Thursday, March 22, 2012

Unilateralismo

Por: Andrés Hoyos

Hace una semana pasó inadvertida una noticia trascendental para el mundo.

Es cierto que el encargado de divulgarla, John Feeley, no ostenta un cargo demasiado significativo: es apenas el coordinador del Departamento de Estado para la Cumbre de las Américas; no deja, sin embargo, de representar oficialmente al gobierno de Estados Unidos. Feeley dijo, en tono de aparente nimiedad, que Estados Unidos se opone a la despenalización de las drogas, pero no cree que haya problema si otros países la intentan en alguna forma.
¿Le oímos bien? Recordarán los lectores las miles de veces en que nos han amenazado con que un país como Colombia sería crucificado por el mundo, y en particular por los centuriones del gobierno gringo, en caso de que procediera de forma unilateral a suspender la fatídica Guerra Contra las Drogas que acumula más de 40 años de fracasos. ¡Qué miedo! Ya venían los portaaviones del imperio a disciplinarnos a cañonazos si nos ensayábamos de díscolos.
Yo nunca creí del todo en este apocalipsis anunciado y alguna vez propuse explorar con cautela las sendas del unilateralismo, pero para los responsables del Estado colombiano la amenaza de los portaaviones vengadores era una verdad de a puño. Ahora, en cambio, son los propios funcionarios americanos los que nos invitan a experimentar con lo que a bien tengamos, suspendiendo, de facto, las amenazas.
Lo que dijo Feeley en términos de realpolitik significa que el gobierno de Barack Obama no puede por ahora cometer ninguna audacia en materia de la política antidrogas, ya que eso sería dañino en un año electoral de cara a las cada vez más precarias mayorías blancas, anglosajonas y protestantes del país (los famosos wasp), pero que ellos también han llegado a la conclusión de que la bendita Guerra Contra las Drogas es una barbaridad y necesitan que otros países los pongan colectivamente contra un hecho cumplido, de suerte que más adelante puedan rasgarse las vestiduras y gemir un poco antes de aceptar lo que habrá aceptado buena parte del mundo: que las drogas deben ser legales. El gobierno americano por lo visto no está en condición de liderar este cambio de paradigma (como, dado el radicalismo hirsuto del Partido Republicano, no está en condiciones de liderar casi ningún cambio civilizador), si bien descubrió que tiene la opción de pasar de agache.
No estoy diciendo que el fin de la Guerra Contra las Drogas, y por ende la disminución radical del narcotráfico, esté a la vuelta de la esquina. Conspira contra ello la propia miopía de las mayorías en los países víctimas, entre ellos, y de forma notoria, las de Colombia. Sin embargo, se pueden radicalizar de inmediato las opciones de reducción del daño y hacer planes pilotos legalizadores en toda América Latina. Ya lo decía Voltaire: “todo es peligroso en este mundo, hasta la prudencia”. La idea es espantar el miedo que aún cunde y prepararse para manejar los eventuales coletazos en materia de salud pública. El modelo que se debe estudiar al respecto es la lucha contra el tabaco que tanto éxito ha tenido en los países desarrollados, muy en particular en Estados Unidos.
Se trata de una gran noticia: por fin se vislumbra el día en que cesará el cruento despilfarro de la Guerra Contra las Drogas y la consecuente intervención abusiva del Estado en la vida privada de las personas. Habría que descorchar champaña, recordando que el alcohol también estuvo prohibido alguna vez.

andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes

Elespectador.com



Tuesday, March 20, 2012

Contra el sufragio femenino

Artículo escrito por Lysander Spooner y Titulado Against Woman Suffrage
Escrito en el New Age (24 de febrero de 1877).
Traducido por Josep Purroy para Enemigos del Estado.
Publicado: Martes, 20/3/2012 - 11:2

Las mujeres son seres humanos, y por lo tanto tienen los mismos derechos naturales que todo ser humano puede tener. Tienen tanto derecho a hacer leyes como lo tienen los hombres; Y ESTO QUIERE DECIR QUE NO TIENEN DERECHO ALGUNO. Ningún ser humano, ni ningún grupo de seres humanos, tiene derecho a hacer leyes, y obligar a otros seres humanos a obedecerlas. Decir que tienen este derecho es decir que ellos son dueños y amos de aquellos a quienes requieren obediencia.
La única ley que cualquier ser humano puede legítimamente ser obligado a obedecer es simplemente la ley de la justicia. Y la justicia no es una cosa que se pueda hacer, o deshacer, o alterar, por ninguna autoridad humana. Se trata de un principio natural, inherente a la naturaleza misma del hombre y de las cosas. Es ese principio natural que determina lo que es mío y lo que es tuyo, lo que es el derecho o propiedad de uno y lo que es el derecho o propiedad de otro. Es, por así decirlo, la línea que la Naturaleza ha establecido entre los derechos y propiedad de un hombre, y los derechos y propiedad de otro hombre.
Este principio natural, que llamamos justicia, y que asignamos a cada ser humano, es, repito, no una cosa que se ha hecho, sino un tema de la ciencia que hay que entender, como las matemáticas, la química o la geología. Y todas las leyes, así llamadas, que los hombres han hecho nunca, ya sea para crear, definir, o controlar los derechos de las personas, son intrínsecamente tan absurdas y ridículas como lo sería crear leyes para definir o controlar las matemáticas, la química, o la geología.
Prácticamente toda tiranía, robo y crimen que los gobiernos han cometido siempre -y que o bien han cometido ellos mismos o bien han autorizado a otros para que lo cometan, o prácticamente todo lo que alguna vez ha sido cometido en el mundo por cualquier persona-, fueron cometidos por ellos con el pretexto de crear leyes. Algún hombre, o algún grupo de hombres, han reivindicado el derecho, o usurpado el poder, de hacer leyes y obligar a otros hombres a obedecer; estableciendo así sus propias voluntades, y haciéndolas cumplir, en lugar de la ley natural, o el principio natural, que dice que ningún hombre o grupo de hombres puede legítimamente ejercer cualquier poder arbitrario sobre las personas o la propiedad de otros hombres.
Hay una gran clase de hombres tan codiciosos que desean apropiarse para su propio uso de las personas y las propiedades de los demás hombres. Ellos se juntan para este fin, se hacen llamar Gobierno, hacen lo que ellos llaman leyes, y luego emplean los tribunales, gobernantes, funcionarios y, en última instancia, bayonetas, para hacer cumplir dicha ley.
Hay otra clase de hombres, que son devorados por la ambición, el amor al poder y el amor a la fama.
Ellos piensan que es algo muy glorioso dominar a los hombres, hacer leyes para gobernarlos. Pero como no tienen ningún poder para exigir obediencia, se unen con la clase rapaz antes mencionada y se convierten en sus herramientas. Prometen hacer las leyes que la clase voraz desea, si esta última clase los autoriza en su nombre y les facilita dinero y tropas para poner sus leyes, así llamadas, en rigor.
Otra clase de hombres, vanidosos de su propia sabiduría, virtud o religión, piensan que ellos tiene el derecho, y una especie de autoridad divina, para hacer las leyes para gobernar a aquellos que piensan que son menos sabios, virtuosos o religiosos que ellos. Ellos asumen que saben lo que es mejor que todos los demás hombres hagan o no, sean o no, tengan o no. Y conspiran para hacer leyes que obliguen a todos los demás hombres a seguir su voluntad, o, como dicen, a sus superiores juicios. Parece que no tienen la percepción de la verdad de que a todo ser humano se le dio una mente y un cuerpo propios, separados y distintos de las mentes y cuerpos de los otros hombres; y que el cuerpo y la mente de cada hombre tiene, por naturaleza, derechos que son totalmente distintos y separados de todos los demás hombres; que estos derechos individuales son en realidad los únicos derechos humanos que hay en el mundo; que los derechos de cada hombre son simplemente el derecho a controlar su propia alma, cuerpo y propiedad, de acuerdo con su propia voluntad, placer y juicio, mientras no interfiera con los derechos iguales de los demás hombres a controlar el libre ejercicio de sus almas, cuerpos y propiedades. Ellos no parecen concebir el hecho de que, dejando las almas, cuerpos y propiedades de los demás solos, el hombre no tiene la obligación de creer en esta sabiduría, virtud o religión como ellos hacen o piensan que es mejor para él.
Este grupo de sabios, virtuosos y religiosos, al no ser lo suficientemente poderosos como para crear leyes y hacerlas cumplir al resto de la humanidad, se juntan con la clase de codiciosos y ambiciosos mencionados más arriba para llevar a cabo los propósitos en que todos coinciden. Y la farsa, la jerga y el Babel de lo que ellos llaman gobierno, sería sumamente patético y ridículo, si no fuera la causa de casi toda pobreza, ignorancia, vicio, crimen y miseria que existe en el mundo.
Esta última clase -es decir, los vanidosos, sabios, virtuosos y religiosos- son los que abogan por el sufragio femenino y están muy ansiosos para que las mujeres participen en la falsedad, el absurdo, la usurpación y la delincuencia y el hacer leyes para obligar a otros a seguirlas. Es increíble la cantidad de sabiduría, virtud y conocimiento que las mujeres proponen aplicar y hacer cumplir en el resto de la humanidad si pudiesen participar con los hombres en la elaboración de leyes. De acuerdo con sus propias promesas y predicciones, no habrá un solo ser humano natural que se deje de banda en el mundo si las mujeres pudiesen ser elegidas y añadir sus poderes al de los hombres en la elaboración de leyes que nadie tiene el derecho de hacer, y que nadie tendría la más mínima obligación de obedecer. De acuerdo con el programa de estas personas, estamos a punto de ser colocados en el molino legislativo y ser invadidos, atados, trabajados y formados de una manera que apenas se parece a la de los seres humanos. Asumiendo ser dioses, nos proponen rehacer sus imágenes. Pero hay tantas imágenes diferentes entre ellos que podemos, a lo sumo, tener una característica de un modelo único y otra de otro. Lo que será de nosotros al final es imposible de decir.
¿No es mejor sufrir los males casi insoportables que nos provocan las leyes ya hechas -de cualquier manera es mejor ser (si se nos permite) simples seres humanos como la naturaleza nos hizo- en lugar de ser moldeados de forma horrible y grotesca por el nuevo conjunto de legisladores, si llegan a tratar de ejercer su poder sobre nosotros?
El pretexto que las mujeres ofrecen para todas las leyes que proponen infligirnos es que ellas mismas son oprimidas por las mismas leyes que existen. Por supuesto que son oprimidas; y también lo están los hombres -excepto los opresores. Como regla general, la opresión fue la única razón por la cual las leyes se hicieron. Si los hombres quisieran justicia y nada más que justicia, ninguna ley necesitaría hacerse, ya que la justicia en sí no es algo que se pueda hacer. Si los hombres o mujeres, o los hombres y mujeres, quieren justicia y nada más que justicia, el procedimiento adecuado es no hacer ninguna otra ley, sino abolir las leyes -todas las leyes- que ya se han hecho. Cuando eliminemos las leyes que se han hecho, vamos a estudiar y observar y, si es necesario, aplicar la única ley universal -la ley de la naturaleza- que es "lo mismo en Roma que Atenas" -en China o Inglaterra- y la cual el hombre jamás ha elaborado. Mujeres y hombres, entonces, tendrán sus derechos; todos sus derechos; todos los derechos que la naturaleza les dio. Pero hasta entonces, ni los hombres ni las mujeres tendrán nada que puedan llamar derechos. Tendrán, como máximo, las libertades y privilegios que las leyes ya hechas les permiten tener.
Si las mujeres, en lugar de abogar por la admisión a la participación para poder hacer más leyes, dijeran a los actuales legisladores que ellas van a la Junta de Estado y que van a prender fuego a todos los libros de leyes existentes, estarán haciendo una cosa muy sensata -una de las cosas más sensatas que ellas pueden o tienen que hacer. Y tendrán una multitud de hombres -por lo menos todos los hombre sensatos y honestos del país- que las apoyarán.
Sin embargo, este tema requiere ser entendido, y no debe ser juzgado por las pocas palabras escritas aquí. Y ninguna repulsión especial debe darse en relación con el sufragio femenino; muchas de las cuales están, sin duda, entre las mejores y más honestas de esas personas tontas que creen que las leyes deben hacerse.
Publicado en Enemigos del Estado

Tuesday, March 13, 2012

Una Administración Incontrolada

Editorial del Daily Bell

Martes, 13 de marzo 2012 - por Ron Paul

Se han vuelto irrelevantes algunas partes de la Constitución, como me dijo alguna vez un ex-líder republicano en una audiencia del Comité de Asuntos Exteriores? En ese momento, me dijeron que la exigencia de una Declaración de Guerra por parte del Congreso antes de invadir Irak, como lo requiere la sección I del artículo 8 de la Constitución, era innecesaria y anacrónica. El Congreso y el Presidente procedieron sin una Declaración Constitucional y el resultado fue la desastrosa invasión a Irak.

La semana pasada, funcionarios de la administración Obama dejaron en claro que se iba a ignorar inclusive la hoja de parra de la participación del Congreso proporcionada por la "autorización" en el 2003 para usar la fuerza en Irak. En una audiencia ante el Comité de Servicios Armados del Senado, el secretario de Defensa , Leon Panetta, dijo claramente y en repetidas ocasiones que el gobierno consideraba que estaba legalmente justificada la utilización de fuerza militar contra Siria solamente con un "permiso internacional". Este "permiso internacional" podría venir a través de la Naciones Unidas , la OTAN , o algún otro organismo internacional. El Secretario Panetta dijo entonces al Senador Sessions que, dependiendo de la situación, el gobierno consideraría informar al Congreso de su decisión e incluso podría solicitar la autorización posteriormente a los hechos.

Mientras que el Senador Sessions expresó su sorpresa por la audacia casual de Panetta al hacer esta afirmación, en realidad, su burda declaración era simplemente una explicación de lo que ha venido ocurriendo, de facto, por muchos años. Cuando el presidente Obama comprometió a los militares de los EEUU a una guerra preventiva contra Libia el año pasado, por ejemplo, el Congreso se mantuvo completamente al margen del proceso. Del mismo modo, las acciones militares en Irak, Pakistán, Somalia, Yemen, etc., procedieron sin una Declaración del Congreso. De hecho, no hemos tenido una apropiada Declaración Constitucional de guerra, desde 1942, y sin embargo, los militares de EEUU se ha empleado a fondo en Corea, el Líbano, Irak, Bosnia, Liberia, Haití y Libia sólo con resoluciones de la ONU como única autorización. La única función del Congreso ha sido la autorización de los fondos, lo que siempre hace porque, sin duda, uno debe "apoyar las tropas".

Por supuesto, debemos reservar nuestra crítica más dura para el Congreso en lugar de hacerlo con la administración. Si la rama del gobierno del pueblo abroga su autoridad constitucional ante el Poder Ejecutivo, de quien es la culpa? Quién tiene la culpa de que el Congreso como cuerpo no se ponga de pie y exija que el Presidente trate la Constitución como algo más que una pieza anacrónica de papel, o simplemente como un conjunto de aspiraciones y directrices? La Constitución es la ley de la tierra y que el Congreso permita que sea burlada habla muy mal de él, así como del Presidente que trata de burlarla.

Apenas la semana pasada el gobierno anunció que comenzaría a proporcionar apoyo material a los rebeldes que buscan derrocar al gobierno sirio. Participó el Congreso en esta decisión de tomar partido sobre lo que puede convertirse en una guerra civil a toda regla? ¿Y qué decir de los informes sobre las Fuerzas Especiales de Estados Unidos que ya pueden estar operando dentro de Siria? Sin embargo, el Congreso se sienta en silencio mientras su autoridad se ve socavada. ¿Alguien realmente se pregunta por qué los cifras de aprobación del Congreso son tan bajas?

Muchos de mis colegas que estaban cerca del entonces presidente Bush cuando utilizó los militares como una especie de “Ejército del Rey”, ahora piden que el Congreso actúe en contra de dicho Presidente por admitir abiertamente que esa era su intención. Estoy de acuerdo en que es hora de que el Congreso actúe en respuesta a estos ataques a nuestra Constitución, pero la solución es simple y está en la Constitución. La solución es simplemente votar a favor de retener los fondos, ya que el Congreso tiene el poder de la bolsa. No hay más dinero para guerras no declaradas!