Por ARMANDO ESTRADA VILLA
Exministro del Interior. Magíster en Estudios Políticos
Tres condiciones son esenciales para que un acuerdo de paz sea exitoso, estable y duradero: el compromiso y liderazgo de las partes que lo suscriben, el apoyo incondicional de la comunidad internacional, y el respaldo entusiasta y sentido de pertenencia de la ciudadanía.
Con las dificultades mostradas en la evaluación que acaban de realizar las Naciones Unidas, puede afirmarse que las partes, Gobierno Nacional y Farc, han cumplido lo pactado y están firmes en el propósito de honrar los compromisos adquiridos; por su lado, la comunidad internacional, con la ONU a la cabeza, mantiene el acompañamiento y patrocinio a lo acordado en La Habana; en tanto que la ciudadanía colombiana, potencial beneficiaria de la paz y de los cambios políticos, económicos y sociales convenidos en el acuerdo, se muestra indiferente y escéptica, cuando no crítica y displicente, a todo lo anunciado en medio de gran pompa y solemnidad, primero en Cartagena y después en el Teatro Colón de Bogotá, como resultado de las negociaciones. Por ello, puede sostenerse que el acuerdo no entusiasma a los colombianos y no provoca en ellos el necesario sentido de pertenencia.
Si comparamos con los procesos de paz y reconciliación adelantados en Colombia entre liberales y conservadores en 1957, que dio vida al Frente Nacional, y entre los gobiernos de Virgilio Barco y César Gaviria con el M-19, que impulsó la Constitución de 1991, la diferencia es notoria. De estos dos procesos salimos unidos y la ciudadanía recibió con alborozo los acuerdos, que, valga decirlo, se cumplieron a cabalidad para beneficio del país. Con todo y ser este proceso de paz con las Farc tan importante como los anteriores, en vez de unir a los colombianos los ha dividido hasta la polarización que hoy presenciamos y que se hizo evidente en la votación del plebiscito de octubre de 2016.
¿Por qué tantos compatriotas rechazan un convenio que ofrece superar un conflicto de tantos años y que tanto daño ha causado en vidas humanas perdidas, enorme número de desplazados y refugiados, infraestructura arrasada y excesivos sufrimientos a la población?
La respuesta a este crucial interrogante es que falló tanto el liderazgo político del Gobierno como el de las Farc. Del Gobierno, porque no supo vender las bondades del acuerdo y su lenguaje en vez de acercar a los ciudadanos los separó, y de las Farc por su tono prepotente y agresivo, que en lugar de conquistarle simpatías al proceso le restaba apoyos. Olvidaron las partes que la solución política del conflicto solo se consolida y perdura cuando los ciudadanos se apropian de ella y no cuando les es impuesta, pues sin el apoyo imprescindible de la población en favor de los pactos de paz los liderazgos de Gobierno y Farc no tendrán éxito.
Urge escuchar con atención a la sociedad para ver qué correctivos se hacen a los acuerdos, pues de lo contrario la paz no será estable y duradera como lo requiere el país para superar esta etapa de cruel e inútil violencia.
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