Wednesday, October 09, 2013

Un Estado Paralítico

por Jaime Galvis Vergara
El Estado Colombiano no se distingue por su dinamismo. Desde antes de constituirse como tal, en la época colonial fue un territorio donde la vida transcurría sin sobresaltos, una población que vegetaba en aldeas de las montañas, sin mayores cambios. Las generaciones se sucedían en los mismos parajes sin viajar, reducidas a la rutina de trabajo e iglesia. La Independencia trajo pocos cambios en la vida lugareña, los más notorios fueron una serie de conflictos y guerras civiles. El Siglo XIX en Colombia se distinguió por una abulia absoluta, quizás la única iniciativa interesante fue la de un empresario alemán para la navegación regular del río Magdalena. La actividad central de los gobiernos fue la política y la creación de sinecuras, hubo verdaderas cascadas de decretos y leyes inútiles, para estorbar y coaccionar toda actividad constructiva, debido a esto, el inicio de los ferrocarriles tuvo un desarrollo en extremo lento e incoherente, cabe anotar que varias líneas férreas duraron más tiempo en construcción, que en funcionamiento. El desarrollo manufacturero fue artesanal y mínimo tanto que los artículos metálicos importados se consideraban tesoros, los machetes y los azadones figuraban en los testamentos. Los caminos de herradura coloniales fueron en su mayor parte abandonados. La mayor parte de la población permaneció aferrada a las cordilleras porque en las tierras bajas las enfermedades tropicales no permitían el poblamiento y la desidia oficial no realizó labores de saneamiento. Todavía en la mitad del Siglo XX la fiebre amarilla imperaba en grandes extensiones del País. El bocio era endémico ya que un monopolio oficial vendía sal sin yodo.

En medio del estancamiento hubo dos aspectos que presentaron una gran expansión, por una parte la expedición de leyes, decretos, reglamentos, proclamas, reformas administrativas, “instituciones”, tribunales, comités etc., pero realizaciones pocas o nada. La otra expansión fue demográfica, una población enferma de bocio, raquitismo, viruela, lepra, tuberculosis, paludismo y mil endemias más, resultó muy prolífica.

Llegó la mitad del Siglo XX y Colombia carecía de carreteras a las costas, las vías se construían a un ritmo desesperantemente lento porque los vericuetos burocráticos impedían la aceleración de los proyectos. El sector eléctrico tuvo serio estancamiento porque nuestros “estadistas” decidieron que solamente el Estado podía construir plantas generadoras. La actividad minera fue sometida a tal cantidad de trámites absurdos que el impulso que tuvo la minería antioqueña en el Siglo XIX se apagó. Todas las trabas y reglamentos que se le ocurrieron a cada burócrata ignorante se volvieron leyes. El control de cambios y Planeación Nacional se convirtieron en obstáculos para el ejercicio de la libre empresa, fueron el instrumento de favoritismos y de antipatías regionales que originaron distorsiones absurdas en la economía.

A toda esa serie de disparates, se agregó algo que el País no estaba pidiendo, toda una imposición, la Constitución de 1991. Se inventó un clamor nacional, el cual solamente existió en los medios de comunicación, para reemplazar la Constitución de 1886, la cual tenía una virtud, era un texto corto y conciso. La nueva constitución, en cuya redacción hubo notable improvisación, es un texto farragoso y casuista, el cual en lugar de procurar agilizar el funcionamiento del Estado, lo hizo más lento y complicado. Un documento con 380 artículos por los cuales se pretende reglamentar todos los aspectos de la vida ciudadana, es algo totalmente inapropiado para el Mundo cambiante del Siglo XXI.

La Constitución de 1991 creó un poder judicial desmesurado y omnipotente sin tener en cuenta que desde hace décadas la justicia ha sido infiltrada por el extremismo izquierdista. A la Corte Suprema de Justicia y al Consejo de Estado, le agregaron el Consejo Superior de la Judicatura y la Corte Constitucional, con esto el País tiene que soportar cuatro altos tribunales, tolerar sus incoherencias y presenciar sus frecuentes conflictos. El contacto del ciudadano común y corriente con la justicia continúa teniendo lugar a través de oficinas de juzgado, sucias y mal atendidas, muy lejos del Olimpo de los mencionados tribunales. Estos se dedican a labores de más alto vuelo tales como sus entelequias jurídicas, a interferir con los otros poderes del estado, a cogobernar,  llevar a cabo persecuciones políticas y muy frecuentemente a disputas entre sí por atribuciones, privilegios y canonjías. La Corte Constitucional puede paralizar cualquier proyecto por “inconstitucional” y con frecuencia lo hace, lógicamente una constitución que legisla sobre todo lo divino y lo humano tiene suficientes artículos y parágrafos para impedir cualquier iniciativa, independientemente de lo necesaria o urgente que sea.

Por otra parte la Corte Suprema puede declarar “Inexequible” todo lo que no les guste a sus magistrados; el Consejo de Estado puede dilatar cualquier litigio indefinidamente y con frecuencia lo hace. Mientras tanto el País permanece estancado. Además de los mencionados altos tribunales, la Constitución de 1991 creó un organismo muy especial, la Fiscalía, un abultado ente burocrático que opera en forma parecida a como actuaba el Santo Oficio, hace señalamientos, encarcela y luego investiga, esto último con la debida lentitud. Esta especie de Checa se ha convertido en una fuente de atropellos. El Habeas Corpus, derecho  reconocido en el artículo 30 de la mencionada constitución, es ignorado olímpicamente por la Fiscalía. Generalmente la dirigen extraños personajes, poco objetivos, algunos hasta pintorescos. Mucho afán de crear espectáculo y poca seriedad.

Hay dos organismos de control, anteriores a la Constitución de 1991, La Procuraduría y la Contraloría General de la República, son dos fortalezas burocráticas a las cuales alguien denominó las “asustadurías”, se comportan como cortes supremas unipersonales, cuyos directores dada la poca claridad de las respectivas funciones, se inmiscuyen en todo lo divino y lo humano, intervienen en proyectos de obras públicas, en actividades mineras, en política petrolera, en asuntos ambientales, en lo referente a comunidades raciales y hasta en problemas de alcoba. Son pequeños gobiernos que no conciben crear, solamente prohibir y estorbar. Su verdadera función, el control de la corrupción francamente no se nota, pululan las licitaciones amañadas, los contratos que no se cumplen, el nepotismo en la burocracia, los abusos y peculados, pero las denominadas entidades, lo mismo que el Gobierno en general, viven más pendientes de la publicidad y de los titulares de prensa.

Hay más aspectos nefastos en la Constitución de 1991, en el artículo 286 le dan el carácter de entidades territoriales a las reservas indígenas y el artículo 287 agrega lo siguiente:

Las entidades territoriales gozan de autonomía para la gestión de sus intereses y dentro de la Constitución y la ley. En tal virtud tendrán los siguientes derechos:

  • Gobernarse por autoridades propias.
  • Ejercer las competencias que les correspondan.
  • Administrar los recursos y establecer los tributos necesarios para el cumplimiento de sus funciones.
  • Participar en las rentas nacionales.
Con lo anterior se les otorgó a los resguardos indígenas atribuciones equiparables a las de los municipios y departamentos. ¿Los sabios constituyentes estaban informados que los resguardos indígenas constituyen más de la cuarta parte del territorio nacional? ¿Sabían que los grupos indígenas reconocidos como tales tienen una población total reconocida que no llega a 500.000 personas? Con todo esto se fomentó el racismo, comunidades exiguas tomaron aires de nacionalidades, un problema que no tenía Colombia, el de minorías desafectas a la nacionalidad, fue germinado y fomentado desde las esferas del estado.  El disparate llegó más lejos, se estableció el absurdo de las consultas, cualquier proyecto gubernamental o privado debe someterse a consultas con las comunidades, por tanto estas proliferaron, no solamente indígenas, también comunidades afro-descendientes o cualquier grupo que vislumbre la posibilidad de lucrarse obstaculizando toda clase de obras, se constituye en “comunidad”. Actualmente centenares de proyectos de infraestructura, minería, petróleo, industria y agroindustria se encuentran paralizados, por obra de las “comunidades”. Naturalmente las “consultas” se han tornado en un sistema de chantajes y exacciones abusivas. Es una extorsión legalizada que está paralizando totalmente el País.

Los constituyentes en su afán de crearle camisas de fuerza a toda clase actividades, incursionaron en un tema que aunque está de moda, es notoriamente carente de rigor científico, el ambientalismo. Los artículos 79 y 80 de la Constitución, estipulan lo siguiente:
Artículo 79. Todas las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano. La ley garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que puedan afectarlo. Es deber del Estado proteger la diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de estos fines.
Artículo 80. El Estado planificará el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales, para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución. Además, deberá prevenir y controlar los factores de deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de los daños causados. Así mismo, cooperará con otras naciones en la protección de los ecosistemas situados en las zonas fronterizas.

¡Esto fue como abrir una caja de Pandora! La investigación científica en ciencias naturales brilla por su ausencia, en cambio florecieron los trámites burocráticos ambientales, la ciencia de formulario con sus informes de “impacto ambiental” y toda una serie de requisitos absurdos se volvió un obstáculo más para toda clase de proyectos. Gradualmente se crearon una serie de “parques nacionales”, extensos territorios donde nunca se hizo una evaluación de los recursos de suelo y subsuelo, se volvieron tierra de nadie, intocables para las actividades productivas, se tornaron en un paraíso para las actividades delictivas. Adicionalmente se idearon unas corporaciones regionales dedicadas a una actividad policiva absurda, la cual paralizó cualquier clase de estudios de ciencias naturales, ya que dichas entidades asumieron prerrogativas de decomiso de cualquier material vegetal, animal o mineral. Naturalmente todo esto ha desembocado en corrupción desmedida. No hace mucho  se hizo un análisis acerca de las diez entidades gubernamentales más corruptas, en dicha lista aparecieron tres de dichas corporaciones, una de las cuales, la encabezaba. Además de todo esto, el fundamentalismo ambientalista se dedicó a obstaculizar y sabotear toda clase de proyectos de desarrollo, carreteras, puertos, minas, campos petroleros, agroindustrias, fábricas etc. Todo este absurdo, con el beneplácito del Gobierno y la ingerencia abusiva de ONGs foráneas. Para culminar se creó una “Agencia Nacional de Licencias Ambientales”, la cual desde unos lujosos escritorios capitalinos dictamina la viabilidad de cualquier proyecto en el territorio nacional, protegiendo los pantanos léase “humedales”, las selvas húmedas, los litorales, el bosque seco, los “paramos”, los cañones, las laderas, los desiertos, etc. Prácticamente decretando el fin de toda clase iniciativas y el confinamiento de los colombianos en las ciudades. Los planteamientos  ecológicos se han vuelto francamente delirantes.

Para completar el triste cuadro del progreso nacional, cabe agregar una creación de la Constitución de 1991, la tutela, un recurso que pudiera haber sido importante para poner la ley al alcance de los ciudadanos más desamparados, se convirtió en un peligroso juguete de la rabulería criolla.

Ante todo lo expuesto, cabe pensar que le espera a un país estancado, donde solamente hay comunicación terrestre con dos de los cinco países vecinos, donde no hay red ferroviaria, la producción de acero es inferior a la de Trinidad Tobago, la industria se halla en decadencia, la agricultura en crisis, la minería estancada, una red vial en extremo deficiente  y la delincuencia en auge. ¿Seguir produciendo leyes y decretos absurdos? Valdría la pena crear una cátedra espacial en los colegios, acerca de la historia de Bizancio, para que la juventud pueda visualizar su futuro.

Friday, July 05, 2013

El mito de Hayek

Publicado el 5 Julio, 2013 en Mises Hispano

Como la mayoría de ustedes sabe, yo era de la izquierda durante los últimos años de secundaria y los primeros años en la universidad; y cuando gradualmente fui descubriendo los errores de la izquierda, fui buscando alternativas. Y encontré, por su frecuente presencia en la prensa, a Milton Friedman y Friedrich Hayek, como los antagonistas de principios y alternativas a todo lo socialista. Y de hecho encontré muchos buenos argumentos en sus escritos para combatir la izquierda predominante en ese tiempo.
Y fue a través de Friedman y Hayek que eventualmente descubrí a Mises, y finalmente a Rothbard. Entonces tengo que decir que debo, intelectualmente, algo a Friedman y Hayek. Pero ese no es mi tópico. En vez de eso, quiero analizar por qué ambos, Friedman y Hayek, eran presentados en ese tiempo, hace casi 40 años, e incluso más en estos días—especialmente en Europa, pero también en los EE.UU.—como los opositores más radicales contra la izquierda, mientras, como luego me di cuenta rápidamente y mostraré en breve, Friedman y Hayek son en realidad parte de la izquierda, por supuesto, no de la versión fuerte tradicional marxista de la izquierda, sino de la versión suave, social-demócrata, redistribucionista del socialismo. Y por eso,  desde mi punto de vista, ellos ofrecen cualquier cosa menos una alternativa de principios contra el socialismo y la izquierda. A esto se le puede llamar “el Mito de Friedman y Hayek.” Aquí me dedicaré sólo a la mitad del mito, al Mito de Hayek.
Friedman, de hecho, es más conocido que Hayek. Si uno busca en Google, Friedman tiene casi 30 millones menciones, mientras Hayek tiene 7 millones de menciones. Creo que Friedman es en parte más conocido que Hayek porque es un escritor más claro, y en parte porque es norteamericano, algo que siempre ayuda en estos tiempos, pero me quiero concentrar en Hayek.
Y ¿por qué me quiero concentrar en Hayek? Porque según yo lo veo, Hayek es un pensador más importante, y su fama durará más que la de Friedman. Por un lado, Hayek era mejor economista. Mientras Friedman hasta su muerte en el 2006 seguía cantando loas a Greenspan y Bernanke, mucha gente inspirada por Hayek y por la teoría de Mises-Hayek sobre el ciclo económico había previsto ya la gran recesión que venía—y que aún continúa. Pero aún más importante, porque Hayek, como europeo del mundo viejo, claramente tenía mejor y más amplia educación. Mientras Friedman era un economista-economista, Hayek era un verdadero intelectual, bien leído no sólo en economía sino en historia intelectual, psicología, filosofía, sociología y leyes. Pero no es su economía técnica lo que los hizo famosos, sino sus excursiones en el campo de la teoría política. Por eso me concentraré en Hayek como teórico político, y específicamente en su Constitución de la Libertad y en sus tres volúmenes de Ley, Legislación y Libertad que generalmente son consideradas las contribuciones más importantes de Hayek al campo de la teoría política.
Primero quiero mostrar que a pesar de varias cosas interesantes que pueda decir, Hayek es un pensador fundamentalmente confundido y desordenado. Esto se hace claro cuando revisamos sus definiciones y elaboraciones sobre el concepto de libertad y coerción.[1]
Hayek define libertad como la ausencia de coerción, hasta allí todo bien; sin embargo, contrariamente a una gran tradición de pensamiento liberal clásico, él no define coerción como la amenaza o iniciación de violencia física contra la propiedad o persona. Él no la define como un ataque contra la propiedad legítimamente adquirida mediante apropiación originaria, produc­ción o intercambio voluntario. En vez de eso, él da una definición cuyo único mérito es su ambigüedad y poca claridad.
Por coerción “queremos decir el control del ambiente o circunstancias de una persona por parte de otra que, para evitar un mal mayor, es forzada a actuar no siguiendo sus propios planes, sino para servir los fines de otro.” O “coerción ocurre cuando las acciones de un hombre son hechas para satisfacer la voluntad de otro hombre, no para él mismo sino para los propósitos del otro.”[2] Y Libertad es “un estado en el que cada persona puede usar su propio conocimiento para sus propósitos.”[3] Ahora, lo que uno inmediatamente nota en esta definición de libertad y coerción es que no dicen nada respecto a “acciones,” “escasez,” “bienes” y propiedad; en vez de eso, coerción se refiere a configuraciones específicas de deseos subjetivos, o planes, o planes que entran en conflicto, o pensamientos, o pensamientos que entran en conflicto, y expectativas; luego—con estas descripciones subjetivas, términos subjetivos—tal definición es inútil por las siguientes razones.
Primero, es completamente inútil como guía para la acción, esto es, es inútil para responder a la pregunta “¿qué estoy permitido a hacer aquí y ahora si no quiero cometer un acto coercitivo?” Porque en general no conozco la voluntad o los planes de otros, y en cualquier caso, conocer los planes de otros sería absolutamente imposible; incluso si quisiera, nunca podría saber, en el punto de partida de mi acción, si lo que estoy planeando hacer implica un acto coercitivo contra alguien. Pero, los individuos, obviamente, deben estar permitidos de actuar de forma correcta antes de conocer los planes de los demás. Y para que esto sea posible, el criterio para distinguir libertad por un lado, y coerción por otro lado, debe ser un criterio objetivo; debe hacer referencia a un evento que posee una descripción física y sobre cuyo resultado el actor debe poseer control físico.
Segundo, la definición de Hayek también es inútil como criterio retrospectivo de justicia, esto es, no puede responder a la pregunta ¿es justificada la acusación de A contra B? o ¿quién es culpable y quién es inocente? o ¿qué tipo de compensación o castigo es adecuado? Dado que la definición de Hayek no contiene ningún criterio físico intersubjetivamente comprensible, sus juicios son completamente arbitrarios. Los criterios de Hayek sobre liberad y coerción son compatibles con prácticamente toda situación física real. No pueden, sin embargo, hacer distinciones reales en el mudo real.
Correspondientemente confusos y contradictorios son, entonces, los intentos de Hayek de aplicar sus definiciones. Al aplicar sus definiciones, Hayek, por un lado llega a la conclusión que el inicio o la amenaza de violencia física constituye coerción, bien. “Coerción ocurre cuando bandas armadas de conquistadores hacen que los súbditos trabajen para ellos, cuando mafiosos organizados imponen cupos a cambio de ‘protección,’ ”[4] y así por el estilo; bien. Por el otro lado, él clasifica actos de amenaza o iniciación de violencia física, tales como el servicio militar obligatorio, o impuestos, como no-coercitivos, siempre y cuando la víctima de tales agresiones hubiese esperado el resultado y se hubiese ajustado a la situación. Decir eso es una atrocidad. Mencionaré esos pasajes más adelante.
Además, por un lado, Hayek identifica violencia física con coerción; y por otro lado, no acepta la ausencia de violencia física o daños como criterio de no-coerción: “la amenaza de fuerza física no es la única forma en que la coerción puede ser ejercida,”[5] incluso si A no ha cometido agresión física contra B o su propiedad, puede ser culpable de coerción. Según Hayek ese es el caso cuando A es culpable de ayuda omitida respecto a B, esto es, cuando no ha dado a B los bienes y servicios que B esperaba de él y que consideraba como “crucial para mi existencia o preservación de lo que yo más valoro.”[6]
Ahora, Hayek dice que sólo hay un pequeño número de casos que se ajustan a ese criterio. Él da dos ejemplos: el dueño de una mina en un pueblo minero, que decide despedir un trabajador, supuestamente comete un acto de coerción;[7] y de igual forma es supuestamente coercitivo que el dueño de la única fuente de agua en un desierto no quiere vender su agua, o si rechaza venderla al precio que los otros consideran justo.[8]
Ahora, debe ser obvio, se requiere poca imaginación para entender que el criterio de Hayek incluye todos los casos. Cualquier acción pacífica que una persona pueda hacer puede ser interpretada por otros como coerción, porque toda actividad es al mismo tiempo, siempre, la omisión de innumerables actividades alternativas que él podría haber hecho, y toda omisión se convierte en coerción cuando al menos una persona reclama que la ejecución de lo que él no ha hecho, la ejecución de la omisión, era “crucial para la preservación de lo que yo más valoro.” En cualquier caso, ambas, ayuda omitida y violencia física, son categóricamente definidas como coerción, sin embargo, entonces obviamente, contradicción inescapables se presentan. Si la omisión de A constituye coerción hacia B, entonces obviamente B debe poseer el derecho de defenderse contra la coerción de A. Pero la única defensa de B es que pueda usar violencia física contra A, que ha omitido hacer ciertas cosas. Pero entonces, actos de violencia física ya no serían clasificados como coerción. En vez de eso, la violencia física sería defensa. Y en este caso, coerción sería la negación pacífica de entrar en intercambio; y también sería coerción si alguien trata de defenderse contra un intercambio forzoso impuesto sobre él. Por otro lado, si la violencia física fuese definida como coerción, entonces B no estaría permitido a defenderse de las omisiones de A. Y si B de todas formas trata de hacerlo, entonces el derecho a defenderse recaería en A. Pero en este caso, por supuesto, las omisiones no constituirían coerción. Contradicciones terribles.
Ahora, de esas contradicciones conceptuales emerge la absurda tesis de Hayek sobre la inevitabilidad de la coerción, y su correspondiente, igualmente absurda justificación del gobierno. “La coerción, sin embargo, no puede ser evitada totalmente porque la única forma de prevenirla es con la amenaza de coerción. La sociedad libre ha resuelto este problema otorgando el monopolio de violencia al Estado, y tratando de limitar el poder del Estado a casos donde se requiere limitar la coerción en manos de agentes privados.”[9] Ahora, de acuerdo a ambas definiciones de coerción de Hayek, esa tesis no tiene sentido. Si ayuda omitida representa coerción, entonces coerción en forma de violencia física, se vuelve necesaria y no sólo inevitable. Pero, si la iniciación y amenaza de violencia física se define como coerción, entonces sí puede ser evitada. Primero, porque cada persona posee control sobre si atacará, o no, físicamente a otra persona. Y segundo, porque cada persona tiene derecho a defenderse con todos sus medios contra el ataque físico de otro. Es sólo inevitable que, siempre y cuando exista agresión física, también habrá necesidad de defensa física. Pero la inevitabilidad de violencia defensiva no tiene nada que ver con la supuesta inevitabilidad de la coerción, a menos que uno confunda la diferencia categórica entre ataque y defensa, y afirme que la amenaza de defenderse uno mismo en el evento de un ataque sea lo mismo que una amenaza de ataque. Ahora, si la violencia física es prohibida, entonces, de eso sigue que uno está permitido a defenderse contra ella. Es absurdo clasificar ataque y defensa bajo la misma rúbrica de coerción. Defensa es a coerción, lo que el día es a la noche.
De la inevitabilidad de la defensa no se desprende ninguna justificación para el monopolio gubernamental de la coerción. Al contrario, un gobierno no es de ninguna manera simplemente un monopolio de defensa que ayuda a los individuos privados a evitar gastos en defensa de otra forma inevitables, porque el gobierno tiene obviamente que cobrar impuestos a la gente para tener los medios para defender a otra gente; y el monopolio de coerción del gobierno incluye, en particular, el derecho del Estado a usar violencia contra ciudadanos privados, y la obligación complementaria, por parte de los ciudadanos, a no defenderse de los ataques del gobierno. Pero ¿qué tipo de justificación para un gobierno es eso de que si una persona se rinde incondicional­mente a un atacante, puede ahorrar gastos de defensa de otra forma inevitables?
Ahora, sobre el tema de las funciones del gobierno. Según Hayek, el gobierno es necesario no simplemente hacer cumplir las leyes y organizar la defensa contra enemigos externos, sino que en una sociedad avanzada el gobierno debe usar su poder de recaudar fondos mediante el cobro de impuestos para proveer un número de servicios que por diferentes razones no puede ser proveídos, o no pueden ser proveídos adecuadamente, por el mercado.
Ahora, como en todo momento hay un número infinito de bienes y servicios que el mercado no puede proveer, Hayek da al gobierno prácticamente un cheque en blanco. Entre tales funciones están: protección contra la violencia, epidemias, desastres naturales como inundaciones y avalanchas; pero también varias de las amenidades  que hacen tolerable la vida en una sociedad moderna: carreteras, medidas estandarizadas de medición, y varios tipos de información  que van desde registros de tierras, mapas, estadísticas, hasta la certificación de calidad de ciertos bienes y servicios ofrecidos en el mercado.
Funciones adicionales del gobierno son: asegurar un ingreso mínimo para todos; el gobierno debe distribuir sus ingresos de tal forma que pueda gastar cuando la inversión privada es lenta; financiar las escuelas y la investigación; hacer cumplir la regulaciones de los edificios y viviendas, y las regulaciones alimentarias; debe encargarse de la certificación de ciertas profesio­nes; regular la restricción de la venta de ciertos bienes peligrosos, como armas, explosivos, venenos y drogas; así como regulaciones sanitarias y de salud en el proceso productivo; y el aprovisiona­miento de teatros, parques de deportes, y así por el estilo—prácticamente no se le escapa nada; y debe hacer uso de su poder de dominio eminente, esto es, de expropiación, para mejorar el bienestar común. También considera que hay ciertas razones para creer que con el incremento general en riqueza, y de la densidad de la población, la parte de todos los bienes que pueden ser satisfechos sólo por la acción colectiva seguirá aumentando. Aún más, el gobierno debe implementar un sistema extensivo de seguro obligatorio, supuestamente coerción para evitar mayor coerción; viviendas subsidiadas es una posible tarea para el gobierno; y también, el planeamiento y la regulación de zonas en la ciudad son consideradas funciones apropiadas del go­bierno, siempre y cuando la suma de las ganancias sea mayor que la suma de las pérdidas—sólo Hayek sabe cómo calcular eso. Y finalmente, el aprovi­siona­miento de las oportunidades para la recreación, la preservación de la belleza natural, o sitios históricos, o el interés científico, parques naturales, reservas naturales, etc. son también legítimas tareas del gobierno.[10]
En adición a eso, Hayek insiste que reconozcamos que es irrelevante qué tan grande es el gobierno, o si crece y qué tan rápido crece; lo único que importa es que las acciones del gobierno satisfagan ciertos requerimientos formales. “Es el carácter, en vez del volumen, de la actividad del gobierno, lo que es importante.”[11] El cobro de impuestos, y el porcentaje de impuestos, para Hayek no es un problema. Los impuestos, y de igual forma el servicio militar obligatorio, pierden su carácter de medidas coercitivas si son, “cuando menos, predecibles, y se hacen cumplir sin tener en cuenta de cómo el individuo, de otra forma, hubiera empleado su energía. Esto les quita la naturaleza maligna de coerción. Si la necesidad conocida de pagar cierto monto de impuestos se vuelve la base de todos mis planes, si un periodo de servicio militar es una parte predecible de mi carrera, entonces puedo seguir un plan general de vida que yo mismo he elaborado y ser tan independiente de la voluntad de otra persona como los hombres han aprendido a ser en la sociedad.”[12] Así, si tú sabes que serás esclavizado por veinte años, te puedes ajustar a eso; si sabes que los impuestos son el 90% y te puedes ajustar a eso, entonces eso no es coerción. ¿Qué tan ridículo se puede ser?!
Ahora debe ser claro en este punto que la afirmación de que Hayek es un libertario radical, un liberal radical, y un oponente de principios contra la izquierda, es plenamente ridículo. Luego, la pregunta que surge es, ¿cómo es que este mito existe? Voy a especular.
La respuesta más obvia es que los periodistas y los medios de comunicación que propagan esos mitos simplemente no saben de lo que están hablando, y que unos copian lo que otros dijeron antes. Pero eso, a pesar de que hay cierta verdad en ello, no explica cómo ese mito puede aparecer en un primero momento, y por qué es tan persistente; alguien debe estar interesado en ese mito y su persistencia. Permítanme sugerir otra posible explicación.
Pónganse en el lugar de la izquierda igualitaria dominante de todos los partidos políticos—y no hay partidos que no sean de izquierda en estos días. ¿Qué harían para mantener, o incluso mejorar, su posición dominante, en vista del hecho de que no pueden lograr uniformidad completa y total en la opinión pública?
Yo haría algo así: primero, identificaría los oponentes más peligrosos que tiene la izquierda, y los excluiría tanto como pueda del discurso público ignorándolos, no mencionándolos, y haciendo que no puedan alcanzar ninguna posición de influencia. Antes de la internet, eso era comparativamente fácil de lograr. Mises y Rothbard, por ejemplo, que son tales peligrosos individuos eran raramente mencionados y era extremadamente difícil encontrar sus libros en las bibliotecas, o incluso saber de su misma existencia. Segundo, trataría de delimitar el rango del discurso legítimo, educado y civilizado, identificando ciertos individuos prominentes que yo pueda presentar como enemigos peligrosos, pero que en realidad tienen ideas confusas y que carecen de principios suficientes, que puedo fácilmente debatir y atraparlos en contradicciones constantes y concesiones a mi propias metas programadas de izquierda. Esto me hace parecer tolerante, y de “mente abierta,” por supuesto. Y siempre puedo ganar un debate, señalando que incluso esos enemigos están de acuerdo con mis premisas fundamentales. Todos ustedes conocen esas estrategias. Típicamente toman la forma de: “pero incluso Hayek y Friedman admiten esto, y no niegan eso; ¿qué más se puede decir?! ellos son ya los enemigos peligrosos; decir más, es absolutamente imposible!”
Y respecto a esos tales llamados enemigos—elegidos por la izquierda como los oponentes oficialmente aprobados, los enemigos que la izquierda ama odiar. Ellos ganan prominencia, respeto, y se vuelven ellos mismos parte del establishment, con acceso no sólo a los medios de comunicación, sino a los más altos rango del poder estatal. Así tenemos a Hayek y Friedman, y Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Y otra clave: Helmut Schmidt, el canciller social-demócrata de Alemania en esos tiempos, en el cumpleaños número 80 de Hayek le escribió un telegrama diciendo “ahora todos somos hayekianos,” y eso era lo que realmente sentía, así era! Luego, esa gente se convierte en los invitados favoritos en todo tipo de reuniones oficiales y conferencias; y de hecho si ustedes observan las conferencias de los hayekianos y friedmanianos en estos días, verán que son regularmente auspiciados o co-auspicia­dos por diferentes organismos gubernamentales y funcionarios. Y ellos y sus seguidores devuelven los favores a la izquierda participando en las prácticas exclusionarias contra los enemigos reales, genuinos y peligrosos de la opinión pública dominante de izquierda.
Ciertamente Hayek y Friedman, pero también muchos de sus seguidores, conocen a gente como Mises y Rothbard, pero si es que acaso los mencionan en algo, típicamente dicen unas cuantas cosas buenas seguidas rápidamente  de muchos comentarios negativos. Hayek, por ejemplo, menciona a Rothbard en un par de pies de página, en total, en todas sus obras. Y en el prefacio del libro de Mises,Socialismo, y en las Memorias de Mises, Hayek dice que Mises había cambiado sus forma de pensar y que había renunciado a su racionalismo excesivo, aunque absolutamente no hay nada que muestre ese cambio en Mises. Y Friedman, siempre ignoraba y trataba de burlarse de Mises, quien se había referido a él y a su gente, en la Sociedad Mont Pelerin, como nada sino “un manojo de socialistas.” El mismo tipo de calificaciones ustedes pueden encontrar en los líderes de la Fundación Hayek de Alemania. Hayek es alabado como el más grande filósofo y economista de la libertad en el siglo veinte, y tal vez de toda la historia humana; y Murray Rothbard: unos pocos comentarios halagadores, buen economista… pero todo lo que dice termina en absurdo. Sin dar ninguna explicación de cuál es ese absurdo. El estilo siempre es el mismo: lo reconoces, dices una palabra bonita, pero en la siguiente línea dices “pero básicamente son unos pobres locos.”
En cualquier caso, lo que los friedmanianos y los haye­kia­nos, e incluso más sus actuales seguidores, estos días, en vez de juntarse con extremistas maleducados y ana­r­quis­tas, como Mises y Rothbard y sus asociados, prefieren asociarse con políticos de alto rango, con banqueros centrales y con proselitistas de la guerra; miren simplemente las reuniones de la Sociedad Mont Pelerin, y verán esos grupos de gente. Hubo otra conferencia sobre Hayek en Obergurgl, Austria, el conferencista principal fue Václav Klaus, que estuvo a favor de los Decretos de Benes, que expropiaron a los alemanes en la entonces Checoslovaquia, y los otros dos conferencistas principales son gente que trabajan para el Banco de Inversiones Europeo y la cabeza de un banco austriaco bien conectado al gobierno. Ese es el tipo de conferencias que los hayekianos organizan.
Ahora, ¿qué hacer entonces? Debemos decir las cosas como son. Y en la era de la internet, no es posible ignorarnos completamente.  Así romperemos esta alianza dañina entre la izquierda dominante y su oposición radical de libre mercado oficialmente designada y aprobada. Sin duda, esto nos traerá la animadversión de los líderes del movimiento hayekiano y friedmaniano, pero también hace posible ganar los espíritus confundidos de esos movimientos, que encontraron a Hayek y Friedman primero, pero que también ven que hay problemas con ellos, y que buscan una salida.
¿Y qué debemos decir? Aquí utilizaré las palabras de Rothbard. Antes de que La Constitución de la Libertad fuese publicada, el manuscrito fue enviado a Rothbard. Y Rothbard escribió dos memos sobre el manuscrito. Uno fue una crítica página a página, que fue enviado al mismo Hayek—no creo que Hayek adoptara algo de eso. El segundo fue un memo interno enviado a Volker Fund, que pagaba el salario de Hayek en esa época, y básicamente pedía que cortaran los fondos a Hayek. Mencionaré la primera oración y luego el último párrafo del memo interno que Rothbard envió. “La Constitución de la Libertad de F.A. Hayek, es sorprendente y angustiosamente un libro extremada malo, y yo diría hasta maligno.” Esa es la primera oración. Ahora el último párrafo:
“Esa, entonces, es la fachada que F.A. Hayek presentará al mundo en su Constitución de la Libertad. Una fachada que si yo fuese un joven interesado por primera vez en asuntos políticos, y leyera esto como el mejor producto de la “extrema derecha” [Murray se refiere aquí al movimiento libertario como la extrema derecha] yo me convertiría en un ferviente seguidor de la izquierda inmediatamente, y creo que así harían todos. Por eso considero que es un libro peligroso y por eso creo que los de la derecha deben atacar este libro con mucha vigorosidad cuando aparezca, en lugar de lo que estoy seguro ellos harán: aplaudirlo como muchos otras focas amaestradas. Porque (1) Hayek ataca el laissez-faire, y ataca o ignora a los verdaderos libertarios. Por tanto, creando la línea “incluso Hayek admite…” y (2), su argumento está basado en un menoscabo o relego de ambos razón y justicia, de tal forma que cualquiera interesado en razón o justicia tenderá a oponerse al libro completo. Y debido a la gran prominencia de Hayek en el mundo intelectual, cualquier falla de los de extrema derecha en atacar el libro, con el vigor implacable que merece, sin duda perjudicará la causa de la derecha que todos nosotros consideramos querida.”[13]
Y lo mismo se aplica a Friedman; el caso de Friedman es incluso peor que el de Hayek. Muchas gracias.

[1]Consultar  Murray Rothbard. “F.A. Hayek and the Concept of Coercion,” en The Ethics of Liberty(New York: New York University Press, 1998) pp. 219.  http://mises. org/rothbard/ethics.pdf
[2]F.A. Hayek, The Constitution of Liberty, The Definite Edition. En The Collected Works of F.A. Hayek. Vol. 17Hamowy Ronald, Ed. (London: Routledge, 2011) pg. 199.
[3]F.A. Hayek, Law, Legislation and Liberty, Vol. 1 (Chicago: University of Chicago Press, 1973), pp. 55-56.
[4]F.A. Hayek, The Constitution of Liberty, The Definite Edition. En The Collected Works of F.A. Hayek. Vol. 17Hamowy Ronald, Ed. (London: Routledge, 2011) pg. 204.
[5]Ibid, pg. 202.
[6]Ibid, pg. 203.
[7]Ibid, pg. 204.
[8]Ibid. pg. 203.
[9]Ibid, pg. 71.
[10]Ver, Part III “Freedom in the Welfare State.” F.A. Hayek, The Constitution of Liberty, The Definite Edition. En The Collected Works of F.A. Hayek. Vol. 17Hamowy Ronald, editor. (London: Routledge, 2011).
[11]Ibid, pg. 331.
[12]Ibid, pg. 210.
[13]Rothbard, Murray. “Confidential Memo on F.A. Hayek’s Constitution of Liber­ty.” En Murray N. Rothbard Vs The Philosophers, Unpublished Writings on Hayek, Mises, Strauss and Polanyi. Modugno, Roberta, Ed. (Auburn, Al.: Ludwig von Mises Institute, 2009) Pg. 61.http://mises.org/document/4983/

Traducido del inglés por Dante Bayona.

Tuesday, May 14, 2013

DESARROLLO


por Jaime Galvis Vergara   
Al examinar desprevenidamente el devenir de Colombia como país, es triste reconocer que el desarrollo económico  nunca ha sido un propósito nacional. Una clase directiva parroquial y mezquina mantiene todo el ceremonial de una democracia liberal de la cual solamente hay apariencias. El Estado Colombiano presenta ante el mundo exterior toda una serie de “instituciones”, las cuales en realidad son una serie de fortines burocráticos para defender canonjías y privilegios abusivos. La burocracia de Colombia tiene grandes similitudes con la que creó en España el Conde Duque de Olivares, este personaje creo un monstruoso aparato burocrático que logró lo que no pudieron hacer La Armada Británica, el Ejército Francés ni el Imperio Turco, arruinar el Imperio Español. La herencia colonial que recibieron los países hispanoamericanos de burocratismo e inacción los llevó a una parálisis tal que la revolución industrial no llegó a estas tierras. Las únicas actividades que florecieron fueron las ideologías y las banalidades, esto naturalmente desembocó en guerras civiles inútiles para defender o atacar principios ideológicos que no tenían aplicación alguna en estas latitudes. Períodos tales como el de la “República Liberal”, muy publicitadas, no significaron avances en el desarrollo del País, un fomento del sindicalismo en un País carente de industrias solamente significó la ruina de actividades tales como la navegación del río Magdalena. Esas administraciones terminaron dejando el País sin vías de comunicación, sin seguridad social alguna y con la mayor parte del territorio infestado de fiebre amarilla y paludismo, por lo cual la población permanecía aglomerada en las cordilleras. Lo único que prosperó fue la política, toda una pléyade de oradores, juristas, ideólogos, parlamentarios, magistrados etc., los cuales produjeron leyes y decretos con profusión en medio de una nación llena de campesinos analfabetos. Todo esto terminó en una vorágine de violencia en la que se luchaba por unas ideas políticas que no tenían nada que ver con los reales problemas de Colombia, orquestada por dirigentes que luego decidieron “reconciliarse”.  Otro período de la vida nacional muy elogiado y publicitado fue el “Frente Nacional”, con el establecimiento de este engendro político le llegó su época dorada a la aristocracia capitalina, tomaron los altos cargos del estado, multiplicaron entre ellos los privilegios,  hasta las curules del parlamento eran concesiones, casi dádivas. Recordemos el famoso bolígrafo. Comenzó la monopolización de las actividades económicas, para lo cual se estableció el control de cambios. 

Planeación Nacional se volvió una especie de policía económico que vetaba los proyectos industriales o los aprobaba según las influencias de quienes los iniciaran. Gradualmente fueron creados toda una serie de “institutos descentralizados” los cuales fueron instrumentos para la centralización total de la administración pública hasta llegar a extremos tan absurdos como el de Colpuertos, instituto creado para administrar desde Bogotá los puertos del País. Todo lo debía manejar la burocracia de “buena familia”,  por tanto se creó un instituto nacional de provisiones “Inalpro” para proveer a las entidades del Gobierno, hasta unos ladrillos para una escuela en Nariño o las tejas de zinc de un puesto de salud en el Chocó debían solicitarse en Bogotá. El egoísmo de los dirigentes llegó a extremos increíbles, por ejemplo la adjudicación de las becas que daban las embajadas extranjeras fue centralizada en el Icetex, con lo cual el favoritismo se hizo descarado. La prensa no fue ajena a estos desafueros, muchas cosas se taparon, hasta fraudes electorales. La forma de referirse los periódicos a los altos personajes de la política  llegaba al ridículo, el egregio, el insigne, el preclaro, el ilustre, etc., eran términos usuales para referirse a los altos heliotropos de la política. Por otra parte la aristocracia capitalina mostró siempre un absoluto desdén por el resto del País. Un conocido  periodista perteneciente a los altos círculos del poder, alguna vez en su columna anotó que no veía como la opinión pública de la Costa pedía un puente sobre el río Magdalena cuando había obras más importantes como la terminación de los puentes de la calle 26 en Bogotá.    

Ahora cabe analizar lo realizado por nuestra rosca aristocrática con ese poder casi ilimitado que ejercieron. Del “Frente Nacional” salió el País con una dependencia del monocultivo del café, como la que tenía antes, sin una base industrial, muchas de las iniciativas tomadas durante dicho período fueron verdaderos disparates, basta enumerar algunos ejemplos: Se nacionalizó la generación de energía eléctrica, prohibiendo esta actividad al sector privado. Por tanto, al nacionalizar las plantas térmicas de la Costa Atlántica, el Gobierno no dispuso de fondos para los necesarios ensanches y la industria de la Costa se frenó totalmente. Una oferta de una empresa metalúrgica de aluminio, de instalar una planta en Colombia fue vetada porque dicha empresa proyectaba generar la energía que iba a consumir. Un grupo industrial proyectó levantar una siderúrgica integrada en Barranquilla; el gobierno lo impidió argumentando que esto produciría la quiebra de Paz de Río.  El “Frente Nacional” significó para el País el estancamiento no solamente en el aspecto industrial, temas tales como construcción de carreteras tuvieron un avance mínimo, puede recordarse que dicho pacto político terminó y no existía una carretera directa entre Bogotá y Medellín. Pero debe anotarse que el mayor perjuicio que  causó el “Frente Nacional“, fue esa inmensa frustración que produjeron los privilegios en el ciudadano común y corriente, aquel que no disponía de “apellidos”. Al vedarse sus posibilidades de progreso, empezaron a gestarse los dos problemas más graves que aquejan a Colombia, las guerrillas y el narcotráfico. El origen del problema guerrillero se palpaba en las universidades en la década de los sesenta. El desarrollo del narcotráfico  es algo que tuvo lugar aquí con mayor intensidad que en países tradicionalmente cocaleros por la frustración de gentes de clase baja y media que no tenían oportunidades de progreso. La droga trajo consigo un gran flujo de dinero con lo cual creció el consumo, pero no la producción, en Colombia, se multiplicaron los carros finos, los computadores, los teléfonos celulares y satelitales pero el país no produce ni cortaúñas. Una economía enana en un país que se aproxima a los 50 millones de habitantes. Tienen mejores carreteras países como Ecuador o Panamá; disponen de una red ferroviaria que aquí para todo propósito no existe, Bolivia o Marruecos, Angola posee una mejor infraestructura portuaria y Trinidad Tobago produce más acero que Colombia. Ante semejante cuadro de atraso económico se cometieron locuras tales como una apertura económica indiscriminada que casi acaba con la poca industria del País o una constituyente que creó más problemas que los que pretendía resolver. Ese esperpento farragoso y casuístico llamado la Constitución del 91 no era un clamor de los colombianos, la séptima papeleta y todos los episodios de la comedia llevaron a una especie de golpe de estado constitucional. ¿Para qué? Para establecer un aparato jurídico enorme e ineficiente, para crear unas talanqueras  raciales, en un País mestizo, las cuales se convirtieron en un estorbo para la construcción de infraestructura, la creación de unas corporaciones ambientales que han sido un foco de corrupción y la multiplicación exagerada y absurda de parques nacionales, verdaderos santuarios de guerrilleros y mafiosos.

En toda esta lastimosa situación surge un gobernante que olímpicamente ignora la industria ¡esa “locomotora” no existe! El  antiguo Ministerio de Fomento Industrial se transformó en un ministerio de hotelería. La “locomotora” de la agricultura pretende hacer desarrollos agrícolas en la Orinoquia sin un estudio serio de las posibilidades, de esto ya empieza a notarse el fracaso. ¡La agricultura no se puede hacer por decreto! La “locomotora” de la mineria está en una total decadencia, el ambientalismo fanático e ignorante está haciendo lo posible por sabotearla, con la complacencia del Gobierno. La “locomotora” de la innovación tiene una marcha parecida a la de los cangrejos. Como puede haber innovación en un país donde una patente de un invento requiere todo un capital para sufragar los gastos burocráticos y  una demora indefinida que puede ser de varios años. Alguien que pretenda buscar nuevas especies botánicas para obtener sustancias de uso industrial o farmaceutico se ve frenado por las corporaciones ambientales que no solamente le decomisan el material, pueden hacerlo apresar. Que base puede tener la tan cacareada “biodiversidad” si los taxonomistas no pueden ejercer su oficio ante las corporaciones ambientales cuya función no es investigativa sino policiva y muy frecuentemente corrupta o ante el obstáculo de las republiquetas raciales. Que aliciente puede tener un geólogo para buscar minerales, si  obtener un derecho de su hallazgo significa una serie de trámites burocráticos tan costosos que solamente pueden sufragarlo grandes corporaciones. Por tanto hay que tener claridad, en Colombia la investigación científica es una actividad de Cocktail, no de campo y laboratorio. Otra locomotora fantasma es la de la infraestructura, una cantidad de anuncios, pero realizaciones, inicios de obra nada. De este cuadro triste solamente se libra la generación eléctrica, esto porque no ha caído en manos de la burocracia capitalina. Adicionalmente se le cerraron las posibilidades a las pequeñas empresas de ingeniería al suspender los anticipos. ¿Será esta una forma de democratizar la ingeniería, de fomentar nuevas iniciativas? 

Hay un aspecto muy preocupante en la actual administración, una tendencia a centralizar las funciones estatales en la Capital, al estilo  del Frente Nacional”, ahora no se están creando institutos des centralizados sino “agencias”, con la creación de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales desde Bogotá se va a decidir si un rastrojo en el Cauca es un bosque primitivo o si un pantano en Arauca es un “humedal”, con esto se puede impedir o favorecer cualquier proyecto y naturalmente se abre un amplio panorama a los favoritismos y la corrupción. La Agencia Nacional Minera es la que va a decidir si el más humilde alfarero puede o no sacar barro y naturalmente todo se tramitará en Bogotá. Hay un engendro que comenzó a aparecer en las noticias, una agencia para abastecer a las entidades del Estado, esto es la resurrección de Inalpro de triste recordación. Con la nueva agencia hasta el último baldosín que se necesite en la alcaldía de Leticia necesitará gestionarse en Bogotá. Solamente falta que creen la Agencia Nacional de Puertos y ¡Oh milagro! resucite Colpuertos.

Es francamente preocupante que pretendan centralizar todos los hilos del poder en una ciudad que no es capaz de administrarse a sí misma. Esto no es un impulso al desarrollo. ¡El Pueblo Colombiano necesita oportunidades para progresar, no dádivas populistas!
                                                           

Monday, May 13, 2013

Hugo Chavez se fue callado



Hugo Chávez se fue callado. No pudo pronunciar ese último discurso que cerrara el círculo de sus interminables soliloquios. Su gran pieza retórica, la de despedida, quedó en hipótesis. Ni siquiera pudo decir adiós. Sólo hubo silencio. Un largo e impropio silencio de 87 días. Él, que hizo del gobierno un eterno mitin, que podía hablar sin despeinarse 9 horas seguidas; él, cuyo único talento indiscutible era el de la oratoria, murió en la más discreta mudez..
El oxígeno, al parecer, le faltó en las últimas horas. Sus pulmones de fumador ya no dieron. Pero no fue eso lo que lo mató. Esa fue sólo la consecuencia de un mal que lo aquejó desde mucho tiempo atrás: el poder.
Esa escena inicial, la de él probando y experimentando por primera vez lo que era sentirse poderoso, es imposible de recrear. Difícilmente se pueda saber con exactitud cuál fue ese punto de inflexión, ese hito en su vida. Pero lo cierto es que le gustó. De eso no hay duda. Y así comenzó una carrera desenfrenada que lo llevó a acumular poder como pocos tuvieron en Venezuela.
Chávez era 'the boss', el gran beta. Podía hacer lo que le viniera en gana, que es el privilegio de los realmente poderosos. A nadie rendía cuentas, sólo su voluntad bastaba. Desde la pantalla, su sede de gobierno por excelencia, ordenaba, expropiaba, sentenciaba. Era capaz de lo mejor y de lo peor, de darles casa a unos damnificados y de condenar a prisión a una jueza inocente, de becar a niños humildes y de dejar sin empleo a 3000 trabajadores de RCTV. Gerenciando era mediocre, pero odiando era implacable. 
La riqueza y el lujo parecían no atraerle demasiado. Los disfrutó, cómo no. Comió bien, se vistió con ropa fina, usó buenos relojes, se alojó en costosos hoteles y viajó por todo el mundo en un avión de primera. Sin embargo, no parecía darle tanta importancia a eso. Gustarle, le gustaría, pero lo suyo era otra cosa, lo suyo era el poder. Eso sí lo deslumbraba. Eso lo perdió. 
Fue habilidoso en reclutar a su personal. Supo leer en ellos frustraciones ancestrales, rencores de cien años, traumas no resueltos, necesidades insatisfechas; y ahí se afincó. A la jueza que forjaba actas la puso a presidir el TSJ, al chofer de metrobús lo llevó a la Cancillería, al economista marxista despreciado por sus colegas de la academia lo nombró Ministro de Economía. Y así creó una corte de eternos agradecidos. No era improvisación, era estrategia, la forma de asegurarse una lealtad inmarcesible. De tener más poder, que de eso se trataba todo. 
Manejó a discreción un presupuesto descomunal. Nunca un presidente tuvo tanta plata a su disposición. La repartió, pero sin criterio. Tuvo nobleza en la intención, pero de ahí no pasó. Regaló y no invirtió. Casi todo quedó en humo. Pan para esos gloriosos días de abundancia y hambre para los venideros. Hizo más llevadera de la vida de los pobres, la mejoró en algunos aspectos, pero no los sacó de la pobreza. Afuera usó esa plata para ganar amistades y establecer alianzas. Como el niño rico de la cuadra pobre, que invita a sus vecinos al club, los mete en las fiestas de su casa y a veces los monta en el carro. Así fue, sobre todo con América Latina y el Caribe. Que haya robado es algo que no consta, que dejó robar a los suyos y se hizo el 'Don Tancredo' con las denuncias de corrupción fue evidente. Era de manual: mientras estés bien conmigo, hasta robar puedes, yo te protejo; si te volteas, ya verás. Más lealtad. Más control. Más poder. 
Lo tuvo todo. No había quien mandara como él. La nueva 'dictadura perfecta', popular y con pinta de democracia, la instauró él. Fidel, su ídolo de infancia, era su pana de adultez, los presidentes de Suramérica lo idolatraban, la izquierda, con sus intelectuales y cantantes, lo mimaba. Líder, hombre fuerte de Venezuela, luz de Latinoamérica, espada de los pobres, azote del imperio, martillo de la oligarquía, heredero legítimo de Bolívar, esperanza del mundo entero. 
Estaba en lo más alto, en la cumbre del Olimpo. Y entonces vino el cáncer. Lo que debió ser un 'cable a tierra', la ducha helada para bajar la fiebre de grandeza, se convirtió en la gran hazaña que completaría la epopeya y confirmaría que él era un ungido. Y ahí se jodió todo, Zavalita. Porque no fue ni siquiera negación, que todavía. Fue confiar ciegamente en un destino que no estaba escrito, en una propiedad curativa que el poder no tenía, en una inmortalidad que no existía. 
Y no hubo quien por su bien le enseñara la roja, lo mandara a las duchas y a descansar. Lo dejaron seguir jugando, a sabiendas que la vida se le iba en ello. Eso fue lo peor. Porque a fin de cuentas él era el enfermo. Podía inventarse fábulas y ficciones, curaciones milagrosas atribuibles los espíritus de la sabana o sueños con un Bolívar que le decía que no moriría. Era comprensible. Pero los otros, los que estaban alrededor suyo, sanos, que sabían lo que pasaba, que veían el deterioro, que lo oían quejarse de los dolores, que lo recogían cuando se desmayaba, ellos, que podían detenerlo, al final resultaron ser el nido de escorpiones del que alguna vez habló Müller Rojas. 
El crucifijo lo cargaba siempre en la mano, lo apretaba y besaba cada vez que podía. Peregrinó por cuanto templo y basílica encontró en Venezuela. Dijo que restauraría la Iglesia de La Candelaria, donde reposan los restos de José Gregorio, y que haría un santuario en Táchira para el Santo Cristo de la Grita. A cada santo le prometía una vela. "Estoy aferrado a Cristo", juraba. Pero en realidad se aferraba al poder. No cedía. Como el joven rico del Evangelio de Mateo, Chávez no pudo desprenderse de lo que tenía -¡es que era tan grande!- para seguir al Jesús que lo llamaba. Pretendió servir a dos señores, poder y Cristo, y eso no era posible. "O aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro", había advertido hace casi dos mil años el de Nazaret. 
Lealtad tuvo mucha, no así cariño. Porque si lo hubieran querido bien, de verdad, si hubiera habido amor y no temor, afecto y no interés, entonces hubieran impedido que se lanzara al abismo. Que eso al final fue la campaña: un abismo por el que se le terminó de ir la poca salud que le quedaba. 
El esfuerzo fue devastador. Ya le costaba caminar. Necesitaba esteroides y altísimas dosis de calmantes para salir en tarima. A cada mitin le seguía una moridera. En cada uno iba dejando un poco de vida. Proverbial fue el cierre en Caracas, bajo el cordonazo de San Francisco. La naturaleza rebelándose, y él guapeando en tarima para que lo obedeciera. La misma soberbia del padre Bolívar haciéndose presente en el hijo putativo. Esa tarde bailó y saltó, y luego no pudo recorrer ninguna de las restantes 6 avenidas.
Al final ganó las elecciones. Lo logró, sí. Aguantó como un varón, también. Pero no le sirvió de nada. "Insensato, esta misma noche vas a morir, ¿y para quien será todo lo que has acumulado?". Es la parábola del granero rico que gasta la vida guardando fortuna para él y cuando llega al tope Dios le anuncia que morirá. Es la parábola de la última elección de Hugo Chávez. Porque ni juramentarse pudo. Dos meses después del “triunfo” se fue a Cuba para no volver.

Tuvo una agonía larga y dolorosa. Da la impresión de que la vida se la extendieron más de lo recomendable, sin importar el sufrimiento. Progresivamente fue perdiendo facultades. Por perder perdió hasta el habla. Era un muerto en vida, dependiente de máquinas y cables. Y ni aun así renunció. Ya no podía, tampoco convenía. Así de perverso y retorcido: en lo último de la vida tampoco valió el hombre sino el poder. Sí, el poder, su verdadero amor, su gran obsesión, su definitiva perdición.

Wednesday, March 27, 2013

Según Lord Acton

Marzo 27 tomado de Mises Hispano (Lord Acton, sobre la Libertad y el Gobierno)


En todo tiempo, los amigos de la libertad han sido raros.
En todas las épocas, el progreso [de la libertad] se ha visto asediado por sus enemigos naturales: por la ignorancia y la superstición, por el ansia de conquista y por el amor a la indolencia, por el deseo de poder del hombre fuerte y del deseo de alimento del hombre pobre.
Por libertad me refiero a la garantía de que todo hombre será protegido para hacer lo que crea que es su deber, contra la influencia de autoridad y mayorías, costumbres y opiniones.
La libertad es impedir el control por otros. Esto requiere autocontrol.
La libertad solo reclama, para su realización, la limitación de la autoridad pública, pues la libertad es el único objeto que beneficia a todos por igual y no provoca una oposición sincera.
La libertad y el buen gobierno no se excluyen entre sí y hay excelentes razones por las que deberían ir juntos. La libertad no es un medio para un fin político superior. Es en sí misma el máximo fin político. No se requiere para tener una buena administración pública, sino para la seguridad en la búsqueda de los objetivos superiores de la sociedad civil y de la vida privada.
La libertad no es el poder de hacer lo que queramos, sino de derecho a ser capaces de hacer lo que tendríamos que hacer.
La libertad no permite cumplir con nuestro deber sin intromisiones del estado, la sociedad, la ignorancia y el error. Somos libres en la medida en que estemos libres de estos impedimentos.
Una ética oscura implica una libertad imperfecta. Pues la libertad no viene con cualquier sistema ético, sino con uno muy desarrollado.
Santificar la libertad (…) enseñando a los hombres a apreciar las libertades de los otros como la propia y defenderlas por amor a la justicia y la caridad más que como una reclamación de un derecho, ha sido el alma de lo que es grande y bueno en el progreso de los últimos doscientos años.
Por nacimiento, todos los hombres son libres.
La conciencia demanda imperativamente una medida correspondiente de libertad personal (…) Con esto no puede permitirse que interfiera ninguna autoridad humana. Estamos obligados a extender al máximo, y a guardarnos de cualquier intromisión, la esfera en que podemos actuar en obediencia a la sola voz de la conciencia, independientemente de cualquier otra consideración.
El interés de los individuos está por encima del interés exclusivo del estado. El poder del todo no ha de ponerse en la balanza ni por un momento con la libertad (es decir, la conciencia del sujeto) y quienes actúan sobre otro principio son los peores criminales.
Es más fácil encontrar gente apropiada para gobernarse a sí misma que gente para gobernar a otros. Todo hombre es el mejor y más responsable juez de sus propio provecho.
La gran cuestión es descubrir, no lo que prescriben los gobiernos, sino lo que tendrían que prescribir, pues ninguna prescripción es válida contra la conciencia de la humanidad.
La mayor oportunidad nunca dada al mundo se desperdició porque la pasión por la igualdad hizo vana la esperanza de libertad.
El peligro no es que una clase concreta no sea apropiada para gobernar. Toda clase es inapropiada para gobernar.
Siempre que un objetivo concreto se convierte en el fin supremo del Estado, ya sea el beneficio de una clase, la seguridad del poder del país, la mayor felicidad para el mayor número o el apoyo a cualquier idea especulativa, el Estado se convierte con el tiempo inevitablemente en absoluto.
Las leyes se hacen para el bien público (…) El bien público no tiene que considerarse si se consigue a costa de un individuo.
La voluntad del pueblo no puede hacer justo lo que es injusto.
Hay muchas cosas que no puede hacer el gobierno, muchos buenos propósitos a los que debe renunciar. Debe dejar esto a las empresas de otros. No puede alimentar al pueblo. No puede enriquecer al pueblo. No puede enseñar al pueblo.
El poder popular puede podrirse con el mismo veneno que el poder personal.
El mal que impregna la democracia es la tiranía de la mayoría o que un partido, no siempre la mayoría, consiga ganar las elecciones por fuerza o fraude.
Es malo verse oprimido por una minoría, pero es peor verse oprimido por una mayoría.
La prueba más segura por la que juzgamos si un país es realmente libre es la cantidad de seguridad de la que disfrutan las minorías.
De entre todas las causas que degradan y desmoralizan a los hombres, el poder es la más constante y la más activa.
Quienes tienen más poder son culpables de pecar más, ningún teorema geométrico es más cierto que este.
La posesión de poder ilimitado (…) corroe la conciencia, endurece el corazón y confunde el entendimiento.
No hay error tan monstruoso que no consiga encontrar defensores.
Hay principios que se anteponen a los precedentes (…) existe una ley superior.
Toda la legislación debe conformarse [bajo una ley de la naturaleza] (…) por la voz de la razón universal (…) un principio que abarca toda la humanidad (…) Un espíritu generoso prefiere que su país sea pobre y débil y sin historia, pero libre a que sea poderoso, próspero y esclavizado.

Traducido por Mariano Bas en Mises Hispano