por Jaime Galvis V.
Las relaciones entre Colombia y
Venezuela desde hace unos cuantos años han sido más tirantes que amistosas; con
demasiada frecuencia el vecino ha mostrado los dientes. La región del Catatumbo
lleva años dominada por la delincuencia con disfraces ideológicos, atizada
desde el otro lado de la frontera. Solamente al Gobierno de Colombia se le
ocurre crear una zona de “reserva campesina” desmilitarizada, en los límites
con un país cuyo gobierno es cada día más hostil y está armado hasta los
dientes. Más aun Venezuela le ha dado refugio durante años a las Farc, cuyos
campamentos se hallan próximos a la línea fronteriza. En vecindades de la línea limítrofe, al
Oriente del caserío de La Gabarra cruza una carretera troncal pavimentada, la
cual comunica a San Cristóbal con Maracaibo, del lado de Colombia solamente hay
una trocha espantosa que conduce de Tibú a la Gabarra.
Naturalmente la zona de “reserva
campesina” es un emporio de cultivos de coca la cual sale a través de
territorio venezolano, más aun cabe pensar que de allí se abastece el “cartel
de los soles” del país vecino. Dicho cartel, según anotan casi unánimemente los
medios de comunicación es manejado por altos oficiales del Ejército Venezolano.
Por tanto es lógico pensar que hay un interés geopolítico-mafioso en dominar el
Catatumbo. Ante todo esto, la Cancillería de Colombia se limita a enviar
comunicados babosos, cuando el peligro de una agresión puede ser inminente.
Además del absoluto disparate de
designar al Gobierno de Venezuela garante de un absurdo proceso de paz, se está
desguarneciendo la frontera en forma realmente preocupante, en el caso de un posible conflicto, las Farc,
pueden ser una peligrosa quinta columna. El patriotismo de dicha guerrilla no
existe, tanto es así que cuando salió el laudo del diferendo con Nicaragua,
enviaron públicas felicitaciones a dicho país.
La
protección que le ha brindado el Gobierno de Venezuela a las Farc
mantiene en continuo estado de zozobra a los habitantes de zonas fronterizas
tales como Arauca, en este departamento, los guerrilleros cometen los crímenes
y automáticamente se refugian en el vecino país. Ese departamento que presenta
algunos de los mejores suelos de Los Llanos permanece estancado ante el
abandono del Gobierno Nacional y la continua agresión orquestada desde
Venezuela. Puerto Carreño, un punto estratégico fundamental se halla casi
incomunicado. En la Alta Guajira la dependencia casi total del contrabando de Venezuela,
hace muy dudoso el sentido patriótico de sus habitantes, el hambre y el
desamparo son totales, en una región muy próxima a la segunda ciudad de
Venezuela.
El letargo mental del Gobierno de
Colombia es patético, la zona fronteriza debe integrarse, es necesaria una
carretera decente entre Arauca y los Santanderes, la denominada carretera de “La Soberanía” es una trocha. Es indispensable
una vía entre el Catatumbo y la Costa Atlántica, la reserva indígena de Los
Motilones no es un país aparte sin ley
ni control. El derribo del helicóptero Black Hawk evidencia la vulnerabilidad
de la región del Catatumbo. Esa historia de la voladura por una mina
“quiebrapatas” es ridícula, eso es tan bobo como pretender que un camión se
puede volar con triquitraques. Allí hubo armamento sofisticado. En la Guajira
se necesitan plantas desalinizadoras, una completa carretera perimetral,
instalar salinas marinas y otras fuentes de trabajo, además terminar las obras
de la presa del Cercado. Una población en la miseria no se puede sentir
colombiana.
¡La mediación de Venezuela en el
“Proceso de Paz” puede parangonarse con una disputa matrimonial en la cual
sirva de mediador el amante de la esposa!
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