Tuesday, October 06, 2009

Las drogas de John Gray

Por Lawrence M. Vance. (Publicado el 6 de octubre de 2009)

Traducido del inglés por EUribe. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/story/3736.

La Guerra contra las Drogas del gobierno, como su Guerra contra la Pobreza o su Guerra contra el Terrorismo, es un fracaso. Ha colapsado el sistema judicial, enviado innecesariamente a la cárcel a mucha gente, promovido la violencia, corrompido a las fuerzas del orden, erosionado las libertades civiles y destruido la privacidad financiera. Ha impulsado búsquedas e incautaciones ilegales, arruinado incontables vidas, desperdiciado cientos de miles de millones de dólares de los contribuyentes y no ha tenido ningún impacto en el uso y la disponibilidad de la mayoría de las drogas en Estados Unidos.

Como consecuencia de esta fallida guerra contra las drogas, ahora gente de todo el espectro político, más que nunca, pide algún tipo de descriminalización o legalización de las drogas.

Un reciente ejemplo es el filósofo político John Gray. En un artículo titulado “The Case for Legalising All Drugs Is Unanswerable” [“La defensa de la legalización de todas las drogas es incuestionable”], Gray hace una feroz defensa de la legalización de las drogas. La guerra mundial contra las drogas debe cesar porque

La guerra de las drogas ha mutilado, traumatizado o desplazado a una cantidad innumerable de gente.
A pesar de ella, el uso de drogas ha permanecido en nuestra forma de vida.
Los costes de la prohibición ahora mismo exceden los posibles beneficios.
Penalizar el uso de la droga lleva a gente que de otro modo cumpliría la ley a la economía criminal.
La prohibición de las drogas expone a sus consumidores a grandes riesgos para su salud.
No se puede probar fácilmente la calidad y toxicidad de las drogas ilegales.
Una gran cantidad de drogadictos en el pasado llevaron vidas productivas antes de la prohibición.
Los drogadictos afrontan precios altos, riesgos de salud y la amenaza de la cárcel.
Los políticos que han usado drogas no han sufrido ningún deterioro político significativo.
El enorme beneficio de vender drogas ilegales corrompe instituciones y destroza vidas.
La cruzada antidrogas en México ha aumentado hasta algo parecido a una guerra de baja intensidad.
Algunos estados han sido más o menos comprados con dinero procedente de las drogas.

También podría haber apuntado, como muchos otros, que ciertas drogas ilegales se han probado eficaces en aliviar dolores, que la gente que fuma marihuana tiene un menor riesgo de otras enfermedades o que el abuso en la prescripción de fármacos mata a gente (Elvis, Heath Ledger, Michael Jackson), igual que las sobredosis de drogas ilegales. Podría haber apuntado que el alcoholismo es un problema mayor que la drogadicción o que hubo 1.702.537 arrestos pro drogas el pasado año sólo en Estados Unidos, casi la mitad por simple posesión de marihuana.

El problema con el argumento “incuestionable” de Gray es que es utilitarista. No es un argumento basado en la libertad de tomar drogas libremente. Si la guerra de las drogas dejara de mutilar, traumatizar o desplazar gente, si los costes de la prohibición superaran a los beneficios, si se pudiera probar fácilmente la calidad y toxicidad de las drogas ilegales, si la guerra de baja intensidad en México terminara, entonces, de acuerdo con Gray, la guerra contra las drogas sería algo bueno.

El único argumento incuestionable es el argumento basado en la libertad frente a la intrusión del gobierno en nuestra vida privada. En ninguna parte de su artículo Gray llega a considerar que no es asunto del gobierno ni de ningún individuo prohibir, regular, restringir o controlar en modo alguno lo que un hombre desea comer, beber, fumar, inyectarse, absorber, esnifar, inhalar, tragar o introducir de alguna manera en su cuerpo.

No importa si las drogas se usan para uso médico o recreacional. Y tampoco importa si el uso de las drogas aumenta o disminuye. Un gobierno con el poder de prohibir sustancias dañinas o prácticas inmorales es un gobierno con el poder de prohibir cualquier sustancia o práctica. No habría nada que fuera una sustancia controlada.

Los conservadores que adoran la Constitución deberían apoyar tanto el libre uso de drogas para cualquier fin y un mercado de drogas libre. En ninguna parte de la constitución se autoriza al gobierno federal a entrometerse en los hábitos de comer, beber o fumar de los estadounidenses. De hecho, antes de la Harrison Narcotics Tax Act de 1914 no había leyes federales sobre drogas en Estados Unidos.

John Gray advierte contra un “utopía libertaria en la que el estado niega cualquier incumbencia acerca de la conducta personal”. Pero no es eso lo que nos debe preocupar. Son los puritanos, entrometidos, niñeras y otros estatistas buenistas (fuera y dentro del gobierno) los que son el problema.

Las drogas de John Gray están reguladas, con licencias, con impuestos y controladas. Pero sin un mercado de drogas realmente libre, la legalización de las drogas no es realmente nada más que el control estatal del mercado de las drogas, como ha apuntado Thomas Szasz.

La defensa de John Gray para legalizar todas las drogas es cuestionable; la defensa de la libertad es incuestionable.

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Lawrence M. Vance es un escritor free-lance y profesor adjunto de contabilidad en el Pensacola Junior Collage, en Pensacola, Florida.

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