Esta actitud ha sido muy frecuente en la historia de Colombia y curiosamente en los últimos tiempos parece acentuarse, casi se volvió un partido político. Es un reflejo condicionado contra todo lo nuevo. En esto se presentan situaciones patéticas o peor aún ridículas. Hace pocos días hubo una reunión en Bucaramanga para impedir el fracking petrolero. Naturalmente esto lo hicieron ante la posibilidad que se haga uso de esa técnica. Como es demasiado frecuente los personajes reunidos desconocen le fondo técnico del fracking y los presuntos daños que puede producir. A la sísmica petrolera se le atribuyen terribles perjuicios, tales como daños de acuíferos, esterilización de los suelos agrícolas, generación de temblores y terremotos, extinción de la fauna y las protestas se vuelven multitudinarias. La actividad petrolera se está satanizando en una forma absurda y peligrosa, ya que una multitud imbuida de estupideces es tan peligrosa como una manada de ganado en estampida. Cualquier filtración de petróleo provoca un escándalo monumental, excepto cuando se produce por una voladura ejecutada por las guerrillas.
Esa propensión a estar viendo duendes, espantos y tragedias en todo lo nuevo ha llevado a acusar a los embalses hidroeléctricos de terremotos, sequias y toda una serie de tragedias que puede elucubrar la idiotez humana. Hasta a las estaciones repetidoras de la telefonía celular se les atribuyen propiedades demoníacas y las comunidades exigen su retiro.
Una actividad que ha desencadenado reacciones viscerales es la minería, no hace mucho tiempo hubo manifestaciones y discursos encendidos contra la minería en la población de Piedras (Tolima), naturalmente la muchedumbre enardecida no entendió que la compañía minera proyectaba instalar allí una planta de procesamiento de mineral aurífero procedente de otra parte. Los energúmenos no sabían que en Piedras no hay mineralización aurífera, solamente hay una horrorosa escultura en la plaza principal. Ahora un alcalde de Ibagué está promoviendo un plebiscito contra la minería, que se ha proyectado en otros municipios del departamento del Tolima.
En Bucaramanga unos cuantos políticos y periodistas han creado un ambiente hostil a la minería, que se realiza en otras partes del departamento de Santander. Verdaderas jaurías vociferantes han llenado las calles de Bucaramanga protestando por actividades mineras que no conocen y en muchos casos no saben dónde se realizan. Según esos apóstoles de la ignorancia, la existencia de actividades mineras en California y Vetas va a envenenar a los bumangueses. Naturalmente ignoran que ciudades como Johannesburgo fueron fundadas sobre grandes minas de oro y nadie ha muerto por eso. Belo Horizonte en Brasil se halla localizada junto a la gran mina de hierro de Itabira. La ciudad de París está situada encima de lo que fueron grandes minas subterráneas de caliza. Pero el rechazo a lo desconocido lleva a explosiones populistas ridículas. Cabe anotar que en Antioquia, tierra de una larga y respetable tradición minera nadie desencadena tumultos histéricos contra esa actividad que le trajo la riqueza.
Es la misma tónica de las protestas contra los cultivos transgénicos sin saber en qué consisten. Se le está declarando la guerra al consumo de azúcar, se proponen gravámenes que desalienten su adquisición. Protestan contra los terribles efectos del gluten, generalmente gentes que no saben que es. Quieren desocupar los páramos con la absurda creencia que de allí proceden los grandes caudales del País. Se paralizó la construcción de nuevos puertos en el Litoral Pacífico porque allí llegan las ballenas. La estulticia no les permite saber que las ballenas llegan a la Bahía de San Francisco y al puerto de Seattle. Con todo esto se ha formado un peligroso cocktail de parroquialismo y esnobismo que está paralizando a Colombia!
Jaime Galvis Vergara
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