fueron espectáculos terribles. Las hogueras de la inquisición fueron implacables con los Cátaros o Albingenses en Francia. En España y Portugal los tribunales del Santo oficio persiguieron con saña a Judíos y Musulmanes, en los juicios menudearon las pruebas amañadas y los falsos testigos. Esto alcanzó a extenderse a las colonias de los Estados Ibéricos. Los castigos a alquimistas, brujas y hechiceros fueron atroces en toda Europa Occidental. Todo procurando la salvación de las almas.


Con el tiempo se presentó otro tribunal siniestro, durante la Revolución Francesa se implantó el Comité de Salvación Pública, aunque laico guardaba algunas similitudes con el Santo Oficio, además de la palabra “salvación”. En dicho comité se ordenaron verdaderas carnicerías, allí como en la Inquisición los juicios eran espectáculos públicos donde el acusado era sometido al escarnio de la muchedumbre y a la humillación de las confesiones forzadas. El Régimen del terror duró escasos cuatro años pero las orgias de sangre y las injusticias cometidas perduraron muchos años en la memoria humana. El Comité de Salvación Pública terminó con sus jueces y fiscales guillotinados.


En el comienzo del Siglo XX se presentó otra orgía de tribunales a raíz de la toma del poder por los Bolcheviques en Rusia. Al principio hubo juicios sumarios, a los fusilamientos no los antecedía ninguna ceremonia. Posteriormente vino el gran descubrimiento de Stalin, prolongados juicios espectáculo en los cuales además de prolongadas torturas se le hacían la víctima acusaciones de falsos crímenes hasta llegar a un estado de aniquilación en que el reo “confesaba” lo que le exigieran. En esta clase de espectáculos hubo celebérrimos fiscales como Vishinsky. La Santa Inquisición Soviética perduró casi todo el siglo XX. Hubo tribunales a su imagen y semejanza en Europa Oriental, donde se cometieron los mismos crímenes y atropellos. Los tribunales stalinianos cobraron millones de víctimas, entre ellas casi todos los líderes de la Revolución. En la China de Mao Tse Tung los tribunales actuaron en forma parecida, en especial con mucho énfasis en las confesiones, aunque aparentemente el aparato judicial no fue tan sanguinario.


En Cuba, a imitación de la Unión Soviética menudearon los juicios políticos y sus consecuentes ejecuciones, sin llegar a los extremos de la “metrópoli”, por las diferencias de idiosincrasia, Cuba nunca fue muy adicta a los intrígulis del Derecho. En Venezuela los juicios políticos seguidos de ejecuciones han sido mínimos, la mentalidad venezolana no se presta para leguleyadas, simplemente se cometen los crímenes y atropellos sin tribunales. 


La situación en Colombia es muy especial. Según declaraciones del Fiscal en ejercicio más del 90 % de los delitos quedan impunes. Esto en el País que dispone del aparato judicial más aparatoso y complicado de Latinoamérica y posiblemente del Mundo. Cuatro cortes, fiscalía, Defensoría de Pueblo, Procuraduría, Contraloría, miles de fiscales, magistrados y mil funcionarios más, inútiles porque la justicia no funciona. Está plagada de corruptelas,  persecuciones, juicios políticos amañados, falsos testigos, intrigas y componendas. De acuerdo a las negociaciones del Gobierno con las Farc, pretenden crear un tribunal supremo con atribuciones casi ilimitadas. Esto sería el soporte ideal para un gobierno totalitario, esa clase de tribunal fue el que le sirvió a Stalin para esclavizar a los rusos. ¡Terminaran los extorsionista enjuiciando a sus víctimas!


Jaime Galvis V.

Sunday, September 18, 2016

UNOS REBAÑOS

La palabra rebaño indica una manada de animales dóciles que se dejan conducir fácilmente a cualquier parte, inclusive al matadero. En la Historia de la Humanidad hay múltiples ejemplos de comunidades que permitieron que las manejaran como rebaños. Un ejemplo en pequeña escala, pero aberrante, fue la comunidad religiosa que el Reverendo Jones condujo hasta Guyana para inducirla a un suicidio colectivo. Otro ejemplo parecido fue el movimiento religioso de Antonio Conselheiro en el Nordeste de Brasil. Unos campesinos ignorantes obligados a una guerra suicida contra el ejército del País.


Esta clase de manejos se ha practicado a mayor escala afectando a verdaderas nacionalidades. Francamente cada vez que se han ejecutado esa clase de maniobras las consecuencias para los grupos humanos han sido desastrosas. Generalmente esto lo han llevado a cabo líderes políticos y religiosos, con mentalidades mesiánicas y con dominio larvado de las comunicaciones y últimamente de la propaganda.


Un ejemplo verdaderamente extravagante es el de Corea del Norte, una dinastía familiar creó una doctrina el Juche una ideología un poco burda que convirtieron en la religión del País. Un pueblo recién salido de dos guerras acepto el engendro y esto se volvió una camisa de fuerza que llevó al País a un aislamiento total y a una dictadura draconiana.


Naturalmente la ideología que alcanzó mayores dimensiones fue el Marxismo, cuyos dogmas alcanzaron a dominar media Humanidad. Millones de personas obligadas a aceptar unos principios de gobierno y de vida, sin consultarlos. Generaciones enteras frustradas porque para los respectivos regímenes solamente eran las reses de unos rebaños. Esto llevó a la ruina económica de la Unión Soviética y de todos los países de su área de influencia. Los experimentos económicos de Mao Tse Tungfueron verdaderas hecatombes y sus víctimas nunca pudieron discutir sus grandes fallas.


En Latinoamérica y en el Mundo Musulmán los mandatarios iluminados y sus doctrinas infalibles han sido demasiado frecuentes. En los países islámicos los regímenes en su mayor parte han tenido un tinte religioso. En Latinoamérica, origen político a veces un poco gaseoso Desde la dictadura de Perón y su doctrina “justicialista”, muy poco definida por cierto, que perduró por años, hasta el Apra del Perú con mucha doctrina y una praxis desastrosa.


Posteriormente surgió en Latinoamérica una organización rocambolesca, una especie de Comintern trasnochado, el Foro de Sao Paulo en gran parte inspirada en la “experiencia” cubana. De ahí surgieron toda una serie de dictaduras toscas, basadas en ideologías rudimentarias de última hora, las cuales no podían estar sujetas a discusión. El ejemplo más pintoresco se presentó en Venezuela, donde un demagogo megalómano, un poco chiflado se ideó el “socialismo del Siglo XXI”. Una base teórica muy tosca pero indiscutible para el ciudadano.  Arruinó la industria y al agricultura de Venezuela y con base en los ingresos petroleros estableció un asistencialismo generalizado. Todo esto condimentado con un marcado nepotismo.


En Colombia el proceso ha sido diferente pero igualmente absurdo. En este país hay una serie de dinastías que se han considerado los dueños del Estado, por tanto durante años han ejecutado toda clase de maniobras para no perder el poder. Son escasos los mandatarios que no han sido dueños de ciertos apellidos. En esta lucha por mantener privilegios, la aristocracia criolla ha apelado a toda clase de arbitrios. Se inventaron un clamor por  una  nueva constitución que nadie estaba pidiendo y naturalmente no permitieron que fuera sometida a la aprobación de la ciudadanía. Ahora idearon un “proceso de paz” absurdo para lavar la cara de un mandatario inepto y quieren que el rebaño apruebe un documento pésimamente concebido pero inmodificable.        


Jaime Galvis Vergara