Sunday, December 02, 2007

PANAMÁ SE SEPARA DE COLOMBIA

Noviembre 3 de 1903
La mayor pérdida

Las heridas abiertas cuando Colombia perdió su departamento estrella aún no se cierran.

Por Francisco Avella*

El 3 de noviembre de 1903, bajo la mirada vigilante del acorazado norteamericano Nashville que había llegado el día anterior procedente de Jamaica con órdenes secretas, desembarcó en Colón el ejército expedicionario compuesto por unos 500 hombres del Batallón Tiradores enviado por el gobierno de Bogotá desde Cartagena, para sofocar una posible rebelión en Panamá.

Esa misma mañana el superintendente del Ferrocarril de Panamá, coronel J.H. Shaler envía en el tren de la mañana a los generales Juan B. Tobar y Ramón Amaya comandantes del ejército expedicionario, con la promesa de llevar al resto de sus hombres en las horas de la tarde. Así se cumple el primer acto de la separación de Panamá de Colombia al cortar, mediante una estratagema que no hubiera engañado a un niño, el grueso del cuerpo expedicionario de sus comandantes.

Los generales fueron recibidos en Ciudad de Panamá con los honores reglamentarios del Batallón Colombia comandado por el general Esteban Huertas, apodado popularmente 'el Mocho', quien ante los movimientos de gentes en el barrio de Santa Ana y ante el temor de que fueran a descubrirlo como parte de la conspiración y temiendo por su vida, toma la decisión de 'amarrar' a los generales Tobar y Amaya, así como a cinco altos oficiales que los acompañaban, en los cuarteles de la policía. A las 9 de la noche el Concejo Municipal de Panamá después de dejar constancia de su adhesión a la causa independentista, convoca un Cabildo Abierto para el día siguiente. Allí se declaró solemnemente que los pueblos de su jurisdicción se separaban de Colombia "para constituir una República independiente con gobierno democrático, representativo y responsable, que propenda a la felicidad de los nativos y de los demás habitantes del territorio del istmo", concluyendo el segundo acto.

El tercer acto está a cargo del coronel Eliseo Torres, quien sólo se da cuenta del golpe militar a la una de la tarde del día 4 de noviembre, cuando supo que sus jefes que habían viajado el día anterior a Panamá, estaban presos junto con otros cinco generales. Entonces el coronel Torres amenaza con disparar sobre los ciudadanos norteamericanos si sus jefes no eran liberados antes de las 2 de la tarde del mismo día. Pero ante el zafarrancho de combate dado por el acorazado norteamericano Nashville y sus movimientos para dispararle al Cartagena, el comandante del crucero, general Elías Borrero, ordena poner rumbo al puerto de Cartagena, dejando abandonado a su suerte al único cuerpo armado capaz de salvar el honor de Colombia, pues la secesión era un hecho cumplido.

Lo que siguió es la conclusión de una opereta en la cual la parte trágica fue jugada por el coronel Torres, quien en condiciones desventajosas, sin posibilidad de una salida honorable, sólo esperaba derramar la sangre para lavar su honor y el de sus tropas asediadas por los movimientos de la armada norteamericana. Pero el día 5 de noviembre después de una negociación sin esperanza, acepta embarcar el cuerpo expedicionario en el vapor Orinoco y regresar a Cartagena sin disparar un solo tiro, ".con dos sacos de 5.000 dólares tintineantes, en águilas americanas y 3.000 más en una letra de cambio que se entregó al contador del Orinoco.", como lo señala Lemaitre, en su clásica obra Panamá y su separación de Colombia.

Esta separación, según el historiador colombiano, no fue una epopeya. Afortunadamente hubo poca sangre: ".un pobre chino y un humilde burro muertos; un gobernador 'autopreso' y siete generales amarrados. Nada más y nada menos". Los muertos fueron provocados el día 3 de noviembre por los disparos de seis granadas en la retirada del Bogotá, único barco de la Armada colombiana anclada en la bahía de Panamá que permaneció fiel al gobierno colombiano.

Mientras tanto en Bogotá, el Nuevo Tiempo en su edición del 7 de noviembre de 1903 no daba crédito a los rumores que habían empezado a circular. Sin embargo el general Pedro Nel Ospina, preocupado, visita al vicepresidente Marroquín, quien ejercía la Presidencia por enfermedad del Presidente, lo recibe diciéndole: "!Oh Pedro Nel! No hay mal que por bien no venga. Se nos separó Panamá, pero tengo el gusto de volverlo a ver por esta casa". (Lemaitre).

Siguieron las protestas patrióticas, los llamados a filas de la juventud bogotana, los discursos encendidos y un intento de invasión a Panamá que terminó tristemente en Titumate (lo que hoy es Acandí en el Chocó). Y a pesar del apoyo recibido por los indígenas cuna que querían seguir siendo colombianos y otras provincias de Panamá que no participaban de la visión transitista de los comerciantes de Ciudad de Panamá, de construir el Canal para "beneficio del mundo", se cumplió el "derecho de expropiación sobre las razas incompetentes" que el almirante Mahan expuso como destino manifiesto de Estados Unidos.

Sin embargo el general Rafael Uribe Uribe señalaba hace 100 años las razones de la pérdida de Panamá recordando que desde 1890, Mahan había escrito sobre la absoluta necesidad que Estados Unidos tenía de tomar el istmo para construir el canal. Y agregaba que si los agentes diplomáticos y consulares de Colombia en Norteamérica, o los dirigentes políticos, hubieran leído estos escritos, "nuestro pobre país habría estado prevenido respecto de la fatalidad que lo amenazaba".

Pero por la desidia geográfica de un país andino de espaldas al mar, para la época en que hablaba Uribe, la Mosquitia ya había sido ocupada por Nicaragua lo mismo que las islas Mangle (Corn Islands), que ya no eran colombianas sino de nombre y que el gobierno nicaragüense las había ofrecido secretamente en arriendo a Estados Unidos. Entonces para evitar la pérdida del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, el gobierno firma el tratado Esguerra-Bárcenas el 24 de marzo de 1928, que reconoce como límite entre Colombia y Nicaragua el Meridiano 82°. Estados Unidos seguía reclamando los bajos de Serranilla y Quitasueño, que finalmente fueron reconocidos como colombianos en 1972.

Pero hoy Nicaragua demanda este tratado ante la Corte Internacional de La Haya y la demanda es aceptada. Las pretensiones nicaragüenses van en el sentido de trazar una nueva frontera, pero los especialistas manifiestan que no hay por qué tener miedo. A pocos días de que Colombia tenga que responder ante dicha corte la demanda, han proliferado los escritos que muestran que el archipiélago es parte integral de Colombia, como lo fue incontestablemente Panamá.

Sin embargo en un periódico del archipiélago coincidencialmente llamado Meridiano 82° (página 4, mayo de 2004), aparece en primera página, izquierda, un título a dos columnas que dice 'Comando Sur de Estados Unidos hará presencia militar en San Andrés'. Allí, la secretaria del Interior del Departamento Archipiélago Wanda Forbes, señala que el Comando Sur (que hasta los años 90 tenía su base en Panamá), está interesado en "construir un Centro de Reservas en San Andrés". Y según palabras del general James T.Hill, jefe del Comando Sur: "Algunos de los vecinos de Colombia. carecen de los recursos necesarios para mantener la soberanía territorial en regiones a las que no llega su control". Así ".Estados Unidos está colaborando con los vecinos de Colombia para intensificar la cooperación y la coordinación contra los narcotraficantes y reforzar las fronteras y los medios". Sin embargo preguntadas las autoridades militares y el consejero presidencial Juan Guillermo Angel, ".negaron tener conocimiento de este tema".

Pero hoy los tiempos han cambiado y es impensable una secesión del archipiélago de San Andrés. Lo que persiste es una tradición muy colombiana: la de buscar en Estados Unidos la protección de la soberanía nacional mediante tratados como el Mallarino-Bidlack de 1846.

Mediante este tratado desde 1855 diferentes gobiernos solicitaron la intervención de Estados Unidos en el istmo, no sólo para evitar la interrupción del tráfico interoceánico a través del ferrocarril, sino para poner el peso de la intervención norteamericana a favor del gobierno que la solicitaba. Hoy se repite la misma historia para combatir la subversión, el narcotráfico, el terrorismo. Y como hace 100 años, se llama al lobo a cuidar las ovejas: "En la actualidad, personal norteamericano, administra y opera el radar táctico, para la lucha contra el narcotráfico en el sector de Hill Top, al sur de San Andrés" (Ibid). Sin embargo no hay que tener miedo pues la historia también se exorciza. Coincidencialmente en el mismo periódico, en la página 8 bajo la rúbrica de 'Historia' aparece un artículo a cuatro columnas que ocupa toda la página titulado: 'Panamá: una historia cínica. Roosevelt, Wall Street y la Independencia de Panamá'.

Pero no hay que olvidar que cuando el general Collins Powell fue nombrado secretario de Estado del actual gobierno Bush, declaró orgulloso que su libro de cabecera era precisamente el libro del almirante Mahan.

*Instituto de Estudios Caribeños, Universidad Nacional de Colombia, Sede San Andrés

PRESENTACIÓN AL LIBRO "ROJOS CONTRA AZULES" *

Alfonso López Michelsen
Santafé de Bogotá, D. C., Febrero de 1994

* Presentación al libro "Rojos contra Azules: el partido liberal en la política colombiana 1863-1899", de Helen Delpar, Bogotá, Procultura, abril de 1994, pp. VII-XXX.

La traducción del libro de la señora Delpar sobre las controversias entre liberales y conservadores en el curso del siglo XIX conserva una actualidad que justifica la decisión de dar a conocer esta obra al público colombiano. El período al cual corresponde este análisis es el comprendido entre la promulgación de la Constitución de Rionegro en 1863 y el final de la Guerra de los Mil Días en 1903, como quien dice, casi medio siglo. Corresponde, además, a uno de los períodos menos investigados de nuestro devenir como nación. Los colombianos tenemos apenas una idea nebulosa de lo que fueron los gobiernos radicales del siglo pasado y cuál fue su impronta sobre nuestra cultura política. La circunstancia de haberse aprobado recientemente una nueva Constitución nos permite investigar con total imparcialidad lo ocurrido entonces. Mientras tuvo vigencia la Constitución de 1886, forzoso fue que se adoptara la de 1886 como punto de referencia para juzgar la de 1863. Convertidas ambas en reliquias, en piezas de museo, ningún prejuicio enturbia nuestra visión en vista de que la Constitución de 1991 conserva rasgos de ambas cartas: la federalización de la de 1863 y el régimen presidencial de la de 1886.

El clima político bajo el cual se expidió la Constitución de Rionegro nada tuvo en común con el que presidió la Asamblea Constituyente de 1991. Esta última no fue el fruto de una victoria militar ni de una imposición sino de un consenso. Con todo, el convencimiento, en uno y otro caso, de que las disposiciones escritas transforman las sociedades y que un país nuevo surgiría de la nueva Constitución distingue a ambos períodos. No sospechaba la señora Delpar al consignar sus observaciones, fruto de un minuciosísimo estudio, que su libro cobraría en el curso de diez años una actualidad que no había conocido en la época en que fue dado a la luz en lengua inglesa.

Una opinión acerca de la Constitución de Rionegro que corrió con fortuna fue la que se atribuyó a Víctor Hugo, de quien se decía que le había manifestado a Don Antonio María Pradilla que era una “Carta Política hecha para ángeles”. No sé que tanto francés hablara el señor Pradilla, si bien es cierto que Víctor Hugo chapuceaba el castellano, que había aprendido de niño durante la invasión napoleónica a España. Sospecho que, si es verdad que la entrevista con Víctor Hugo tuvo ocurrencia, lo que quiso decir el gran poeta francés debió ser que la Carta Política de Colombia parecía hecha por ángeles. No vale la pena debatir la verosimilitud de la leyenda, que parece altamente improbable, puesto que Víctor Hugo en aquellos años vivía en exilio en la diminuta Isla de Guernesey, a pocas millas de la Costa de Inglaterra, un lugar de muy difícil acceso para un turista suramericano.

Sea como fuere, conceptualmente corresponde mejor a esta segunda versión lo que hubiera podido decir Víctor Hugo.

Si bien es cierto que algunos entre los constituyentes de 1863 formularon reparos acerca de instituciones tan utópicas como el período presidencial de dos años, destinado exclusivamente a recortar el período del General Mosquera, que iba a ser el primer presidente, y acerca de las trabas constitucionales que para cualquier enmienda hacían irreformable la Constitución, la mayor parte de los delegatarios consideraban que habían cumplido una tarea histórica. La euforia de que se rodeó la expedición de la nueva Constitución, el sentimiento de que en Colombia se estaban poniendo en práctica los ideales generosos de los revolucionarios europeos del 48, dejan la impresión de que los reformadores se sentían superhombres que le estaban dando una lección al mundo. De ahí que sea de presumir que lo que hubiera dicho Víctor Hugo para halagarlos debió ser que parecía hecha por ángeles.

Cabe aquí recordar que Víctor Hugo, a fuer de extraordinario poeta, posiblemente el más grande entre los franceses, fue durante gran parte de su vida un populista de mayor envergadura que su contemporáneo Carlos Marx. Cuanto hemos visto en el siglo XX como proliferación del marxismo es sólo comparable a la influencia que tuvieron obras como Los miserables, El año terrible o Nuestra Señora de París sobre los calenturientos cerebros latinoamericanos. Sólo ángeles, en consecuencia, podían depararle la fortuna de ver plasmada su generosa ideología democrática en una Constitución.

Dentro del discurrir nacional, la Carta de Rionegro era la conclusión lógica de una tendencia a liberalizar la República. Los partidos políticos, liberalismo y conservatismo, o rojos y azules, como los llama la señora Delpar, habían comenzado a perfilarse desde 1840 cuando fue desapareciendo la denominación entre progresistas y ministeriales. Los primeros se sentían los herederos del General Santander y, los segundos, de Don José Ignacio de Márquez quien había derrotado a Obando en las elecciones de 1837. La diferencia entre unos y otros se había ahondado con la malhadada iniciativa del gobierno de Márquez de reabrir contra Obando la acusación de ser el autor intelectual del asesinato de Sucre en Berruecos. Proscrito en el Perú y en Chile, la aureola del martirio circundaba sus sienes. El prestigio de Obando, mejor dicho, su popularidad, no tuvo par en todo nuestro siglo XIX. Su regreso significó el renacimiento de la corriente democrática santanderista que no tardó en adoptar banderas antirreligiosas, federalistas y populistas, coreadas por las llamadas sociedades democráticas, asociaciones sindicales que frecuentemente recurrían a las vías de hecho. Fue así como, durante la Administración del General José Hilario López, se proclamó el principio de la separación de la Iglesia y el Estado, se inició un proceso de descentralización, aún muy tímido, y se procedió a dar cristiana sepultura a instituciones como la esclavitud y el monopolio de la tierra. En este camino se llegó a tales excesos que el propio partido de gobierno se dividió entre “gólgotas” y “draconianos”, siendo estos últimos los más extremistas en la aplicación de las medidas. La segunda Administración Mosquera de 1863 no hizo sino proseguir en el mismo camino, expropiando los bienes de las comunidades religiosas, poniendo en práctica los principios federales de la Constitución de 1863 y aboliendo los últimos rezagos del colonialismo en materia fiscal. Es sobre este último aspecto en el cual hay que poner mayor énfasis para interpretar a cabalidad cuanto ocurrió posteriormente.

El principal ingreso fiscal del Estado colombiano era el impuesto de aduanas. Gracias a los elevados aranceles con los que se aspiraba a defender la producción nacional, el Estado recaudaba sumas cuantiosas para la época, tanto que representaban casi la totalidad de los ingresos fiscales. Otros impuestos, como el predial, la explotación de las riquezas naturales y la adjudicación de baldíos quedaron en manos de los Estados. De esta suerte, según fueran las importaciones, crecía o se reducía el producido de los aranceles, y los gobiernos podían presentar un balance favorable o deficitario de su gestión. Si se agrega a lo anterior el hecho de que gran parte de los ingresos se traducía en gastos con destinación específica, llegamos a la conclusión de que el margen de maniobra del ejecutivo era muy reducido. El sólo rubro de pagos por concepto de la deuda significaba que el gobierno no podía disponer de más del 50% de la renta de aduanas que se destinaba a hacer abonos y a pagar intereses a los acreedores del Estado.

Fue un milagro que la Constitución de Rionegro conservara su vigencia por tanto tiempo y llegara a ser la más longeva desde la fundación de la República. La crisis fiscal, provocada por la caída de los precios del tabaco y la quina, dio al traste con sus instituciones, pero desde antes, disposiciones como el libre porte de armas y el mal uso de la Guardia Colombiana que le restaba autoridad para imponer el orden, habían minado la estabilidad de la nación. Varios entre los prohombres del radicalismo, y no sólo Núñez, eran conscientes de la necesidad de una reforma que le pusiera los pies sobre la tierra a los pocos colombianos que seguían enamorados de la Carta Política de Rionegro. Pero de hecho era tan irreformable que la única enmienda que prosperó en más de 20 años fue la que propuso que las elecciones en los Estados se verificaran en el mismo día. Se trató de una reforma que se imponía por su propio peso cuando hasta los propios autores de la Carta del 63 cayeron en cuenta de que Colombia no resistía tres, cuatro o cinco elecciones en el mismo año, sin afectar la estabilidad administrativa, económica y social de la nación.

Un visionario, el doctor Murillo Toro, llegó a proponer la implantación del impuesto sobre la propiedad para subvenir a los gastos del Estado, pero todo se quedó en propósitos, que únicamente se protocolizaron en el Estado de Santander del cual fue presidente. El mismo doctor Murillo propuso reducir los intereses de la deuda pública y secundó la idea de construir el ferrocarril del Carare con un gran empréstito, proyectos todos que despertaron la consiguiente oposición de las clases pudientes, que lo tildaron de comunista.

Indudablemente el partido predominante era el liberal, como pudo comprobarse en sucesivas elecciones, antes y después de la expedición del Estatuto de Rionegro. No obstante, para la época de la elección de don Aquileo Parra y en los años siguientes hasta 1884, la intervención del gobierno central para conservarse en el poder fue un hecho incontestable. Solamente en Antioquia, bajo la Administración del General Berrío, los conservadores tuvieron acceso a la dirección de los negocios públicos ya que los resultados electorales fueron respetados por el gobierno del doctor Murillo Toro. Entre tanto, en Panamá, Cundinamarca, Boyacá y Santander, la mano del gobierno se mantuvo muy activa en favor de las candidaturas de Parra y de don Santiago Pérez.

La señora Delpar anota certeramente debilidades inherentes al sistema en materia de administración de justicia. Los constituyentes de Rionegro habían creído poner una pica en Flandes dejando en manos de la ley la elección de jueces, creyendo que con ello le daban mayor independencia al órgano jurisdiccional, pero sucedió lo contrario: la justicia, que siempre había sido débil, quedó bajo la influencia de ciertos abogados que instauraron desde la Asamblea el llamado “sapismo”, por asociación de ideas con el doctor Ramón Gómez, veterano liberal, conocido con el apodo de “el sapo”.

La total pérdida de credibilidad en el poder judicial, determinó, tanto como la crisis económica, el colapso de la Constitución de 1863.

He aquí cómo describe la autora el funcionamiento del poder judicial:

La maquinaria sapista tuvo su origen en 1861, cuando los resultados de las elecciones en un Estado, en momentos en que la revolución liberal seguía avanzando, le dieron a Gómez y a sus seguidores una mayoría en una Asamblea Constituyente que se reunió en 1862. Dicha Constitución disponía que el procurador y los jueces de la Corte fueran del resorte de la legislatura. La Corte, a su turno, nombraba a los jueces del circuito, los notarios y los registradores de documentos públicos; el procurador nombraba a los fiscales; y los jueces del circuito designaban a los magistrados de la Corte. La propia Constitución designaba juntas escrutadoras para vigilar los resultados electorales. Dichas juntas estaban compuestas por los jueces del circuito, los notarios, los registradores y los procuradores distritales. Gracias a este sistema, los mismos que determinaban quiénes eran los miembros de la Asamblea del Estado, eran creación de la misma Asamblea.

Una leyenda propagada por los propios liberales, tiende a hacer de la figura de Núñez el constructor de la República, casi un hado providencial que nos redimió del desenfreno del federalismo y le devolvió el orden a una República anarquizada por instituciones inaplicables en las regiones tropicales. Núñez es el salvador y quienes lo antecedieron aparecen como unos pobres diablos de quienes bien pudiera predicarse el calificativo de “fabricantes de repúblicas aéreas” a que aludía Bolívar en su Carta de Jamaica.

La señora Delpar se aproxima al tema con una objetividad deliciosa. Pinta el escenario en donde se desarrolla el árbol de las libertades rionegreras y va mostrando en sucesivos capítulos las razones de su decadencia. Señala con un criterio muy moderno los rasgos característicos de los grandes protagonistas de la vida pública de la época y agrega un análisis de los entronques familiares y comerciales de los mismos. Analiza los factores económicos que fueron deteriorando la situación y principalmente la caída de los precios de nuestros bienes de exportación, para concluir, contra todas las sabidurías convencionales, que si los liberales fueron malos políticos por la falta de flexibilidad en el gobierno, quienes los sucedieron fueron peores por el rigor dogmático con que aplicaron sus principios a sangre y fuego.

La secesión de Panamá, un episodio que tuvo ocurrencia en los albores del siglo XX, es decir, más allá del contenido cronológico de esta obra, es la más patente demostración de la incompetencia política, administrativa y diplomática de quienes pusieron término a la era radical. Nunca las nuevas generaciones adquirirán conciencia de lo que significó para Colombia moral y materialmente la pérdida de Panamá. Fue un suceso que determinó el enclaustramiento de Colombia casi por medio siglo.

Era Panamá la perla de la Corona, el más preciado de los dones que nos había deparado la Providencia. Ser los dueños de la llave por donde se podía abrir el tránsito entre el Atlántico y el Pacífico nos brindaba una posición de privilegio entre las naciones latinoamericanas. Las miradas de las grandes potencias convergían hacia el altiplano cundinamarqués en donde un gobierno y un congreso deliberaban acerca de quién debía ser el afortunado concesionario al que se encomendara la apertura del Canal. En el orden material, una de las más grandes fuentes de ingresos fiscales provenía de la explotación del Ferrocarril de Panamá, a raíz de los descubrimientos de los depósitos de oro en la California norteamericana. De un país “echao pa’lante”, pasamos a ser una nación timorata y huidiza cuyo único norte en materias internacionales era no apartarse jamás ni en público ni en privado de las directrices del Departamento de Estado de Washington. ¿Será demasiado osado pensar que tamaño insuceso jamás hubiera ocurrido bajo el régimen federal? Por años de años bajo el predominio radical la cuestión canalera se debatió a todos los niveles y, a pesar de episodios tan macondianos como la ejecución de Prestan y de Cocobolo, jamás se comprometió nuestra soberanía.

Fue la segregación del Istmo el factor que contribuyó en mayor grado a relegar a Colombia al rango de una potencia de tercer orden en el concierto latinoamericano. Mosquera había apoyado a Juárez contra los invasores de México, el Congreso de los Estados Unidos de Colombia no había vacilado en tomar partido en la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, y, prolongando en el tiempo una tradición bolivariana, les habíamos brindado toda nuestra solidaridad a los países amenazados por una reconquista española. Con todo, jamás tuvimos que pagar ningún precio en mutilaciones territoriales por causa de nuestro protagonismo.

La leyenda según la cual durante la vigencia de la Constitución del 63 Colombia vivió en permanente estado de guerra civil es una verdad a medias. Hubo una guerra civil en 1875 y una gran cantidad de escaramuzas de un Estado en territorio del otro, pero si se compara con los estados de excepción que han imperado en Colombia en los últimos 50 años, mal puede decirse que la Constitución de 1886 garantizó la paz mientras que la de 1863 propició la guerra.

Como no hay nada nuevo bajo el sol, también durante la vigencia de la Carta de Rionegro los poderes del presidente en materia de orden público fueron motivo de permanente controversia entre las facciones en que se encontraba dividido el liberalismo.

A partir de la guerra de 1875, se hizo patente la necesidad de fortalecer el ejecutivo federal y, en efecto, tras sonados debates de los cuales da cuenta el estudio que comentamos, algo se avanzó en este camino. No solamente el texto constitucional era muy débil porque sólo le asignaba un papel de espectador al gobierno, empleando el término “velar por el orden público”, sino que la propia Guardia Colombiana estaba integrada por unidades notoriamente insuficientes para preservar el orden en el vasto territorio de la república.

El caso de Panamá es altamente ilustrativo acerca del papel de la Guardia Nacional en aquellos años. Se debatía ardorosamente acerca de si convenía integrarla con elementos humanos del norte del país o si se justificaba someter a los riesgos de las enfer­medades tropicales a indígenas y mestizos del altiplano cundiboyacense. En el fondo se trataba de una cuestión política bastante peculiar. El voto del Estado de Panamá era solidario con el del resto de los Estados costeños y al mismo tiempo era el escenario predilecto para dar golpes de cuartel y deponer a los presidentes del bando contrario, aprovechando la enorme distancia de la capital. En alguna forma han debido pesar estos antecedentes sobre la inestabilidad institucional de Panamá desde su independencia. No en vano durante el siglo XIX los propios gobernantes colombianos fomentaron el desalojo de presidentes del Estado Soberano de Panamá elegidos legítimamente.

La obra de la señora Delpar descorre un velo sobre esta etapa de nuestra vida como nación. Más de una vez me he preguntado por qué razón reviste tan poco interés el estudio del período comprendido entre 1863 y 1885. ¿Será acaso por la brevedad de los períodos presidenciales de dos años que no permitían la continuidad de ningún proyecto de envergadura? ¿O será porque los escritores de la Regeneración, principalmente quienes se ocuparon de los textos de enseñanza de la historia, omitieron deliberadamente la investigación de las ejecutorias de los gobernantes radicales? También pudo ser por la transformación económica que sufrió el país al verse sustituidos sus rubros de exportación, como la quina, el tabaco y el añil, por el café, que se consolidó por más de un siglo como la espina dorsal de nuestra economía. Tan hondas fueron las repercusiones de este fenómeno que el cultivo del café acabó propiciando el desplazamiento del centro de gravedad del país del oriente del Río Magdalena hacia el occidente.

Si bien es cierto que el Estado de Antioquia pesaba en forma decisiva sobre la vida nacional en lo político, por cuanto que era el santuario del partido conservador, su significación económica era nula en comparación con lo que vino a ser bajo el régimen centralista de 1886.

Ya otros investigadores norteamericanos han descrito prolijamente la migración antioqueña en el o ccidente colombiano, que corresponde en nuestros días a la zona cafetera, y no faltaron quienes estudiaran las razones de la decadencia de Santander, principalmente de El Socorro, como centro de gravedad política y económica durante la vigencia del Estatuto de 1863. La señora Delpar es maestra en analizar el tema. De su estudio se desprende que los presidentes y los ministros de la época radical eran casi todos oriundos de Cundinamarca, Boyacá y Santander, en proporción de tres por uno. El Estado de Santander producía quina y tabaco, sombreros de jipi japa y bocadillos veleños en cantidades apreciables para la modestísima economía de la época. Inclusive, el café comenzó a desarrollarse en el norte del Estado, cuando sembrarlo era la penitencia que le imponía el padre Romero a sus feligreses. No sólo se distinguía el Estado, aliado de Antioquia, entre los que constituían los Estados Unidos de Colombia, por la laboriosidad y disciplina de sus habitantes sino que la presidencia del Estado era una especie de posgrado en administración pública y antesala para la presidencia de la República.

No se equivoca la autora en la importancia que le atribuye a la figura de Núñez en el campo político. No ya en razón de sus indiscutibles dotes de estadista refinadas por su permanencia en el exterior sino por representar a la Costa, incluyendo a Panamá, en la feria de las candidaturas presidenciales.

En razón de sus atributos como hombres de Estado lo acompañaron por mucho tiempo los mejores cerebros del liberalismo: un Salvador Camacho, un Miguel Samper, un José María Samper, un Felipe Angulo, un Eliseo Payán, un Ramón Santo Domingo Vila, un José María Campos Serrano, muchos de los cuales lo abandonaron posteriormente, sino que por una inocultable solidaridad regional siempre contó con la simpatía de Estados como Magdalena, Bolívar y Panamá en donde sus eventuales contendores sólo alcanzaban cifras ridículas del sufragio popular.

Al analizar la composición de la clase dirigente liberal, la autora recurre a una investigación peculiar acerca de la extracción social de los dirigentes liberales, sus entronques familiares y sus fuentes de ingresos, para llegar a la conclusión de que, por lo general, se trataba de gente de origen humilde en oposición a la dirigencia conservadora cuyos pergaminos remontaban a la época colonial. Estaban emparentados unos con otros en forma tan estrecha que sólo se explica por lo reducido de la población de la república en la segunda mitad del siglo XIX. Familias como los Lleras, los Pérez, los Calderón, los Camacho no sólo estaban vinculadas por la sangre sino por alianzas matrimoniales. Dos ejemplos, conocidos de los entendidos, abonan este aserto. En la batalla de La Humareda murieron tres generales de la familia Lleras y un directorio liberal de fines del siglo, integrado por cinco miembros, contaba con cuatro de ellos emparentados con don Felipe Pérez.

El llamado partido nacional, liderado por Núñez y Caro con el propósito de corregir los vicios del Olimpo Radical, entre los cuales se destacaba su carácter de círculo cerrado, casi familiar, que era la cúpula del partido, lejos de romper con esta tradición la consolidaron en forma escandalosa.

Caro era cuñado de don Carlos Holguín. Uno y otro desempeñaron la presidencia a nombre del nacionalismo. Años más tarde, don Jorge Holguín, hermano de don Carlos, ejerció la presidencia por dos veces en calidad de Designado. Una, a raíz de la caída del General Reyes, y, otra, para suplir la vacante ocasionada por la renuncia de don Marco Fidel Suárez. Los Holguín eran nietos del Presidente Mallarino y don Jorge emparentó, por alianza, con la familia Arboleda. Como si fuera poco, Reyes y Holguín eran consuegros, en razón del matrimonio de don Daniel Holguín con doña Amalia Reyes. Un hijo de don Carlos, don Hernando Holguín y Caro, posiblemente hubiera sido presidente en los años veinte, si no hubiera muerto atropellado por una bicicleta en las calles de Bogotá.

Cuando la disputa entre el radicalismo y el independentismo se agrió en el seno del partido liberal, tras la elección de don Aquileo Parra, surgieron epítetos despectivos destinados a descalificar a los radicales de cepa. Se les endilgó el calificativo de “Olimpo Radical” a sus integrantes y de “oligarca” a cada uno de ellos. La idea errónea, muy de recibo entre periodistas contemporáneos, según la cual fue Jorge Eliécer Gaitán quien acuñó la palabra oligarca para descalificar a sus contrarios, no puede ser más equivocada. Tiene una larga tradición en el léxico de las rivalidades liberales.

Interesante, por lo demás, es el seguimiento que en esta obra se le hace a la que pudiéramos calificar de doctrina liberal colombiana. La leyenda que le atribuye al General Santander el carácter de precursor del partido liberal colombiano obedece a su apego por la filosofía de Bentham y Destutt de Tracy, formas del positivismo conocidas en aquellas edades como utilitarismo. Por años la controversia política entre lo que serían los liberales y los conservadores se redujo a sostener o a criticar rabiosamente el utilitarismo de Bentham y Destutt de Tracy, que los católicos consideraban como doctrinas impías. Con el transcurso del tiempo perdieron vigencia estos dos filósofos que se vieron sustituidos por Spencer y Stuart Mill, que el propio Núñez contribuyó a divulgar.

El conservatismo, con contadas excepciones, se constituyó desde entonces en paladín de la Iglesia Católica, a lo cual contribuyó en gran manera el sec tarismo de ciertos liberales que hacían profesión de ateísmo. El liberalismo, en cambio, se limitaba a profesar los principios de la revolución francesa y de la Constitución de Filadelfia en materia de libertades públicas. El desorden institucional resultante de la excesiva permisividad de la Constitución de 1863 fue derivando poco a poco hacia una ansia de autoridad y de disciplina que acabó propiciando la llamada Regeneración enfrentada a la catástrofe, que era el otro cuerno del dilema: “Regeneración total o catástrofe”, de Núñez.

En cuanto a lo que hoy concebiríamos como la intervención del Estado en la economía puede decirse que no había diferencia entre los partidos. En contra de la opinión de mi admirado amigo Indalecio Liévano Aguirre, quien le atribuye a Núñez las ideas de nuestro tiempo en materias económicas, quién más, quién menos, nadie pasaba por alto la incapacidad económica del Estado colombiano para dejar en manos de los particulares empresas tan esenciales como dotar a la nación de una infraestructura vial y portuaria. Ningún colombiano, así en el campo económico fuera partidario del Estado gendarme, llegada la hora de gobernar renunciaba a intervenir en la economía, dejando exclusiva­mente en manos del mercado el compromiso del desarrollo económico. Los acontecimientos los desbordaban, como ocurrió con Núñez y su dogma de los $12.000.000 de medio circulante o con Murillo Toro y su propósito de fortalecer el fisco nacional. Tal vez durante la Regeneración algunos comerciantes liberales se molestaron por las piruetas que se hacían en procura de recursos adicionales para el presupuesto de la nación, pero, como doctrina, el liberalismo jamás renunció a su papel de nivelador de las desigualdades entre las clases pudientes y los más desheredados.

De 1850 en adelante modernizar el Estado y la sociedad fue una obsesión universal. Los descubrimientos científicos estaban abriendo una nueva era de desarrollo en Europa. Lo mismo en Inglaterra, bajo la Reina Victoria, que en Francia, bajo Napoleón III, y, más tarde, en Alemania bajo la égida de Prusia, el tema era la modernización. Nuestros gobernantes no escaparon a tales directrices. Podía decirse con razón que el estribillo era modernizar, lógico desarrollo de los preceptos de la Constitución recién expedida. Había que sepultar los rezagos de la época colonial española internacionalizándonos con una apertura hacia el mundo exterior, obsesión que se caracterizaba por el afán de comunicar la capital con los dos océanos. Surgió así la idea de construir un ferrocarril que por los Estados del oriente colombiano llegara hasta el mar. Algo como el actual Ferrocarril del Atlántico, pero que entonces se conoció como el Ferrocarril del Norte o Ferrocarril del Carare. Se discutieron diversos trazados y algo se avanzó en la contratación del magno proyecto que no sólo beneficiaría a Santander, como decían los opositores, sino a toda la república. El advenimiento de la Regeneración y más concretamente del independentismo, que fuera pilar del partido nacional, le puso término a estos planes.

Con el nombre de la crisis liberal la señora Delpar se ocupa de la agudización de los conflictos a que me vengo refiriendo entre partidarios de la can­didatura de Núñez y sostenedores de la de don Aquileo Parra en la que resultó victorioso este último con un discutible apoyo del gobierno. Las relaciones entre independientes y radicales se fueron deteriorando de día en día, pese a que frente al levantamiento de los conservadores a la que puso término la batalla de Garrapata, los independientes fueron solidarios con el gobierno de Parra. La suerte estaba echada. El avance del independentismo culminó con la elección para presidente de elementos como Trujillo, Zaldúa y Otálora, que sirvieron de puente para la reelección de Núñez en el 84. Fue entonces cuando Núñez reafirmó su condición de militante en el partido liberal y de simpatizante de nuevos términos de relación con la Iglesia Católica al deslizar el giro ambiguo de “no soy decididamente anticatólico”. Era una novedad en labios del antiguo Ministro de Mosquera, copartícipe en las leyes de desamortización de los bienes de manos muertas.

El resto de la historia es bien conocido. Los recelos radicales que en vano Núñez trató de disipar no hicieron sino agravar las tensiones entre el gobierno del Regenerador y sus correligionarios de la víspera. La autora describe con gran acopio de datos y una incontestable imparcialidad la manera como por sus pasos contados los radicales escogieron la vía de las armas para tratar de reconquistar el poder que se les iba de las manos. Así murió, a raíz de la victoria de La Humareda, la Constitución de 1863 cuya partida de defunción formalizó Núñez desde un balcón del Palacio de San Carlos.

El tránsito del liberalismo a la oposición ante las nuevas circunstancias, hasta renovar el intento militar en la Guerra de los Mil Días, es una historia ya muy conocida, pero que la señora Delpar reitera para darle un toque final a su libro Rojos contra azules, que no vacilamos en recomendar a los lectores colombianos y extranjeros que aspiren a desentrañar los orígenes del espíritu de transacción y de compromiso que caracteriza nuestra vida pública en el siglo XX. La autora lo define muy bien cuando dice:

Hacia el final del siglo XIX los dirigentes políticos de los partidos consiguieron forjar un sistema tenue pero viable de contactos que cobijó no sólo a los jefes de los partidos a todo lo largo y ancho del país sino que penetró hasta los más bajos estratos de la población. Estas vinculaciones, que se duplicaron entre los conservadores, fueron lo suficientemente fuertes para capacitar a los dos partidos en su propósito de mantener el control de un electorado ya más amplio en el siglo XX. Reafirmaron de este modo con éxito su carácter de vehículos a través de los cuales las demandas del electorado podían ser satisfechas.

Cabe observar, al analizar el anterior concepto de la autora, de qué manera una estudiante del sur de los Estados Unidos consiguió penetrar en la idiosincrasia colombiana. Ningún rasgo de nuestra vida política nos caracteriza tanto como la búsqueda de la transacción, del justo medio, del llamado consenso entre las fuerzas encontradas. El partido republicano, el Frente Nacional, los intentos de suprapartidismo forman parte de la herencia que la señora Delpar advierte en el párrafo citado.

El gran legado del radicalismo fue su afán por la educación. Ningún otro gobierno había puesto tanto énfasis en la formación cultural de los colombianos como el que es materia de este estudio.

Grandes zancadas jalonan esta etapa de nuestra historia. Basta señalar la importancia de la Universidad Nacional bajo la inspiración de don Salvador Camacho Roldán y de don Manuel Ancízar, la Comisión Corográfica, la fundación de la Academia Nacional de Medicina y Ciencias Naturales. El afán por la enseñanza no había conocido un ímpetu semejante desde la época colonial, cuando Moreno y Escandón dejó un sello que, aún en nuestro tiempo, es punto de referencia en el campo de la pedagogía.

Carta abierta escrita por el Dr. Rafael Muci-Mendoza, médico venezolano

MEDICO VENEZOLANO RECHAZA INTROMISION DE EMBAJADOR CUBANO EN RESPUESTA CARGADA DE DIGNIDAD POR UN VENEZOLANO QUE PERDIO EL MIEDO, LA UNICA FORMA DE ENCONTRAR Y DECIR LA VERDAD.

Carta abierta escrita por el Dr. Rafael Muci-Mendoza, médico venezolano de la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, al Embajador cubano.

Excelentísimo señor Embajador: Debería usted bien conocer que es de ética elemental el que un embajador no se inmiscuya en los asuntos internos del país que le acoge como huésped.

Sus insolentes declaraciones sobre los médicos venezolanos, me obligan moralmente a enmendarle. El 'sistema de valores' que usted nos endilga, según el cual 'nuestra intención al estudiar Medicina es obtener un título y una acción en una clínica privada', además de insultar nuestra dignidad, con aviesa intención nos expone al desprecio público y nos desacredita ante nuestros enfermos; después de todo, somos sus médicos y con sus miserias todo cuanto poseen.

Usted emplea el procaz lenguaje del Presidente de acá, para dividirnos en 'oligarcas' y 'proletarios', epítetos éstos dichos para agraviarnos y que nunca antes nadie utilizó. Siendo antitípico hablar en primera persona, debo expresarle que, como muchos de mis colegas y aunque a usted le duela, recibí, EN LIBERTAD, una excelente formación moral, ética y académica que coloca al paciente como principio y fin del acto médico, paradigma que he tratado de inculcar a mis numerosos alumnos.

Yo, como tantos, por cerca de 40 años y por un magro sueldo, he trabajado con tesón la mitad del tiempo en un hospital público, a costo subsidiado con nuestro ejercicio privado. Este último lo hemos ejercido como profesión liberal en clínicas privadas, EN LIBERTAD, con honestidad, mística y orgullo.

Pero además debe usted saber que en lo personal he visitado a Cuba en tres ocasiones. No lo hice por curiosidad o turismo, y le confieso que no conozco Varadero. He sido y he continuado siendo un invitado de sus médicos, y respecto a ellos, nunca hice uso de cuanto vi u oí en su país.

Su irritante intromisión me indica que es tiempo de hacerlo. En mayo de 1993, cuando su gobierno al fin dio a conocer al mundo la epidemia que, a pesar de sus adversas consecuencias, había mantenido en secreto desde 1991 y amenazaba con dejar en la umbra visual a más de 40 mil sufrientes, formé parte de una misión humanitaria que visitó la isla. En compañía de colegas cubanos y de diversas procedencias, examiné personas afectadas, ayudé a definir el paciente-tipo y a esclarecer las causas de lo que se dio en llamar Neuropatía Óptica Cubana, y que en resumen -a despecho de que se haya invocado un factor multifactorial- fue trasfondo de miseria y hambre. En cinco ocasiones me reuní con su Comandante para discutir estrategias diagnósticas de la epidemia, hoy por cierto trocada en endemia. En una de estas reuniones, y aunque parezca una pretensión el decirlo, una de mis colegas cubanas dijo públicamente que la neuro-oftalmología cubana se dividía en dos períodos, antes y después de las visitas docentes del doctor Muci.

A pedido de su Señor, hice mi último viaje a Cuba. Les comuniqué todo cuanto sabía; guiados de mi mano aprendieron nuevas técnicas, mis diapositivas fueron copiadas, y mis charlas video, grabadas. No pedí nada a cambio. Mucho me fue ofrecido, pero el olvido es traicionero. Una simple esquela de agradecimiento me fue regateada. Regresé con la satisfacción del deber cumplido y un rictus de dolor al recordar la mirada famélica de mis colegas, trasunto de hambre de LIBERTAD, hambre biológica, pero también hambre intelectual al carecer de los instrumentos básicos para adquirir conocimientos: libros y revistas científicas.

Mientras tanto, Cuba exportaba su revolución con los dineros de un pueblo miserable. Pude apreciar allí dos clases de médicos. Unos, 'los olvidados' -a lo peor, distanciados del partido comunista-, que ocupan los escaños más bajos de la pirámide médica sin esperanzas de ascender. Ésos no asistieron a mis charlas. En mi universidad asisten a mis cursos, en LIBERTAD y por libre albedrío, quienes así lo deseen, sean médicos, estudiantes y aún miembros de otras profesiones. La otra clase, que llamaré 'la nomenclatura' -los ubicados en el vértice-, tenían acceso a la escasa tecnología y eran celosos guardianes de los libros, depositarios del poder que da el conocimiento. Ésos, privilegiados del sistema, tienen acceso a los banquetes, y viajan al exterior con dólares olvidando a aquellos pobres colegas que se quedaron en casa. La sociedad cubana es una sociedad triste donde se habla calladito para no ser escuchados por el Estado policial, donde se asciende siendo fiel y denunciando; en fin, trepando por sobre las cabezas de otros. La medicina de avanzada que ostentan, está apoyada en una ingeniosa propaganda, pero en realidad es una triste farfolla.

Los delineamientos de su 'mar de felicidad' han encontrado eco en un gobierno antinacionalista, formado por una chusma precaria de talentos. Por ello, con la creatividad castrada y a un coste de 1,3 millones de dólares diarios, prefieren buscar 'asesorías' y enviar enfermos a la isla. Su nulidad y estulticia les impide tomar medidas de contingencia para ayudar a tanto necesitado que clama en nuestros hospitales por la resolución de sus problemas. Como usted declara, traer ' 1.500 profesionales' de sus fábricas de médicos, es otro inaudito ejemplo de traición a la Patria, de desnudez neuronal, un intolerable insulto, una incomprensible medida si se toma en cuenta, por una parte, el desempleo local y, por la otra, el que apenas son necesarios menos de 59 médicos para llenar las medicaturas vacantes para las que, estoy seguro, hay voluntarios. Las erradas políticas de salud no son culpa de los médicos. Son exclusiva competencia del Estado venezolano.

Hago mío el eco lastimero de mis pacientes y reclamo para ellos el dinero que injustamente se le regala a ustedes. Esos pobres seres han visto empeorar sus dolencias a lo largo de cuarenta años de apatía, pero, a no dudar, ahora se encuentran peor desde que 'el proceso' trata de rasarnos con ustedes, por lo bajo. Hay en la isla de Cuba demasiados aspectos que mueven a vergüenza y dolor, demasiados como para que usted cínicamente nos censure.

Se puede engañar a alguien una vez, pero no a todos todo el tiempo.

DR. RAFAEL MUCI-MENDOZA C.I. 1.345.517

Friday, November 30, 2007

La esperanza, al congelador

Por Saúl Hernández Bolívar

Publicado en el periódico El Tiempo, el 27 de noviembre de 2007

Nada bueno podía salir de una mediación entre el Gobierno colombiano y las Farc, a cargo de personajes tan desprovistos de neutralidad como el presidente Chávez y la senadora Córdoba, antípodas y enemigos del presidente Uribe.Pero era inimaginable un desenlace tan absurdo, que implicara el congelamiento de las relaciones entre países y el resquebrajamiento de la química que había entre los mandatarios, mancillada por las injurias de un Chávez iracundo por un asunto que ni siquiera es de su competencia, que atañe solo a la soberanía de Colombia.

Chávez no tenía derecho a embejucarse. Era potestad del Gobierno colombiano terminar la mediación cuando lo considerara pertinente, máxime cuando había razones de sobra. En tres meses no se avanzó un centímetro en el tema humanitario por mucho que asegure ahora la señora Córdoba que algunos de los secuestrados iban a comer pavo con sus familias en Navidad y que, en enero, las Farc se iban a sentar a firmar la paz. Por otro lado, todo estuvo girando en torno de la idea de un despeje, esta vez en el Yarí, para Chávez conversar con un 'Marulanda' que muchos presumen muerto y que aunque viviera, esa reunión solo tendría por objeto deshacer la tenaza con que las Fuerzas Armadas de Colombia están triturando a los subversivos de las Farc. Finalmente, las cosas estaban tomando un tinte insospechado con esa llamada al general Montoya, que por mucho que doña Piedad jure que era casual, inocente y rutinaria, no lo era.

El chasco fue de tal magnitud que en los tres meses no se consiguieron pruebas de supervivencia sin las cuales hasta el mismo Fabrice Delloye -ex esposo de Íngrid- opinaba que no se podría proseguir la mediación. A pesar de que a los campamentos de la guerrilla llega cualquiera (desde periodistas hasta la misma señora Córdoba, o la madre de la guerrillera holandesa), es inverosímil que no haya sido posible sacar las pruebas por supuestos bombardeos y presión militar. Más con lo fácil que es subir videos, fotografías y documentos escaneados a Internet, o enviarlos por correo electrónico. Y deja muy mal sabor el intento último de la Córdoba por tratar de hacer ver el video trasnochado del capitán Solórzano como una muestra de buena voluntad de los guerrilleros.

Dada la afinidad política entre Chávez y los facinerosos y la admiración mutua que ambos se han expresado en incontables ocasiones, se presumía que era imposible el escenario de una negociación empantanada porque a casi nadie le cabía en la cabeza que las Farc dejaran a Chávez como novia vestida. Sin embargo, a estas horas no se sabe a ciencia cierta si el Presidente de Venezuela fue víctima de las Farc o si, simplemente, estaba en la tarea de oxigenarlas. De todas maneras, persiste la sensación de que los subversivos desecharon la oportunidad de interlocución con cinco gobiernos del más alto turmequé, como si no tuvieran el más mínimo interés en absolutamente nada.

En el fondo, lo más triste de todo es que ahora sí los secuestrados parecen una simple mercancía. Y no hay certeza alguna de su estado. La necesidad de aferrarnos a una esperanza nos ha llevado a los colombianos a inducir al Gobierno a caer en la trampa de hacer lo que sea para devolverles la libertad a los secuestrados políticos de las Farc, cosa que solo depende de la voluntad de los guerrilleros o de un golpe de gracia de las fuerzas del Estado.

Si a las Farc les interesara la libertad de estas personas, bastarían una delegación de la Cruz Roja y un par de días de 'tregua' para devolverles sus vidas, pero en los estertores de una agonía ya inevitable de esa guerrilla, la carta de los secuestrados parece ser su única alternativa y, como tal, se la van a jugar. Quiera Dios que los colombianos no caigamos en la trampa de hacer acuartelar las tropas para revivir la esperanza y menos que estas terminen ocupadas en asuntos fronterizos por obra de un vecino bocón.

Thursday, November 22, 2007

LA VIDA ES UNA ANTORCHA ESPLÉNDIDA

Palabras del Canciller Fernando Araujo Perdomo

Colegio Jorge Washington, Cartagena, Mayo 25 de 2007.

Quiero presentarles unas ideas, una visión de los elementos que considero que son esenciales para continuar en el proceso de construcción de un presente y de un futuro promisorio para Colombia, para ustedes, para nuestros hijos, para los colombianos, todos. Me voy a centrar en la construcción del hombre, del ser humano moderno, del nuevo hombre, voy a hablarles del desarrollo y compromiso personal.

El primer concepto que quiero presentarles está aquí, en el ambiente, la LIBERTAD.

Todos creemos ser libres, todos queremos sentirnos libres, pero muchas veces pensamos que la libertad es la posibilidad que tenemos de elegir entre diferentes alternativas, de escoger lo que queremos.

Muchas veces esta manifestación no es sino la expresión de un sentimiento egoísta, que básicamente lo que quiere expresar es que nadie se meta en mi vida y que me dejen hacer las cosas que yo quiero; y pensamos que de esta manera vamos a ser felices, pensamos que la felicidad es esa expresión de una libertad sin límites y creo que esto quizás los lleva por el camino equivocado.

Creemos que ser libres es no tener ataduras, es no estar sometidos a ninguna autoridad, cuando la verdadera libertad requiere de principios, requiere orden, requiere de respeto.

Además pensamos que la libertad depende de las condiciones exteriores, creemos que para poder ser libres necesitamos casi el mundo plegado a nuestros pies. ¡Cuando la verdadera libertad reside en nuestro interior! Tenemos la impresión normalmente de que lo que limita nuestra libertad son las circunstancias que nos rodean, las normas y obligaciones que nos impone la sociedad, las limitaciones físicas que tenemos, cuando tenemos problemas de salud, esas son las cosas que nos coartan la libertad. Muchas veces nos sentimos agobiados realmente por nuestras responsabilidades familiares, responsabilidad por ejemplo, en el caso de los muchachos(as) de estudiar, de tener que hacer algunas cosas, de entregar algún trabajo, de presentar un examen y creemos que eso realmente está limitando nuestra libertad, pero la verdad es que dentro de nosotros es donde reside realmente la libertad de cada uno.

También quiero decirles que somos más libres si reconocemos que los derechos son menos importantes que las obligaciones. Aquí tengo que hacer una reflexión adicional, ligar nuevamente la libertad con el amor, solamente cuando amamos somos libres porque el acto del amor, de verbo amar significa una entrega a los demás y allí es donde radica la verdadera libertad del ser humano, ¡si nuestro corazón es egoísta y queremos todo para nosotros, en lugar de ser libres, lo que hacemos es construir ataduras! ¡La verdadera libertad consiste en nuestra posibilidad de crecer, de esperar, de amar en cualquier circunstancia!. Esas circunstancias, inclusive, significan en muchos casos, aceptar lo que nosotros no hemos elegido, es decir, hay circunstancias que la vida nos impone y que sólo cuando las aceptamos somos libres.

Quien desea acceder a una verdadera libertad interior, debe entrenarse en la serena y gustosa aceptación de multitud de cosas que parecen ir en contra de nuestra libertad, aceptar nuestras limitaciones personales, nuestra fragilidad y nuestra impotencia en las situaciones que la vida nos impone.

La verdad es esta, las situaciones que nos hacen crecer de verdad, son precisamente aquellas que no dominamos. No seremos capaces de transformar eficazmente nuestras vidas si no comenzamos por acoger la vida en su integridad y en consecuencia, por aceptar cualquier acontecimiento exterior al que nos enfrentemos.

Pensamos que es muy difícil aceptar las cosas que nos causan dolor, pero desde mi experiencia personal les puedo dar fe, de que sólo cuando aceptamos la realidad de nuestra vida, comenzamos a ser felices. Cuando a mi me secuestraron tuve unos primeros días de mucha zozobra, de mucha angustia, pero solamente logré superar esa situación cuando acepté mi situación de secuestrado.

Un día me levanté de la hamaca en la que dormía y me hice esta reflexión, ¡estoy secuestrado, tengo que aceptar mi realidad y zafarme de mis recuerdos, de mis expectativas, de la vida que venía desarrollando, de mis deseos, de mis ansiedades, de mi deseo de estar con mis hijos, con mi esposa, con mis padres, de mis deseos de poder trabajar en las actividades que me gusten y aceptar que la realidad que estaba viviendo era diferente a lo que yo deseaba y cuando acepté esa realidad comencé a superar el inmenso dolor que me producía el secuestro y eso a pesar de estar secuestrado, ¡fue una expresión de libertad!

Por eso llegué a la conclusión de que todos podemos ser libres a pesar de las circunstancias que nos rodean. Yo he sido un atento estudiante de Stephen Covey, un autor muy reconocido norteamericano, autor entre otros de un libro muy famoso, que se llama Los Siete Hábitos de la Gente Altamente Efectiva.

Libro que ha sido para mí un norte en la vida, en este encontré el ejemplo de Víctor Frankl, un señor que estuvo preso en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, y que estuvo sometido a una serie de pruebas inhumanas, porque fue utilizado como conejillo de indias, para hacer experimentos en seres humanos y a pesar de encontrarse en esa situación y de estar siendo torturado, tomó la decisión de que bajo ninguna circunstancia iba a perder su capacidad interior de elegir una respuesta ante un estímulo que recibiera y así pudiera ser maltratado por sus captores él no perdería la calma, no perdería la fe, no perdería la esperanza.

Allí radica la verdadera libertad humana, hay un instante entre el momento en que yo recibo un estímulo y en el momento en que doy una respuesta. En ese instante que hay entre el estímulo y la respuesta radica mi libertad de ser humano, de escoger cómo respondo. La verdadera libertad está dentro de nosotros en nuestros corazones. Tengo la esperanza, tengo la experiencia, de que en cualquier circunstancia, si hacemos una planificación adecuada podemos superar las dificultades, pero creo, que lo más importante es aceptar la realidad que estamos viviendo plenamente.

Yo recuerdo también que estando secuestrado, en una oportunidad me llevaron un ejemplar del periódico ‘El Tiempo’, y en la parte superior de la columna donde aparecen las cartas de los lectores leí una frase que escribí en uno de mis cuadernos que decía: “¡El dolor cuando no se convierte en verdugo es un gran maestro!”

Me tomé esta frase como propia y aprendí que a través del dolor se puede crecer y en el sufrimiento que padecí, durante mis seis años de secuestro aprendí a crecer, aprendí a ser una mejor persona, aprendí a ser más humano, aprendí a entender el dolor de mis semejantes y eso me humanizó, porque hoy cuando veo una persona que está sufriendo, entiendo mucho mejor ese dolor.

Naturalmente NO estoy haciendo con esto una invitación a sufrir, porque todos tenemos en la vida la ilusión de ser felices, pero si reconocemos el dolor como un elemento que nos conduce a la felicidad, vamos a encontrar que ese es el camino adecuado, y el dolor nos libera.

La naturaleza se halla en total equilibrio, existe la ley de la causa y el efecto. Lo que se siembra se cosecha.

Los problemas de la vida surgen cuando sembramos una cosa y esperamos cosechar otra totalmente diferente, si sembramos mangos recogeremos mangos, no limones, si sembramos odio recogeremos odio, si sembramos amor recogeremos amor. Como dice el proverbio “siembra vientos y recogerás tempestades ”

También quiero hacer una reflexión sobre un concepto de Covey, que es la proactividad. Hoy en día se habla mucho de proactividad y la gente lo entiende como el acto de tomar la iniciativa. Pero para Covey y para mí, la proactividad realmente significa asumir la responsabilidad de nuestras propias vidas.

Tenemos la tendencia natural de responsabilizar a las demás personas de las cosas que nos suceden.

Cuando hacemos eso somos reactivos y pensamos que nuestra infelicidad es producto del ambiente o de los demás y por ese camino, pensamos que el mundo tiene que cambiar para que nosotros podamos ser felices, pero realmente la situación es la contraria, ser proactivo significa yo soy responsable de lo que me pasa, así esté secuestrado.

En mi secuestro soy responsable de mí.

No puedo cambiar la realidad de mi secuestro, ¡bueno sí la pude cambiar porque a los seis años me fugué!, pero tuve que esperar el tiempo para poderla cambiar, mientras esa oportunidad se me presentaba, me preparé para aprovecharla lo mejor que pude.

Me preparé para vivir cada día de mi secuestro de la mejor manera posible, asumí la responsabilidad de mis actos y me dije, si pierdo mi tiempo mientras esté secuestrado después no voy a poder echar el tiempo para atrás y esto no lo voy a recuperar, tengo que aprovechar cada instante de mi vida, sin importar las circunstancias en que me encuentre.

Entonces me propuse enriquecerme, y pensé, cómo puedo ser una mejor persona en estas circunstancias y me dije ¡bueno yo puedo aprender a ser generoso! Y me propuse practicar la generosidad; ustedes me preguntarán, “¿Pero Cómo puede ser uno generoso estando secuestrado?, si uno no tiene nada”, pues sí, a veces me regalaban un pan, y como yo había decidido ser generoso, lo partía por la mitad y le daba la otra mitad al guardia, y esto lo practicaba para todo.

Para el 24 de Diciembre último me regalaron cuatro manzanas y una bandejita de uvas, cada vez que me iba a comer una manzana la partía por la mitad y le daba la mitad al guardia y yo me comía el resto. Las uvas, ¡una para ti, una para mí!, como me cambiaban de guardia cada dos horas entonces las compartía con varios de mis captores y esa misma generosidad la practiqué durante los seis años de secuestro con cualquier detalle que tuviera.

También decidí ser paciente, esto quiere decir ser conciente del momento, vivir el presente, no vivo mañana ni vivo el ayer. Lo que pasó ayer ya no lo puedo cambiar, lo que pasará mañana tengo alguna forma de planearlo, pero finalmente es tan incierto. Si alguien lo puede decir soy yo que mientras trotaba el 4 de Diciembre de 2006, mientras escuchaba el radio sucedía el ataque al campamento donde me encontraba, el que me permitió fugarme. En Febrero de 2007 en recuperación de una operación, recibí la llamada del Presidente Uribe para ofrecerme la Cancillería. Es decir planear el futuro es realmente difícil, la vida da tantas vueltas que un realmente no sabe lo que va a pasar. Sólo viviendo el presente aprendemos a ser pacientes, la paciencia se refleja finalmente en tranquilidad espiritual, en serenidad.

También decidí ser fuerte. ¿Qué significa ser fuerte? Todos tenemos miedos y a mí, al igual que a todos, me daban miedo muchas cosas, eso es humano. Ser fuerte significa enfrentar el miedo, no dejarse vencer por el miedo.

Yo me acuerdo que mi hijo Manuel, cuando tenía seis años, que estaba en clases de karate, cada vez que había un combate me decía: “¡Papi tengo miedo!”, yo le decía “¡es natural que lo tengas, lo importante es superarlo!”

Resulta fácil pensar en ser valiente con respecto a circunstancias especiales y extraordinarias, como sobreponerse a un secuestro o escaparse a sus captores; pero les quiero hacer una reflexión, ¡hace falta mucha valentía para actuar íntegramente cada día, para ser sinceros cada día, para liberarnos de las excusas que nos impiden ser leales con nosotros mismos, para actuar con base en principios a pesar de que muchas veces estos no sean populares o comprensibles para los demás!

El mejor modo de lograr calidad de vida es escuchar a nuestra conciencia y seguir sus dictados sin permitir que ninguna voz suene más fuerte en nuestros oídos que la voz propia de la conciencia. Sean cuales sean las circunstancias de la vida, guiarnos por ellas.

Estando secuestrado aprendí también a no desfallecer, aprendí que por muy duras que sean las circunstancias, hay que seguir adelante, por eso desde que salí, desde que me fugué y fui rescatado por la Armada he tratado de llevarle un mensaje a los colombianos, que hay que hacer siempre un esfuerzo adicional frente a las dificultades de la vida, para salir adelante.

Cada uno de nosotros, de una u otra manera enfrenta retos, unos más definitivos, unos más duros, por eso los invito a desarrollar una actitud personal proactiva, constructiva, optimista y responsable para poder superar las dificultades. Estoy convencido de que la espiritualidad y los valores le dan sentido a nuestras vidas.

La observación de nuestras actitudes e intereses y el reconocimiento de nuestros gustos y pasiones nos ayudan a encontrar la paz y el sosiego que tanto buscamos, y por supuesto la felicidad que anhelamos. Quiero agregar que el verdadero secuestro, es el secuestro en el que las personas en lugar de cultivarse, de tratar de ser mejores cada día; nos dejamos llevar por las cosas mundanas y por los vicios, nos dejamos llevar por el rencor y el odio. Sólo el que vive a través del amor se libera plenamente.

Ustedes son jóvenes y les ha tocado vivir en un mundo de alta tecnología, son expertos en aparatos digitales y computadores, en video juegos. Les tocó además un mundo interconectado y globalizado con grandes ventajas y con problemas y consecuencias para todos como el calentamiento de la tierra o el problema mundial de las drogas ilícitas, que tanta tragedia, dolor y violencia ha generado en nuestro país.

Estos retos y realidades exigen actitudes proactivas y responsables, exigen tomar posición y actuar como sociedad civil organizada, para contribuir a la solución.

Algunas personas me dicen, que después de mi secuestro volví a nacer, eso no es cierto, después de mi secuestro yo me siento más fuerte y más vivo que nunca, le doy gracias a Dios, le doy gracias a la vida, porque durante los seis años de mi secuestro pude continuar en mi proceso de crecimiento.

Quiero compartir con ustedes algunas reflexiones que me hice cuando estaba secuestrado, sólo como un testimonio. Unos apuntes que hice el primero de Enero del año 2003 en mi diario, dicen así:

“estamos en año nuevo, estoy lleno de nostalgias, tristezas y pesares, lleno de ausencia, pero doy gracias a Dios porque gozo del don principal: ¡la vida!, además ¡salud, amor esperanza, fe, fortaleza e ilusiones!.

Cuento con toda mi familia, con su amor, su apoyo, su entrega, su trabajo, su energía, los extraño con toda mi alma, los adoro con todo mi ser, confío en que Nuestro Señor nos permita reunirnos pronto, he escuchado muchos mensajes bellísimos y llenos de esperanza y fortaleza, hecho de menos a Moni y a Ferni a quienes no he escuchado desde finales de octubre, pero tengo la seguridad que pronto les escucharé.

Estoy a la expectativa de que en estos próximos días reciban el video que grabé el 18 de diciembre y la carta para Mónica, también a la espera de que algunas gestiones de facilitación comiencen a dar frutos y se encienda de verdad una luz de esperanza para todos los secuestrados, para este año me propongo mantener la línea de acción que he conservado durante mi secuestro: primero, vivir el presente día a día; segundo, cuidarme, mantenerme saludable; tercero, ser siempre positivo sin importar las dificultades, superando el miedo y el dolor, superar mis sentimientos de abandono, sentir plenamente el amor de toda mi familia, de todos mis amigos, conservar siempre la esperanza de mi liberación; cuarto, aprender todo lo que pueda y fortalecer mi espíritu”

El primero de Enero del año 2006, escribí lo siguiente: “Feliz año nuevo, me levanto con la ilusión de regresar este año a mi hogar, a mi libertad, a mi vida y mientras tanto repito mis propósitos para el año, similares a los que me he hecho cada año y en todos los momentos de mi cautiverio, ser siempre positivo, vivir día por día, aprender todo lo que pueda, acrecentar mi fe, practicar el amor, la bondad, la gratitud, la humildad, la paciencia, el valor, la fortaleza, la tranquilidad, aumentar mis esperanzas, mi serenidad, mi alegría y la sabiduría que me permita aceptar vivir el presente”

Citando nuevamente a Covey, debo decir, ¡lo que nos quiere o daña no es lo que nos sucede, sino nuestra respuesta a lo que nos sucede!, desde luego, las cosas pueden dañarnos físicamente o perjudicarnos económicamente y producirnos dolor por ello, pero nuestro carácter, nuestra identidad básica en modo alguno tiene que quedar herida, de hecho, nuestras experiencias más difíciles se convierten en los crisoles en donde se moldea nuestro carácter y se desarrollan las fuerzas internas, la libertad para abordar las circunstancias difíciles en el futuro y para inspirar a otros la misma conducta.

Insisto, no somos el producto de nuestro pasado, sino de nuestras elecciones.

Nuestra condición humana nos permite vivir conforme a nuestra imaginación y no a nuestra memoria. Como dijo Mahatma Gandhi, no me cabe ninguna duda de que cualquier hombre o mujer, es capaz de obtener lo que yo logré si hiciera los mismos esfuerzos y cultivara la misma esperanza y la misma fe.

Queridos amigos, queridos muchachos, para terminar hago mías las palabras de George Bernard Shaw: “¡Este es el verdadero goce de la vida!, ese ser utilizado con un propósito que uno reconoce como importante, ese ser una fuerza de la naturaleza y no un montecito febril y egoísta de malestares y molestias que se queja de que el mundo no se consagra a hacerlo feliz.

Soy de la opinión de que mi vida pertenece a toda la comunidad y que mientras viva, es mi privilegio hacer por esta todo lo que pueda. Cuando muera quiero estar completamente agotado, pues cuanto más duramente trabajo, más vivo.

Gozo de la vida, por la vida misma; para mí, la vida no es una pequeña vela, es una especie de antorcha espléndida que por el momento sostengo con fuerza y quiero que arda con el mayor brillo posible, antes de entregarla a las futuras generaciones”

Muchas Gracias

Sunday, November 18, 2007

Friday, October 19, 2007

China's Next Big Export: Inflation

Thursday, Oct. 11, 2007
By
AUSTIN RAMZY
TIME MAGAZINE


Wal-Mart shoppers, meet Xu Yaqing. She's a 62-year-old retiree who lives on a fixed income in Beijing. Xu and her husband get by on $263 a month, and lately, the couple's monthly pensions haven't been enough. The price of the peanut oil that Xu cooks with has doubled in the past few months, and soaring costs for other staples have forced them to cut back on milk and to substitute bean curd for meat. They're not starving. But they're scared. "Prices are going up so much and so quickly," Xu complains.
Xu's lamentations, and those of her fellow Chinese, may soon be reverberating around the world, and particularly loudly at big-box retailers like Wal-Mart in the West. That's because all those inexpensive exports gushing out of Chinese factories — the $15 sweaters, the $25 sneakers, the sub-$100 DVD players — may start getting pricier as the mainland struggles to bring its runaway economy under control. Not all economists agree it's inevitable, but some are warning that an era during which low-cost Chinese production helped to maintain unusually stable prices for manufactured goods around the world is coming to an end. This view isn't held just by a few lonely bears in the wilderness. In his new book and in recent newspaper interviews, former U.S. central-bank chairman Alan Greenspan has been emphasizing that prices for Chinese exports have started to rise, which will contribute to a revival of global inflation. Ben Simpfendorfer, China strategist for the Royal Bank of Scotland, puts it succinctly: "Where China was a deflationary influence over the last 10 years, it will be an inflationary influence over the next 10 years."
Although it may not be evident at the local Wal-Mart yet, these forces may already be in play. Demand from China, along with other fast-growing emerging economies, has driven up the price of oil and a wide range of other commodities for the past several years. But what's really worrying many economists is the sudden appearance of relatively high inflation within China and the ripples that might cause abroad. Despite five interest-rate increases this year by China's central bank, the country's consumer price index has been stubbornly on the rise. In August, inflation climbed to a 6.5% annual rate, the fastest clip in more than 10 years.
The government and some economists blamed the jump almost entirely on sharply higher prices for meat and poultry, which surged 49% since mid-2006. Beijing maintains that the rise in food costs, which make up more than one-third of China's consumer price index, was largely the result of more expensive livestock feed and a one-off event: an outbreak of a porcine disease that killed 70,000 pigs and prompted the mid-September release of 30,000 tons of pork (about a quarter of the amount of pork China consumes in a day) from a national reserve to help stabilize prices.
But other costs are rising as well — property prices are going up countrywide at an annual rate of about 10%, according to UBS economist Jonathan Anderson — and Beijing's actions speak louder than its soothing words. After the August inflation figures were released, the government took the unusual step of freezing all state-controlled prices, including those for gasoline, water and electricity. Aware of the potential that high rates of inflation have for fomenting social unrest, officials also warned businesses against gouging consumers; in August, authorities accused instant-noodle makers of illegally conspiring to raise prices. Meanwhile, to allay public anxiety about eroding paychecks, Beijing has been encouraging local governments to raise minimum wages, which cities including Beijing, Shanghai, Shenzhen, Guangzhou and Nanjing have done.
Moves like the latter one could wind up stoking the fires of global inflation. After all, it was China's cheap laborers who turned the country into the world's factory. By one estimate, China's manufacturing unit labor cost was just 4% of that of the U.S. in 2005. Now, as the mainland economy powers ahead — GDP growth jumped by 11.9% in the second quarter — real wages of urban workers have been soaring at double-digit rates, rising 18% in the first half of this year alone, according to the government. Add in higher raw-materials prices, and manufacturers are facing increases in production costs they may no longer be able to absorb. The costs will be passed along to consumers worldwide, a situation that will be made worse by a strengthening Chinese currency. "Internationally, the price of imports from China will come up," says Chen Xingdong, chief China economist for BNP Paribas Securities. "The increase will be inevitable." There's evidence it's already happening. In May, the price of Chinese products imported by the U.S. registered a 0.1% year-on-year increase, the first such gain since the U.S. Department of Labor began tracking Chinese import prices in 2005. Prices have climbed by at least 0.3% each month since then.
If the pattern continues, things could get complicated for central bankers around the world, and for U.S. central-bank chairman Ben Bernanke in particular. Beset by a slowing economy amid the subprime loan meltdown, Bernanke is trying to ease interest rates without triggering higher inflation. Additional inflationary pressure from one of America's largest trading partners will undermine his ability to reduce rates further to prevent the U.S. economy from stalling. He's not likely to get much help from Beijing, which has its own priorities and a limited set of tools to rein in consumer prices. Efforts to cool economic growth by reducing liquidity — China has raised the amount Chinese banks must set aside in reserves seven times this year to curtail the amount of money in circulation — have had little effect so far.
Part of the difficulty for China's central-bank chief, Zhou Xiaochuan, is that the country lacks reliable statistics on which to base economic projections and policies. "They're driving at night without good headlights," says Stephen Green, Shanghai-based economist with Standard Chartered. Another problem is that monetary and fiscal policies are intimately tied up with politics. For example, Chinese President Hu Jintao's centerpiece program of building a "harmonious society" by raising wages and improving state services such as health care for poorer workers plays well with the masses, but may undermine efforts to contain inflation. "As low-income earners enjoy higher incomes they tend to spend money," says Simpfendorfer, the Royal Bank of Scotland economist. "Ultimately that's an inflationary story." Political considerations can also prevent officials from taking aggressive, timely action, says Albert Keidel, a senior associate with the Carnegie Endowment for International Peace and a former Beijing-based senior economist for the World Bank. "It's better to nip inflation in the bud," Keidel says, "but [politicians'] concern is that if they take it seriously, it shows they haven't managed the economy well. It might open them to criticism from political opposition within the party."
For now, Chinese officials seem to recognize that high economic growth almost always leads to higher inflation rates — and that they can live with that as long as people don't revolt. At the end of September, China's central bank predicted consumer price rises would accelerate from an average 4.6% rate this year to 5% in 2008. Higher food costs continue to be a worry. As Chinese grow richer, they are eating more meat, which pushes up demand for grains such as soy and corn, says Jing Ulrich, head of China equities at JP Morgan in Hong Kong. Although Ulrich expects food prices to stabilize by year's end as the pork supply recovers, she says inflationary pressures resulting from rising meat consumption, the country's shrinking farmland and water shortages will persist.
But does this mean it's inevitable that inflation will join the long list of Chinese global exports? Economists disagree. Yiping Huang, chief Asia Pacific economist for Citibank, notes in a recent research report that, while wages are rising fast in China, labor productivity is increasing even faster, which tends to limit manufacturers' need to raise prices. Standard Chartered economist Gerard Lyons says that China's move into more valuable manufactured goods such as automobiles will in years to come have the same deflationary effects on world markets as the country's push into low-end manufacturing.
That's little consolation to ordinary Chinese. Xu and her husband still have concerns about how to put food on the table. "If clothes are more expensive, we could wear old clothes," Xu says, "but we have to eat no matter how expensive it is." She badly wants to see inflation abate. The rest of the world might soon share that sentiment.
— with reporting by Jodi Xu/Beijing

Wednesday, October 17, 2007

Monday, October 15, 2007

TEORÍA POLÍTICA - Problemas de la Democracia

Por Hans Hermann Hoppe

Imaginemos un gobierno mundial, elegido democráticamente. ¿Cuál sería el probable resultado donde todos los habitantes del planeta votan? Seguramente ganaría una coalición de China y la India y el nuevo gobierno mundial, para ser reelecto, probablemente decidiría que hay demasiada riqueza concentrada en el occidente y mucha pobreza en el resto del mundo, por lo cual es necesario instrumentar una sistemática redistribución de la riqueza.
O imagínese que en su país la votación es ampliada para incluir a los mayores de 7 años; el resultado sería una legítima preocupación de que los niños tengan igual y adecuado acceso a refrescos, hamburguesas y videos gratuitos. El sufragio universal en cada país ha logrado lo que una democracia mundial alcanzaría: una permanente tendencia a la redistribución del ingreso y de la riqueza.

La implicación es que bajo la democracia la propiedad personal se vuelve alcanzable por los demás. La mayoría tratará de enriquecerse a costa de la minoría. Esto no implica que habrá una clase rica y otra pobre y que la redistribución será uniforme, de los ricos a los pobres. Frecuentemente son los poderosos quienes logran ser subsidiados por los pobres. Por ejemplo, la educación universitaria "gratuita" no suele beneficiar a la clase trabajadora que no va a la universidad, sino a la clase media y alta que sí. Y pronto se redefine quién es "rico" y merece ser saqueado y quién es pobre y merece recibir el producto del saqueo.

Si vemos a la democracia como una maquinaria popular de redistribución y le añadimos el principio económico de que alguno siempre recibirá más de cualquier cosa que sea subsidiada, obtenemos la clave para comprender la era actual.

La redistribución reduce el incentivo del dueño o productor y aumenta el incentivo de quien no es el dueño ni productor de la cosa. El resultado de subsidiar a individuos porque son pobres es más pobreza. Si se subsidia al desempleado habrá más desempleo. Financiar a las madres solteras producirá más niños sin padre conocido y más divorcios. Prohibir el trabajo de los menores transfiere el ingreso de las familias a parejas sin hijos y se reduce la natalidad.

Subsidiar a los irresponsables, neuróticos, alcohólicos, drogadictos, enfermos de SIDA y a quienes tienen problemas físicos y mentales a través de seguros obligatorios de salud aumentará todos esos problemas. Al hacer que los demás paguen por la prisión de los delincuentes –en lugar de obligar a estos a reembolsar a sus víctimas y a pagar por su propia prisión– se incrementan los delitos. Al obligar a los dueños de tierras a subsidiar a las especies en peligro de extinción a través de legislación ambiental, los animales se benefician y la gente sale perjudicada.

Y lo más importante, al obligar a los dueños de propiedades y a los productores a subsidiar a los políticos, sus partidos y a la burocracia, habrá menos creación de riqueza, menos productividad y más parásitos.

Los empresarios y sus empleados no generan ingresos a menos que produzcan bienes y servicios que se venden en el mercado. Las compras de tales bienes y servicios son voluntarias y así los consumidores demuestran que los prefieren al dinero que cuestan. Nadie "compra" los bienes y servicios del gobierno. Son producidos, cuestan dinero, pero no se venden ni se compran en el mercado. Como nadie los compra, nadie puede demostrar si se justifica su costo. La implicación práctica de subsidiar a los políticos y funcionarios es que se trata de un subsidio a la producción en sí, sin consideración alguna del bienestar de los consumidores de tales servicios, sólo el bienestar de los "productores", es decir, de los políticos y funcionarios. Entonces, la expansión del sector público aumenta la flojera, la incompetencia, el mal trato y el desperdicio, lo mismo que la arrogancia, la demagogia y las mentiras oficiales.

Debemos tener claro que la falta de democracia no fue lo que provocó la bancarrota del socialismo soviético. El problema no fue el método de selección de los gobernantes sino que las decisiones económicas estaban en manos de los políticos y funcionarios del régimen.

Bajo cualquier forma de gobierno, incluyendo la democracia, la clase dirigente (los políticos y funcionarios) es siempre una pequeña minoría. Y aunque cientos de parásitos pueden vivir de miles de cuerpos, miles de parásitos no pueden vivir de cientos de cuerpos.

© AIPE

Hans Hermann Hoppe es profesor de economía de la Universidad de Nevada, académico del Ludwig von Mises Institute y autor de "Monarquía, democracia y orden natural

Qué sabemos acerca de los bancos? - Parte I

Qué sabemos acerca de los bancos? - Parte I
Octubre de 2007

Artículo original en Inglés por Sergei D. Lozovoi-Koscheev – ver su Blog Reconomics

Aquellos de nosotros que estudiamos Economía conocemos la capacidad que tienen los bancos de crear dinero. Este concepto es introducido en cada curso de estudios universitarios de Economía y es más comúnmente conocido como el 'multiplicador bancario'. La idea es bastante simple y no es mi intención recitar ahora la lógica entera; tampoco es el objetivo de esta nota el proclamar una verdad por todos conocida. Estoy más preocupado por el hecho de que la idea del ‘multiplicador bancario’ sea percibida como una verdad por todos conocida. Reinventemos de nuevo la rueda para ver como trabaja.

He aquí algunas bases:
Perfilaré la teoría sólo para componer la escena, y también como introducción a aquellos de ustedes que no han estudiado economía. 'El multiplicador bancario' se fundamenta en unos fenómenos bastante simples de contabilidad, y funciona como sigue (guión simplificado, lea la advertencia a los críticos al final del documento):
- Usted lleva un dólar a un banco y hace un depósito en una cuenta corriente.
- El banco le da, en estos tiempos modernos, una tarjeta débito.
- El banco entonces trata el dólar como a masa monetaria.
- Conforme a la asunción general de que el dinero debería trabajar, el banco presta este dólar a otra persona.
- Esta otra persona abre una cuenta corriente en el mismo banco y deposita el dólar que ha tomado prestado.
- El banco le da una tarjeta débito.
- El banco trata el dólar como a masa monetaria (otra vez).
- Conforme a la suposición general que el dinero debe siempre trabajar, el banco presta este dólar a otro cliente en dinero en efectivo.
- La tercera persona se aleja feliz con el dólar.
- El segundo, el tercer cliente y usted vienen todos a, digamos, la misma tienda.
- Todos gastan el dinero suyo: usted paga por la tarjeta de débito, el segundo paga por la tarjeta débito, el tercero paga con dinero en efectivo.
– Tome nota por favor, en la tienda se han gastado tres (3) dólares.
- Por favor recuerde, que esto ha comenzado con sólo un dólar y el hecho real es que sólo ha existido un dólar, precisamente el que usted trajo al banco.
- Dos dólares han sido creados de la nada, por el banco, haciendo entradas dobles en los libros de la contabilidad.
Ahora usted debería ser capaz de imaginar cuánto de este dinero salido de la nada puede crear un banco moderno. Esta capacidad es, o estos procesos son los, llamados el 'multiplicador bancario'.

¿Y entonces qué?
Tres de ustedes acaban de gastar tres dólares, mientras que sólo existe un dólar en la realidad. La consecuencia es muy simple, cuando la tienda envía las facturas de usted y del segundo cliente al banco (recuerde que usted ha pagado con la tarjeta de débito), el banco no estará en capacidad de pagarlas (porque el dólar que tenía fue dado a una tercera persona, en dinero efectivo, como préstamo).
En la práctica, sin embargo, el banco normalmente paga sus facturas. Y esto es así porque, y sólo cuando, alguien más ha traído algún dinero en efectivo al banco en cantidad suficiente para pagar las facturas. Digamos que después que el tercer cliente consigue su préstamo, una cuarta persona entra y abre una cuenta corriente en la cual deposita dos dólares. El problema se ha solucionado entonces, el banco usa estos dos dólares para pagar las dos facturas de una dólar recibidas de la tienda.
Si el cuarto cliente decide gastar sus dos dólares (o retirar su dinero en efectivo), el banco irá, de la misma manera, a usar el dinero en efectivo del quinto cliente para arreglar el problema, etcétera ad infinitum.

¿No es algo maravilloso?
Seguro que si. ¿Sin embargo, no les parece que el banco trata de esconder algo? La mayor parte de aquellos que estudiaron Economía piensan que no es así porque, como he dicho, la mayoría de los cursos de economía presentan este fenómeno como un atributo normal del sistema bancario y esto no es un secreto. Sin embargo, en realidad este es un proceso de ocultamiento y también es interesante saber que siempre ha sido éste el mecanismo de ocultamiento.

¿Ocultamiento de qué?
Ocultamiento del robo. Cuando usted deposita un dólar en una cuenta corriente realmente retiene el derecho constante e irrevocable de gastar (usando su tarjeta de débito en la tienda) este dólar o retirarlo como dinero en efectivo. La verdad de este arreglo es que su banco debe tener este dólar siempre a disposición y a garantizar el derecho suyo sobre la propiedad de dicho dólar. El banco sólo está autorizado a entregar el dólar que tiene guardado a su nombre mediante instrucciones suyas de hacerlo así. En este sentido la cuenta corriente siempre ha existido comenzando en Grecia Antigua y pasando por el Imperio Romano (donde fue más adecuadamente llamada 'contrato de custodia') y más adelante apareció en todas partes de Europa hasta el siglo 15 aproximadamente.
Al entregar el dólar sin su permiso el banco cometió el delito de robo y en Italia y España, por ejemplo, los banqueros eran degollados por tal delito.
El hecho de haber castigo para tal acto significa que hubo tentativas de cometerlo. De hecho, como antes dijimos, era muy fácil entregar el dinero de alguien como un préstamo (y ganar interés) sin que se notara; mientras el banco disfrutara de nuevas afluencias en efectivo y de los flujos de caja previstos. El truco principal para esconder esta actividad de extra-préstamos era asegurarse que se devolviera suficiente dinero o que se hiciesen nuevos depósitos en las fechas en que el dueño de la cuenta retiraba normalmente el dinero, o que las facturas a su nombre fueran recibidas en el banco para su pago. No todos los banqueros han sido igualmente acertados en la predicción de estos modelos.
Aunque el castigo de ser descubiertos era severo, valía la pena correr el riesgo - las posibilidades de ganar interés adicional eran extraordinarias.

¿Parecería entonces que los banqueros no podían hacer préstamos en absoluto, pero usted habla de ''extra-préstamo”?
Lamento la confusión. Por supuesto los banqueros podían prestar. Podían prestar el dinero cuyo título de propiedad había sido temporalmente transferido al banco. Este era conocido como 'contrato de préstamo' en el cual las partes se ponían de acuerdo (en términos contemporáneos) en que el cliente prestaba 1 dólar al banco durante un período definido del tiempo, digamos un año, y recibía de vuelta, al final de ese año, un dólar más el interés. Conforme a este contrato, normalmente, el cliente no tenía derecho de exigir el reembolso anticipadamente, sin embargo se podían convenir términos específicos. El cliente no tenía el derecho de retirar el dinero entregado en préstamo, en cualquier momento durante el término del préstamo, porque se constituía jurídicamente un 'contrato de custodia' en el que no se estipulaba pago alguno de interés.
La idea completa era tener los fondos en total posesión del banco, durante el período especificado, con un objetivo simple - permitir al banco prestar este dinero a alguien más durante un período generalmente más corto que, o igual a, el término acordado para el préstamo inicial. De esta manera el banco ganaba la diferencia en las tasas de interés cobradas en las dos transacciones.
Hasta aquí debe quedar claro porqué el utilizar el dinero consignado en cuentas de custodia es un extra-préstamo.
Bien, esta es toda la historia, y si ahora vivimos en el siglo 21; ¿porqué lo anterior, de una forma o de la otra, debería ser relevante en nuestra situación?
Bueno, si usted recuerda como comenzamos el guión, recordará que hubo tres dólares gastados en la tienda mientras que sólo ha existido uno en la realidad. Aunque este hecho pueda ser ocultado con éxito por los bancos de modo que pareciera no haber ningún problema, si hay una verdadera consecuencia para la economía que no puede ser ocultada por el banco y que constituye realmente un problema.
Vamos a adoptar un guión simplificado (ver advertencia a los críticos al final del documento) para entender la idea:
- El segundo y el tercer clientes y usted acaban de gastar tres dólares en la tienda.
- El dueño de la tienda reconoce esto como un aumento de la demanda ya que en el período anterior sólo existió usted, como cliente, para gastar un dólar.
- El dueño de la tienda se pone en contacto con el proveedor del artículo (vamos a tener sólo un artículo para simplificar) y le pide entregar más unidades.
- El proveedor contesta que por su capacidad de producción no tiene unidades extras para ser entregadas inmediatamente, pero que instalará una nueva cadena de producción y al comienzo del próximo período suministrará más unidades.
- El proveedor presta dinero del banco, compra materiales, instala la nueva cadena de producción y emplea más personal.
- Al empezar el nuevo período suministra un mayor número de unidades.
- Usted llega a la tienda y como es su costumbre, compra la misma cantidad de artículos que normalmente compraba.
- El segundo y tercer clientes no compran el artículo porque no tienen el dólar extra para gastar, y prefieren reembolsar los préstamos que han tomado en el período previo (un dólar cada uno).
- El dueño de la tienda cae en cuenta que ha sobrestimado la demanda y vuelve a los niveles de pedido previos.
- El proveedor tiene ahora capacidad ociosa - la cadena de producción que ha instalado tiene que detenerla porque no hay más mercado para las unidades extras producidas.
- Los trabajadores extras son despedidos
- Probablemente el préstamo tomado del banco no puede ser reembolsado y el proveedor quiebra.
Ahora imagine la magnitud del efecto de este proceso básico en lo que concierne realmente a la compleja economía mundial. Esto causa un 'Boom '-'Bust' al desarrollo económico. La actividad económica aumenta rápida y considerablemente debido al gasto de dinero salido de la ‘nada’. Esto es llamado 'boom' (tres dólares gastados en la tienda, cantidad más alta de pedidos, el proveedor invierte en la nueva cadena de producción y emplea más gente). Cuando se descubre que el nivel inicial de gasto no es sostenible (en nuestro caso dos clientes han decidido re-embolsar los préstamos, en vez de ir a la tienda), el nivel de actividad económica se encoge casi tan rápidamente como aumenta durante el ‘boom’ (la tienda suspende las órdenes de compra, el proveedor detiene la cadena de producción y despide a los trabajadores). Esto es llamado el 'bust'.
Otras consecuencias reales son la reducción del poder adquisitivo del dinero en relación directa a la cantidad circulante y el consiguiente aumento de los precios. Así funciona esto:
- Justamente cuando el dueño de la tienda llama al proveedor, éste dice que sólo es capaz de aumentar las entregas después de próximo período.
- El dueño de la tienda cae en cuenta que la reserva de artículos es limitada dada la demanda esperada.
- Decide doblar el precio porque piensa que la demanda aumentada de todas maneras lo dejará rápidamente sin reservas, mientras que cada vez más compradores vendrán a comprar hasta el final del próximo período (aunque si no hay unidades disponibles, los compradores interesados encontrarán probablemente sustitutos y será difícil vender en los períodos siguientes el número extra de unidades suministradas).
- Con su dólar, en el próximo período usted sólo podrá comprar la mitad de los artículos.
El poder adquisitivo de su dólar ha disminuido. Por favor note, que el poder adquisitivo de cualquier ahorro en dólares ha disminuido también. Así que parte de su riqueza ha sido destruida.

¿Entonces usted habla de 'inflación'?
La inflación siempre ha sido definida como un aumento de la cantidad de dinero en circulación. El aumento de precios es una consecuencia de este aumento como hemos demostrado anteriormente. Así que sí, estoy hablando de inflación – todo este mecanismo del ‘multiplicador bancario’ es en efecto 'inflación'.

¿Cómo es que en los libros de texto con frecuencia definen la inflación como un ‘aumento general de los precios’?
Esta substitución de causa por efecto fue inventada por los monetaristas. Los monetaristas creen que el sistema bancario debe regularse a fin de controlar el flujo monetario que genera (de tal modo que el aumento de la oferta monetaria esté de acuerdo con el aumento de la producción real). Como lo hemos descrito anteriormente, el proceso realmente incluye la inflación (podemos llamarlo generación monetaria inflacionista). Los monetaristas, y para guardar la definición tradicional de inflación, deberían proclamar literalmente que 'estamos de pie para mantener la inflación en la economía'. Sólo que la poca popularidad de la inflación no les ha permitido el uso de esta frase.
La confusión que crearon condujo a economistas menos sofisticados a pensar realmente en 'luchar' contra la inflación, que en la práctica significaba 'luchar' contra el aumento de precios imponiendo controles gubernamentales.

¿Entonces, cuál es la conclusión?
La conclusión es completamente simple - el sistema bancario contemporáneo es la única fuente de la inflación en la economía; la construcción del sistema bancario es la razón de la aparición del fenómeno económico 'boom - bust' que nos lleva a recesiones económicas de vez en cuando.

Advertencia a los críticos:
Despreocúpense, esta no es una publicación científica. Los guiones son simplificados, pero razonables; a propósito hemos evitado el uso de terminologías complicadas hasta donde sea posible, para mantener simples las cosas. Si usted siente un deseo ineludible de rechazar mis argumentos, por favor lea primero esta publicación científica (que fue el material de referencia para el autor) y sea usted más que bienvenido. Seriamente, estaría muy contento de tener una discusión más sofisticada con cualquier persona interesada. Los comentarios no sofisticados son también bienvenidos. Las preguntas serán muy apreciadas porque el autor no podía incluir todos los aspectos del problema en un artículo (algunas preguntas pueden ser contestadas en las partes sub-siguientes de este ensayo y por lo tanto el autor rechazará amablemente darles respuesta ahora).

Esta es una traducción del Inglés al Español del articulo What do we know about banks? Part I originalmente escrita por Sergei D. Lozovoi-Koscheev y publicada en su Blog Reconomics

This is a translation from English to Spanish of the original article What do we know about banks? Part I by Sergei D. Lozovoi-Koscheev and published on his blog Reconomics.

Copyright 2007 by Sergei D. Lozovoi-Koscheev. Reproduced by permission.

TRADUCCIÓN DE RODRIGO DIAZ DE VIVAR