Esta palabra define muy bien un estado de ánimo, de una persona, de una familia o de un país. Cuando no hay interés en algo, no hay proyectos, no hay esperanza ni ilusiones, domina el desgano, se presenta un marasmo. En lo personal puede desembocar en una depresión, pero cuando se trata de un país, puede llevarlo a situaciones verdaderamente miserables. Esta situación la vivieron los países de Europa Oriental dominados por la Unión Soviética, al no poder tomar decisiones, tuvieron que resignarse a recibir órdenes, la rutina acabo con toda iniciativa. Esto fue un marasmo inducido.
También puede presentarse por otras causas, por ejemplo la situación de Gran Bretaña después de su ruinosa victoria en la Segunda Guerra Mundial, muy bien descrita por Doris Lessing. Algo muy similar se presentó en la España de Fernando VII, donde por cierto, el marasmo duro varias décadas. Esa especie de atonía, esa sensación de Impotencia también dominó a Norteamérica durante la Gran Depresión. En Latinoamérica se está presentando un marasmo en varios países. Gobiernos que no inspiran entusiasmo ni respeto están acabando con la voluntad de hacer y progresar. Un populismo barato, una publicidad asfixiante, una corrupción rampante, están acabando con el deseo de progresar. Algunos países tales como Venezuela y Brasil se encuentran con crecimiento negativo, en todos, crece aceleradamente la deuda externa.
Colombia no es la excepción, la declinación en todos los aspectos es indudable, las exportaciones han descendido continuamente, la industria se encuentre estancada, otro tanto sucede con la agricultura, la minería está en crisis, otro tanto sucede con la industria de petrolera, la actividad comercial tiende a paralizarse. Se le hace énfasis al turismo, pero la ocupación hotelera también presenta síntomas de parálisis.
Ante ese cúmulo de problemas, el Gobierno se dedica a los anuncios, se mencionan hallazgos petroleros que resultan ilusorios, se licitan toda una serie de autopistas sin tener dinero para su construcción, se anuncia una expansión agrícola de un millón de hectáreas, pero ni siquiera informan dónde, se mencionan incentivos para la industria, pero a esta actividad se le desarrolla una persecución continua, llueven las acusaciones y con ello las multas. Esto ha llevado a que las grandes compañías estén invirtiendo fuera del País con el posible propósito de expatriarse. La minería ha sido sometida a una satanización continua, por lo cual unas empresa tales como Mineros Nacionales prefieren invertir en Centroamérica. Otra empresa minera con más de mil trabajadores está a punto de cierre por extorsión continua y el asesinato de sus colaboradores, en esto el Gobierno no se ha manifestado. Miles de colombianos están siendo expulsados de Venezuela y la ayuda oficial ha sido mínima. A la zona fronteriza de Norte de Santander y Arauca la dejaron para lo último en los planes de “autopistas” por lo cual ni siquiera va a participar en el reparto de promesas.
Para acabar de completar los ingredientes de la crisis, hicieron una reforma tributaria que sepultó a los empresarios, la carga tributaria acabó de acentuar la parálisis. Pregonan unas cifras de desempleo que la ciudadanía sabe que son falsas.
Para distraer la galería, el País dispone de un poder judicial desmesurado, que sirve de espectáculo creando procesos dignos de Vishinsky. Por algo dice que una “medida de aseguramiento” no se le niega a nadie.
A los colombianos se les presenta como un Nirvana la Paz, pero en esto le ocurre como con la Divina Providencia, siempre viene después. Mientras tanto la economía de Colombia se hunde.
Jaime Galvis V.
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