Friday, May 28, 2010

La letra pequeña de la banca central

Por Jonathan M. Finegold Catalán. (Publicado el 27 de mayo de 2010)
Traducido del inglés por euribe.
El artículo original en Inglés se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4385.

Desde el acceso al poder de Hugo Chávez, Venezuela se ha convertido en una superestrella en todos los aspectos. Normalmente genera titulares, ya sea por la escasez de algún servicio, algún escándalo político o un caso de corrupción. La percepción más común de Venezuela es la de un peligro económico. De hecho, los analistas han venido prediciendo el colapso del gobierno desde al menos 2007. Aunque hasta ahora la Venezuela de Chávez ha sobrevivido, la mayoría está de acuerdo en que su economía se tambalea y la quiebra es cuestión de tiempo.

Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research, no está de acuerdo. En un reciente artículo para el The Huffington Post (“Venezuela is not Greece”), argumenta que lo que salva a Venezuela son los esfuerzos de Chávez por mantener la deuda nacional lo más baja posible. Ante una deuda pública baja, un alto gasto gubernamental, “baja inflación” y la capacidad de manipular los tipos de cambio, Mark Weisbrot sostiene que Venezuela está lista para “conseguir una robusta expansión económica”.

En realidad, el análisis de Mark Weisbrot no podría estar más lejos de la realidad.

La economía de Venezuela está muy condicionada por el estado. No sólo los venezolanos se han visto privados de su derecho a la libre expresión, sino que Hugo Chávez ha condicionado a los mercados mediante su incesante búsqueda del poder. La mayoría de las industrias de servicio público han sido directamente nacionalizadas y las nacionalizaciones se han extendido también a otros sectores. El miedo a la expropiación ha paralizado la inversión. Sin un sector privado sano, Venezuela no muestra los fundamentos necesarios para una verdadera expansión económica. ¡Ni siquiera Hugo Chávez cree otra cosa!

Weisbrot tiene razón en una cosa: el gobierno de Venezuela disfruta de una carga de deuda pública relativamente pequeña. No es sino una de las muchas ventajas de tener tu propio banco central. De hecho, ¿por qué preocuparse en absoluto por la deuda? ¡Simplemente podemos imprimir y hacerla inexistente! Aunque sin duda Chávez se ha beneficiado de la imprenta, otros venezolanos no han tenido tanta suerte. Al contrario de lo que afirma Weisbrot, la inflación sí se ha disparado. Los venezolanos se han hecho progresivamente más pobres, mientras Chávez financia sus programas sociales mediante expansión monetaria.

La inflación de Venezuela puede considerarse un tipo de fraude. La economía no se construye con dinero. Los automóviles no se fabrican con dinero. Las familias no comen papel. Al imprimir moneda, el banco central y el gobierno de Venezuela no están creando capital, sólo financiando su capacidad de quitárselo al sector privado y derrocharlo en programas públicos antieconómicos. Imaginemos al venezolano medio que no recibe sino una moneda que está constantemente perdiendo valor a cambio de sus recursos. Al mismo tiempo, le confiscan sus ahorros, porque cada vez valen menos a la vista de los precios en aumento. ¿Cómo puede considerarse esto como una base para un aumento de la riqueza?

Anatomía de un desastre económico
En Venezuela, se consiente el emprendimiento cuando no interfiere en los planes de Hugo Chávez. No es sorprendente que los empresarios en las industrias de servicio público no formen parte de los planes de Chávez y por tanto el mercado de servicios públicos de Venezuela ha sido casi completamente nacionalizado. Aunque antes de la reciente depresión global, Chávez estuvo nacionalizando ciertos sectores a un ritmo relativamente lento (aunque constante), la aparición de la crisis global aceleró la socialización de la economía de Venezuela. De hecho, pocas compañías petroleras extranjeras se mantuvieron indemnes después de que Chávez decidiera resolver su problema de deuda simplemente apropiándose de esos negocios a los que debía dinero.

Otras industrias clave nacionalizadas incluyen a los mercados de las telecomunicaciones y el eléctrico. Hay que reconocer que las nacionalizaciones de Chávez no consistían solamente en expropiar la propiedad de otros en beneficio del “pueblo de Venezuela”. Como cualquier buen político, Chávez complació a grandes empresas, ofreciendo a dos compañías eléctricas españolas, Iberdrola y Elecnor, un total de caso dos mil millones de dólares para construir una planta eléctrica de 1.000 Mw en la ciudad de Cumaná, al este de Venezuela. El coste de construcción medio para el tipo concreto de planta a construir es de 0,75$ el watio. Chávez pagó a Iberdrola y Elecnor 2$ por watio.

La nacionalización de los servicios públicos ha sido un desastre.
Venezuela continúa sufriendo graves cortes de luz y agua. Todo esto parece surrealista para un país con la mayor reserva de crudo fuera de Oriente Medio, así como una de los mayores sistemas hidroeléctricos del mundo. Los cortes de suministro son en buena parte el resultado de años de controles de precios, al vender Chávez su revolución socialista ofreciendo energía barata a los venezolanos. Por desgracia, el mercado se ha ajustado a costa del venezolano medio, pues los precios artificialmente bajos han llevado a severas escaseces en los recursos disponibles.

La respuesta del gobierno a la escasez ha sido una regulación aún mayor del uso y distribución de estos servicios. Los venezolanos que usen más energía y agua de las prescritas están sujetos a impuestos, y a las empresas se les imponen sanciones aún mayores. El resultado ha sido un daño extendido por toda la economía de Venezuela. Las tiendas abren antes y cierran más tarde, limitando la cantidad de negocio que hacen, mientras que las grandes plantas industriales encuentran difícil funcionar eficientemente bajo las cuotas de energía del gobierno.

Aunque esto sea desastroso desde el punto de vista de un economista, lo es aún más desde la perspectiva del venezolano medio. De hecho, los niveles de vida han disminuido, pues la falta de electricidad ha causado problemas con la comida refrigerada y los ciudadanos ya no pueden disfrutar de algunos lujos que tenían antes de la crisis económica.

El sector de los servicios públicos no es el único sector que ve una continua nacionalización y regulación. La industria automovilística, con graves dificultades para pagar las partes y materiales necesarios debido a un muy débil bolívar, encontró dictadas y reguladas sus cuotas de producción por la dictadura de Chávez. La alternativa era la expropiación. ¡El poco sorprendente resultado de la regulación del sector del automóvil ha sido una escasez de coches! Así que aunque los nuevos coches se compran muchos meses antes de su fabricación, el precio de los coches usados se ha disparado a la vista del aumento de la demanda.

Chávez también nacionalizó la industria cementera como medio para resolver la “escasez de vivienda”. La continua escasez y las difíciles condiciones económicas han llevado a la nacionalización de aún más industrias, incluyendo los productores de acero y la distribución de alimentos.
No se ha olvidado al sector bancario. Ante posibles quiebras bancarias, Hugo Chávez decidió no arriesgarse a un rescate. Por el contrario, nacionalizó directamente los bancos con más riesgo de quiebra, amenazando a quienes “no cumplan con la ley”. Por supuesto, “no cumplir con la ley” se traduce aproximadamente como “no seguir siendo una fuente de ingresos para el gobierno”. No sorprende que el sector financiero se principalmente liderado por lacayos militares de Chávez y su forma favorita de regulación ha sido reemplazar activamente la dirección de ciertos bancos purgando a quienes designó. El resultado de todo esto ha sido la huida de capitales, pues los inversores buscan proteger toda la riqueza que puedan, llevándose sus inversiones al extranjero.

La regulación, la nacionalización directa, la corrupción política y los controles de precios han llevado a una de las peores crisis económicas de las historia de Venezuela. La causa es sencillamente la pérdida de inversión privada, que se ha producido como resultado de la carga del creciente gobierno socialista- En lugar de permitir a los empresarios invertir y producir riqueza, Chávez ha preferido coordinar centralizadamente los mercados. No es sorprendente que haya causado un daño irreparable. Venezuela se ha convertido en el perfecto caso de estudio del problema de cálculo socialista de Mises: sin un mecanismo de precios, el gobierno ha sido incapaz de coordinar la distribución de recursos de la forma más eficiente, llevando a escaseces generalizadas y a la destrucción de riqueza.

Con todo esto en mente, es difícil ver cómo Mark Weisbrot justifica su opinión de que Venezuela está lista para “conseguir una robusta expansión económica”. Con los inversores locales huyendo y Chávez bloqueando en la práctica la inversión extranjera, nos quedamos preguntándonos dónde encontrará exactamente Chávez el capital económico para catalizar el crecimiento económico. Incluso suponiendo que dicho capital estuviera disponible, dado el mal resultado hasta ahora de la nacionalización, ¿qué ofrece confianza en el gobierno venezolano a Weisbrot? Weisbrot sólo puede apuntar la baja deuda pública de Venezuela. Está claro que Mark Weisbrot apunta a la imprenta como solución a los males económicos de Venezuela.

Prosperidad a través de la imprenta

El Banco Central de Venezuela y Hugo Chávez desmientan totalmente a Mark Weisbrot. Desde el acceso de Chávez a la presidencia, la base monetaria del bolívar ha ido creciendo a un ritmo acelerado. Los programas sociales cada vez más caros se han pagado con dinero creado ex nihilo, permitiendo al gobierno mantener un bajo nivel de deuda.

Por ejemplo, como método para pagar la deuda y “estimular el crecimiento económico”, Chávez devaluó el bolívar fuerte por la mitad en enero de 2010. Paradójicamente, en 2008 el gobierno venezolano introdujo el bolivar fuerte, fijado en 1/1000 del valor del bolívar original, como una forma de combatir la inflación rampante que se ha cobrado un peaje sobre esta última. Quitar ceros no tenía sentido mientras el banco central venezolano continuara la aceleración de la expansión monetaria.

El resultado ha sido un progresivo aumento en el nivel general de precios. En 2008, los venezolanos sufrieron un aumento del 30,9% en el nivel general de precios y mientras que la inflación de precios bajó a un 25,1% en 2009, aumentó en un 30,4% entre enero y abril de 2010. El resultado ha sido un menor nivel de confianza en el bolívar, mientras los venezolanos corren a gastar sus ahorros antes de que el gobierno se los confisque mediante inflación. ¡Hay quien espera un aumento de hasta el 60% de los precios al acabar 2010!

Lo peor está por llegar. Mientras Hugo Chávez y el banco central de Venezuela continúen inflando la oferta monetaria en un esfuerzo por evitar el desastre, los precios continuarán aumentando. La conclusión inevitable es la hiperinflación, cuando los consumidores y empresarios empiecen a temer que la inflación continuará indefinidamente.

Para entonces debería estar claro que la inflación monetaria no es un método para aumentar la producción. Al imprimir dinero, el gobierno no produce simultáneamente bienes de capital. La creencia de que más inflación en Venezuela estimulará la inversión está completamente alejada de la realidad. Los riesgos de la imprenta ya se han visto bien en el reciente colapso de Zimbabwe.

Pero ¿es seguro que imprimir más dinero permitiría a los inversores adquirir más bienes de capital? Sabiendo que la oferta de capital es fija en un momento concreto en el tiempo, dar a ciertos empresarios más dinero sólo les hará desviar capital de otros empresarios. Además, a largo plazo un aumento en el dinero causaría, en el mejor de los casos, que el precio del capital se adapte al aumento en la oferta de dinero. No hay aumento físico en el volumen de capital disponible para los empresarios.

Al principio, un aumento en la oferta de dinero hará que los empresarios inviertan en bienes de capital y alarguen la estructura de producción. Esto lleva a la descoordinación intertemporal predicha por la teoría austriaca del ciclo económico y a una crisis inevitable. Un banco central puede evitar la crisis si continúa inflando la moneda a un ritmo acelerado, pero esto sólo puede acabar con una crisis de confianza e hiperinflación.

En el caso de Venezuela, es improbable que una mayor expansión monetaria lleve a un aumento en la inversión, ni siquiera de la mala inversión. El sector privado venezolano se ha visto aplastado por la nacionalización, la regulación y la fijación de precios. La mayoría del nuevo dinero creado va a un fondo de desarrollo conocido como FONDEN. El dinero transferido al FONDEN se usa para financiar una miríada de proyectos de infraestructura. Por ejemplo, de los 98.900 millones de bolívares que componían la oferta monetaria en diciembre de 2009, más de 57.000 millones se asignaron al FONDEN. Alrededor de 36.400 millones estaban compuestos por monedas y billetes en circulación.

La mayoría de los nuevos bolívares van directamente al consumo de capital, en lugar de a la inversión en capital y el alargamiento de la estructura de producción. En otras palabras, la inflación está ayudando a acabar directamente con las existencias de capital en Venezuela, subvencionando su consumo. Así que en lugar de ofrecer al menos una ilusión de prosperidad, el gobierno venezolano está contribuyendo directamente a un empobrecimiento visible de la sociedad.

Fin de juego venezolano

Mark Weisbrot sugiere acertadamente que la economía venezolana no está en la misma posición que la griega. Mientras que la capacidad del gobierno griego para financiar su gasto esta limitada por su falta de un banco central soberano, la junta venezolana de Chávez tiene el lujo de imprimir tanto dinero como necesite. Pero esta pequeña diferencia no es suficiente para justificar la creencia de que Venezuela esté en modo alguno lista para empezar una recuperación económica.

El mercado de Venezuela ha sido arrasado completamente por un gobierno omnipresente. La nacionalización convirtió industrias florecientes en fábricas muertas, al tiempo que las regulaciones y las fijaciones de precios aplastaban lo que quedaba del sector privado. Sin una posible recuperación real, el régimen ha recurrido a la imprenta como solución a sus problemas económicos. Pero, como los acontecimientos han mostrado claramente, esto no ha llevado a la prosperidad. Sólo ha llevado a más sufrimiento, pues la inflación erosiona rápidamente los ahorros venezolanos y daña aún más a su industria.

Lejos de la recuperación indicada por Mark Weisbrot, la continuación de las actuales políticas fiscales y monetarias llevará un dolor inmenso al pueblo de Venezuela. Salvo que el gobierno de Hugo Chávez deje repentinamente de gastar y vuelva a un mercado libre, la conclusión más probable de los actuales acontecimientos de Venezuela es una crisis de intervencionismo, al tiempo que el bolívar colapsa y el gobierno encuentra cada vez más difícil financiarse.

Jonathan Finegold Catalán es licenciado en Economía y Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de San Diego. Escribe en el blog economicthought.net.

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