por Jaime Galvis V.
Bogotá como ciudad capital de Colombia ha sido un óbice para el desarrollo nacional. La Gran Colombia, que hubiera sido el segundo país en importancia en Iberoamérica, terminó convertida en un país mediano, con más problemas que proyecciones hacia el futuro. Una aldea intermontana como la Santafé colonial, sin actividades económicas dignas de mención, entregada a las intrigas burocráticas de la administración colonial, con una mentalidad absolutamente parroquial no tenía las capacidades para administrar un gran país.
Luego de la disolución de la Gran Colombia, la Nueva Granada se constituyó como República de Colombia. La situación geográfica de la capital provocó un poblamiento al revés de lo habitual en muchos países, las grandes planicies bajas, los litorales y deltas permanecieron muy poco pobladas y la gran afluencia demográfica se localizó en las cordilleras, principalmente en el Altiplano Cundiboyacense y zonas montañosas de los Santanderes, Antioquia y en vertientes de la Cordillera Central.
Un aspecto importante es observar que Bogotá siempre estuvo distante de las principales actividades agrícolas y mineras del País. La producción de azúcar y café tuvo asiento en el Occidente de Colombia, el tabaco en Santander y el algodón en la Costa Atlántica, el cultivo de palma africana se encuentra en el Valle medio del Magdalena y la Costa Atlántica. La minería de oro se halla en el Noroccidente y Sur del País. Los carbones de exportación se extraen en la Costa Atlántica.
La ineptitud de la dirigencia capitalina se ha manifestado en muchos aspectos; el manejo de los puertos desde Bogotá cuando existió Colpuertos fue un absoluto desastre. Las ciudades costeras han sabido administrar mucho mejor las actividades portuarias. El sector eléctrico ha tenido un buen desempeño, ya que la mayor parte de las obras han sido dirigidas y administradas desde Antioquia. La industria azucarera es administrada en el Valle del Cauca, con eficiencia, se han librado de la creación de una federación de azucareros en la Capital para desviar recursos y crear privilegios. La industria ha sido una actividad muy perjudicada por la obsesión centralista, en gobiernos del Frente Nacional quisieron centralizar los proyectos de industria pesada en el Altiplano Cundiboyacense, con resultados desastrosos, fue algo tan absurdo como pretender crear un Ruhr en la cumbre de los Andes. La industria del cemento se inició en proximidades de la Capital y su administración fue calamitosa, los dos grandes emporios terminaron sin pena ni gloria. La actividad cementera se consolidó en otros lares.
El manejo de la industria petrolera ha sido francamente decepcionante, desde una sede central opera una frondosa burocracia incapaz de entender la geología de Colombia, por lo cual las realizaciones exploratorias son risibles. Además el manejo económico de todo lo referente a la industria petroquímica es deplorable. No permitieron la instalación de una refinería en Tumaco, lo cual hubiera estimulado la exploración privada en una zona muy promisoria de Colombia, la esquina suroccidental de la Amazonia. El ensanche de la refinería de Cartagena se tornó un cuento de nunca acabar. Se vendió la participación en Monómeros Colombo-Venezolanos perdiendo el control de la mayor planta petroquímica del País.
Otro aspecto de pésimo conocimiento del País se presenta en lo referente a carreteras, es increíble el abandono del Litoral Pacífico, las vías en la Orinoquia y Amazonia brillan por su ausencia. Es tan miope la visión capitalina del territorio nacional, que hace unos cuantos años un connotado periodista capitalino decía que no se justificaba un puente sobre el rio Magdalena en Barranquilla, porque eran más urgente concluir los puentes dela calle 26 en Bogotá.
Jaime Galvis Vergara
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