Hay un interesante libro acerca del Bogotá colonial titulado “Hijos del Pecado”, escrito por Guiomar Dueñas. Esta autora presenta una sociedad colonial capitalina, en la cual hubo algunos factores determinantes tales como, la pobreza, la intriga y la chicha. Como la capital de la Nueva Granada no era un centro de actividad económica digna de mención, todo giraba alrededor de la burocracia virreinal, por lo cual la intriga y lo que ahora se denomina cabildeo, eran una forma de supervivencia. Una aldea alejada del Mundo,situada en una meseta pantanosa, sin riquezas minerales y sin vías de comunicación, ostentaba el pomposo título de Capital Virreinal, pero su situación económica era tan precaria que los utensilios de cocina figuraban en los testamentos. La aburridora vida en una población gris y desabrida, con un clima frio permanente, propició el alcoholismo con una bebida autóctona, la chicha, esta se tornó en la principal industria artesanal.
Además de la capital, el virreinato presentaba una serie de aldeas perdidas en las montañas en una rutina aniquiladora y dos o tres puertos soñolientos. El gobierno nunca propició la exploración del territorio, por el contrario la desestimuló, las iniciativas brillaron por su ausencia. Todo esto generó indolencia y fatalismo. Esa situación continuó sin mayor cambio después de la Independencia. La mentalidad aldeana no fue propicia para grandes emprendimientos por tanto las mentes se ocupaban en la chismografía, los resentimientos y las envidias. El provincialismo era tal que la mayor parte de los habitantes nunca cruzaron las fronteras y entre los moradores del interior del país eran escasos los que conocían el mar.
No hubo un impulso vital hacia la aventura y el riesgo, por tanto explorar las selvas o navegar los mares no fueron actividades que recibieran impulso alguno. La vida republicana transcurrió entre conflictos minúsculos (“guerras civiles”) y una existencia notablemente banal.
Con la llegada de las comunicaciones inalámbricas, empezó a surgir la curiosidad por el Mundo exterior, a través de la radio. Posteriormente vinieron el cine y la televisión como unas ventanas del acontecer mundial.
Sin embargo aquello que en un principio fue el cine semanal, gradualmente se tornó en una obsesión por las pantallas y sus dramas y comedias. En un país muy poco dado a la aventura, empezó a gestarse una realidad virtual. Si una persona ve durante 5 0 6 horas diarias una serie de telenovelas, comedias, dramas, series policiacas juegos de rol, etc. Está ocupando demasiado tiempo en lo imaginario y pierde su conexión con la realidad. Al alejarse del Mundo real, sus preocupaciones se centran en conceptos mediáticos, por lo cual entra a sufrir por el problema de los triglicéridos cuando sus verdaderos achaques son los piojos o las lombrices. Se afana por el calentamiento global cuando sus verdaderos problemas son el desempleo y la inseguridad, un tema socorrido es la terrible contaminación industrial en medio de una paupérrima actividad manufacturera.
Al bombardeo de las pantallas se ha venido agregando otro fenómeno enajenante, los narcóticos, los delirios y alucinaciones producidas por la droga, llevan a un escape mayor de la realidad y todo esto está produciendo una mitomanía nacional. Se habla de una inmensa riqueza arqueológica, ignorando que los primitivos habitantes del territorio no llegaron a la edad de piedra. Llueven las alabanzas acerca de las perspectivas agrícolas, ignorando que más del 80 % del territorio presenta áreas montañosas y selvas húmedas impropias para cultivos. Los soñadores creen en una inmensa riqueza del subsuelo, aunque la realidad muestra solamente depósitos mayores de oro .hierro y carbón. Las reservas de hidrocarburos, pesimamente conocidas están en una declinación acentuada.
La verdadera riqueza, la manufactura y la innovación están en decadencia en medio de una sociedad alucinada.
Jaime Galvis V.
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