Así se denominan las uniones conyugales entre personajes de una extracción social muy diferente algo frecuente en ciertos cuentos infantiles “El príncipe y la cenicienta” y otros por el estilo. La vida colombiana se ha caracterizado por la existencia de una aristocracia criolla, un poco rústica, pero vanidosa y excluyente como pocas. No ha sido un grupo emprendedor ni ha tenido un espíritu empresarial. En cambio son demasiado proclives a disfrutar de los altos cargos y sinecuras del Estado. En ellos hay una marcada obsesión por los cargos diplomáticos. La aristocracia criolla siempre ha despreciado a la base campesina del País esto se refleja en términos despectivos tales como “patirrajados”, “ruanetas” “calentanos”. Siempre ese campesinado fue la carne de cañón para las guerras civiles, especialmente cuando no había un ejército regular y los aristócratas eran los terratenientes.
Con el tiempo la “gente bien” perdió el control de las tierras, la aristocracia centro su poder en los cargos de Gobierno y en los medios de comunicación. Mientras tanto las guerrillas que crearon y manejaron, fueron reemplazadas por guerrillas izquierdistas con respaldo extranjero. Esto cambió el panorama. Ante la nueva situación connotados miembros de la High Life comenzaron coqueteos con el Marxismo (¿O el oportunismo?). En estos ajetreos se presentó el primer matrimonio morganático. Una sobrina de un expresidente, de la crema de la sociedad bogotana inauguró un romance con un aguerrido activista de ideología comunista y concejal de Bogotá. Un drama que parece extraído del Imperio Austro-Húngaro, aunque aquí no hubo suicidio. Con el tiempo el prestigio político del líder izquierdista se marchitó, en cambio la ilustre dama tomo vuelo e invocando a Lenin llegó a ser alcadesa de Bogotá, candidata presidencial y ministra. A la inversa de lo que pudiera creerse, el fogoso líder de origen humilde, solamente sirvió de ascensor. La dama aristocrática, educada en Harvard terminó siendo una especie de AlexandraKollontai criolla.
Empezaron a aparecer los revolucionarios de club social, guerrilleros de “buena familia”. Menudearon apellidos tales como Samper, Santos, Leyva, López, Holguín, Caballero, Torres Restrepo, etc.
La guerrilla izquierdista tuvo algunos cambios, al perder el apoyo económico extranjero, se dedicó a explotar al campesinado en una forma inicua. Superaron ampliamente a los antiguos terratenientes. Las gentes del campo y pequeñas poblaciones se vieron sometidas a una implacable extorsión, a secuestros, al reclutamiento de sus hijos y a la obligación de sembrar cultivos ilícitos para las guerrillas “marxistas”. Menudearon las ejecuciones sumarias. Estos bandidos más afines a Pol Pot que a Robin Hood, se ganaron el odio de la población campesina como se evidencia en poblaciones tales como Saravena, San Vicente del Caguan o el Carmen de Chucurí.
Ahora viene la parte más triste y absurda de la historia. El matrimonio morganático de la aristocracia decrépita con los rufianes stalinistas de las Farcy posiblemente del ELN. Una tétrica alianza entre la Gauche Caviar y la Gauche Tamal. Naturalmente esto a espaldas del 80 % de la ciudadanía. Mientras la economía del país se desploma, a puerta cerrada están decidiendo el futuro del País dos grupúsculos que a nadie representan. Naturalmente todo esto es un juego de fulleros en el cual menudean las trampas y las zancadillas. La apuesta final es si la aristocracia en decadencia se revitaliza con este matrimonio, naturalmente para luego traicionar a la contraparte o las bandas marxistas toman el poder, juzgan y fusilan a los miembros de los clubes sociales.
Mientras tanto el Pueblo Colombiano es un invitado de piedra.
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