Por Jaime Galvis V.
La historia de Colombia ha sido marcada por una característica constante, la mentira. Desde esas mentiras rosadas mil veces repetidas tales como “la Atenas Suramericana” o el “segundo himno nacional más bello del Mundo después de La Marsellesa”. Hasta las grandes mentiras, sucias e insidiosas. La historia está llena de falsedades, héroes que no lo fueron, próceres sin méritos, sabios que no sabían, escritores con escasos méritos de entre casa, estadistas que les quedó grande el manejo del Estado. En el Siglo XIX la falta de medios de comunicación impidió la propagación de las mentiras, estas no pasaron de ser chismes pueblerinos.
Al comenzar el Siglo XX surgieron los periódicos y empezó la feria de las mistificaciones. Los dueños de las publicaciones y sus corifeos entablaron un nutrido intercambio mutuo de ditirambos, algo así como una sociedad de elogios mutuos. Menudearon los calificativos de egregios, ilustres, preclaros, insignes, etc. Las roscas familiares crearon una aureola de prestigios a base de titulares de sus propios diarios y revistas.
Otro frente de mistificación fueron los frecuentes anuncios y promesas que nunca se cumplían, hay un ejemplo que es de antología: “El presidente de la República ha prometido que antes de concluir su mandato estará terminada la carretera Quibdó-Bahia Solano”, esto ocurrió en la década de los años cuarenta del Siglo XX.
En la década de los años 50 sobrevino uno de los mayores engaños que sufrió el ígnaro pueblo de este País, el Frente Nacional. Después de un prolongado período de violencia patrocinada por los jefes de los partidos, estos decidieron reconciliarse, aunque ellos personalmente no pelearon y siempre mantuvieron cordiales relaciones en los clubes capitalinos. Quienes mantuvieron la contienda cesaron hostilidades. Con la paz se estableció el “Frente Nacional” que consistió en la alternancia de los partidos tradicionales en el poder y la partijaburocrática del Estado entre las “buenas familias” de los dos partidos.
Naturalmente los engaños continuaron, hubo un aluvión de mentiras para tapar un descarado fraude electoral en 1970, menudearon los falsos hallazgos petroleros y frecuentemente se localizó el Galeón San José. Se continuaron haciendo estudios para el Metro de Bogotá y menudearon las frases huecas tales como “hacer de Colombia el Japón de Suramérica”. Simultáneamente empezó a tomar cuerpo un fenómeno económico-político fundamental, el narcotráfico. Esto último produjo mentiras antológicas, cuando capturaron dos jefes de la mafia de las drogas en España y dicho país los iba a extraditar a estados Unidos, el Gobierno de Colombia los reclamó para enjuiciarlos por contrabando de toros de lidia. Se creó una cárcel especial para el jefe máximo del narcotráfico, construida y ad ministrada por él mismo. Se anunció la necesidad de hacer una apertura comercial total y con ello se llevó a la ruina granparte de la industria de Colombia. La manufactura criolla no se ha repuesto de semejante disparate. Se hizo un despliegue mediático sobre el clamor popular por una nueva constitución. Dicho clamor solamente lo hubo en los periódicos. A Continuación incluyeron en unas elecciones “la séptima papeleta”, la cual nunca se escrutó, con el fin de darle una supuesta aprobación a una Asamblea Nacional Constituyente. Se hizo una Nueva Constitución con unos delegados elegidos por una votación minúscula y se estableció que dicha constitución sería aprobada por un referendo. Mentira, dicho referendo nunca se realizó. ¡En resumen toda esa parodia llevaba un fin, prohibir la extradición!
Este triunfo del descaro, llevó a unas elecciones financiadas por la Mafia, de las cuales el mandatario electo aseveró que todo ocurrió a sus espaldas. Este personaje poco amigo de la verdad fue a las Naciones Unidas a anunciar un gran descubrimiento petrolero el cual como de costumbre era falso.
Con el relevo en el poder comenzó un nuevo proceso de paz, lleno de mentiras y sin resultados, al mismo tiempo se intensifico un odioso sistema de mistificaciones y atropellos, empezaron las acusaciones infundadas, los juicios arreglados y los falsos testigos. Esto se intensificó en el siguiente mandato, en el cual un poder judicial corrupto comenzó una carrera de persecuciones políticas con acusaciones mentirosas y se formó un verdadero cartel de falsos castigos. Llego a tal punto el abuso que algún magistrado dijo que un auto de detención no se le niega a nadie.
Por la misma época surgieron nuevas modalidades de mentir, los falsos positivos, las falsas masacres y las falsas víctimas, estas últimas resultaron un jugoso negocio de ciertos abogados y políticos, para estafar al Estado.
Posteriormente vino un nuevo gobierno en el cual la mitomanía se volvió política de estado. De los medios oficiales y de la prensa hablada y escrita brotó un verdadero caleidoscopio de mentiras. “Las locomotoras del progreso”, “El País más biodiverso del Mundo”, El Gobierno de la prosperidad”, “Uribe es el mejor Presidente que ha tenido este País”, “el tal paro agrario no existe” “Los ministros Gómez Méndez y Acosta son una cuota de las negritudes”, “Los páramos son la reserva hídrica del País”, “Ya estamos en el postconflicto”(dicho en Noruega), “soy el peor enemigo de las Farc”, “hallamos el Galeón San José”, “El Papa nos va a visitar”(el Pontífice no lo sabía), además de la telenovela armada para la reelección, con espionajes, hackers, Andrómeda y todo un repertorio digno de una ópera bufa. Por último cabe mencionar los falsos argumentos para vender Isagen, las ridículas explicaciones de la crisis de Ecopetrol y las frecuentes referencias a el bienestar de la economía que solamente las creen sus funcionarios.
El uso y abuso de la mentira en el Gobierno trajo a Colombia un vuelco sociológico único en el Mundo, el pueblo colombiano hace tres o cuatro generaciones era una masa de campesinos timoratos y señores pueblerinos, con el ejemplo gubernamental, paulatinamente se propagaron los mentirosos y con ello los estafadores, Ahora pululan las “comunidades” dedicadas a extorsionar los proyectos de desarrollo, los grupos indígenas decidieron inventarse santuarios o cementerios en la ruta de carreteras, puertos u oleoductos, menudearon las “pirámides”, las corporaciones fraudulentas, los desfalcos serruchos, toda clase de tráficos, drogas, armas, mujeres etcétera.
Un País pastoril, pasó a la picaresca en todos sus niveles.
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