La democracia en el Mundo está viéndose afectada por una seria deformación, la obsesión por la imagen del mandatario. La popularidad se está volviendo el fin supremo en muchos estados. Loa presidentes y primeros ministros tienden a obsesionarse por su aceptación en el público lo que los convierte en verdaderas vedettes en plan de espectáculo. Esto provoca una verdadera distorsión en el manejo de la economía y en todos los resortes de la maquinaria gubernamental. Se desarrollan proyectos populistas los cuales en muchos casos perjudican el manejo económico. Regalos de vivienda, repartos de tierras sin un propósito claro, subsidios de toda la clase y una cantidad de prebendas enfocadas solamente a lograr popularidad y votos. Esa fue la trampa en que cayó el Gobierno de Brasil, demasiado énfasis en el maquillaje populista y nada de fondo. No solamente son los enormes gastos de toda clase de subsidios y limosnas, también es el oneroso gasto en publicidad, esa funesta práctica de los medio de comunicación se ha tornado en plaga. Es una verdadera compra de aplausos, esto sí que se ha visto en Colombia, donde el principal motor publicitario en toda clase de medios de comunicación es el Gobierno. Se crean méritos inexistentes, se magnifican obras de muy poca significación y se sataniza a la oposición, todo con dineros del presupuesto
La obsesión por la popularidad se ha presentado hasta en líderes religiosos que multiplican las apariciones en público y extensos viajes cuyo último fin no es mantener la fe, es conservar la imagen. Naturalmente en todo esto opera la enorme caja de resonancia de los medios de comunicacion
Curiosamente el impacto de la imagen, generalmente ha sido inversamente proporcional al desarrollo y bienestar de los países. Naciones arruinadas por la segunda guerra mundial, progresaron increíblemente de la mano de mandatarios discretos que no se dedicaron a ser personajes espectáculo. Los primeros ministros de la Alemania de postguerra fueron funcionarios eficaces y sensatos, poco se preocuparon por los titulares de prensa, otro tanto puede afirmarse de los mandatarios del Japón de postguerra. Los países que han logrado un acelerado desarrollo económico en los últimos años tales como Surcorea, Singapur, Malasia, Taiwan y últimamente la China, han tenido unos regímenes de bajo perfil, sin líderes mesiánicos. Este mismo camino ha tomado últimamente la India.
Aquellos líderes ruidosos y amigos del despliegue publicitario que pulularon en las décadas de los años cincuenta y sesenta, tales como Tito, Sukarno, Nehru, Boumedienne, Nasser, etc, dejaron unas economías tambaleantes y un recuerdo de su carisma pero no de su desempeño.
Pero el caso cumbre del despliegue publicitario y del cultivo de la imagen, se presentó en Latinoamérica. Quizá el mandatario más conocido en el Mundo durante la segunda mitad del Siglo XX fue Fidel Castro, seguido del Che Guevara. Estos íconos de la Revolución Cubana, casi llegan al Santoral. Lo triste es contemplar que quedó de la obras de gobierno de esos taumaturgos. Un pequeño País totalmente arruinado, no solamente en su economía, sino en su mentalidad.
Un proceso similar se inició en Venezuela en las postrimerías del Siglo XX, por la vía electoral, llegó al poder un histrión poco ilustrado pero con una oratoria efectista que hipnotizó al País. Cometió todos errores imaginables con el beneplácito de unas masas literalmente embobadas, expulso empresas, cerró establecimientos fabriles repartió viviendas y subsidios a rodo. Además inauguró el populismo internacional, dando regalos a pequeños países satélites. Todo esto hasta el momento en que se desfondó el canasto. En ese tiempo murió dejando al País en la miseria.
En Colombia ha tenido lugar un proceso lastimoso, un mandatario gris e impopular dedicado a buscar aceptación comprando aplausos con los dineros públicos. Ningún gesto populista le ha servido para mejorar su imagen, pero está llevando la economía al despeñadero.
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