Sunday, November 04, 2018

PELIGROSA INDECISIÓN

Por Jaime Galvis V.


Al presentarse un cambio de gobierno, algo muy peligroso es la indecisión, especialmente cuando la nueva administración sale de la oposición a un gobierno anterior. Si hubo una campaña en la que se prometieron cambios estos deben llevarse a cabo. 


La organización del Estado Colombiano tiene una inmensa maraña de leyes, decretos, reglamentos, disposiciones, trámites y requisitos que paulatinamente viene paralizando el desarrollo de la Nación, todo un ceremonial pseudo-democrático que paraliza la generación de ideas y estorba toda clase de iniciativas y proyectos.


La Constitución de 1991 agravó esa situación creando toda una serie de obstáculos para todo lo que signifique desarrollo. Las barreras que paralizan el funcionamiento del Estado y de la iniciativa privada son numerosas. Entre ellas cabe mencionar el tema de las consultas, en un exceso de garantismo, la mencionada constitución estableció que los proyectos deben someterse a consultas con las “comunidades”, naturalmente estas se multiplicaron y empezó un chantaje disimulado o abierto que tiene paralizados muchos proyectos. En especial obras longitudinales tales como carreteras, oleoductos, líneas de alta tensión, embalses etc. Este problema requiere solución.


El garantismo desbordado de la mencionada Constitución, generó una exagerada creación de resguardos y reservas de carácter racial, por lo cual unos escasos miles de indígenas resultan dueños de alrededor de una tercera parte del territorio de Colombia y exigen más. Además existe una ley de negritudes, cuyo texto absurdo, no solamente otorga grandes áreas a la población de raza negra, además pretende convertirlos en guardabosques gratuitos. Todo ese racismo por decreto, es ridículo en un País fundamentalmente mestizo. 


Otro semillero de obstáculos es un Poder Judicial hipertrofiado, con atribuciones extralimitadas que le permiten impedir y frustrar obras y proyectos del Gobierno a su antojo. Las “Cortes” se convirtieron en un segundo estado manejando intereses que generalmente no coinciden con los de la ciudadanía y los del Poder Ejecutivo.


Una tercera talanquera más, es el ambientalismo cerrero y fanático, cada día más enquistado en la administración pública, dedicado a un sabotaje larvado de proyectos de obras públicas, minería petróleos y agricultura moderna. Un ministerio y una serie de corporaciones dedicados a imponer una serie de concepciones anticientíficas que parecen inspiradas en las Profecías Mayas y otras consejas de ese estilo. Una creación desaforada de parques nacionales y reservas sin ninguna justificación seria, que han terminado convertidos en santuarios del narcotráfico.


Un cuarto problema insoluto, el más grave, es la existencia de grandes zonas del País dedicadas al narcotráfico. Dominadas por mafias disfrazadas de movimientos políticos que constituyeron republiquetas del crimen, ampliamente toleradas por el gobierno anterior. Esto requiere una erradicación total. ¡No más ceremonias ni comedias, se debe aplicar la ley!


Otra enfermedad grave del Estado Colombiano es una fronda burocrática creciente y costosa. El gobierno anterior multiplicó las sinecuras en proporciones increíbles sin justificación alguna y esta es una carga muy onerosa para una débil Hacienda Pública. Dicha burocracia pretende justificar su existencia creando trámites y requisitos inútiles. 


Un problema muy serio que atente contra la unidad nacional es la excesiva politización de la educación. Las escuelas y colegios oficiales se han tornado en centros de adoctrinamiento político, donde las ideologías reemplazan a las ciencias. El activismo político ha llegado a extremos inusitados tales como la satanización de actividades tales como la minería, la explotación petrolera y hasta la construcción de embalses. Cabe anotar que la Universidad Pedagógica Nacional está convertida en un centro de agitación, casi de sedición.  


Ante todo esto cabe preguntar si el nuevo Gobierno está decidido a enfrentar estos problemas. Alguien dijo alguna vez que los gobiernos no fracasan por buenos o por malos, sino por débiles e indecisos.


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