Sunday, April 25, 2010

El Impuesto al Valor Agregado no es la Respuesta

Mises Daily: Viernes, 23 de abril 2010


por Murray N. Rothbard

"Salió un decreto del emperador Augusto, que todo el mundo debe ser gravado." - Lucas 02:01

[Human Events, 11 de marzo de 1972].

Uno de los grandes y sorprendentes hechos de los últimos meses es la creciente resistencia a más impuestos por parte del sufrido público estadounidense. Toda persona, empresa u organización en la sociedad norteamericana obtiene sus ingresos de la venta pacífica y voluntaria de bienes y servicios productivos al consumidor, o por donaciones voluntarias de personas que desean continuar lo que el grupo u organización está haciendo. Sólo el gobierno obtiene sus ingresos por imposición coercitiva de tributos. El nuevo elemento positivo es la creciente resistencia por parte del pueblo estadounidense a exacciones fiscales aún mayores.

En su interminable búsqueda de mayores y mejores botines, el gobierno se las ha arreglado para gravar todo lo que pueda encontrar, y por cierto de innumerables maneras. Su lema casi puede decirse que es: "Si se mueve, grávelo!"

Todo ingreso, toda actividad, cada pieza de propiedad, cada persona en la tierra está sujeta a una serie de extorsiones draconianas, de impuestos directos e indirectos, visibles e invisibles. No hay, por supuesto, nada nuevo en esto, lo nuevo es que el acelerado impulso fiscal del gobierno ha comenzado a encontrar resistencia decidida por parte de la ciudadanía de los Estados Unidos.

No es ningún secreto que el impuesto sobre la renta, el favorito del gobierno por su capacidad de determinar y abiertamente extraer fondos de los ingresos de todos, ha llegado a su límite político en este país. Los pobres y la clase media ahora están tan fuertemente gravados que el gobierno federal en particular, no se atreve a tratar de extraer más ruines tributos.

El contribuyente indignado, después de todo, puede convertirse fácilmente en un votante indignado. ¿Qué tan indignados pueden estar los votantes se hizo evidente, para los políticos, en noviembre pasado, cuando localidad tras localidad, por todo el país, se levantó airada a votar contra una emisión de bonos, incluso aquella cuyo muy sacrosanto propósito era expandir las escuelas públicas.

La derrota en Nueva York

El ejemplo más alentador - y uno que puede, por sí sólo, darnos la gran esperanza de una América libre - lo encontramos en Nueva York, donde cada líder político de ambas partidos, con la complicidad de una fuertemente financiada y demagógica campaña de TV, instó a los votantes a apoyar una emisión de bonos de transporte. Sin embargo, la emisión de bonos fue derrotada abrumadoramente - y la lección fue fuerte y saludable para todos nuestros políticos.

Por último, se reconoce ahora que el impuesto a la propiedad, el pilar del gobierno local tal como es el impuesto sobre la renta a nivel federal, generalmente tiene un efecto devastador sobre el sector de la vivienda en la nación. El impuesto a la propiedad desalienta el mejoramiento y la inversión en vivienda, y ha causado la pérdida de sus casas a una infinidad de norteamericanos, y ha llevado a una espiral de abandonos por impuestos en, por ejemplo, Nueva York, con el deterioro que significan las viviendas abandonadas en ruinas.

El Gobierno, por fin, había llegado al límite impositivo, la gente finalmente ha dado un rotundo "¡No!" a cualquier nuevo aumento de la carga fiscal. ¿Qué iba a hacer el cada vez más invasivo Gobierno? Los economistas del país, la mayoría de los cuales están siempre dispuestos a servir como técnicos en la expansión del poder del Estado, tenían a mano una respuesta, sacaron un nuevo conejo del sombrero para salvarle el día al Gran Gobierno.

Señalaron que el impuesto a la renta y el impuesto a la propiedad eran demasiado evidentes, demasiado visibles, y que también lo eran el generalmente odiado impuesto a las ventas y los impuestos especiales sobre productos específicos. Pero ¿qué tal un impuesto que permanece totalmente oculto, que el consumidor o el estadounidense promedio no pueden identificar ni señalar como el objeto de su ira? Fue esta deliciosa cualidad “de oculta” la que atrajo la atención del gobierno de Nixon al "Impuesto al Valor Agregado (IVA)".

El gran individualista Frank Chodorov, alguna vez editor de Human Events, explicó claramente el porqué del entusiasmo del gobierno por los impuestos encubiertos:

No es el tamaño del rendimiento, ni la certeza de la recaudación, lo que da a los impuestos indirectos [lease IVA] la preeminencia en el esquema de apropiaciones del estado. Su cualidad más encomiable es la de ser subrepticio. Se toma, por decirlo así, cuando la víctima está descuidada.

Aquellos que se esfuerzan en dar a los impuestos un carácter moral tienen la obligación de explicar la preocupación del estado por esconder los impuestos dentro del precio de los bienes. (Chodorov Frank, Out of Step, Devin-Adair, 1962, p. 220)

El IVA es esencialmente un impuesto nacional a las ventas, que se percibe en proporción a los bienes y servicios producidos y vendidos. Pero su ocultamiento delicioso viene de que el IVA se recauda en cada paso del camino, en el proceso de producción: al agricultor, al fabricante, al intermediario, al mayorista y sólo ligeramente al detallista.

La diferencia es que cuando un consumidor paga un impuesto a las ventas del 7 por ciento en cada compra, su indignación crece y señala con el dedo del resentimiento a los políticos a cargo del gobierno, pero si el impuesto del 7 por ciento es oculto y pagado por todas las empresas en lugar de sólo las tiendas, los precios más altos, inevitablemente serían responsabilidad, no del gobierno a quien debía corresponder, sino de los empresarios codiciosos y de los sindicalistas glotones.

Mientras consumidores, empresarios, y sindicatos se culpan mutuamente de la inflación, como los gatos de Kilkenny, Papá gobierno es capaz de preservar en alto la pureza de su moral, y unirse a la denuncia de todos estos grupos por "generar inflación".

Entonces es fácil ver el entusiasmo del gobierno federal, y de sus asesores económicos, por el nuevo esquema del IVA. El cual permite al gobierno extraer muchos más fondos del público - lograr precios más elevados, menor producción y menores ingresos - y además, escapar totalmente de toda culpa, la que fácilmente se puede cargar sobre empresas, sindicatos, o consumidores, tal como la administración particular considere oportuno.

El IVA es, en definitiva, la amenaza de una estafa gigantesca al público estadounidense, y por ello es de vital importancia que no pase. Porque si es así, la invasiva amenaza del Gran Gobierno tendría otro impulso, y bien prolongado, de vida.

Uno de los argumentos de promoción del IVA es que se supone que es sólo para reemplazar el impuesto a la propiedad cuya misión principal es la financiación de las escuelas públicas locales. Cualquier alivio de la onerosa carga del impuesto a la propiedad suena bien a muchos norteamericanos.

Pero cualquiera que esté familiarizado con la historia del gobierno o de los impuestos debe saber dónde está la trampa en este tipo de promesas. Porque desde ahora hemos de saber que los impuestos nunca bajan. El Gobierno, en su búsqueda insaciable de nuevos fondos, nunca renuncia a fuente alguna de ingresos.

Usted sabe, y yo también, que los impuestos a la propiedad, incluso si se utilizan en la financiación de escuelas, realmente no bajarán, sino que simplemente se aplicarán a otros enredos costosos del gobierno local. Y también sabemos muy bien que el IVA no se limitará por mucho tiempo a la financiación de escuelas, su gran potencial (un IVA del 10 por ciento produciría unos 60 mil millones dólares en ingresos) es demasiado tentador para que el gobierno no lo utilice hasta la última gota, y, en palabras de Harry Hopkins, famoso propulsor del New Deal, "con los impuestos, cobrar y cobrar, gastar y gastar, elegir y elegir".

Vamos a profundizar ahora en la naturaleza específica del IVA. Se recaudará un porcentaje dado (la propuesta de la administración Nixon es de 3 por ciento), no a las ventas al por menor, sino a las ventas en cada etapa de producción, deduciendo de su cuenta, la firma comercial, el impuesto incorporado en las compras hechas en las etapas previas. Por lo tanto, es un impuesto oculto sobre las ventas en cada fase de producción, desde el agricultor o minero hasta el minorista.

Un Impuesto "Regresivo"

La crítica más común es que el IVA, como el impuesto a las ventas, es un impuesto "regresivo", el cual cae en gran medida sobre los pobres y la clase media, quienes pagan un mayor porcentaje de sus ingresos que los ricos. Esta es una crítica apropiada e importante, especialmente en un momento en que la clase media ya está sufriendo una presión fiscal insoportable.

La administración Nixon propone aliviar la carga impositiva sobre los pobres, rebajando el impuesto a la renta. Si bien esto puede aliviar la presión fiscal sobre los pobres, la clase media, que de todos modos paga la mayor parte de nuestros impuestos, difícilmente saldrá beneficiada.

"Además, hay un elemento más siniestro en el plan de devoluciones: porque algunos de los pobres reciben pagos en efectivo de parte del IRS, con lo cual dejaremos entrar por la puerta trasera el desastroso principio del ingreso anual garantizado (Plan de Asistencia Familiar PAF)”.

Pero el IVA es, de todas maneras, mucho peor que un impuesto a las ventas, además de su naturaleza oculta y clandestina. En primer lugar, los defensores afirman que como cada empresa y cada fase de producción paga el IVA en proporción al "valor añadido" a su producción, no habrán efectos de mala asignación en el trayecto.

Pero esto ignora el hecho de que cada empresa comercial soportará el peso de innumerables gastos, por causa del gobierno, en el mantenimiento de registros y en el recaudo. El resultado será un impulso inexorable al negocio hacia "fusiones verticales" y a la reducción de la competencia.

Supongamos, por ejemplo, que un productor de petróleo crudo agrega un valor de $ 1.000, y que una refinería de petróleo agrega otros $ 1.000, y supongamos, por simplicidad, que el IVA es del 10 por ciento. En teoría, no debería haber ninguna diferencia, estén las empresas separados o "integradas"; en el primer caso, cada empresa pagaría 100 dólares al gobierno, en el segundo, la empresa integrada pagaría $ 200. Pero ya que esta consoladora teoría ignora los importantes costos de mantenimiento de registro y de recaudo, en la práctica, si la empresa de petróleo crudo y la refinería de petróleo se han integrado en una empresa, al hacer un solo pago, sus costos serían más bajos.

Fusiones Verticales

Por lo tanto, con el IVA se inducirá la concentración vertical, tras lo cual la División Antimonopolios del Departamento de Justicia comenzará a denunciar a gritos que el libre mercado está creando "monopolios" y que la fusión deberá ser reversada por mandato gubernamental.

Los costes de mantenimiento de registros y recaudos suponen otro grave problema para la economía de mercado. Obviamente, las pequeñas empresas tienen menor capacidad de soportar estos costos, que las grandes, por lo que el IVA será una carga de gran alcance en las pequeñas empresas, y obstaculizará gravemente la lucha competitiva. No es de extrañar que algunas grandes empresas miren con buenos ojos el IVA!

Hay otro problema grave con el IVA, un problema contra el que los países de Europa occidental, que ya han adoptado el IVA, están luchando.

En el IVA, cada empresa envía sus facturas al gobierno federal, y obtiene el crédito por el IVA incorporado a las facturas de adquisición de mercancías de otras empresas. El resultado es una apertura irresistible a la trampa, y en Europa Occidental hay empresas especiales cuya actividad consiste en suscribir facturas falsas que pueden reducir la carga fiscal de sus "clientes". Aquellos negocios más dispuestos a hacer trampa, se verán entonces favorecidos en la competencia por el mercado.

Una falla fundamental más existe en el IVA, una falla que traerá mucho dolor a nuestro sistema económico. La mayoría de la gente supone que este impuesto sólo se transmitirá en forma de precios más altos al consumidor. Pero el proceso no es tan simple. Mientras en el largo plazo, sin duda los precios a los consumidores aumentarán, habrá otros dos efectos importantes: una gran reducción a corto plazo en los beneficios empresariales, y una caída a largo plazo en los ingresos salariales.

El golpe crítico a las utilidades, mientras que tal vez sea sólo "a corto plazo", llegará en un momento de recesión económica, cuando muchas empresas e industrias están sufriendo de una baja rentabilidad e incluso pérdidas comerciales. Las empresas e industrias con baja rentabilidad se verán gravemente afectadas por la imposición del IVA, y el resultado será el de paralizar cualquier recuperación posible y nos sumergirá más profundamente en recesión. Por otra parte, las empresas nuevas y creativas, que por lo general comienzan pequeñas y con baja rentabilidad, se paralizarán en forma similar poco después de haber comenzado.

El IVA también tendrá un severo efecto, y no reconocido hasta ahora, el de agravar el desempleo, el cual ya tiene una tasa alta por la recesión. El impacto grave sobre el desempleo será doble. En primer lugar, cualquier empresa que compre, por ejemplo, maquinaria, puede deducir el IVA incorporado de su obligación fiscal, pero si contrata trabajadores, no podrá hacer tal deducción. El resultado será el impulso a la mecanización excesiva y al despido de trabajadores.

En segundo lugar, parte del efecto a largo plazo del IVA será la menor demanda de trabajo y la reducción de los ingresos salariales, pero dado que los sindicatos y las leyes de salario mínimo mantienen altas las tasas salariales de manera indefinida, el impacto será el aumento del desempleo. Así, a partir de dos direcciones diferentes pero en sinergia, el IVA va a agravar el ya serio problema del desempleo.

Por lo tanto, el público de hecho va a pagar un precio alto por la naturaleza clandestina del IVA. Seremos multados en una creciente cantidad de fondos, obtenidos en forma oculta pero no menos gravosa, justo en un momento en que el gobierno parecía haber llegado al límite de la presión fiscal que la ciudadanía podía permitir. Serán fondos que van a agravar las cargas de la tan sufrida clase media estadounidense. Y para colmo, el IVA mutilará las utilidades; dañará la competencia; incapacitará pequeños negocios y nuevas empresas creativas; hará subir los precios, y en gran medida agravará el desempleo. Enfrentará a los consumidores contra el negocio, e intensificará los conflictos en la sociedad.

Uno de las, con justicia famosas, “leyes” de Parkinson es que, para el gobierno, "los gastos se elevan hasta el nivel de los ingresos". Si permitimos que el gobierno encuentre y explote nuevas fuentes de impuestos, simplemente usará esos fondos para gastar más y más, y agravará la carga, ya temible, del Gran Gobierno sobre la economía y el ciudadano estadounidenses.

La única manera de reducir el Gran Gobierno es reducir sus ingresos fiscales, y obligarlo a permanecer dentro de medios más limitados. Debemos velar por que el gobierno tenga menos recursos fiscales para jugar, no más. El primer paso en este camino a un gobierno más reducido y a una mayor libertad es mostrar el IVA, como la estafa que es, y derrotarlo.

Murray N. Rothbard (1926-1995) fue decano de la Escuela Austríaca. Fue Economista, Historiador de la economía y Filósofo político libertario.

Publicado por primera vez en Human Events, 11 de marzo de 1972, p. 197 de este artículo apareció en el Congressional Record, 14 de marzo de 1972 y fue reimpreso en The Daily Stanford en dos partes, "IVA: Peligrosa estafa", 4 y 9 de mayo de 1972.

Tuesday, April 20, 2010

La Paradoja del Imperialismo


Mises Diario: Apareció originalmente en Inglés el Lunes 20 de noviembre de 2006, por Hans-Hermann Hoppe

[En la Cumbre de Benefactores del Instituto Mises este año, con "El imperialismo: Enemigo de la libertad", Hermann Hoppe recibió el Premio Hans Schlarbaum por su trayectoria en el estudio de la Libertad. Este artículo es un extracto del discurso de aceptación del profesor Hoppe, "El origen y naturaleza de los Conflictos Internacionales", el cual está disponible en audio en MP3 de Medios de comunicación del Instituto Mises.]
El Estado
Convencionalmente, el Estado se define como una agencia con dos características únicas. En primer lugar, se trata de un monopolio territorial compulsivo de última instancia en la toma de decisiones (jurisdicción). Es decir, es el árbitro de última instancia en todos los casos de conflicto, incluidos los conflictos que afectan al Estado mismo. En segundo lugar, el Estado es un monopolio territorial de los impuestos. Es decir, es una agencia que fija unilateralmente el precio que los ciudadanos deben pagar por los servicios de justicia y orden público.
Como es de esperarse, si uno solamente puede apelar ante el Estado por justicia, la justicia se pervierte a favor del Estado. En lugar de resolver los conflictos, un monopolio de la toma de decisiones en última instancia provocará conflictos con el fin de resolverlos a su favor. Peor aún, mientras la calidad de la justicia disminuye bajo los auspicios del monopolio, su precio subirá. Motivado, como todos los demás, por el interés propio, pero dotado de la potestad tributaria, el objetivo de los agentes del Estado “es siempre el mismo: maximizar ingresos y minimizar el esfuerzo productivo”.
Estado, Guerra, e Imperialismo
En lugar de concentrarme en las consecuencias internas de la institución del Estado, más bien, me centraré en sus consecuencias externas, es decir, en las políticas externas en lugar de las políticas internas.
Por un lado, como agencia que pervierte la justicia e impone impuestos, el Estado está amenazado con “la salida” (emigración).  Especialmente sus ciudadanos más productivos podrían emigrar para escapar de los impuestos y las perversiones de la ley.  A ningún Estado gusta esto.  Por el contrario, en lugar de ver reducidos su rango de control y la base de los impuestos, los agentes del Estado prefieren que éstos se amplíen.  Pero esto les trae conflicto con otros Estados.  Sin embargo, a diferencia de la competencia entre personas “naturales” e instituciones, la competencia entre Estados es eliminatoria.  Es decir, sólo puede haber un monopolio de toma de decisiones de última instancia y de tributación en un área determinada.  En consecuencia, la competencia entre Estados diferentes promueve una tendencia a la centralización política y, en definitiva hacia un Estado mundial único.
Aún más, como monopolistas de toma de decisiones de última instancia financiados con impuestos, los Estados son instituciones inherentemente agresivas.  Mientras que las personas “naturales” y las instituciones deben asumir por sí mismas el costo de una comportamiento agresivo (lo cual bien puede inducirlos a abstenerse de tal conducta), los Estados pueden externalizar este costo sobre los contribuyentes.  De aquí que los agentes del Estado tengan la propensión a convertirse en provocadores y en agresores y por lo tanto se puede esperar que el proceso de centralización derivará en enfrentamientos violentos, como por ejemplo, en guerras interestatales.
Además, dado que los Estados deben comenzar pequeños y asumiendo como punto de partida un mundo compuesto por una multitud de unidades territoriales independientes, se puede afirmar que el éxito es un requisito bastante específico. En la guerra, la victoria o la derrota de un Estado sobre otro, depende desde luego de muchos factores, pero manteniendo en igualdad otras condiciones, como el tamaño de la población, a la larga el factor decisivo es el tamaño relativo de los recursos económicos a disposición de cada uno de los Estados.  Ni con impuestos y ni con regulaciones, contribuyen los Estados a la creación de riqueza económica.  Más bien, como parásitos, recurren a la riqueza existente. Sin embargo, los gobiernos estatales pueden influenciar negativamente la cantidad de riqueza existente. En igualdad de condiciones, mientras menores sean la carga fiscal y la regulación impuestas a la economía nacional, mas tenderá a crecer la población y mayor la riqueza producida domésticamente de la cual el Estado podría echar mano en caso de conflicto con sus competidores vecinos.  Es decir, Estados que tienen cargas fiscales y regulatorias relativamente bajas en sus economías – Estados liberales – tienden a derrotar, y a ampliar su territorio o el rango de su control hegemónico, a expensas de Estados menos liberales.
Esto explica, por ejemplo, por qué Europa Occidental llegó a dominar el resto del mundo, y no al revés.  Más específicamente, esto explica por qué fueron primero los holandeses, a continuación los británicos y, por último, en el siglo 20, los Estados Unidos, quienes se convirtieron en la potencia imperial dominante, y por qué los Estados Unidos, internamente uno de los Estados más liberales, ha llevado a cabo la política exterior más agresiva, mientras que la antigua Unión Soviética, por ejemplo, con sus políticas domésticas totalmente anti-liberales (represivas) ha llevado a cabo una política exterior relativamente pacífica y prudente. Los Estados Unidos sabían que podían vencer militarmente a cualquier otro Estado, por lo tanto han sido agresivos. Por el contrario, la Unión Soviética sabía que estaba condenada a perder una confrontación militar con cualquier Estado de tamaño sustancial, a menos que pudiera ganar en unos pocos días o semanas.
Desde la Monarquía y sus Guerras entre Ejércitos, hasta la Democracia y las Guerras Totales
Históricamente, la mayoría de los Estados han sido monarquías, encabezadas por reyes o príncipes, ya sean absolutos o constitucionales. Es interesante preguntarse por qué es esto así, pero ahora y aquí tengo que hacer a un lado esta cuestión. Baste decir que los Estados democráticos (incluyendo las llamadas monarquías parlamentarias), encabezadas por Presidentes o Primeros Ministros, eran poco comunes hasta la Revolución Francesa y vinieron a adquirir una importancia histórica sólo después de la Primera Guerra Mundial
Si bien de todos los Estados se debe esperar que tengan inclinaciones agresivas, la estructura de incentivos que enfrentan los reyes tradicionales, por un lado y los presidentes modernos, por el otro, es lo suficientemente diferente como para tener en cuenta diferentes tipos de guerra.  Mientras que los Reyes se veían a sí mismos como propietariosprivados del territorio bajo su control, en igual forma los Presidentes se consideran como curadores temporales.  Elpropietario de un recurso se preocupa por los ingresos corrientes que se derivan del recurso y del valor del capital dedicado a él (como un reflejo de los ingresos futuros esperados). Sus intereses son a largo plazo, con una preocupación por la preservación y el crecimiento de los valores de capital invertidos en “su” país. Por el contrario, elcurador de un recurso (visto como bien público en lugar de propiedad privada) se ocupa principalmente de sus ingresos corrientes y presta poca o ninguna atención a los valores de capital.
El resultado empírico de esta estructura de incentivos diferentes es que las guerras monárquicas tendieron a ser “moderadas” y “conservadoras” en comparación con las guerras democráticas.
Las guerras monárquicas típicamente surgieron de disputas por herencias en una compleja red de matrimonios inter-dinásticos. Se caracterizaban por objetivos territoriales tangibles. No eran querellas por motivos ideológicos. Las guerras se consideraban asunto privado del rey, a ser financiadas y ejecutadas con sus propios dinero y fuerzas militares. Por otra parte, como los conflictos se daban entre diferentes familias gobernantes, los reyes se sintieron compelidos a reconocer una clara distinción entre combatientes y no combatientes y a dirigir sus esfuerzos de guerra exclusivamente unos contra otros y por sus propiedades familiares. Así, el historiador militar, Michael Howard, anota sobre la guerra monárquica del siglo 18:
En el continente [europeo] el comercio, los viajes, el intercambio cultural y de conocimientos transcurría, en tiempos de guerra, casi sin ningún obstáculo. Las guerras eran guerras del Rey. El papel del buen ciudadano era pagar sus impuestos, y la sana economía política dictaba que no debían ser perturbados para que hicieran dinero y pagaran impuestos. No estaba obligado a participar ni en la decisión por la cual surgía la guerra, ni a tomar parte en ella una vez estallaba, a no ser que se sintiera impulsado por un espíritu de aventura juvenil. Estos asuntos eran arcane regni,únicamente preocupación del soberano. [La Guerra en la Historia Europea, 73]
Del mismo modo Ludwig von Mises observaba sobre las guerras de ejércitos:
En las guerras de ejércitos, el ejército combate, mientras que los ciudadanos que no son miembros del Ejército prosiguen su vida normal. Los ciudadanos pagan los costos de la guerra, pagan por el mantenimiento y equipamiento del ejército, pero por lo demás, permanecen por fuera de los hechos de guerra. Puede suceder que las acciones de guerra arrasen sus casas, devasten sus tierras y destruyan otras propiedades suyas, pero esto también es parte de los costos de guerra que tienen que pagar. También puede suceder que sean saqueados, e incidentalmente muertos, por los guerreros – incluso por los de su “propio” ejército. Pero estos son eventos que no son inherentes a la guerra como tal, además estorban más que ayudan a las operaciones de los líderes del ejército y no son tolerados si los que mandan tienen pleno control sobre sus tropas. El Estado guerrero que ha formado, equipado y mantenido al ejército considera el saqueo por sus soldados como un delito, ya que fueron contratados para luchar, no para saquear por su propia cuenta. El Estado quiere conservar la vida civil, como de costumbre, ya que quiere mantener la posibilidad de que sus ciudadanos paguen impuestos; los territorios conquistados son considerados como su propio dominio. El sistema de economía de mercado se debe mantener durante la guerra para servir a las exigencias de la guerra. [Nationalökonomie, 725-26]
A diferencia de la guerra limitada del Antiguo Régimen, la época de la guerra democrática – que comenzó con la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas, continuó durante el siglo 19 con la Guerra de la Independencia del Sur, y alcanzó su punto culminante durante el siglo 20 con la Primera y la Segunda Guerras Mundiales – ha sido la era de la guerra total.
Al desdibujarse la distinción entre gobernantes y gobernados (“todos nos gobernamos a nosotros mismos”), la democracia fortaleció la identificación del público con un Estado en particular. En lugar de disputas por la propiedad dinástica que podían resolverse mediante la conquista y la ocupación, las guerras democráticas se convirtieron en batallas ideológicas: en choque de civilizaciones, que sólo podía resolverse mediante la dominación cultural, lingüística, o religiosa, el sometimiento y, si fuese necesario, con el exterminio. Cada vez era más difícil para los miembros del público liberarse de la implicación personal en la guerra. La resistencia al aumento de los impuestos para financiar una guerra era considerada una traición. Debido a que el Estado democrático, a diferencia de la monarquía, era “propiedad de todos”, el servicio militar obligatorio se convirtió en la regla y no la excepción. Y con ejércitos de conscriptos, masivos y baratos, y por lo tanto fácilmente desechables, luchando por objetivos e ideales nacionales, respaldados por los recursos económicos de la nación entera, toda distinción entre combatientes y no combatientes cayó por la borda.
El daño colateral ya no era un hecho casual aislado, sino que se convirtió en parte integral de la guerra. “Una vez que el Estado dejó de ser considerado como ‘propiedad’ de los príncipes dinásticos”, señaló Michael Howard,  “y en vez de eso se convirtió en instrumento de fuerzas poderosas dedicadas a conceptos tan abstractos como Libertad, o Nacionalidad, o Revolución, lo que permitió que un gran número de personas viera en ese Estado, la encarnación de algún Bien absoluto en pago del cual ningún precio era demasiado alto, ningún sacrificio demasiado grande; y entonces las ‘tibias e indecisas escaramuzas’ de la época Rococó parecieron absurdos anacronismos”. [Ibid. 75-76]
Observaciones similares han sido hechas por el historiador militar, el Mayor General JFC Fuller:
La influencia del espíritu de nacionalidad, es decir de la democracia, sobre la guerra, fue profunda,.. [ya que] emocionalizó la guerra y, en consecuencia, la brutalizó; …. Los ejércitos nacionales luchan contra naciones, los ejércitos reales luchan contra ejércitos parecidos, los primeros obedecen a una turba siempre demente, los segundos a un rey, por lo general cuerdo. Todo esto se desarrolló a partir de la Revolución Francesa, la cual también dio al mundo la conscripción – la guerra de manadas, y el rebaño acoplado a las finanzas y al comercio ha engendrado nuevos dominios a la guerra… Porque una vez que la nación entera pelea, entonces el crédito nacional entero estará disponible para los propósitos de la guerra. [La Guerra y la Civilización Occidental, 26-27]
Y William A. Orton hace una síntesis del tema en la siguiente forma:
Las guerras del siglo XIX se mantuvieron dentro de límites por la tradición, bien reconocida en el derecho internacional, que bienes y empresas civiles estaban por fuera de la esfera de combate. Los bienes de carácter civil no estaban expuestos a embargo o incautación arbitraria permanente, y aparte de aquellas estipulaciones territoriales y financieras que un Estado puede imponer a otro, la vida económica y cultural de los beligerantes por lo general se permitía continuar más o menos como lo había venido siendo. La práctica del siglo XX ha cambiado todo esto. Durante las dos guerras mundiales listas ilimitadas de contrabando, apoyadas en declaraciones unilaterales de derecho marítimo, pusieron todo tipo de comercio en peligro, y convirtieron en papel de desecho todo precedente. El cierre de la primera guerra se caracterizó por un decidido y exitoso esfuerzo de entorpecer la recuperación económica de los principales perdedores, y a retener ciertas propiedades civiles. La segunda guerra ha sido testigo de la extensión de esta política a un punto tal que el derecho internacional en la guerra ha dejado de existir.  Durante años, el Gobierno de Alemania, hasta donde alcanzaba su brazo, había basado la política de confiscación en una teoría racial que no tenía asidero en el derecho civil, ni en el derecho internacional, ni en la ética cristiana, y cuando comenzó la guerra, esa violación a la cortesía entre las naciones resultó ser contagiosa. El liderazgo Anglo-Americano, de palabra y obra, se lanzó a la cruzada de no admitir límites legales ni territoriales al ejercicio de la coerción. El concepto de neutralidad fue denunciado tanto en la teoría como en la práctica. No sólo las propiedades e intereses del enemigo, sino los activos e intereses de cualesquiera de las partes, incluso en los países neutrales, fueron expuestos a todas las restricciones que las potencias beligerantes pudieron hacer efectivas; y los activos e intereses de los países neutrales y sus civiles, alojados en territorios beligerantes o bajo control de los beligerantes, fueron sometidos prácticamente al mismo tipo de coerción que los ciudadanos de países enemigos. Así la “guerra total” se convirtió en una especie de guerra de la que ninguna comunidad civil podía tener esperanza de escapar, y “las naciones amantes de la paz” sacarán la conclusión obvia. [La Tradición Liberal: Un Estudio de las Condiciones Sociales y Espirituales de la Libertad, 251-52]
Excurso: La Doctrina de la Paz Democrática
He explicado cómo la institución de un Estado conduce a la guerra; porqué, en aparente paradoja, Estados internamente liberales tienden a ser potencias imperialistas, y cómo el espíritu de la democracia ha contribuido a la des-civilización en la conducción de la guerra.
Más concretamente, he explicado el surgimiento de los Estados Unidos al rango de primera potencia imperial del mundo; y, el papel de los Estados Unidos como instigador de guerras, con ínfulas de superioridad moral, cada vez más arrogante y fanático, a consecuencia de transformaciones sucesivas desde sus inicios como república aristocrática hasta democracia de masas sin restricciones, en la época de la Guerra de Independencia del Sur.
Los que aparecen como obstáculos en el camino de la paz y la civilización son pues, por encima de todo, el Estado y la democracia, y específicamente la democracia modelo del mundo: los Estados Unidos de América. Irónicamente, si no sorprendente, sin embargo, son precisamente los Estados Unidos, quienes afirman que son la solución a la búsqueda de la paz.
La razón de esta afirmación es la doctrina de la paz democrática, que se remonta a la época de Woodrow Wilson y la Primera Guerra Mundial, y que se ha reavivado en los últimos años de George W.  Bush y sus asesores neo-conservadores, y por ahora se ha convertido en folclore intelectual, incluso en círculos liberales-libertarios.
La teoría sostiene:
Las democracias no van a la guerra las unas contra las otras.
Por lo tanto, con el fin de lograr una paz duradera, el mundo entero debe convertirse a la democracia.
Y como corolario – generalmente – no declarado:
Hoy en día, muchos Estados no son democráticos y se resisten a reformas -democráticas- internas.
Por lo tanto, debe librarse una guerra contra esos Estados con el fin de convertirlos a la democracia y lograr así una paz duradera.
No tengo paciencia para hacer una crítica completa de esta teoría. Me limitaré a ofrecer una breve crítica de la premisa inicial de la teoría y de su conclusión final.
Primera: No van a la guerra las democracias unas contra otras? Dado que casi no existían democracias antes del siglo 20, la respuesta supuestamente debe encontrarse dentro de un período cercano a los últimos cien años. De hecho, la mayor parte de las pruebas presentadas a favor de la tesis proviene de observar que los países de Europa Occidental no han ido a la guerra unos contra otros en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, en la región del Pacífico, Japón y Corea del Sur no han combatido el uno contra la otra durante el mismo período.¿Prueba el caso esta evidencia? Los teóricos de la paz democrática creen que sí. Como “científicos” están interesados en pruebas “estadísticas”, y como ellos lo ven hay un montón de “casos” sobre los cuales construir esta prueba: Alemania no ha ido a la guerra contra Francia, Italia, Inglaterra, etc.; Francia no ha ido la guerra contra España, Italia, Bélgica, etc. Por otra parte, hay permutaciones: Alemania no atacó a Francia, ni Francia atacó a Alemania, etc. Por lo tanto, tenemos aparentemente docenas de confirmaciones – y esto durante unos 60 años – y ni un solo contra-ejemplo. Pero, ¿realmente tenemos tantos casos de confirmación?
La respuesta es no: de hecho tenemos nada más que un solo caso a mano. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, prácticamente la totalidad de Europa occidental, hoy democrática (más Japón y Corea del Sur, democráticas y en la región del Pacífico) se han convertido en parte del Imperio Americano, según lo indicado por la presencia de tropas de EE.UU. en prácticamente todos estos países. Lo que el período de paz posterior a la II Guerra Mundial “prueba” entonces, no es que las democracias no van a la guerra las unas contra las otras, sino que una potencia hegemónica imperialista, como los Estados Unidos, no permite que sus diversas colonias vayan a la guerra las unas contra las otras (y, por supuesto, que la potencia hegemónica en sí misma no haya visto ninguna necesidad de ir a la guerra contra sus satélites – porque han obedecido – y no han visto la necesidad o no se han atrevido a desobedecer a su amo).
Por otra parte, si las cosas son así percibidas – basado en una comprensión de la historia en lugar de la creencia ingenua de que debido a que una entidad tiene un nombre diferente al de otra, su comportamiento debe ser independiente el uno del otro – se pone de manifiesto que las pruebas presentadas no tienen nada que ver con la democracia y sí totalmente con la hegemonía. Por ejemplo, no estalló la guerra desde el final de la Segunda Guerra Mundial y hasta el final de la década de 1980, es decir, durante el reinado hegemónico de la Unión Soviética, entre Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia, Rumanía, Bulgaria, Lituania, Estonia, Hungría, etc. ¿Fue porque se trataba de dictaduras comunistas y las dictaduras comunistas no van a la guerra unas contra otras? Eso tendría que haber sido la conclusión de los “científicos” de la talla de los teóricos de la paz democrática! Pero sin duda esta conclusión es errónea. Ninguna guerra estalló debido a que la Unión Soviética no permitió que esto ocurriera – al igual que ninguna guerra entre democracias occidentales se desató porque Estados Unidos no permitió que esto sucediera en sus dominios. Sin duda, la Unión Soviética intervino en Hungría y Checoslovaquia, pero también lo hicieron los Estados Unidos en varias ocasiones en Centroamérica, en Guatemala por ejemplo. (Por cierto: ¿Qué pasa con las guerras entre Israel y Palestina y el Líbano? ¿No son todas estas democracias? ¿O los países árabes están excluidos por definición como no-democráticos?)
En segundo lugar: ¿Qué tal la democracia como solución a algo, haciendo a un lado la paz? Aquí el caso de los teóricos de la paz democrática, parece aún peor. De hecho, la falta de comprensión de la historia mostrada por ellos es verdaderamente aterradora. Éstos son sólo algunas fallas fundamentales:
En primer lugar, la teoría implica una fusión conceptual de democracia y libertad que sólo pueden calificarse de escandalosa, sobre todo viniendo de libertarios auto-proclamados. El fundamento y la piedra angular de la libertad es la institución de la propiedad privada, y la propiedad privada – exclusiva – es lógicamente incompatible con la democracia – el gobierno de la mayoría. La democracia no tiene nada que ver con la libertad. La democracia es una variante suave del comunismo, y rara vez en la historia de las ideas ha sido tomada para otra cosa. Por cierto, antes del estallido de la era democrática, es decir, hasta el comienzo del siglo 20, los presupuestos del gobierno (estatal) provenientes de impuestos (que combina todos los niveles de gobierno) en los países de Europa occidental constituían entre el 7 y el 15% del producto nacional, y en los Estados Unidos, todavía jóvenes, era incluso menor. En menos de cien años de gobierno de la mayoría ha aumentado este porcentaje aproximadamente al 50% en Europa y al 40% en los Estados Unidos.
En segundo lugar, la teoría de la paz democrática distingue esencialmente sólo entre democracia y no-democracia, ésta última sumariamente etiquetada como dictadura. Así, no sólo desaparecen todos los regímenes de repúblicas aristocráticas de la vista, sino además y muy importante para mis propósitos actuales, también todas las monarquías tradicionales. La equiparan a las dictaduras a la Lenín, Mussolini, Hitler, Stalin, Mao. De hecho, sin embargo, las monarquías tradicionales tienen poco en común con las dictaduras (mientras que la democracia y la dictadura están íntimamente relacionadas).
En tercer lugar, se sigue de esto que la visión de los teóricos de la paz democrática tienen de conflagraciones tales como la Primera Guerra Mundial, debe ser considerada grotesca, al menos desde el punto de vista de alguien que supuestamente valora la libertad. Para ellos, esta guerra era esencialmente una guerra de la democracia contra la dictadura, por lo que al aumentar el número de democracias, fue una guerra progresista, que engrandecía la paz, y en última instancia, y una guerra justificada.
De hecho, las cosas son muy diferentes. Para estar seguro, antes de la guerra Alemania y Austria no habrían calificado como tan democráticas como eran Inglaterra, Francia o los Estados Unidos en ese momento. Pero Alemania y Austria definitivamente no eran dictaduras. Eran monarquías (cada vez más castradas) y, como tal, podría decirse que tanliberales – si no más – que sus contrapartes. Por ejemplo, en los Estados Unidos, los manifestantes en contra de la guerra fueron encarcelados, el idioma alemán, en esencia, fue prohibido, y los ciudadanos de origen alemán fueron hostigados abiertamente y con frecuencia obligados a cambiar sus nombres. Nada comparable ocurrió en Austria y Alemania.
En cualquier caso, sin embargo, el resultado de la cruzada para hacer al mundo seguro para la democracia fue menos liberal que lo que existía antes (y Tratado de paz de Versalles precipitó la Segunda Guerra Mundial). No sólo creció más rápido el poder del Estado después de la guerra, que antes. En particular, el tratamiento a las minorías se deterioró en el democratizado período posterior a la Primera Guerra Mundial. En recién fundada Checoslovaquia, por ejemplo, los alemanes fueron maltratados sistemáticamente (hasta que fueron finalmente expulsados por millones y masacrados por las decenas de miles después de la Segunda Guerra Mundial) por la mayoría Checa. Nada ni remotamente comparable había ocurrido a los checos en el anterior reinado de los Habsburgo. Fue similar la situación con respecto a las relaciones entre los alemanes y los eslavos del sur, en Austria antes de la guerra, versus la de la Yugoslavia de la posguerra.
Tampoco se trató de una casualidad. Al igual que en la monarquía de los Habsburgo en Austria, por ejemplo, las minorías también habían sido bastante bien tratadas por los Otomanos. Sin embargo, cuando el multi-cultural Imperio Otomano se desintegró en el curso del siglo 19 y fue reemplazado por Estados-nación, semi-democráticos, como Grecia, Bulgaria, etc, los musulmanes otomanos fueron expulsados o exterminados.Del mismo modo, después que la democracia hubo triunfado en los Estados Unidos con la conquista militar de la Confederación del Sur, el gobierno de la Unión rápidamente procedió a exterminar a los Indios de las Praderas. Como Mises reconoció, la democracia no funciona en sociedades multi-étnicas. No solamente no propicia la paz, sino que promueve conflictos y tiene tendencias potencialmente genocidas.
En cuarto lugar, e íntimamente relacionado, los teóricos de la paz democrática sostienen que la democracia representa un “equilibrio” estable. Esto ha sido expresado con la mayor claridad por Francis Fukuyama, quien calificó el nuevo orden democrático mundial como el “fin de la historia”. Sin embargo, existe abrumadora evidencia de que esta afirmación es manifiestamente errónea.
En el terreno teórico: ¿Cómo puede la democracia estar en un equilibrio estable si es posible que se transforme democráticamente en una dictadura , es decir, un sistema que se considera que no es estable? Respuesta: que no tiene sentido!
Por otra parte, empíricamente las democracias son cualquier cosa menos estables. Como se ha indicado, en las democracias de sociedades multi-culturales regularmente se llega a la discriminación, a la opresión, o aún hasta la expulsión y el exterminio, de las minorías – dificilmente es un equilibrio pacífico. Y en sociedades étnicamente homogéneas, la democracia regularmente lleva a la lucha de clases, lo cual conduce a la crisis económica, lo cual conduce a la dictadura. Pensemos, por ejemplo, en la Rusia post-zarista, en Italia después de la Primera Guerra Mundial, en la Alemania de Weimar, en España, en Portugal y, en tiempos más recientes, en Grecia, Turquía, Guatemala, Argentina, Chile y Pakistán.
No sólo es esta estrecha correlación entre democracia y dictadura, problemática para los teóricos de la paz democrática, es peor, porque deben enfrentarse con el hecho de que las dictaduras que resultan de las crisis de la democracia no son siempre peores, desde un punto de vista clásico liberal o libertario, de lo que hubiera resultado de otra manera. Fácilmente se pueden citar casos en donde las dictaduras eran preferibles y más aún, una mejora. Piense en Italia y Mussolini o en España y Franco.Además, ¿cómo puede uno cuadrar una ingenua defensa de la democracia con el hecho de que los dictadores, muy diferente de los reyes que deben su puesto a un accidente de nacimiento, a menudo son los favoritos de las masas y en este sentido altamente democráticos? Basta pensar en Lenín o Stalin, que eran ciertamente más democráticos que el Zar Nicolás II, o pensar en Hitler, que era definitivamente más democrático y más un “hombre del pueblo” que el Káiser Guillermo II, o que el Káiser Franz Joseph.
De acuerdo con los teóricos de la paz democrática, entonces, parecería que estamos supuestos a declarar la guerra contra los dictadores extranjeros, ya sean reyes o demagogos, a fin de instalar democracias, que luego se conviertan en (modernas) dictaduras, hasta que finalmente, debe uno suponer, los Estados Unidos se hayan convertido en una dictadura, debido al crecimiento del poder del interior del Estado que resulta de las interminables “emergencias” generadas por las guerras extranjeras.
Mejor sería, me atrevo a decir, prestar atención al consejo de Erik von Kuehnelt-Leddihn y en vez del objetivo de hacer al mundo seguro para la democracia, intentemos mantenernos a salvo de la democracia – en todas partes, pero con mayor importancia en los Estados Unidos.
Hans-Hermann Hoppe es profesor de economía en la Universidad de Nevada en Las Vegas. Es el autor del libro Economía y ética de la propiedad privada.
TRADUCCIÓN DE RODRIGO BETANCUR

Friday, April 02, 2010

Un Dólar Keynesiano sin Fuerza

Gary North - Reality Check - Issue 948 March 30, 2010


Es posible que usted no haya visto mi conferencia en vídeo, "El Armagedon de las Jubilaciones". La puede ver aquí:

http://www.garynorth.com/public/6059.cfm

Permítame explicarle por qué debería verla.

En el año fiscal 2010, la deuda federal se incrementará en $1,5 billones, $0.1 billones de más o de menos.

¿Ha estimado ya a cuanto asciende su cuota? Probablemente no.

Divida $1,5 billones por 300 millones de estadounidenses. La respuesta es $5.000 dólares.

Cada residente norteamericano, desde ancianos hasta infantes, acaban de ser golpeados con una cuenta extra de $5.000. Esto, además de lo que ya debe. ¿Qué es lo que ya debe? Algo así como $300.000: una deuda total de 90 billones de dólares dividida entre 300 millones.

Y lo mismo sucederá el año próximo. Y el siguiente. Se nos dice que el déficit en la próxima década estará en el rango de $0.9 billones anuales. Es decir $3.000 por persona y por año. Y es un estimado bajo.

Estamos hablando de la deuda en el presupuesto, que está en el rango de $12.7 billones de dólares este semana. ¿Qué opina de las deudas, no incluídas en el presupuesto, de estos dos fondos fiduciarios: el Seguro Social y Medicare? Esta deuda, sin provisión de fondos de pago, se estima en unos $75 billones de dólares este año. Alguien dice que es mayor. Seré conservador.

No proveerán fondos para el pago. El Congreso pateará la lata, como siempre.

En una hipoteca en la que el deudor no paga - ni intereses ni principal - las cuotas impagadas se agregan al capital adeudado. A veces se denomina como una hipoteca que camina hacia atrás. Las hipotecas con tasa ajustable son hipotecas que caminan hacia atrás. Los fondos fiduciarios son comparables a las hipotecas. Por lo tanto, también caminan hacia atrás.

Si asumimos que la tasa de interés de estas obligaciones se encuentra en el rango de 5% durante 75 años, y si el reembolso a capital es de 1,33% (100% dividido por 75), entonces la tasa de amortización sería de aproximadamente 6,3%. Seamos conservadores. Digamos que sea 6%. Si multiplica $75 billones de dólares por .06, obtiene $4,5 billones de dólares. Este es un pasivo sin provisión de pago en el ejercicio fiscal del 2010. Está clavado actualmente en $75 billones.

Así, la creciente deuda por persona sumando las dos formas de deuda federal totaliza $6.0 billones ($4.5 b + $1.5 b). Que al dividirla por 300 millones de estadounidenses, resulta en $20.000 dólares per capita. En un año. Y seguirá sucediendo hasta que se pague la deuda.

Volverá a suceder en el año fiscal 2011. Pero en el año fiscal 2011, la "hipoteca" ya será de $79,5 billones de dólares y no los $75 billones de dólares de este año.

Cuantos estadounidenses entienden esto? Los niños no lo entienden. A los viejos no les importa. Tampoco le importa a la gente de la mitad.

Como todos sabemos, la mayoría de los estadounidenses pagan relativamente pocos impuestos. La carga fiscal recae en otros. Así, su participación es muy superior a $20.000 dólares este año. El próximo año será también muy superior a los $20.000 dólares.

¿Se pagarán estas deudas algún día? No. Se incumplirá el pago? Por supuesto. ¿Incluyen los políticos este factor en sus planes? Por supuesto que no. Los economistas ¿hacen sonar la alarma? Sólo los de la Escuela Austríaca de Economía.

¿Cree usted que podamos llegar a este escenario? Quiero decir, sinceramente, de verdad lo cree? Siéntese con una copia de Quicken o su software financiero. ¿Cuánto dinero invirtió el año pasado en activos que no serán eliminados por la inevitable falta de pago? El siguiente ejercicio le dirá que tanto cree.

LA RELACIÓN PIB/DEUDA

Nos enfrentamos hoy a una monumental crisis de la deuda. Se nos advirtió. Desde la recesión de 2001 hasta su muerte en agosto de 2007, el Dr. Kurt Richebächer advirtió en su boletín mensual la existencia de un desarrollo ominoso en la economía de EE.UU. El nivel de aumento de la deuda necesaria para producir un dólar adicional en el PIB ha venido en aumento. En repetidas ocasiones dijo que esto eventualmente podría producir una grave crisis financiera. El aumento de la deuda requiriría aumentar la producción para atender a su financiación, trimestre por trimestre, y con mayor razón para pagarla. Si la producción económica por cada dólar de aumento de la deuda está disminuyendo, llegará un día en que un dólar de aumento de la deuda dará lugar a rendimientos negativos.

Estamos ahí. Llegamos a ese punto en el 2008. Continuó durante el 2009. El PIB se redujo, sin embargo, la deuda total se incrementó. Aquí hay una tabla que describe la relación de la caída del PIB contra la deuda, entre 1965 y el 2000.

http://www.garynorth.com/public/6284.cfm

El problema es la financiación de la deuda. Si los acreedores ven que sus préstamos no podrán ser atendidos por los prestatarios, trimestre a trimestre, dejarán de prestar dinero a tasas de interés bajas. Exigirán un mayor rendimiento con el fin de compensar el aumento del riesgo de impago. Los prestatarios tendrán que pagar mayores tasas de interés a fin de persuadir a los prestamistas que sigan prestando. El costo de capital se elevará. El retorno de la inversión caerá.

En ese momento, la refinanciación de la deuda existente se convertirá en una cuestión de supervivencia institucional paralos prestatarios. Los prestatarios corporativos utilizan los bancos como una manera de mantener las puertas abiertas. Los gobiernos dependen de los prestamistas no bancarios, como las compañías de seguros y los fondos de jubilación. Pero todos ellos están en el mismo barco de la deuda. No pueden permitirse el lujo de tener el flujo de fondos cortado. Si esto sucediera, tendrían que cerrar sus puertas y declararse en bancarrota.

Las pequeñas empresas se enfrentan ya a una crisis. Los bancos comerciales han dejado de hacer préstamos. Los bancos están en realidad contrayendo sus carteras de préstamos.

http://www.garynorth.com/public/6285.cfm

Los prestatarios son todavía capaces de lograr que los prestamistas les presten a tasas bajas. Esto es debido a la situación de la economía. Ya no se sufre la amenaza de la inmediata inflación de los precios. Las tasas de interés han caído. Los prestamistas han decidido que los Títulos del Tesoro son seguros. Están dejando que el Tesoro preste a tasas de menos de dos décimas del uno por ciento. Esto ha afectado a otras tasas. Ellas han bajado. Los prestamistas aún no están listos para considerar las consecuencias a largo plazo de tasas de retorno en la inversión increíblemente bajas en términos de producción económica - negativa en 2008 y 2009. La tasa de rendimiento puede haber sido ligeramente positiva desde mediados del 2009. Veremos el próximo trimestre, cuando se publique el informe.

EL DOLAR KEYNESIANO

La frase, "más potencia por dólar," se hizo popular en Washington durante la guerra de Vietnam. Se refería al intento de Secretario de Defensa McNamara de aumentar la eficiencia de las fuerzas militares de Vietnam. Quería una mayor proporción de poder de muerte por unidad de presupuesto. Exigió que todas las evaluaciones fueran acompañadas de datos objetivos. Él utilizó esta frase para filtrar todas las evaluaciones no se basaran en datos objetivos: "No estoy interesado en su poesía." Los comandantes recibieron el mensaje. Le suministraron información impresionante sobre las tasas de muertos por dólar. Los muertos fueron siempre de las fuerzas militares, no civiles, por definición. Pero los norvietnamitas ganaron la guerra. La tasa de muerte seguía subiendo, pero la guerra se estaba perdiendo. Los vietnamitas del Norte resultaron ser poetas excepcionalmente buenos. Ganaron la guerra en los medios de comunicación americanos y en el debilitamiento de la voluntad de resistir de las tropas de Vietnam del Sur.

Los keynesianos están igualmente comprometidos con los datos. Creen que una recesión económica se puede reversar aumentando la deuda, especialmente la deuda pública. Argumentan que la recesión es el resultado de una demanda agregada insuficiente. El gobierno federal debe intervenir y suplir esta demanda. ¿Cómo? Tomando dinero prestado. Pero no es cierto que dichos préstamos reduciriían la oferta de capital a los sectores privados? No, dicen los keynesianos. Entonces, ¿de dónde sale el dinero? De personas que hubieran convertido su dinero a efectivo y lo hubiesen escondido bajo el colchón.

La teoría keynesiana se basa en modelos de 1936 del comportamiento de las personas. La gente retiró el efectivo de los bancos, entre 1931 y 1934, antes de la FDIC. Por lo tanto, harán lo mismo si el gobierno federal no aumenta el gasto mediante el aumento de su deuda. Olvídese de la FDIC. Olvidese del hecho que el dinero ahorrado está invertido.

Podría pensar que estoy exagerando, para el efecto. Me gustaría estarlo. He discutido esta perspectiva keynesiana en otros lugares.

http://www.lewrockwell.com/north/north822.html

Los keynesianos consideran un aumento del gasto/de la deuda del gobierno como una forma de aumentar la demanda agregada, a pesar de que el dinero prestado al gobierno proviene de los ahorradores privados, con esta excepción: cuando se trata de los bancos centrales. En estos días, cerca de la mitad de la deuda del Tesoro es comprada por los bancos centrales extranjeros, quienes crean dinero fiduciario doméstico, compran dólares de los EE.UU., y con ellos compran deuda del Tesoro de los EE.UU..

En la medida en que los bancos centrales extranjeros hagan esto, y en alguna forma, no compraran los dólares de los EE.UU., los keynesianos tendrían un punto legítimo. Hay un aumento en la demanda. Pero este aumento mantendría los precios más altos en los EE.UU. de lo que hubieran sido. Sin esta mayor demanda por deuda del Tesoro, el gobierno federal no podía haber gastado el dinero recibido en préstamo. Entonces, los estadounidenses podrían haber comprado bienes de consumo o bienes de producción. Al poner el dinero en un banco, el banco lo presta. Históricamente, esto ha significado entregar en préstamo los depósitos a prestatarios.

Esta vez, sin embargo, ha habido un cambio. Los bancos comerciales han depositado más de $1 billón de dólares en sus cuentas de exceso de reservas en la Reserva Federal. Esto esteriliza el dinero. No puede ser gastado. Esto es culpa de las políticas anteriores de la Reserva Federal. Los banqueros comerciales tienen miedo de prestar dinero en esta economía.

Esta es la razón por la cual no cambiaron los precios de enero a febrero de este año. El IPC no cambió. Tampoco la media del IPC. En un mercado libre con una moneda estable, los precios, generalmente se reducen a medida que aumenta la producción. Los bancos centrales no han permitido que esto suceda en el mundo moderno. Pero ahora, a causa del exceso de reservas, está sucediendo.

EL AUMENTO DE LA DEUDA AUMENTA EL PIB, DICEN LOS KEYNESIANOS

La base de las políticas fiscales keynesianas en una crisis económica es una teoría según la cual el aumento en la deuda pública aumenta la demanda agregada, lo cual a su vez lleva a los productores a contratar más gente y a comprar más recursos a fin de satisfacer una creciente demanda futura. El aumento de la deuda da a la economía la inyección en el brazo (arm) que tanto necesita - o, en estos días, una inyección en el ARM (Hipoteca de Tasa Ajustable por su sigla en Inglés). El gobierno estabiliza la demanda, y esto aumenta la confianza de los productores.

Los banqueros comerciales todavía no están convencidos. Se niegan a prestar. Ven grandes problemas más delante: las pérdidas en los préstamos para bienes raíces comerciales. Quieren reservas líquidas disponibles para evitar tener que recurrir a exigir el pago anticipado de préstamos comerciales para cubrir las pérdidas esperadas en sus carteras.

Se nos ha dicho en repetidas ocasiones que la recuperación es débil. Bernanke sigue diciendo a todo el que quiera escuchar que la Fed mantendrá las tasas de interés - es decir, la tasa de interés de los fondos federales - en o por debajo de 0,25%. El mercado es quien está haciendo esto, no la FED. La FED sólo necesita no hacer nada para lograr este resultado. Los bancos no están prestando de un día para otro a los demás bancos, porque tienen tan grande exceso en sus reservas en la FED que no necesitan préstamos por una noche para evitar exceder su encaje legal.

A medida que el aumento de la producción por cada dólar de incremento de la deuda ha llegado a ser negativo, los keynesianos han pedido que la deuda aumente aún más. Ellos han dicho que el estímulo de $ 787,000 millones aprobado en octubre de 2008 no fue suficiente. Pero la tendencia de la relacion PIB/Deuda ha venido disminuyendo desde hace décadas. Esto, a finales del 2008, no fue problema de una noche. La relación se tornó fuertemente negativa. Esto fue una sorpresa para todos excepto para los economistas de la Escuela Austríaca. Pero esto fue sólo el resultado de la severidad de la recesión en relación con el masivo estímulo Federal. Las cifras empeoraron muy rápidamente. Pero esta fue una extensión a una tendencia de largo plazo.

Los keynesianos han tomado crédito por la recuperación, tal como es. Han argumentado que las cosas habrían sido mucho peor si el Congreso no hubiera hecho caso omiso a los votantes y hubiera aprobado el plan de rescate. Pero la debilidad de la recuperación y el tamaño del déficit federal indican que la receta keynesiana para la prosperidad está a punto de producir resultados indiscutiblemente negativos.

El tamaño del déficit Federal anual previsto es tan grande que la recuperación económica debe ser sin precedentes en su tasa de aumento y sostenida por una década, si la relación PIB/Deuda desciende a los niveles anteriores al 2008. Nadie con autoridad en Washington está prediciendo uno u otro resultado. Por el contrario, están prediciendo una débil recuperación.

Los keynesianos enfrentan una crisis de fe. Si la relación PIB/deuda sigue rondando el cero (0), la receta keynesiana no resolverá el problema: una escalada masiva de la deuda sin un porcentaje de aumento aún mayor en la producción. Eso significa que la economía de EE.UU. no puede salir con crecimiento de la crisis actual. Tal falla pondrá en cuestionamiento todas las escuelas del pensamiento económico. La excepción es la Escuela Austríaca.

CONCLUSIÓN

Estamos mucho más allá del punto de retorno económicamente. No hay ninguna posibilidad de que la economía encuentre, mediante crecimiento, su manera de salir de este nivel de deuda. No hay manera de que no vaya a incumplir. Los expertos siguen diciéndonos que la economía puede encontrar su salida mediante el crecimiento, pero no dicen cómo. Hablan como si el crecimiento fuera automático, como si la acumulación de capital fuera automática, como si el Tesoro no estuviera absorbiendo $1,5 billones en capital adicional en este año, como si las cifras realmente encajaran. Los números encajan: con el incumplimiento de las obligaciones.

¿Qué ha hecho hasta ahora para protegerse?

¿Qué cosa extraordinaria hará para protegerse?

TRADUCCIÓN DE RODRIGO DÍAZ