Hay una regla no escrita, la mejor manera de impulsar una economía es bajar impuestos y disminuir la burocracia. Sin embargo es demasiado frecuente que los gobiernos hagan lo contrario. Un ejemplo cercano es el caso de Chile, el país que llegó a tener un desarrollo acelerado durante varios años llegando a ser la economía más promisoria de Latinoamérica. Llegó al poder la señora Bachelet cargada de ideología, implanto un alza acelerada y exagerada de impuestos, multiplicó la burocracia y el milagro chileno se detuvo. En muy poco tiempo pudo detener el progreso del país y una nación que respiraba optimismo se consume en la frustración y el desencanto.
Irlanda es un buen ejemplo de lo que puede significar una baja de impuestos. Luego de ser un país paupérrimo sin recursos naturales, que perdía su juventud más educada por la emigración, junto con otras reformas emprendió una rebaja decisiva de impuestos lo cual le permitió recibir inversión extranjera masivamente. Al mismo tiempo el alivio tributario para los asalariados, cuyo impuesto de renta alcanzaba el 60 % permitió un mejoramiento del nivel de vida y una capacidad adquisitiva que incentivó el comercio.
En la Unión Europea es muy interesante comparar la situación de Francia y Alemania. La productividad per cápita de estos dos países es muy similar, sin embargo el ingreso bruto per cápita en Alemania es muy superior al de Francia, el desempleo en Alemania es mucho más bajo que en Francia. Es muy notable la diferencia entre las dos economías y hay una explicación para eso, el gasto público en Francia es un 56 % del producto interno bruto, en Alemania llega al 44 %. Esa congelación de capital en manos del Gobierno, naturalmente sirve para mantener una numerosa burocracia y una serie de gastos que en nada contribuyen al desempeño global de la economía. Dicha burocracia frecuentemente actúa según sus creencias ideológicas.
Estados Unidos tiene el mayor presupuesto del Mundo, la cantidad de dinero que maneja el Gobierno Norteamericano es inmensa. Los compromisos de dicho gobierno en defensa, ayuda internacional, organismos internacionales y mil aspectos más son enormes. Pero todo ese dinero proviene de impuestos, por lo cual la tributación es alta y estricta. Esto ha traído como consecuencia un descontento en diversas capas de la sociedad. Las empresas tienen dos problemas para su competitividad, por una parte un costo salarial muy alto y por otra parte unos impuestos elevados. Esto llevó a muchas empresas industriales a trasladar sus actividades manufactureras a otros países, lo cual creó desempleo y prácticamente la ruina de algunas regiones. Esto produjo un descontento generalizado, por lo cual el actual gobierno se propone una baja generalizada de impuestos, con lo cual las empresas invierten en el país dando empleo y los trabajadores disminuyen su carga tributaria. Este alivio permite favorecer a empleadores y empleados.
El Gobierno de Colombia está siguiendo una vía inversa. Un aumento desmedido de impuestos en un país que está económicamente paralizado, basta anotar que el impuesto de renta es el mayor de los siete principales países latinoamericanos. Aumentaron el IVA y el gasto público está desbordado. Una creación desmedida de cargos burocráticos, Una serie de institutos y agencias inútiles con directivos demasiado bien remunerados. Un despilfarro desmedido en propaganda oficial, lo que se pudiera llamar la compra de aplausos. Una serie de dádivas y donaciones a “fundaciones” adictas al Gobierno. Un tren de pompas y ceremonias nacionales e internacionales a expensas del presupuesto. Entre las pocas inversiones en infraestructura se proyectan esperpentos tales como un segundo aeropuerto internacional en la Sabana de Bogotá o un viaducto inútil en Cartagena para cruzar una ciénaga. ¡Así vamos a entrar en recesión!
Jaime Galvis V.
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