Sunday, November 20, 2016

PERSEGUIR

El ánimo persecutorio, ha sido frecuente en la historia de la humanidad. Por motivos religiosos, políticos, raciales, etc., las cacerías humanas han sido una tradición execrable en la Historia.

En este sentido, en Colombia hubo históricamente episodios persecutorios, pero en los últimos años, esto ha tomado dimensiones verdaderamente preocupantes. Una de las formas inquisitoriales más aberrantes y odiosas es la persecución judicial a los opositores al régimen de turno. Se inventan cargos, acompañados de una comparsa de testigos falsos y con esto tienen a la víctima no solamente empapelada, sino encarcelada. Así se han multiplicado los presos políticos en Colombia, años de reclusión sin realizar un juicio. Aquí no existe el Habeas Corpus.

Otra forma inquisitorial que está tomando vuelo en Colombia es la persecución económica, empresas no afectas al Gobierno, o que no se han plegado a financiar espectáculos políticos, son acusadas de cartelización u otras presuntas irregularidades y con una base probatoria endeble o inexistente, se encuentran castigadas con multas ruinosas, esto se ha presentado recientemente con industrias tales como la azucarera y la papelera. Otras están amenazadas de sobrecargas tributarias por, presuntamente, afectar la salud pública, tales como las empresas de bebidas gaseosas. Con esta clase de criterios no tardan en gravar ruinosamente a industrias tales como la panificadora porque el pan contiene gluten, o las fábricas de aceites porque sus productos generan obesidad. Todas estas patrañas, van hacia un único objetivo, asustar y domesticar a la oposición política y aún a la gran franja indiferente de la industria y la población. Esto ya ha sido ensayado en Venezuela, con los resultados conocidos.

Una forma insidiosa de persecución ha sido la prensa hablada y escrita, se le hacen sindicaciones a alguien, se le sataniza, se le ridiculiza y todo esto no trae consecuencias legales. Más aún, los medios de comunicación se han dedicado a ser los voceros de un ambientalismo fanático, el cual acusa y condena, generalmente basado en conceptos absolutamente errados, con esto desencadenan persecuciones a actividades tales como la minería, las curtiembres, la actividad petrolera, la cerámica de los chircales, la explotación de materiales de construcción, las obras civiles y mil aspectos más. Basta mencionar dos episodios muy recientes, el proyecto de erradicar las industrias del cuero del barrio San Benito de Bogotá, de las cuales dependen miles de familias y el proyecto de erradicar los restaurantes y otras actividades comerciales del cerro de Monserrate, sin tomar en cuenta cuantas familias viven de eso.

Recientemente ha habido episodios de persecuciones mezquinas a exiliados políticos de las dictaduras vecinas, ese generoso derecho de asilo de otras épocas, pasó a la historia.

Entre funcionarios del Gobierno, frecuentemente se presentan expresiones delirantes de proyectos inquisitoriales como el de alguna Ministra del Medio Ambiente que propuso erradicar la presencia humana por encima de 2.900 metros sobre el nivel del mar.  Probablemente ignoraba que la civilización Inca se desarrolló por encima de esa cota topográfica.

Además se han popularizado las persecuciones al menudeo, se estigmatiza a los fumadores, a los dueños de automóvil, a los vendedores ambulantes, a los que no crean en el calentamiento global, a los que colecten plantas silvestres, a los que coleccionen conchas marinas, a quienes tomen muestras de minerales o rocas. 

Cortar un árbol es un delito, lo mismo que desviar un arroyo. Los leñadores y madereros están proscritos, lo mismo que los pequeños mineros. Últimamente hay que cuidarse de no producir contaminación visual (parece que se volvió delito ser feo).

A los únicos que no persiguen los émulos de Savonarola en Colombia es a los extorsionistas y secuestradores, con ellos se negocia!  

Jaime Galvis V.

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