Saturday, July 29, 2017

INSIDIA MEDIÁTICA

El desarrollo del periodismo investigativo ha tenido algunos aspectos muy positivos pero también ha generado aspectos perjudiciales y frecuentemente siniestros. Desde el comienzo del periodismo hubo en ciertos países una tendencia a la prensa chismosa y folletinesca, esto fue notorio en la Primera República Francesa donde frecuentemente se pasó del cotilleo a la insidia y la calumnia, en ese proceso hubo famosos casos como el de Alfred Dreyfus. El periodismo  de Norteamérica también se vio infectado de la misma enfermedad. Hubo personajes emblemáticos de esa tendencia viciosa, tales como Joseph Pulitzer y Randolf Hearst, quienes impusieron una prensa amarilla, tendenciosa, insidiosa y poco adicta a la verdad que llegó a influir en la vida política y económica del País. Esta situación imperó en los comienzos del Siglo XX, luego se moderó la situación, aunque algunos de los más grandes diarios de Norteamérica siguieron manteniendo una protervia un poco disimulada. Para algunos mandatarios llovían los ditirambos zalameros, mientras otros eran objeto de insinuaciones maliciosas o acusaciones abiertamente calumniosas. Siempre hubo una actitud sesgada y tendenciosa.


En Latinoamérica esta clase de periodismo creció como espuma, los grandes medios de cada país generalmente fueron patrimonios familiares que velaban por los intereses de sus dueños y de las castas sociales que detentaban el poder. Por tanto el ciudadano que no perteneciera a esas dinastías familiares y pretendiera asomarse a las altas esferas del Gobierno se veía sometido a toda clase de improperios y calumnias periodísticas. Por tanto en muchos casos la prensa se dedicó a hacerle oposición a la oposición a base de acusaciones insidiosas y chismes protervos evitando que se viera la inmensa corrupción que implico el manejo descontrolado de todos los resortes económicos del Gobierno por parte de “la gente bien”.  Esto hizo crisis en algunos países pero en otros esta situación sigue vigente.


Pero la insidia periodística no solamente prosperó en el Mundo, en el aspecto político, gradualmente muchos medios de comunicación se volvieron unos modernos inquisidores respecto a muchas actividades humanas. Cualquier gacetillero se considera facultado para acusar a una empresa de estar envenenando a sus clientes o perjudicando el medio ambiente, por lo cual las compañías se ven sujetas a contratar costosos abogados y a sufragar investigaciones científicas para demostrar su inocencia. Luego de llevar a cabo esto, para el “periodista investigativo”, la falsedad de su aseveración no tiene consecuencias, generalmente ni se piden excusas. Esta clase de periodismo caníbal ha tenido una amplia dispersión en el Mundo. El sicariato mediático se volvió una peste en las sociedades modernas. Esto en demasiados casos ha involucrado verdaderos chantajes. 


Grandes empresas químicas, automovilísticas, alimentarias, cosméticas, farmacéuticas, de juguetería, textiles, agroindustriales etc., están bajo la continua amenaza de la insidia mediática. En muchos casos esto ha ocasionado que algunas empresas apelen a sicarios periodísticos para eliminar a los competidores. En ciertos gobiernos dictatoriales y semi-dictatoriales menudean las acusaciones, generalmente falsas de cartelizaciones o de evasión de normas legales con el fin de arruinar empresas no afectas al gobierno de turno. La explotación del subsuelo ha sido un tema tergiversado por información tendenciosa, generalmente falsa. Se ha llegado a afirmar que las explotaciones mineras afectan el suministro hídrico a la ciudadanía y que la minería libera sustancias tóxicas,  se asevera que la sísmica petrolera produce terremoto y toda una serie de infundios sin base científica alguna, solamente la imaginación delirante de periodistas ignorantes.


La aparición de las redes sociales multiplicó la información circulante, junto con información intrascendente, las víctimas de la maledicencia de los grandes medios pudieron responder a las ofensas e insidias, lo cual tiene profundamente disgustada a la aristocracia periodística. 

 

Jaime Galvis Vergara

 

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