Por Jaime Galvis V
La sociedad colombiana padece gravemente de esas dos enfermedades. La superficialidad llega a extremos tales, que muchas resoluciones del alto Gobierno se basan en titulares de prensa amarilla o en las consejas de cualquier locutor sin cerebro. En muchos casos los más altos heliotropos del Gobierno Nacional hacen gala de una pobre cultura de revista. En medio de una crisis económica muy grave, los altos estamentos del Estado están dedicados a resolver problemas tan inmediatos, tales como el matrimonio de personas de un mismo sexo, la dosis personal de droga, diversos aspectos del aborto, la adopción de niños por matrimonios gay, el uso de la marihuana para usos medicinales, el aumento de impuesto a las gaseosas para combatir la obesidad (esto en un país donde gran parte de población es famélica), si se deben censurar la redes sociales, el cambio climático, la contaminación ambiental, mil aspectos del “proceso de paz” el cual no parece un proceso de pacificación sino un pretexto para espectáculos y ceremonias, a los cuales son muy adictos los altos estamentos del Régimen.
El autismo llega hasta aspectos francamente banales, tales como promulgar una ley para obligar a todo colombiano a sembrar un árbol, esto en un País donde según los datos oficiales el 53 % del territorio está cubierto de selvas. Podrían más bien crear una ley obligando a todo colombiano a leer un libro o a aprender un oficio remunerativo. Crearon por medio de otro adefesio legislativo la “cátedra de la paz” por cual pretenden que una ciudadanía inerme, cuya inmensa mayoría nunca ha empuñado un arma ni ha agredido a nadie, se dedique a entonar salmodias de paz ante unos facinerosos dedicados a propalar amenazas e improperios o a disparar.
El esnobismo alcanza niveles tragicómicos, en medio de un endeudamiento externo cuantioso, una decadencia de la industria, un desbalance comercial catastrófico, una crisis total en el manejo de la salud, una agricultura arruinada y unas condiciones de seguridad cada día más precarias, el Alto Gobierno esta preocupadísimo por la contaminación ambiental, las emisiones de CO2 de la industria (¿Cuál industria?) son un problema de primer orden.
Esto ha llevado a situaciones pintorescas, por ejemplo la implantación del diasin carro para evitar el smog, en El Socorro, Santander (población: 30.000 habitantes).
Las actividades industriales tienen una cantidad de reglamentaciones y normas tal, que una simple talabartería o una fábrica de tamales tienen que poner letreros que dicen “puerta” donde hay una puerta o “escalera” donde hay una escalera o “salida” donde queda la salida o a veces la entrada. Pero investigaciones tecnológicas serias brillan por su ausencia todo son las apariencias. Colombia se distingue por ser uno de los países que producen menos patentes per cápita en el Mundo.
Las regulaciones burocráticas para actividades tales como la exploración de hidrocarburos o la minería pueden llenar tomos, pero ciencia nada. Hace pocos días hubo una exposición por más de una hora de un miembro de una pequeña cooperativa minera aurífera, leyendo toda la reglamentación de la cooperativa, pero aspectos tales como tipo de depósito, tenor o cálculo de reservas, brillaron por su ausencia. Esto es muy común en un País donde existen diez mil trámites y requisitos para la minería, pero no hay un estudiometalogénico del territorio.
En Petróleos la situación es muy similar, hay una copiosísima reglamentación acerca de defensa del medio ambiente, de las comunidades, de la prospección sísmica y de regalías de mil cosas más pero no existen estudios de modelación de las cuecas petroleras ni hay estudios de geología regional creíbles. En Colombia todo se reduce a crear reglamentos pero las ideas brillan por su ausencia.
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