En Colombia se hacen muy frecuentes alusiones a la época colonial y la emancipación del dominio español. Ahora cabe analizar si dentro de la Nación Colombiana se está ejerciendo un colonialismo disimulado respecto a determinadas regiones. La organización estatal de Colombia guarda muchas semejanzas con el Virreinato de la Nueva Granada. Una exagerada centralización y un marcado desdén por las regiones periféricas y sus habitantes. Las inversiones en infraestructura, en industria, en educación, en salud y en otros aspectos son demasiado desequilibradas, por lo cual las áreas fronterizas y costeras presentan un notable atraso en todos los aspectos. La herencia colonial se ve reflejada en esa notable actitud parroquial de la capital respecto a las provincias, a los “calentanos”.
A pesar de la extensión del país y de la tradicional deficiencia en medios de transporte, siempre ha habido una administración exageradamente centralista, por lo cual desde Bogotá se decide la suerte de actividades que no tienen nada que ver con esta ciudad y en general las decisiones las toman funcionarios que desconocen las regiones y sus particularidades. Puede analizarse lo que ocurre en relación al mar. Aunque la capital está situada a gran distancia de los litorales se creó hace algunas décadas un engendro burocrático denominado Colpuertos, se suponía que dicha agencia estatal sería la rectora de las actividades portuarias. Fue un rotundo fracaso que estanco la actividad portuaria por años. La negligencia gubernamental es tal que en Colombia no existe una flota pesquera digna del nombre, no hay una marina mercante, se pierde gran parte del mar territorial y no pasa nada.
Alguien decía en el Valle del Cauca que “Dios está en todas partes pero despacha desde Bogotá”. En una actividad económica totalmente ajena a los medios capitalinos como es la industria azucarera, el gobierno solo se manifiesta imponiendo multas casi confiscatorias, sin tener en cuenta que dicha industria es la base de la economía regional. La minería de oro es la base económica de varias regiones, pero no de la periferia capitalina, la torpeza burocrática la está convirtiendo en delito.
Legislan acerca de un oficio que desconocen. El cultivo del café se halla distante del altiplano donde se encuentra el gobierno, por tanto el manejo del tema está totalmente desenfocado, tanto así que la entidad rectora de esa actividad se transformó en un “resort” vacacional para a aristocracia capitalina. La explotación del petróleo se tornó la mayor fuente de ingresos para el País, naturalmente la alta gerencia criolla poco sabe de hidrocarburos, por tanto el manejo del tema ha sido errático y torpe. Algunos de los principales departamentos productores son objeto de un abandono patético. En el Putumayo y Arauca gobierna la subversión, carecen de vías de comunicación adecuadas y no están incluidos en las promesas de “la prosperidad”. Estos departamentos son manejados como verdaderas colonias. El descuido gubernamental los ha dejado en manos de los países vecinos. No es mejor la situación de otros departamentos fronterizos como Chocó, Nariño, Norte de Santander, la Guajira, cuyos habitantes viven al vaivén de los estados de humor de los mandatarios de los países fronterizos.
La situación del Litoral Pacífico es absolutamente lastimosa, un abandono total, las gentes allí se sienten ciudadanos de tercera clase, la inversión pública es irrisoria y como consecuencia de la miseria, la situación de orden público es espantosa. ¡Cuidado que esa colonia puede aspirar a independizarse!
Jaime Galvis V.
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